Mike Whitney. Counterpunch
“¿Cómo puede alguien hablar de impago en tiempo futuro cuando estamos ya en una total bancarrota…? ¿Es que no ven cómo la gente escarba entre la basura y duerme en las aceras? Los que nos llevaron a la bancarrota –la troika y el gobierno- proclaman ahora que quieren salvarnos de la quiebra. ¡Es increíble!”
(Mikis Theodorakis, compositor y cantante)
“Todo está cambiando. Todo es terrorífico”, (Kathimerini, periódico griego)
Si Grecia utilizara el préstamo de 130.000 millones de euros en estímulos fiscales, entonces valdría la pena el compromiso. Porque ese dinero podría hacer que mucha gente volviera a tener trabajo y que la economía se pusiera en marcha rápidamente. Pero el préstamo no va a utilizarse para estimular nada. Va a emplearse en recapitalizar los bancos y en pagar a los acreedores, ninguno de los cuales hará lo más mínimo para impulsar la actividad económica o crear puestos de trabajo. Entonces, ¿para qué molestarse? ¿Por qué cavar un agujero aún más profundo si no se va a conseguir nada? Si ese va a ser el caso, entonces Grecia no debería pagar ahora y sí empezar a reconstruir su economía tan rápido como sea posible. No tiene sentido dejarlo para más adelante.
La troika (el Banco Central Europeo, la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional) están exigiendo otros 3.000 millones de euros en recortes del gasto público aunque el desempleo alcance el 20% y la economía se haya hundido un 7% en el último trimestre. ¿Qué sentido tiene hacer eso? No necesitan ser unos genios para darse cuenta de que Grecia no alcanzará sus objetivos presupuestarios si los ingresos fiscales continúan cayendo porque a la gente la han despedido o le han recortado los ingresos. Solo van a conseguir que una mala situación empeore.
Pero a la troika le trae al pairo este tipo de cosas. No les preocupa que sus absurdas teorías económicas hayan fallado miserablemente hasta ahora o que sus medidas de austeridad no hayan sido más que un fracaso total. Siguen empeñados en cometer los mismos errores una y otra vez, insensibles a las críticas de acreditados economistas, ajenos a los pésimos resultados, siguen ahí firmes en su idea de que los griegos tienen que seguir apretándose el cinturón, seguros de que una dieta estricta a base de migas de pan y agua es la mejor forma para nutrir una economía enferma y hacer que recupere la salud. Sin que les altere lo más mínimo que los hechos demuestren lo contrario.
Fitch no está convencido de que la austeridad vaya a funcionar, en realidad las agencias de calificación bajaron la de Grecia a “C” el pasado martes, diciendo que en estos momentos piensan que es “muy probable” que Grecia no pueda pagar. De forma parecida, un “informe confidencial” entregado el pasado 19 de febrero a los ministros de finanzas de la Eurozona indica que hay una alta probabilidad de que la crisis griega empeore y que la deuda del país respecto a la ratio del PIB esté aún en un 160% en 2020, toda una década después de la puesta en marcha de las medidas de austeridad. Por tanto, aunque Grecia se azote con el cilicio y siga los diktats de la troika, su deuda podría estar aún en niveles “insostenibles” dentro de ocho años.
Entonces, ¿por qué empezar aceptando el préstamo? ¿Por qué no declarar rápidamente el impago y acabar de una vez? Que los acreedores (principalmente los bancos alemanes, franceses e ingleses) afronten las pérdidas. Ese es su problema. Verán, si vds. no pueden pagar sus facturas, se declaran en quiebra, ¿no? Así es como se supone que funciona el sistema. La misma regla se aplica a los países. Cuando vds. han intentado abarcar más de lo que pueden y no pueden pagar sus deudas, se pide “Tiempo Muerto”, se saca bandera blanca y a empezar otra vez. Ya es hora de que Grecia admita que el juego se acabó y ponga fin a la historia.
Todos hemos oído ya hablar mucho sobre “los flojos de los griegos” y del “despilfarro en el gasto” durante los últimos dos años, pero la verdad es esta: que la culpa la tienen siempre los prestamistas. Siempre. No importa si Grecia es el mayor gorrón de la historia; eso es completamente irrelevante. Es responsabilidad del prestamista hacer las diligencias debidas para asegurarse de que el prestatario es solvente. El prestatario no tiene responsabilidad en ese sentido. Ninguna. Su misión no es olfatear alrededor para ver si fulano de tal está empleado o si paga sus facturas o si tiene un buen historial de crédito o lo que sea. Ese es el trabajo del banco; y son bastante buenos en eso también (cuando no están estafando al sistema con hipotecas tóxicas). Y tienen criterios muy estrictos a la hora de prestar y si un solicitante no cumple con esos criterios, entonces, bum, de patitas a la calle. Por tanto, si los bancos de la UE pierden una tonelada de dinero porque no hicieron sus deberes y fueron tan estúpidos que no se dieron cuenta que prestarle a Grecia era más arriesgado que prestarle a Alemania, ¿a quién van a culpar de ello? ¿A Grecia? Para nada.
Desde luego, la gente en el poder rechaza esta línea de razonamiento porque no creen que los bancos o los tenedores de bonos deban siquiera perder un céntimo. De eso es de lo que va el último fiasco del rescate, de intentar proteger a incultos banqueros de las pérdidas en sus apuestas de mierda. Pero si los banqueros no asumen las pérdidas, entonces, ¿quién lo hará? ¿Los trabajadores? Eso es lo que se pretende en estos momentos, pero también es por eso por lo que Atenas se ha convertido en una zona de guerra, porque se está culpando a las personas equivocadas de una crisis que no crearon y por la que no deberían pagar… Así es como Satyajit Das resume el capitalismo salvaje: “Ya no se pretende en modo alguno ‘ayudar’ a Grecia. Solo se trata de asegurar que los bancos alemanes y franceses minimicen sus pérdidas”.
¿Ven? Eso no tiene nada que ver, en absoluto, con Grecia. Es solo otro rescate de los grandes capitostes de las finanzas. Veamos que más nos cuenta Das: “Es probable que los fondos no se le entreguen a Grecia sino que se coloquen en una cuenta especial de dónde se irán sacando para satisfacer las obligaciones de deuda del país… Alemania y los Países Bajos han sugerido que la UE asuma el control de las finanzas griegas y que se suspendan las elecciones a favor de un gobierno tecnocrático que cuente con la confianza de Berlín, París y Bruselas. Al final, el comunicado exigía que Grecia aprobara una ley humillante en la que se dé prioridad a la amortización de la deuda por encima de cualquier otra obligación del gobierno”. (“It’s all Greek to me”, Satyahit Das)
Ahora que Grecia ha aceptado un contrato de esclavitud para el próximo milenio, o algo así, los eurócratas han decidido imponerle más condiciones onerosas, como colocarles un capataz en Atenas que supervise el presupuesto para asegurar que los acreedores extranjeros consiguen su dinero antes que los pensionistas, que las madres que atienden a personas dependientes, que los pacientes de cáncer, que los veteranos minusválidos, los huérfanos y los parados. ¿Qué es eso de las prioridades? Al mismo tiempo, los partidarios de la línea dura en Alemania quieren que el parlamento griego apruebe un proyecto de ley que haga imposible que futuros parlamentarios puedan rechazar los términos del rescate. Es decir, se espera que Grecia derogue los principios fundamentales del gobierno democrático para pagar a los degolladores que emitieron los préstamos. Lo siguiente será que los griegos tendrán que enviar a sus primogénitos como garantía de los préstamos. ¿Dónde acaba esta historia?
Y –como hemos dicho antes-, el plan de rescate ni siquiera soluciona el problema. La economía griega continuará desacelerándose mientras la deuda de la nación respecto al PIB siga creciendo. Así pues, una vez más, ¿por qué aceptar un acuerdo que solo va a servir para empeorar las cosas?
Les refiero un párrafo de un artículo en Der Speigel que saca la misma conclusión:
“Desde luego que los 130.000 millones de euros no van a resolver el problema. Solo se intenta comprar tiempo. Tiempo hasta que los mercados financieros se hayan estabilizado a un nivel en que puedan manejar la bancarrota real de Grecia sin una reacción en cadena. Sin quiebras bancarias, no hay consecuencias a través de la pérdida del seguro del crédito y para el problema existente de explosión de los países de la Eurozona.” (“Stop the 130 billion bank transfer!” Der Speigel)
Por tanto, están sacrificando a Grecia para impedir otro Lehman Brothers, ¿no es así? Le están arrancando su soberanía y abocando a su pueblo a una década de miseria absoluta porque las infracapitalizadas, superextendidas y poco reguladas instituciones financieras están amarradas a una línea de conga que podría estallar en cualquier momento y echar abajo con ellas todo el sistema financiero. ¿Verdad? ¿Es el sistema realmente tan frágil o se está invocando a Lehman (al igual que con el 11-S) para conseguir además un objetivo diferente?: Sustituir a los representantes elegidos con agentes de la mafia bancaria que planean convertir el país en una mina a cielo abierto para arrancarle todos sus tesoros mientras aplastan los sindicatos bajo los tacones de sus botas.
Pero, ¿es Grecia responsable, al menos en parte, de la crisis actual?
Seguro que sí. La corrupción, el caciquismo y la evasión de impuestos están a la orden del día, pero los problemas reales no aparecieron hasta 2009, como el compositor Mikis Theodorakis explica en este escrito editado en su página web:
“Hasta 2009, no había problemas económicos graves. Las mayores heridas de nuestra economía eran los enormes gastos relacionados con la compra de material bélico y la corrupción de una parte del sector político, económico y periodístico. De ambas heridas, los extranjeros son conjuntamente responsables. Los alemanes, por ejemplo, al igual que los franceses, ingleses y estadounidenses, ganaron miles de millones de euros de las ventas anuales de material bélico, en detrimento de nuestra riqueza nacional. Esa continua hemorragia nos puso de rodillas y no nos permitió avanzar, mientras que al mismo tiempo hacía que naciones extranjeras prosperasen. Lo mismo ocurrió con el problema de la corrupción. Por ejemplo, la compañía alemana S mantenía un departamento especial para conseguir accionistas a fin de colocar sus productos en el mercado griego. Por lo tanto, el pueblo griego ha sido víctima de ese dúo depredador de griegos y alemanes que se han enriquecido a costa suya.
Es obvio que esas dos grandes heridas podrían haberse evitado si los dirigentes de los dos partidos pro-estadounidenses en el poder no hubieran sido erosionados por elementos corruptos que recurrieron a préstamos excesivos para cubrir la fuga de riqueza (el producto de la clase trabajadora griega) a manos de países extranjeros, provocando una deuda pública que alcanzó los 300.000 millones de euros, i.e. el 130% del PIB.”
¿Les resulta familiar? Los bancos prestan montones de dinero a contratistas corruptos y a políticos venales que ponen sus bolsillos mientras se dedican a comprar gran cantidad de equipamiento militar inútil con gran frenesí. Todo el mundo se atraca en el pesebre público; todo el mundo engorda y es feliz. ¿Cuántas veces hemos oído esa historia antes? Y, oh, yeah, algunos pesos pesados de Wall Street también ayudaron a que el gobierno griego escondiera la tinta roja que había en sus libros contables para poder mantener el mayor tiempo posible el latrocinio de esos tiburones. Ahora que las facturas han vencido, las cucarachas se han dispersado y es a los trabajadores a quienes les toca pagar las cuentas.
¿Hay alguien que se pregunte por qué las víctimas de esta obscena estafa han tomado las calles e incendiado Atenas en vez de aceptar su destino sin protestar?
Nadie piensa que este último rescate griego sea algo más que un ejercicio de pataleo diseñado para prolongar lo inevitable. Finalmente, Grecia no podrá pagar y la razón de ello es porque las políticas puestas en marcha hacen que el fracaso sea inevitable. El feroz régimen de apretarse el cinturón impuesto por Bruselas y Frankfurt no pretendía hacer que la economía recuperara la productividad y el crecimiento; el objetivo era castigar, humillar y crear un “estado permanente de dependencia colonial”. Es tan solo una “terapia de choque” con un envoltorio diferente.
28 de febrero de 2012
27 de febrero de 2012
A PROPÓSITO DE JUAN TORRES LÓPEZ Y SU ARTÍCULO "LA DACIÓN EN PAGO NO ES LA SOLUCIÓN"
Por Marat
En Septiembre de 2011 redacté un artículo titulado “LA GRAN MENTIRA DE LA DACIÓN EN PAGO” (http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com/2011/09/la-gran-mentira-de-la-dacion-en-pago.html)
En él sostenía la tesis de que la dación en pago era una trampa para los cientos de miles de personas que se veían ante la eventualidad de perder su casa porque, aunque saldasen su deuda pendiente con el banco con la devolución de la vivienda, se encontrarían en la calle. Esta tesis ya había sido sostenida por mí en Junio del mismo año en otro artículo anterior (http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com/2011/07/publico-dacion-en-pago-y-ecologistas.html)
Como quiera que mis posiciones contrarias al “ingenio” nacido en torno al 15-M son de sobra conocidas por parte de quienes se han tomado la molestia en conocerlas, que son muchos, estos artículos y otros relativos a este movimiento indignado de clases medias no vieron su difusión en páginas alternativas como Rebelión, que sistemáticamente les aplicaba la censura de su no publicación, y otras. Si lo hicieron en Kaosenlared.net, en donde dejé de colaborar asqueado por los insultos que en un artículo sí y en los demás también recibía sistemáticamente.
Junto a esta tesis central del artículo exponía una contrapropuesta frente a la reivindicación de la dación en pago sostenida tanto por la PAH como por el 15-M. Mi propuesta, en esencia, consistía en que se plantease ante el Parlamento una proposición que defendiese a la vivienda como un Derecho Humano fundamental y que impidiese que la persona afectada por no poder pagar su hipoteca perdiese su vivienda, aplicándosele una moratoria de aplazamiento de su deuda, garantizándose de este modo que nadie perdiese aquella.
Cuál ha sido mi sorpresa cuando ayer domingo 26 de Febrero encuentro el artículo de Juan Torres López, que reproduzco íntegramente, titulado LA DACIÓN EN PAGO NO ES LA SOLUCIÓN.
Les sugiero que se fijen en cómo, “creativamente”, el autor se apropia de ideas ajenas que le vienen bien para arrogarse en sostenedor “original” de una tesis de la que no es autor. No creo en la propiedad privada, tampoco de las ideas, ya que éstas nacen siempre de reflexiones que, consciente o inconscientemente, han tenido un magma genético que ha podido llevar hasta ellas, aunque sólo lo estuvieran de modo latente. Pero sí creo en el reconocimiento del esfuerzo de cada uno, por aquello de “de cada uno según su capacidad, a cada uno según su trabajo”, que debe presidir la relación entre gentes de izquierdas.
A tal efecto comparativo les sitúo ante la tesis central que defendí en mi artículo del 27 de Septiembre y el que en estos días ha empezado a aparecer en diversos medios de la red publicado por el señor Torres López:
Mi tesis: “¿en qué se benéfica una familia que pierde su vivienda, y acaba viviendo en la calle, quizá incluso después de haber pagado cada mensualidad de su hipoteca durante 10, 15 o 20 años, sin haber faltado a un solo pago ni retrasarse siquiera en él? ¿En que se beneficia alguien que tras haber pagado una buena parte de su deuda con el banco acaba echando todo ese dinero al vacío para, en el mejor de los casos, vivir ahora pagando un alquiler de una vivienda que pasará a ser propiedad del banco y que, por tanto, el banco siempre tendría derecho a vender? De hecho, ahora casi las únicas hipotecas que las entidades bancarias conceden son sobre viviendas de su propiedad. ¿De qué le servirá la dación en pago a una pareja que después de perder su vivienda y que, careciendo de medios para pagar si quiera su usufructo en alquiler acabará debajo de un puente (no sé si habrá tantos en el Estado español) o en una chabola y, muy posiblemente, perdiendo incluso la tutela sobre sus hijos? ¿Se han preguntado estos señores de la PAH y el 15-M de qué modo perder el trabajo y la vivienda puede convertir a una persona en un paria, menos aún, en un mendigo, con una vida arruinada para siempre?¿Es que acaso el hecho de que salga de la lista de morosos y deje de tener una deuda importará mucho en el caso de ancianos expulsados de su vivienda o de personas que no podrán ya salir del circuito de la marginalidad, al haber perdido los dos principales medios de arraigo social, como son el trabajo y la vivienda?”
La tesis del señor Torres López: “Frente a ello no es solución la simple aceptación de la dación en pago, que al fin y al cabo viene a significar la pérdida de la vivienda”...” Hay que tener mucho cuidado a la hora de elaborar nuestras reivindicaciones porque si no está bien planteadas podemos llevar a la gente por el mal camino, como creo que puede ocurrir con la dación en pago que en la práctica es sustituir la muerte horrenda por otra más llevadera pero, al fin y al cabo, morir pues se pierde la vivienda.”
Y ahora la comparación se establece entre mi propuesta frente a la dación en pago y la del señor Torres López. Vean o no si hay similitudes entre ambas:
Mi contrapropuesta: “infinitamente más justo y social me parece exigir del Parlamento, incluso a través de esas vías de “revitalización de la democracia”, que son las ILPS, por ser concesivo, o las que consideren pertinentes, una ley que declare· que la vivienda es un Derecho Humano Fundamental,· que nadie puede ser desposeído de la misma ante situación de no poder pagar su hipoteca y· que en tanto persistan las condiciones económicas que le impidan a esa persona satisfacer su deuda la entidad financiera le aplicará una moratoria de aplazamiento de la deuda, cuya satisfacción posterior no podrá penalizarse mediante un incremento de los intereses de la deuda.”
La contrapropuesta del señor Torres López: “el reconocimiento efectivo del derecho constitucional a disfrutar de ella. Para ello sería necesario crear, por el contrario, mecanismos de arbitraje que permitan establecer acuerdos de prórroga o reestructuración de la deuda hipotecaria, al estilo de los que existen en otros países europeos, con el fin primordial de que no se pierda el bien fundamental que es la vivienda y el derecho a habitarla (...)”
La ética no es una palabra que deba ser esgrimida como bonito concepto con el que adornarse uno mismo sino un valor que debe presidir los actos de cada persona, salvo que ésta se limite a proclamarla como bandera mientras se limpia el culo con ella en su comportamiento con los demás. Y esto es lo que, a mi juicio, ha hecho el señor Torres López. Espero que en su faceta académica no se emplee de tal modo pues podría ser acusado de plagio de un modo que afectase negativamente a su carrera profesional. Y en los tiempos que corren eso no es bueno para nadie y tampoco se lo deseo al señor Torres López.
Eso sí, yo seguiré escribiendo en mi blog, donde se me puede plagiar pero no censurar en unos momentos en los que las ratas abandonan el barco del 15-M y las críticas que sostuve de ya muy antaño con otros muy pocos son ahora repetidas, casi como si fueran virginales productos “ex novo”, por parte de gentes que hasta ayer jaleaban este movimiento y formaban parte del mismo. Como muestra del botón de estos días tómense también los siguientes enlaces:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=145280&titular=se-marchitaron-mis-flores-
http://www.diagonalperiodico.net/Latidos-el-15M-y-la-revuelta.html (aunque éste último, para justificar su distanciamiento, hable de los “latidos subterráneos” que deja el 15-M)
Como quiera que mi forma de proceder no es la misma que la de los medios que censuran mis críticas al 15-M ni tampoco la de ocultar de dónde extraigo mis conclusiones, aquí les dejo con el artículo del señor Torres López.
LA DACIÓN EN PAGO NO ES LA SOLUCIÓN
Juan Torres López: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=145293&titular=la-dación-en-pago-no-es-la-solución- y también: http://www.juantorreslopez.com/impertinencias/158-impertinencias-de-febrero-de-2012/2607-la-dacion-de-pago-no-es-la-solucion
Ahora que el Ministro de Economía propone aprobar la dación en pago me parece oportuno recordar lo que Vicenç Navarro, Alberto Garzón y yo afirmamos en HAY ALTERNATIVAS. PROPUESTAS PARA CREAR EMPLEO Y BIENESTAR EN ESPAÑA (pp 114-115):
(...) Una manifestación especialmente vergonzosa del problema social al que lleva la insuficiente o mal orientada financiación de la vivienda es el incremento desmesurado de los desahucios que se producen y del número de familias que pierden sus viviendas en manos de bancos que, mientras tanto y con ayudas públicas, obtienen miles de millones de euros de beneficios.
Según el Consejo Superior del Poder Judicial en el primer trimestre de 2011 hubo 15.491 desahucios, lo que supone una nueva cifra récord y un 36,9 por ciento más que en el mismo trimestre de 2010. Pero la Plataforma de Afectados Por la Hipoteca que está en contacto mucho más directo y real con este problema afirma que en muchos miles de casos más se produce "autodesahucio" porque las familias entregan las viviendas cuando ya no pueden más, o, aunque no haya orden judicial de lanzamiento, se produce el desalojo real que luego no reflejan las cifras oficiales de la Justicia. Lo que le lleva a estimar que en 2010 se registraron 93.000 desalojos de viviendas, cuando las cifras oficiales reflejaron 48.000. Y esa misma fuente estima que a mediados de 2011 podrían estar en curso un millón de expedientes de desahucio que se unirían a los 250.000 que se han realizado desde el inicio de la crisis.
En la mayoría de estos casos se puede producir, además, que las familias deban seguir pagando una parte de sus hipotecas puesto que el gran poder de los bancos se traduce en el establecimiento prácticamente unilateral de la tasación del valor de la vivienda.
Frente a ello no es solución la simple aceptación de la dación en pago, que al fin y al cabo viene a significar la pérdida de la vivienda, sino el reconocimiento efectivo del derecho constitucional a disfrutar de ella. Para ello sería necesario crear, por el contrario, mecanismos de arbitraje que permitan establecer acuerdos de prórroga o reestructuración de la deuda hipotecaria, al estilo de los que existen en otros países europeos, con el fin primordial de que no se pierda el bien fundamental que es la vivienda y el derecho a habitarla (...).
Hay que tener mucho cuidado a la hora de elaborar nuestras reivindicaciones porque si no está bien planteadas podemos llevar a la gente por el mal camino, como creo que puede ocurrir con la dación enpago que en la práctica es sustituir la muerte horrenda por otra más llevadera pero, al fin y al cabo, morir pues se pierde la vivienda.
En Septiembre de 2011 redacté un artículo titulado “LA GRAN MENTIRA DE LA DACIÓN EN PAGO” (http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com/2011/09/la-gran-mentira-de-la-dacion-en-pago.html)
En él sostenía la tesis de que la dación en pago era una trampa para los cientos de miles de personas que se veían ante la eventualidad de perder su casa porque, aunque saldasen su deuda pendiente con el banco con la devolución de la vivienda, se encontrarían en la calle. Esta tesis ya había sido sostenida por mí en Junio del mismo año en otro artículo anterior (http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com/2011/07/publico-dacion-en-pago-y-ecologistas.html)
Como quiera que mis posiciones contrarias al “ingenio” nacido en torno al 15-M son de sobra conocidas por parte de quienes se han tomado la molestia en conocerlas, que son muchos, estos artículos y otros relativos a este movimiento indignado de clases medias no vieron su difusión en páginas alternativas como Rebelión, que sistemáticamente les aplicaba la censura de su no publicación, y otras. Si lo hicieron en Kaosenlared.net, en donde dejé de colaborar asqueado por los insultos que en un artículo sí y en los demás también recibía sistemáticamente.
Junto a esta tesis central del artículo exponía una contrapropuesta frente a la reivindicación de la dación en pago sostenida tanto por la PAH como por el 15-M. Mi propuesta, en esencia, consistía en que se plantease ante el Parlamento una proposición que defendiese a la vivienda como un Derecho Humano fundamental y que impidiese que la persona afectada por no poder pagar su hipoteca perdiese su vivienda, aplicándosele una moratoria de aplazamiento de su deuda, garantizándose de este modo que nadie perdiese aquella.
Cuál ha sido mi sorpresa cuando ayer domingo 26 de Febrero encuentro el artículo de Juan Torres López, que reproduzco íntegramente, titulado LA DACIÓN EN PAGO NO ES LA SOLUCIÓN.
Les sugiero que se fijen en cómo, “creativamente”, el autor se apropia de ideas ajenas que le vienen bien para arrogarse en sostenedor “original” de una tesis de la que no es autor. No creo en la propiedad privada, tampoco de las ideas, ya que éstas nacen siempre de reflexiones que, consciente o inconscientemente, han tenido un magma genético que ha podido llevar hasta ellas, aunque sólo lo estuvieran de modo latente. Pero sí creo en el reconocimiento del esfuerzo de cada uno, por aquello de “de cada uno según su capacidad, a cada uno según su trabajo”, que debe presidir la relación entre gentes de izquierdas.
A tal efecto comparativo les sitúo ante la tesis central que defendí en mi artículo del 27 de Septiembre y el que en estos días ha empezado a aparecer en diversos medios de la red publicado por el señor Torres López:
Mi tesis: “¿en qué se benéfica una familia que pierde su vivienda, y acaba viviendo en la calle, quizá incluso después de haber pagado cada mensualidad de su hipoteca durante 10, 15 o 20 años, sin haber faltado a un solo pago ni retrasarse siquiera en él? ¿En que se beneficia alguien que tras haber pagado una buena parte de su deuda con el banco acaba echando todo ese dinero al vacío para, en el mejor de los casos, vivir ahora pagando un alquiler de una vivienda que pasará a ser propiedad del banco y que, por tanto, el banco siempre tendría derecho a vender? De hecho, ahora casi las únicas hipotecas que las entidades bancarias conceden son sobre viviendas de su propiedad. ¿De qué le servirá la dación en pago a una pareja que después de perder su vivienda y que, careciendo de medios para pagar si quiera su usufructo en alquiler acabará debajo de un puente (no sé si habrá tantos en el Estado español) o en una chabola y, muy posiblemente, perdiendo incluso la tutela sobre sus hijos? ¿Se han preguntado estos señores de la PAH y el 15-M de qué modo perder el trabajo y la vivienda puede convertir a una persona en un paria, menos aún, en un mendigo, con una vida arruinada para siempre?¿Es que acaso el hecho de que salga de la lista de morosos y deje de tener una deuda importará mucho en el caso de ancianos expulsados de su vivienda o de personas que no podrán ya salir del circuito de la marginalidad, al haber perdido los dos principales medios de arraigo social, como son el trabajo y la vivienda?”
La tesis del señor Torres López: “Frente a ello no es solución la simple aceptación de la dación en pago, que al fin y al cabo viene a significar la pérdida de la vivienda”...” Hay que tener mucho cuidado a la hora de elaborar nuestras reivindicaciones porque si no está bien planteadas podemos llevar a la gente por el mal camino, como creo que puede ocurrir con la dación en pago que en la práctica es sustituir la muerte horrenda por otra más llevadera pero, al fin y al cabo, morir pues se pierde la vivienda.”
Y ahora la comparación se establece entre mi propuesta frente a la dación en pago y la del señor Torres López. Vean o no si hay similitudes entre ambas:
Mi contrapropuesta: “infinitamente más justo y social me parece exigir del Parlamento, incluso a través de esas vías de “revitalización de la democracia”, que son las ILPS, por ser concesivo, o las que consideren pertinentes, una ley que declare· que la vivienda es un Derecho Humano Fundamental,· que nadie puede ser desposeído de la misma ante situación de no poder pagar su hipoteca y· que en tanto persistan las condiciones económicas que le impidan a esa persona satisfacer su deuda la entidad financiera le aplicará una moratoria de aplazamiento de la deuda, cuya satisfacción posterior no podrá penalizarse mediante un incremento de los intereses de la deuda.”
La contrapropuesta del señor Torres López: “el reconocimiento efectivo del derecho constitucional a disfrutar de ella. Para ello sería necesario crear, por el contrario, mecanismos de arbitraje que permitan establecer acuerdos de prórroga o reestructuración de la deuda hipotecaria, al estilo de los que existen en otros países europeos, con el fin primordial de que no se pierda el bien fundamental que es la vivienda y el derecho a habitarla (...)”
La ética no es una palabra que deba ser esgrimida como bonito concepto con el que adornarse uno mismo sino un valor que debe presidir los actos de cada persona, salvo que ésta se limite a proclamarla como bandera mientras se limpia el culo con ella en su comportamiento con los demás. Y esto es lo que, a mi juicio, ha hecho el señor Torres López. Espero que en su faceta académica no se emplee de tal modo pues podría ser acusado de plagio de un modo que afectase negativamente a su carrera profesional. Y en los tiempos que corren eso no es bueno para nadie y tampoco se lo deseo al señor Torres López.
Eso sí, yo seguiré escribiendo en mi blog, donde se me puede plagiar pero no censurar en unos momentos en los que las ratas abandonan el barco del 15-M y las críticas que sostuve de ya muy antaño con otros muy pocos son ahora repetidas, casi como si fueran virginales productos “ex novo”, por parte de gentes que hasta ayer jaleaban este movimiento y formaban parte del mismo. Como muestra del botón de estos días tómense también los siguientes enlaces:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=145280&titular=se-marchitaron-mis-flores-
http://www.diagonalperiodico.net/Latidos-el-15M-y-la-revuelta.html (aunque éste último, para justificar su distanciamiento, hable de los “latidos subterráneos” que deja el 15-M)
Como quiera que mi forma de proceder no es la misma que la de los medios que censuran mis críticas al 15-M ni tampoco la de ocultar de dónde extraigo mis conclusiones, aquí les dejo con el artículo del señor Torres López.
LA DACIÓN EN PAGO NO ES LA SOLUCIÓN
Juan Torres López: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=145293&titular=la-dación-en-pago-no-es-la-solución- y también: http://www.juantorreslopez.com/impertinencias/158-impertinencias-de-febrero-de-2012/2607-la-dacion-de-pago-no-es-la-solucion
Ahora que el Ministro de Economía propone aprobar la dación en pago me parece oportuno recordar lo que Vicenç Navarro, Alberto Garzón y yo afirmamos en HAY ALTERNATIVAS. PROPUESTAS PARA CREAR EMPLEO Y BIENESTAR EN ESPAÑA (pp 114-115):
(...) Una manifestación especialmente vergonzosa del problema social al que lleva la insuficiente o mal orientada financiación de la vivienda es el incremento desmesurado de los desahucios que se producen y del número de familias que pierden sus viviendas en manos de bancos que, mientras tanto y con ayudas públicas, obtienen miles de millones de euros de beneficios.
Según el Consejo Superior del Poder Judicial en el primer trimestre de 2011 hubo 15.491 desahucios, lo que supone una nueva cifra récord y un 36,9 por ciento más que en el mismo trimestre de 2010. Pero la Plataforma de Afectados Por la Hipoteca que está en contacto mucho más directo y real con este problema afirma que en muchos miles de casos más se produce "autodesahucio" porque las familias entregan las viviendas cuando ya no pueden más, o, aunque no haya orden judicial de lanzamiento, se produce el desalojo real que luego no reflejan las cifras oficiales de la Justicia. Lo que le lleva a estimar que en 2010 se registraron 93.000 desalojos de viviendas, cuando las cifras oficiales reflejaron 48.000. Y esa misma fuente estima que a mediados de 2011 podrían estar en curso un millón de expedientes de desahucio que se unirían a los 250.000 que se han realizado desde el inicio de la crisis.
En la mayoría de estos casos se puede producir, además, que las familias deban seguir pagando una parte de sus hipotecas puesto que el gran poder de los bancos se traduce en el establecimiento prácticamente unilateral de la tasación del valor de la vivienda.
Frente a ello no es solución la simple aceptación de la dación en pago, que al fin y al cabo viene a significar la pérdida de la vivienda, sino el reconocimiento efectivo del derecho constitucional a disfrutar de ella. Para ello sería necesario crear, por el contrario, mecanismos de arbitraje que permitan establecer acuerdos de prórroga o reestructuración de la deuda hipotecaria, al estilo de los que existen en otros países europeos, con el fin primordial de que no se pierda el bien fundamental que es la vivienda y el derecho a habitarla (...).
Hay que tener mucho cuidado a la hora de elaborar nuestras reivindicaciones porque si no está bien planteadas podemos llevar a la gente por el mal camino, como creo que puede ocurrir con la dación enpago que en la práctica es sustituir la muerte horrenda por otra más llevadera pero, al fin y al cabo, morir pues se pierde la vivienda.
26 de febrero de 2012
¿POR QUÉ ALEMANIA ALIENTA LA REFORMA LABORAL DE RAJOY PARA BAJAR LOS SALARIOS?
Enrique Negueruela. Nueva Tribuna.
¿Qué razón puede haber para qué Merkel y Sarkozy encabecen una cruzada para disminuir los costes salariales en países con una proporción PIB/coste menor que en el suyo?
El objetivo fundamental de la reforma laboral que ha decretado Rajoy no es otro que bajar los salarios de los trabajadores, tanto públicos como de empresas privadas. Además hemos visto el empeño que ha puesto Merkel en la disminución salarial afirmando que era preciso trabajar más horas por menos salario.
En esta línea inició Rajoy su primera medida que no fue otra que congelar el salario mínimo. El Salario mínimo no guarda relación con la pensión contributiva mínima, es inferior en un 16% a la pensión con cónyuge a cargo (1.711 €/año) y solamente un 3,6% superior si no tiene cónyuge (315 €/año). Subir las pensiones y congelar el salario mínimo solamente se puede explicar desde una perspectiva electoralista. Obviamente no es que las pensiones deban reducir su cuantía al salario mínimo, sino al revés. La importancia de esta congelación está en la función que realiza el SMI de establecer el suelo de la negociación colectiva y de la fijación de los salarios. Con un conjunto de grupos o categorías salariales, su incremento eleva a todas y cada una de ellas, salvo que exista una política de redistribución de la masa salarial, cosa que no suele ocurrir.
La explicación puede deberse a la necesidad de establecer un cinturón en el sur de la UE que frene los incrementos salariales tanto en Alemania como en Francia
La distribución en 2010 de la masa salarial en el Estado, a partir de los datos de Hacienda de la estadística de Salarios y pensiones en fuentes tributarias, provocó que el 43,5%, algo más de dos de cada cinco asalariados percibiese menos de 1.000 euros al mes. Estos 7,8 millones de personas percibieron el 13,3% de la masa salarial repartida. Uno de cada cuatro, el 25,4%, tuvo de media un salario de 1.240 euros/mes y el 23% de la masa salarial. Entre ambos grupos se encuentran siete de cada diez asalariados. Por el contrario, el grupo de mayor retribución, con un salario medio de 4.877 euros, representando uno de cada catorce asalariados, percibe uno de cada cuatro euros (el 7% de los asalariados percibe el 25% de la masa salarial). Este abanico salarial es demasiado amplio y debería estrecharse en la medida en que el SMI pudiera servir de factor corrector. Congelado por Rajoy el salario mínimo, la pretensión de reajuste salarial, obviamente se dirige hacia esos siete de cada diez que perciben menos de 1.500 euros mensuales. Esta es la situación de los asalariados que no parece nada halagüeña.
Si relacionamos el SMI con la renta per cápita para ver en qué parte de la riqueza se le garantiza a un asalariado y lo comparamos con otros países de la UE que también tienen SMI, la comparación revela un nivel de injusticia muy superior al de nuestro entorno. El SMI garantiza más del 50% del PIB per cápita en Francia (58%), Bélgica (54%), Eslovenia y Malta (52%), Inglaterra y Grecia (51%) y Holanda (50%). Un segundo grupo que garantiza más del 40% está integrado por Polonia (48%), Irlanda (47%), Croacia (41%) y Portugal (40%). Por encima del 35%, se encuentran Hungría (39%) y España y Letonia (38%). En el último grupo se encuentran Lituania (31%), Bulgaria, Eslovaquia, Rumanía y Estonia (30%) y, finalmente, la República Checa (26%). Todavía no hay datos en Eurostat de cómo se sitúan Grecia y Portugal después de la disminución forzada de su SMI.
La amenaza de deslocalización es uno de los frenos a las reivindicaciones salariales de los trabajadores
En 2010 la renta per cápita española era muy similar a la media de la UE, 24.500 euros frente a 24.400 de media europea. Sin embargo los costes laborales por hora de trabajo eran inferiores en proporción a otros países.
El coste/hora de un trabajador en la industria alemana es un 39% superior a uno de España cuando su renta es solamente un 18% superior. En el conjunto de sectores, salvo el primario del que se carecen de datos, el coste/hora de Alemania es un 28% superior al coste/hora en España. Esa relación coste/PIB se mantiene en el conjunto de los sectores, con alguna excepción que conviene analizar, salvo el cote/hora en el sector energético. En hostelería es mayor en España en 14 céntimos de euro, un 1%, y en actividades sanitarias y servicios sociales en un 4,4%, 1,07 euros. No existen datos más desagregados que nos permitiesen comparar el sector sanitario y los servicios sociales por separado. La atención a la dependencia está mucho más desarrollada que aquí y obviamente tiene un coste/hora muy inferior a la sanidad. El segundo factor que opera son los “mini jobs” alemanes. Tanto en hostelería como en dependencia es en las actividades donde se dan con mayor profusión. Estas actividades no compiten, de momento, en el conjunto de la Unión porque son muy locales.
Si hacemos una comparación similar con Francia, el otro estado proclive aunque sin tanta presencia, el resultado es similar. El PIB per cápita francés es un 7,3% superior al nuestro. El coste hora de la mano de obra en la industria es un 34,2% superior y en el conjunto de los sectores es un 34,4% mayor. En todos los sectores, salvo el energético, su coste es mucho mayor. En general, es posible afirmar que el coste/hora de los asalariados españoles se sitúa por debajo de los costes medios de los países con un nivel similar de PIB per cápita.
Intentan, con el aplauso de Rajoy, forzar a los países del sur a ser el freno de la justa expansión salarial de los asalariados franceses y alemanes
La distribución de las rentas que aparece en el cuarto trimestre de 2011 quisiera llevarle la contraria a Merkel, Sarkozy y Rajoy. Por primera vez desde que hay series, la proporción de renta de los asalariados es inferior al excedente bruto empresarial. Este trasvase de rentas salariales de los asalariados al excedente bruto empresarial se ha venido realizando de forma más aguda desde el segundo trimestre de 2010, coincidiendo con el giro de la política social y económica.
Entre el 2º trimestre de 2010 y el 4º del 2011, la retribución de los asalariados ha cedido 4,2 puntos al excedente empresarial, pasando de ser el 54,1% a solamente el 49,9%. Esta situación es diferente tanto a la de la zona euro, donde las retribuciones de los asalariados suponen 10,6 puntos más que el excedente empresarial, como a la del conjunto de la UE donde la diferencia es de 11,4 puntos. Es a caballo de la crisis cómo se han ido invirtiendo los términos. En el primer trimestre de 2008 las retribuciones salariales eran 0,2 puntos superiores a la zona euro y solamente 0,7 puntos menos que la Unión.
Hasta ahora hemos visto cómo existe un gran número de trabajadores con salarios bajos, dos de cada cinco cobrando menos de 1.000 euros y siete de cada diez menos de 1.500 euros. También que el salario mínimo se sitúa, en relación con nuestra riqueza en los umbrales más bajos de la UE, en un nivel más próximo a algunos de los antiguos países del este que a los países con una renta similar a la nuestra, aunque hay otros del este que nos superan con creces. España es el sexto país, de los 20 que tienen SMI, por renta y el treceavo por la relación entre renta y SMI. Además comprobamos cómo la crisis ha sido utilizada para trasladar 4,2 puntos de rentas salariales a excedentes empresariales, situándose esta distribución muy por debajo de la media europea.
¿Qué razón puede haber para qué Merkel y Sarkozy encabecen una cruzada para disminuir los costes salariales en países con una proporción PIB/coste menor que en el suyo? La explicación puede deberse a la necesidad de establecer un cinturón en el sur de la UE que frene los incrementos salariales tanto en Alemania como en Francia. La amenaza de deslocalización es uno de los frenos a las reivindicaciones salariales de los trabajadores. Intentan, con el aplauso de Rajoy, forzar a los países del sur a ser el freno de la justa expansión salarial de los asalariados franceses y alemanes.
24 de febrero de 2012
PAPADEMOS APURA EL AJUSTE
Página/12
Después de que los acreedores internacionales dieran luz verde al rescate, el Ejecutivo griego debe responder con nuevos recortes. El país heleno está sumido en una crisis desde hace dos años.
El gobierno del primer ministro griego, Lucas Papademos, trabaja a toda velocidad para traducir en leyes el nuevo plan de rescate europeo, mientras miles de personas protestaban ayer de nuevo en las calles contra las políticas de austeridad impuestas por la Unión Europea (UE). El Parlamento debatió ayer la ley relativa a una quita forzosa, que permitiría al Estado obligar a acreedores privados a condonar las cantidades adeudadas si su participación en la quita voluntaria no es lo suficientemente generosa.
El gabinete griego prevé que la norma se apruebe hoy con los votos de 199 de los 300 diputados.
Las nuevas medidas de austeridad exigidas por los acreedores internacionales encuentran a los griegos sumidos en una creciente penuria desde hace dos años, con la economía en caída libre, el desempleo en niveles record y las finanzas del Estado en una situación peor que la que se creía, según datos conocidos ayer.
En otra muestra del descontento de una ciudadanía agotada y exprimida por el ajuste, más de 6000 personas se manifestaron ayer pacíficamente frente al Parlamento, en el centro de Atenas, para ventilar su bronca contra las nuevas medidas de austeridad que impulsa el gobierno de Papademos. La manifestación llegó un día después de que los países que usan el euro aprobaran el segundo rescate financiero para Grecia de los últimos dos años, que consta de otro préstamo de la UE y el FMI por 130.000 millones de euros y una condonación de la deuda por parte de bonistas por 107.000 millones de euros.
En respuesta al acuerdo de quita de deuda con bancos, aseguradoras y otros tenedores de deuda, la agencia Fitch rebajó aún más la nota de crédito griega, de CCC a C, el nivel más bajo de la tabla antes de la suspensión de pagos parcial. La agencia dijo que una cesación de pagos griega es “altamente probable en el corto plazo” y que considerará poner a Grecia en estado de “default restrictivo” (RD) una vez que se complete el canje de los bonos, una advertencia que ya había hecho en 2011.
Atenas sostiene que su nota de crédito será para entonces sólo un tecnicismo dado que el doble acuerdo que logró el martes le permitirá al país superar el mes próximo un reembolso de un vencimiento de su deuda por 14.500 millones de euros, evitando así un default desordenado y una expulsión de la Zona Euro. En virtud del acuerdo, Grecia debió ceder su soberanía y aceptar una vigilante presencia permanente de la UE y el FMI en Atenas, una especie de comisariato político que el bloque comenzó a ejercer ayer al convocar a una reunión dentro de ocho días para ver si Grecia cumplió con el ajuste requerido. La reunión, según informaron fuentes diplomáticas de Bruselas, tendrá lugar horas antes de la cumbre de mandatarios de la Eurozona prevista para el 1º y el 2 de marzo.
En cuanto a los griegos de a pie, en tanto, deberán pagar un enorme precio por su salvación. La nueva ley de ajuste enviada anoche al Parlamento contempla recortes del gasto adicionales por 3200 millones de euros acordados la semana pasada por el Ejecutivo, incluyendo un “tijeretazo” de 400 millones de euros en las ya depredadas pensiones y de más de 170 millones en educación y salud. El proyecto de ley también revisó drásticamente el presupuesto para 2012, estableciendo una nueva meta de reducción del déficit en un 6,7 por ciento del PBI, por encima del 5,4 previsto inicialmente.
Ayer, el Parlamento aprobó en comisión un proyecto de ley separado, que adopta la quita de deuda con los bonistas privados y que será votado hoy por el Legislativo en sesión plenaria. El premier Papademos se reunió ayer con el presidente Karolos Papoulias para informarle sobre el acuerdo de la Eurozona. No está claro si la combinación de crédito y quita de deuda será suficiente para evitar un default de Grecia, cuya economía podría contraerse aún más con la pérdida de poder adquisitivo o capacidad de inversión que seguramente resultará de los nuevos ajustes.
Incluso con el acuerdo con los bonistas, la deuda pública de Grecia se reducirá, en el mejor de los casos, desde su actual 170 por ciento del PBI a un 120 en 2020, volviendo al mismo nivel que tenía en 2009.
La asociación de comerciantes minoristas griegos dijo ayer que las medidas de ajuste costarán otros 100.000 puestos de trabajo en el sector sólo en la primera mitad de 2012, luego de la pérdida de 65.000 empleos en el segundo semestre del año pasado. Más de un millón de griegos, o el 21por ciento de la fuerza laboral, está desocupado, según los últimos datos, de noviembre pasado. El desempleo trepa hasta el 50 por ciento en los menores de 25 años. El gobierno también rebajará un 22 por ciento el salario mínimo de los trabajadores privados, que quedará en 580 euros.
Después de que los acreedores internacionales dieran luz verde al rescate, el Ejecutivo griego debe responder con nuevos recortes. El país heleno está sumido en una crisis desde hace dos años.
El gobierno del primer ministro griego, Lucas Papademos, trabaja a toda velocidad para traducir en leyes el nuevo plan de rescate europeo, mientras miles de personas protestaban ayer de nuevo en las calles contra las políticas de austeridad impuestas por la Unión Europea (UE). El Parlamento debatió ayer la ley relativa a una quita forzosa, que permitiría al Estado obligar a acreedores privados a condonar las cantidades adeudadas si su participación en la quita voluntaria no es lo suficientemente generosa.
El gabinete griego prevé que la norma se apruebe hoy con los votos de 199 de los 300 diputados.
Las nuevas medidas de austeridad exigidas por los acreedores internacionales encuentran a los griegos sumidos en una creciente penuria desde hace dos años, con la economía en caída libre, el desempleo en niveles record y las finanzas del Estado en una situación peor que la que se creía, según datos conocidos ayer.
En otra muestra del descontento de una ciudadanía agotada y exprimida por el ajuste, más de 6000 personas se manifestaron ayer pacíficamente frente al Parlamento, en el centro de Atenas, para ventilar su bronca contra las nuevas medidas de austeridad que impulsa el gobierno de Papademos. La manifestación llegó un día después de que los países que usan el euro aprobaran el segundo rescate financiero para Grecia de los últimos dos años, que consta de otro préstamo de la UE y el FMI por 130.000 millones de euros y una condonación de la deuda por parte de bonistas por 107.000 millones de euros.
En respuesta al acuerdo de quita de deuda con bancos, aseguradoras y otros tenedores de deuda, la agencia Fitch rebajó aún más la nota de crédito griega, de CCC a C, el nivel más bajo de la tabla antes de la suspensión de pagos parcial. La agencia dijo que una cesación de pagos griega es “altamente probable en el corto plazo” y que considerará poner a Grecia en estado de “default restrictivo” (RD) una vez que se complete el canje de los bonos, una advertencia que ya había hecho en 2011.
Atenas sostiene que su nota de crédito será para entonces sólo un tecnicismo dado que el doble acuerdo que logró el martes le permitirá al país superar el mes próximo un reembolso de un vencimiento de su deuda por 14.500 millones de euros, evitando así un default desordenado y una expulsión de la Zona Euro. En virtud del acuerdo, Grecia debió ceder su soberanía y aceptar una vigilante presencia permanente de la UE y el FMI en Atenas, una especie de comisariato político que el bloque comenzó a ejercer ayer al convocar a una reunión dentro de ocho días para ver si Grecia cumplió con el ajuste requerido. La reunión, según informaron fuentes diplomáticas de Bruselas, tendrá lugar horas antes de la cumbre de mandatarios de la Eurozona prevista para el 1º y el 2 de marzo.
En cuanto a los griegos de a pie, en tanto, deberán pagar un enorme precio por su salvación. La nueva ley de ajuste enviada anoche al Parlamento contempla recortes del gasto adicionales por 3200 millones de euros acordados la semana pasada por el Ejecutivo, incluyendo un “tijeretazo” de 400 millones de euros en las ya depredadas pensiones y de más de 170 millones en educación y salud. El proyecto de ley también revisó drásticamente el presupuesto para 2012, estableciendo una nueva meta de reducción del déficit en un 6,7 por ciento del PBI, por encima del 5,4 previsto inicialmente.
Ayer, el Parlamento aprobó en comisión un proyecto de ley separado, que adopta la quita de deuda con los bonistas privados y que será votado hoy por el Legislativo en sesión plenaria. El premier Papademos se reunió ayer con el presidente Karolos Papoulias para informarle sobre el acuerdo de la Eurozona. No está claro si la combinación de crédito y quita de deuda será suficiente para evitar un default de Grecia, cuya economía podría contraerse aún más con la pérdida de poder adquisitivo o capacidad de inversión que seguramente resultará de los nuevos ajustes.
Incluso con el acuerdo con los bonistas, la deuda pública de Grecia se reducirá, en el mejor de los casos, desde su actual 170 por ciento del PBI a un 120 en 2020, volviendo al mismo nivel que tenía en 2009.
La asociación de comerciantes minoristas griegos dijo ayer que las medidas de ajuste costarán otros 100.000 puestos de trabajo en el sector sólo en la primera mitad de 2012, luego de la pérdida de 65.000 empleos en el segundo semestre del año pasado. Más de un millón de griegos, o el 21por ciento de la fuerza laboral, está desocupado, según los últimos datos, de noviembre pasado. El desempleo trepa hasta el 50 por ciento en los menores de 25 años. El gobierno también rebajará un 22 por ciento el salario mínimo de los trabajadores privados, que quedará en 580 euros.
23 de febrero de 2012
DE QUÉ VA ESTA CRISIS
Joaquín Arriola. rpublica.org
Los análisis de la crisis que proliferan últimamente se centran en la dimensión financiera o macroeconómica de la misma. Se suele señalar como “culpable” de la crisis a un largo periodo de incremento del crédito que, unido a la liberalización financiera, ha permitido crear un mercado financiero mundial que ha alimentado burbujas especulativas en el sector inmobiliario e inflación de activos. Tras varios episodios de crisis financiera (caracterizadas por el hundimiento de los precios de activos del capital ficticio y situaciones de insolvencia bancaria que se trasladan a destrucción de empleo y capital productivo con mayor o menor virulencia, y de impacto sobre todo regional (Países Nórdicos 1991, Japón 1992, México 1995, Tigres y Dragones de Asia 1997, Rusia 1998, dotcom 2001…), en agosto de 2007 se produce una crisis financiera en Estados Unidos que a finales de 2008 se traslada al conjunto de las economías desarrolladas, articuladas en el negocio bancario internacional. Ese momento es señalado como el del inicio de “la crisis” por antonomasia.
Sin embargo, las crisis se sitúan en los principios del funcionamiento del sistema económico vigente basado en los mercados privados de trabajo, crédito y bienes. Su expresión más evidente es la caída de la tasa media de ganancia o de rentabilidad del capital, que obedece, en última instancia, a la constante tendencia del capital de reducir los trabajadores ocupados a tiempo completo y con plenos derechos y sustituirlos por máquinas. En breves términos, ese fenómeno no daña la producción a corto plazo, porque el creciente aumento de la tecnología de los procesos se combina con una expansión general de la actividad basada en la inversión productiva. A largo plazo, sin embargo, el proceso de tecnologización se traduce en una relación inversión/ocupación siempre mayor, que, y esto es lo fundamental, no se compensa por aumentos de la productividad equivalentes. En consecuencia, la presión sobre la rentabilidad de la inversión se traduce en crisis recurrentes y en seguida en reducciones salariales y despidos, y a continuación en caídas de la demanda que presionan todavía más a la baja la rentabilidad de la inversión.
Es de ese modo que, en forma periódica, el modo de producción capitalista genera un exceso de producción como consecuencia de su constante objetivo de poder alcanzar un nivel de ganancia siempre mayor, que a corto plazo se obtiene mediante la tecnificación, pero que a largo plazo pasa por una desvalorización masiva del capital, con cierre de empresas y líneas de producción que abastecen a una demanda insolvente, una crisis que conduce al establecimiento de un nuevo camino de crecimiento cuantitativo y de expansión del capital sobre la base de la reconstrucción y el relanzamiento de otras actividades inaugurando un nuevo ciclo de acumulación más o menos regular, hasta el siguiente batacazo.
Lo que expresa la crisis es la dificultad que está encontrando el sistema para reconstruirse, generando una fase de acumulación más o menos estable. Por tanto, son ya varias décadas instalados en la crisis global y la crisis financiera no es sino el síntoma de que las pretendidas soluciones aplicadas desde los años ochenta no eran tales.
Crisis estructural
Ya en los primeros años 70 la crisis internacional de acumulación adquiere un carácter fuertemente estructural. Hay varios factores que señalan cierto agotamiento del fordismo hacia finales de los años sesenta. Por un lado, la saturación del mercado sobre la base de los productos existentes introducidos de forma masiva al final de la segunda guerra mundial. Cuando los habitantes de los países centrales empiezan a tener todos los artículos necesarios de consumo (TV, lavadoras, teléfono, vacaciones pagadas, etc.), se comienza a producir una ralentización en las ventas y por lo tanto en el crecimiento. El mercado potencial que son las grandes mayorías empobrecidas de los países periféricos, no están incorporados al consumo porque su función en el modelo de desarrollo fordista consiste precisamente en trabajar a cambio de un ingreso de subsistencia, y producir a bajo coste las materias primas y algunos bienes de lujo y de consumo obrero que se demandan desde los países centrales. Es sintomático que desde el desencadenamiento de la crisis, a principios de los setenta, solo dos productos nuevos se han incorporado al consumo masivo de los hogares de los países desarrollados: el video y el ordenador, y donde más cambios se observan es en el contenido de los productos, más que en la aparición de nuevos productos con nuevas funciones: transistores por chips, acero por plástico, cobre por fibra óptica etc.
Otro factor fundamental fue la redistribución del poder en el interior de la fábrica desde el capital hacia el trabajo. Una de las características del modelo es que se alcanzó de hecho el pleno empleo de la fuerza de trabajo. Aunque esta característica solamente abarcó al 20% de la población mundial y durante un lapso de tiempo de no más de dos décadas, entre 1948 y 1968 –en los otros doscientos años del capitalismo, antes y después, no ha existido el pleno empleo de la fuerza de trabajo, de modo que este rasgo es una rareza. Pese a las limitaciones temporales y espaciales del fenómeno, su combinación con el fortalecimiento de los sindicatos y al crecimiento de la negociación colectiva facilitó la organización de la resistencia obrera frente a los cambios tecnológicos en curso. Esto se tradujo, entre otros, en los siguientes acontecimientos:
- Aumento de las tasas de absentismo laboral
- Rechazo a la tecnología de la cadena de montaje y el control numérico de las máquinas
- Sabotajes a la propia cadena de montaje y a las máquinas automáticas
- Reducción impuesta por los trabajadores de los ritmos de trabajo
Como resultado, la disminución progresiva de la productividad, unida al aumento constante de los salarios, da lugar a la consiguiente reducción del excedente empresarial y de la rentabilidad.
Otro elemento que influye en el proceso de crisis es el aumento de los precios de las materias primas en 1973. Hasta ese momento había unos altos costes salariales unido a una productividad creciente y a unos costes bajos de las materias primas. Esta situación cambia, y el aumento de los precios de las materias primas, en particular la energía (petróleo) agrava la crisis de rentabilidad iniciada con la ralentización de la productividad a finales de los sesenta y las ganancias de las empresas se van a pique, por lo que muchos países experimentan incluso unos PIB anuales negativos – es decir, que. no solo no crecen, sino que se encoge su economía.
Esta sucesión de acontecimientos es enfrentada por los gobiernos de la época con los recursos a los que están acostumbrados: como se experimenta severas recesiones, se aplican las recetas tradicionales de aumento del gasto público para contrarrestar la caída de la economía. Pero como la crisis es de largo plazo, el incremento del gasto, unido a la disminución o ralentización de los ingresos, desembocó en una crisis fiscal del Estado.
A partir de 1980 se produce un cambio fundamental. Una nueva conciencia se va adueñando de los líderes del mundo capitalista, que aceptan las dimensiones estructurales de la crisis y las interpretan a su manera.: el neoliberalismo se presenta como la estrategia más adecuada para resolver la pandemia reinante. Las medidas más importantes aplicadas han sido orientadas en cuatro direcciones:
A. Rearme ideológico
Continuar la guerra fría con el rearme ideológico del proyecto conservador significa pasar de la lucha defensiva interna, Estado social “keynesiano”, a la lucha ofensiva interna: postmodernismo, nuevo individualismo y combatir el espacio ocupado por el comunismo, utilizando la penetración de los nuevos medios de comunicación de masa (cine, música, televisión, videos, etc.).
Un factor político clave en el triunfo del neoliberalismo, con importantes consecuencias en el panorama político mundial, ha sido la victoria estadounidense sobre la Unión Soviética en la carrera armamentística. Estados Unidos debe este hecho a que los recursos destinados a los armamentos se obtienen disminuyendo los beneficios sociales.
Resulta paradójico que aquellos que han visto vacilar las propias ideas con la caída del sistema soviético hayan investigado tan poco sobre las causas reales de esta derrota. La crisis del sistema soviético reside en sus limitaciones políticas, y no en el hecho que su sistema de organización económica fuese menos eficiente que el capitalista.
El nuevo individualismo se fundamenta en la creación de una sociedad de consumo de masas internacional; para realizar esto se fragmenta internacionalmente la clase obrera que se había unificado política y culturalmente en el contexto nacional (ahora una parte de la clase obrera textil alemana está formada por trabajadores que trabajan en Singapur y Malasia; una parte de la clase obrera del sector del automóvil en Estados Unidos está compuesta por trabajadores mejicanos o argentinos de la Ford, etc.).
B. Rearme militar
En Estados Unidos la carrera armamentística forma parte del sistema de acumulación del capital. Esta ha servido al funcionamiento del sistema capitalista, desde el punto de vista de la acumulación, ya que ha logrado transformar el empeño militar en producción de bienes y servicios para la distribución universal. Las inversiones militares han sido financiadas con el presupuesto público y el Pentágono sigue siendo la unidad económica planificada más grande del mundo. En estos últimos años los Estados Unidos han vuelto a tener una cuota de alrededor de un cuarto del PIB global gracias a los gastos militares. Estados Unidos es consciente de que, sin hegemonía militar, no podrían imponer al mundo el financiamiento de sus déficit, que le permite mantener la posición guía incluso en el campo económico, pero de modo absolutamente artificial, ficticio, sin ninguna base estable ni estructural en ningún fundamento macroeconómico sólido. Una disminución de los gastos militares en Estados Unidos implicaría hoy una crisis profunda y aún más aguda del sistema económico americano total y agravaría la ya sistémica y violenta crisis económica.
La única salida de la gestión de la crisis es, según parece, la del mantenimiento de la demanda y del dominio capitalista en una especie de “macartismo globalizado”, es decir, desarrollar, una vez más, un keynesianismo militar como tentativa para resolver las dificultades de relanzamiento productivo.
De hecho, todas las grandes crisis se han resuelto inicialmente acudiendo a la planificación del gasto y de la inversión que supone el militarismo. Por ejemplo, la crisis económica de finales del XIX se resuelve con la primera guerra mundial, cerrando la fase del imperialismo inglés. La crisis de los primeros años 20 registra su manifestación más evidente con la explosión de la burbuja financiera del 29, que golpea la capacidad de crédito y hace precipitar la demanda real, y no se resuelve simplemente con el New Deal en 1933; se soluciona definitivamente con la segunda guerra mundial, cuando se abre la fase de reconstrucción de post guerra, que pone al centro el poder político y económico a los Estados Unidos.
La “guerra de las galaxias” de Ronald Reagan y la guerra contra Iraq de Bush son dos manifestaciones de la búsqueda de reconstruir el keynesianismo militar como salida a la crisis. La propia UE trata de afirmarse en términos de expansión geográfica, pero también manu militari (basta recordar la “guerra humanitaria” de los demás gobiernos de centro izquierda europeos para destruir Yugoslavia y despejar el campo a la llegada de los gasoductos y de los corredores económicamente estratégicos al corazón de Europa, y el esfuerzo de generar una industria militar europea también con fines civiles (EADS).
C. El fin del pacto social
En los países desarrollados, el pacto social del período post bélico entre el capital y el trabajo se fundamentó en el miedo al comunismo, o sea, por la eventualidad de perder nuevos territorios y poblaciones para la acumulación del capital. En este contexto, el modelo de keynesianismo social juega un rol de amortiguador en el conflicto capital-trabajo, ya que está preparado para redistribuir ingresos a los trabajadores. Estos últimos, gracias a la fuerza expresada por el gran ciclo de luchas laborales exitosas de los años 50 y 60, conquistan mayor capacidad adquisitiva y por lo tanto una fuerte propensión al consumo apoyada en los propios salarios; con esta alta capacidad de compra se logra incluso crear fuentes abundantes de ahorro destinado, a través de los bancos, a facilitar el endeudamiento de las empresas para efectuar inversiones y por lo tanto apoyar el ciclo de acumulación del capital.
Los análisis de la crisis que proliferan últimamente se centran en la dimensión financiera o macroeconómica de la misma. Se suele señalar como “culpable” de la crisis a un largo periodo de incremento del crédito que, unido a la liberalización financiera, ha permitido crear un mercado financiero mundial que ha alimentado burbujas especulativas en el sector inmobiliario e inflación de activos. Tras varios episodios de crisis financiera (caracterizadas por el hundimiento de los precios de activos del capital ficticio y situaciones de insolvencia bancaria que se trasladan a destrucción de empleo y capital productivo con mayor o menor virulencia, y de impacto sobre todo regional (Países Nórdicos 1991, Japón 1992, México 1995, Tigres y Dragones de Asia 1997, Rusia 1998, dotcom 2001…), en agosto de 2007 se produce una crisis financiera en Estados Unidos que a finales de 2008 se traslada al conjunto de las economías desarrolladas, articuladas en el negocio bancario internacional. Ese momento es señalado como el del inicio de “la crisis” por antonomasia.
Sin embargo, las crisis se sitúan en los principios del funcionamiento del sistema económico vigente basado en los mercados privados de trabajo, crédito y bienes. Su expresión más evidente es la caída de la tasa media de ganancia o de rentabilidad del capital, que obedece, en última instancia, a la constante tendencia del capital de reducir los trabajadores ocupados a tiempo completo y con plenos derechos y sustituirlos por máquinas. En breves términos, ese fenómeno no daña la producción a corto plazo, porque el creciente aumento de la tecnología de los procesos se combina con una expansión general de la actividad basada en la inversión productiva. A largo plazo, sin embargo, el proceso de tecnologización se traduce en una relación inversión/ocupación siempre mayor, que, y esto es lo fundamental, no se compensa por aumentos de la productividad equivalentes. En consecuencia, la presión sobre la rentabilidad de la inversión se traduce en crisis recurrentes y en seguida en reducciones salariales y despidos, y a continuación en caídas de la demanda que presionan todavía más a la baja la rentabilidad de la inversión.
Es de ese modo que, en forma periódica, el modo de producción capitalista genera un exceso de producción como consecuencia de su constante objetivo de poder alcanzar un nivel de ganancia siempre mayor, que a corto plazo se obtiene mediante la tecnificación, pero que a largo plazo pasa por una desvalorización masiva del capital, con cierre de empresas y líneas de producción que abastecen a una demanda insolvente, una crisis que conduce al establecimiento de un nuevo camino de crecimiento cuantitativo y de expansión del capital sobre la base de la reconstrucción y el relanzamiento de otras actividades inaugurando un nuevo ciclo de acumulación más o menos regular, hasta el siguiente batacazo.
Lo que expresa la crisis es la dificultad que está encontrando el sistema para reconstruirse, generando una fase de acumulación más o menos estable. Por tanto, son ya varias décadas instalados en la crisis global y la crisis financiera no es sino el síntoma de que las pretendidas soluciones aplicadas desde los años ochenta no eran tales.
Crisis estructural
Ya en los primeros años 70 la crisis internacional de acumulación adquiere un carácter fuertemente estructural. Hay varios factores que señalan cierto agotamiento del fordismo hacia finales de los años sesenta. Por un lado, la saturación del mercado sobre la base de los productos existentes introducidos de forma masiva al final de la segunda guerra mundial. Cuando los habitantes de los países centrales empiezan a tener todos los artículos necesarios de consumo (TV, lavadoras, teléfono, vacaciones pagadas, etc.), se comienza a producir una ralentización en las ventas y por lo tanto en el crecimiento. El mercado potencial que son las grandes mayorías empobrecidas de los países periféricos, no están incorporados al consumo porque su función en el modelo de desarrollo fordista consiste precisamente en trabajar a cambio de un ingreso de subsistencia, y producir a bajo coste las materias primas y algunos bienes de lujo y de consumo obrero que se demandan desde los países centrales. Es sintomático que desde el desencadenamiento de la crisis, a principios de los setenta, solo dos productos nuevos se han incorporado al consumo masivo de los hogares de los países desarrollados: el video y el ordenador, y donde más cambios se observan es en el contenido de los productos, más que en la aparición de nuevos productos con nuevas funciones: transistores por chips, acero por plástico, cobre por fibra óptica etc.
Otro factor fundamental fue la redistribución del poder en el interior de la fábrica desde el capital hacia el trabajo. Una de las características del modelo es que se alcanzó de hecho el pleno empleo de la fuerza de trabajo. Aunque esta característica solamente abarcó al 20% de la población mundial y durante un lapso de tiempo de no más de dos décadas, entre 1948 y 1968 –en los otros doscientos años del capitalismo, antes y después, no ha existido el pleno empleo de la fuerza de trabajo, de modo que este rasgo es una rareza. Pese a las limitaciones temporales y espaciales del fenómeno, su combinación con el fortalecimiento de los sindicatos y al crecimiento de la negociación colectiva facilitó la organización de la resistencia obrera frente a los cambios tecnológicos en curso. Esto se tradujo, entre otros, en los siguientes acontecimientos:
- Aumento de las tasas de absentismo laboral
- Rechazo a la tecnología de la cadena de montaje y el control numérico de las máquinas
- Sabotajes a la propia cadena de montaje y a las máquinas automáticas
- Reducción impuesta por los trabajadores de los ritmos de trabajo
Como resultado, la disminución progresiva de la productividad, unida al aumento constante de los salarios, da lugar a la consiguiente reducción del excedente empresarial y de la rentabilidad.
Otro elemento que influye en el proceso de crisis es el aumento de los precios de las materias primas en 1973. Hasta ese momento había unos altos costes salariales unido a una productividad creciente y a unos costes bajos de las materias primas. Esta situación cambia, y el aumento de los precios de las materias primas, en particular la energía (petróleo) agrava la crisis de rentabilidad iniciada con la ralentización de la productividad a finales de los sesenta y las ganancias de las empresas se van a pique, por lo que muchos países experimentan incluso unos PIB anuales negativos – es decir, que. no solo no crecen, sino que se encoge su economía.
Esta sucesión de acontecimientos es enfrentada por los gobiernos de la época con los recursos a los que están acostumbrados: como se experimenta severas recesiones, se aplican las recetas tradicionales de aumento del gasto público para contrarrestar la caída de la economía. Pero como la crisis es de largo plazo, el incremento del gasto, unido a la disminución o ralentización de los ingresos, desembocó en una crisis fiscal del Estado.
A partir de 1980 se produce un cambio fundamental. Una nueva conciencia se va adueñando de los líderes del mundo capitalista, que aceptan las dimensiones estructurales de la crisis y las interpretan a su manera.: el neoliberalismo se presenta como la estrategia más adecuada para resolver la pandemia reinante. Las medidas más importantes aplicadas han sido orientadas en cuatro direcciones:
A. Rearme ideológico
Continuar la guerra fría con el rearme ideológico del proyecto conservador significa pasar de la lucha defensiva interna, Estado social “keynesiano”, a la lucha ofensiva interna: postmodernismo, nuevo individualismo y combatir el espacio ocupado por el comunismo, utilizando la penetración de los nuevos medios de comunicación de masa (cine, música, televisión, videos, etc.).
Un factor político clave en el triunfo del neoliberalismo, con importantes consecuencias en el panorama político mundial, ha sido la victoria estadounidense sobre la Unión Soviética en la carrera armamentística. Estados Unidos debe este hecho a que los recursos destinados a los armamentos se obtienen disminuyendo los beneficios sociales.
Resulta paradójico que aquellos que han visto vacilar las propias ideas con la caída del sistema soviético hayan investigado tan poco sobre las causas reales de esta derrota. La crisis del sistema soviético reside en sus limitaciones políticas, y no en el hecho que su sistema de organización económica fuese menos eficiente que el capitalista.
El nuevo individualismo se fundamenta en la creación de una sociedad de consumo de masas internacional; para realizar esto se fragmenta internacionalmente la clase obrera que se había unificado política y culturalmente en el contexto nacional (ahora una parte de la clase obrera textil alemana está formada por trabajadores que trabajan en Singapur y Malasia; una parte de la clase obrera del sector del automóvil en Estados Unidos está compuesta por trabajadores mejicanos o argentinos de la Ford, etc.).
B. Rearme militar
En Estados Unidos la carrera armamentística forma parte del sistema de acumulación del capital. Esta ha servido al funcionamiento del sistema capitalista, desde el punto de vista de la acumulación, ya que ha logrado transformar el empeño militar en producción de bienes y servicios para la distribución universal. Las inversiones militares han sido financiadas con el presupuesto público y el Pentágono sigue siendo la unidad económica planificada más grande del mundo. En estos últimos años los Estados Unidos han vuelto a tener una cuota de alrededor de un cuarto del PIB global gracias a los gastos militares. Estados Unidos es consciente de que, sin hegemonía militar, no podrían imponer al mundo el financiamiento de sus déficit, que le permite mantener la posición guía incluso en el campo económico, pero de modo absolutamente artificial, ficticio, sin ninguna base estable ni estructural en ningún fundamento macroeconómico sólido. Una disminución de los gastos militares en Estados Unidos implicaría hoy una crisis profunda y aún más aguda del sistema económico americano total y agravaría la ya sistémica y violenta crisis económica.
La única salida de la gestión de la crisis es, según parece, la del mantenimiento de la demanda y del dominio capitalista en una especie de “macartismo globalizado”, es decir, desarrollar, una vez más, un keynesianismo militar como tentativa para resolver las dificultades de relanzamiento productivo.
De hecho, todas las grandes crisis se han resuelto inicialmente acudiendo a la planificación del gasto y de la inversión que supone el militarismo. Por ejemplo, la crisis económica de finales del XIX se resuelve con la primera guerra mundial, cerrando la fase del imperialismo inglés. La crisis de los primeros años 20 registra su manifestación más evidente con la explosión de la burbuja financiera del 29, que golpea la capacidad de crédito y hace precipitar la demanda real, y no se resuelve simplemente con el New Deal en 1933; se soluciona definitivamente con la segunda guerra mundial, cuando se abre la fase de reconstrucción de post guerra, que pone al centro el poder político y económico a los Estados Unidos.
La “guerra de las galaxias” de Ronald Reagan y la guerra contra Iraq de Bush son dos manifestaciones de la búsqueda de reconstruir el keynesianismo militar como salida a la crisis. La propia UE trata de afirmarse en términos de expansión geográfica, pero también manu militari (basta recordar la “guerra humanitaria” de los demás gobiernos de centro izquierda europeos para destruir Yugoslavia y despejar el campo a la llegada de los gasoductos y de los corredores económicamente estratégicos al corazón de Europa, y el esfuerzo de generar una industria militar europea también con fines civiles (EADS).
C. El fin del pacto social
En los países desarrollados, el pacto social del período post bélico entre el capital y el trabajo se fundamentó en el miedo al comunismo, o sea, por la eventualidad de perder nuevos territorios y poblaciones para la acumulación del capital. En este contexto, el modelo de keynesianismo social juega un rol de amortiguador en el conflicto capital-trabajo, ya que está preparado para redistribuir ingresos a los trabajadores. Estos últimos, gracias a la fuerza expresada por el gran ciclo de luchas laborales exitosas de los años 50 y 60, conquistan mayor capacidad adquisitiva y por lo tanto una fuerte propensión al consumo apoyada en los propios salarios; con esta alta capacidad de compra se logra incluso crear fuentes abundantes de ahorro destinado, a través de los bancos, a facilitar el endeudamiento de las empresas para efectuar inversiones y por lo tanto apoyar el ciclo de acumulación del capital.
Desaparecido el miedo del capital hacia el comunismo, la fuerza política de los trabajadores, que buscaba imponer la propia participación en la distribución de la riqueza social generada, se debilita considerablemente, gracias también a la deriva adaptativa y moderada de los partidos y de las organizaciones históricas del movimiento obrero. Así, se va facilitando la puesta en marcha de otros componentes del ajuste neoliberal, como la flexibilización salarial y de empleo y la desreglamentación legal, (es decir la inseguridad institucionalizada), la reducción del conjunto de normas que regulan el funcionamiento de la economía y las privatizaciones, es decir la limitación de la capacidad de intervención directa en la economía del Estado y del sector público.
El Estado se aleja progresivamente de cualquier forma de participación social efectiva y se pone al servicio de la recuperación de la rentabilidad empresarial (políticas de ”desreglamentación y competitividad”, de “ajustes y privatizaciones”), para menoscabar duramente el poder de los trabajadores y de los sindicatos (lo que a continuación ha sido denominad política de la “flexibilidad”). Esta medida económica ha sido completada con la activación de nuevas tecnologías de automatización de los procesos de producción, que han reducido, en forma drástica, la necesidad de trabajo y por lo tanto han reducido decididamente el costo del trabajo.
La flexibilización es también un componente de desreglamentación, que consiste en reducir los obstáculos al despido y facilitar al mismo tiempo la contratación parcial. A su vez, se busca sustituir la flexibilización salarial ligada a la negociación colectiva por la individualización salarial para reforzar la disciplina en el trabajo, de modo que aumente la productividad individual; esto lleva a la legitimación legal a través de las decenas de modelos de contratos del trabajo denominado atípico, es decir precario, que se traducen en una creciente decadencia de grupos sociales enteros, a un empobrecimiento de clases sociales que se consideraban inmunes a cualquier crisis de sistema.
D. La globalización
En términos generales, se puede definir la globalización como un proceso a escala mundial de redistribución del poder entre clases sociales (de los trabajadores hacia los capitalistas) y entre territorios (de las zonas rurales a las urbanas (China, o las nuevas perespectivas finacieras de la UE 2007-2013 lo ejemplifican: menos poder a la PAC, más poder a la política de competitividad/I+D.), de las periferias de las ciudades a los centros de negocios (la gentrificacion, anglicismo que denota la revalorización del precio del suelo y la expulsión de los residentes de menos ingresos de los centros urbanos, refleja esta transferencia de poder), de las regiones menos desarrolladas a las más desarrolladas, de las periferias a los centros). Así por ejemplo, en la Unión Europea las disparidades regionales de renta no se reducen (a diferencia de lo que ocurre con las medias nacionales, que sí se aproximan), y eso a pesar de las importantes trasferencias implicadas en los fondos estructurales. Obviamente, a escala internacional, sin transferencias del centro a las periferias de ningún tipo, no es de extrañar que las diferencias se hayan incrementado: en 1960 el 10% de la población mundial en los países más ricos tenía una renta media 46 veces mayor que el 10% de la población en los países más pobres (11.080 US$ frente a 256 US$ dólares constantes de 1995). En 2000 la diferencia era de 144 veces (35.210 US$ frente a 245 US$ : los más pobres se empobrecieron en esos 40 años, mientras los más ricos multiplicaron tres veces su riqueza). (Datos calculados a partir de World Development Indicators 2004).
Un proceso que reconoce la propia OCDE -el club de los países industrializados-, que recientemente constató estadísticamente un periodo largo de deterioro de la participación de las rentas del trabajo (asalariado y autónomo) en el PIB de todos los países desarrollados. En treinta años, el trabajo en los países centrales ha perdido diez puntos de participación en el PIB. Esto significa que, cada año, el capital genera más plusvalía, por un volumen equivalente a 5 billones de dólares (a precios de 2008), de la que ingresaba treinta años antes, no como consecuencia de una desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, sino mediante una modificación estructural de la distribución del ingreso.
Así, mientras el número de asalariados ha aumentado más de un 20% en los países de la OCDE desde 1993, las rentas salariales y cotizaciones sociales sólo lo han hecho en términos constantes en un 10%. Por el contrario, el consumo y la inversión rentista, no productiva, de los capitalistas, ¡han aumentado en un 211%! Estas rentas del capital, que solo para el año 2008 equivalen a cerca de 1,7 billones de euros (más que toda la economía italiana de ese año, de 1,6 billones) no se han destinado a mejorar la productividad (la inversión privada en capital fijo en la OCDE fue de 8 billones de euros en 2008), sino a perseguir su multiplicación en forma de rentas de la propiedad por medio de su inversión en activos sometidos a un proceso acelerado de revalorización especulativa, proceso que ha encontrado su límite con el agotamiento del ciclo especulativo desde el verano de 2007.
Estos procedimientos de gestión de la crisis, aplicados desde los años ochenta, pretendían recomponer la tasa de beneficios y relanzar la acumulación a escala global. Sin embargo, la crisis financiera anuncia el fracaso de esta estrategia. EL volumen de crédito se amplió enormemente en los últimos quince años, sobre la base de que la estrategia puesta en marcha iba a rendir sus frutos, es decir que el relanzamiento de la acumulación permitiría pagar las deudas. Pero esa esperanza no se cumplió: el PIB mundial creció en los setenta menos que en los sesenta, pero tras la primera dosis de medicina neoliberal, en los ochenta creció aun menos que en la década anterior, y en los noventa menos que en los ochenta. Tan sólo las deslocalizaciones permitieron un crecimiento extensivo de la acumulación en China y otras plataformas de la fábrica mundial, insuficiente para compensar el estancamiento de los países centrales.
Por eso, la crisis financiera de la primera década del siglo XXI es expresión de la vía muerta en que se encuentra el sistema social vigente. Lo que resulta paradójico es que tras tres décadas de fracaso, se insista en la misma vía para intentar solucionar los problemas.
El Estado se aleja progresivamente de cualquier forma de participación social efectiva y se pone al servicio de la recuperación de la rentabilidad empresarial (políticas de ”desreglamentación y competitividad”, de “ajustes y privatizaciones”), para menoscabar duramente el poder de los trabajadores y de los sindicatos (lo que a continuación ha sido denominad política de la “flexibilidad”). Esta medida económica ha sido completada con la activación de nuevas tecnologías de automatización de los procesos de producción, que han reducido, en forma drástica, la necesidad de trabajo y por lo tanto han reducido decididamente el costo del trabajo.
La flexibilización es también un componente de desreglamentación, que consiste en reducir los obstáculos al despido y facilitar al mismo tiempo la contratación parcial. A su vez, se busca sustituir la flexibilización salarial ligada a la negociación colectiva por la individualización salarial para reforzar la disciplina en el trabajo, de modo que aumente la productividad individual; esto lleva a la legitimación legal a través de las decenas de modelos de contratos del trabajo denominado atípico, es decir precario, que se traducen en una creciente decadencia de grupos sociales enteros, a un empobrecimiento de clases sociales que se consideraban inmunes a cualquier crisis de sistema.
D. La globalización
En términos generales, se puede definir la globalización como un proceso a escala mundial de redistribución del poder entre clases sociales (de los trabajadores hacia los capitalistas) y entre territorios (de las zonas rurales a las urbanas (China, o las nuevas perespectivas finacieras de la UE 2007-2013 lo ejemplifican: menos poder a la PAC, más poder a la política de competitividad/I+D.), de las periferias de las ciudades a los centros de negocios (la gentrificacion, anglicismo que denota la revalorización del precio del suelo y la expulsión de los residentes de menos ingresos de los centros urbanos, refleja esta transferencia de poder), de las regiones menos desarrolladas a las más desarrolladas, de las periferias a los centros). Así por ejemplo, en la Unión Europea las disparidades regionales de renta no se reducen (a diferencia de lo que ocurre con las medias nacionales, que sí se aproximan), y eso a pesar de las importantes trasferencias implicadas en los fondos estructurales. Obviamente, a escala internacional, sin transferencias del centro a las periferias de ningún tipo, no es de extrañar que las diferencias se hayan incrementado: en 1960 el 10% de la población mundial en los países más ricos tenía una renta media 46 veces mayor que el 10% de la población en los países más pobres (11.080 US$ frente a 256 US$ dólares constantes de 1995). En 2000 la diferencia era de 144 veces (35.210 US$ frente a 245 US$ : los más pobres se empobrecieron en esos 40 años, mientras los más ricos multiplicaron tres veces su riqueza). (Datos calculados a partir de World Development Indicators 2004).
Un proceso que reconoce la propia OCDE -el club de los países industrializados-, que recientemente constató estadísticamente un periodo largo de deterioro de la participación de las rentas del trabajo (asalariado y autónomo) en el PIB de todos los países desarrollados. En treinta años, el trabajo en los países centrales ha perdido diez puntos de participación en el PIB. Esto significa que, cada año, el capital genera más plusvalía, por un volumen equivalente a 5 billones de dólares (a precios de 2008), de la que ingresaba treinta años antes, no como consecuencia de una desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, sino mediante una modificación estructural de la distribución del ingreso.
Así, mientras el número de asalariados ha aumentado más de un 20% en los países de la OCDE desde 1993, las rentas salariales y cotizaciones sociales sólo lo han hecho en términos constantes en un 10%. Por el contrario, el consumo y la inversión rentista, no productiva, de los capitalistas, ¡han aumentado en un 211%! Estas rentas del capital, que solo para el año 2008 equivalen a cerca de 1,7 billones de euros (más que toda la economía italiana de ese año, de 1,6 billones) no se han destinado a mejorar la productividad (la inversión privada en capital fijo en la OCDE fue de 8 billones de euros en 2008), sino a perseguir su multiplicación en forma de rentas de la propiedad por medio de su inversión en activos sometidos a un proceso acelerado de revalorización especulativa, proceso que ha encontrado su límite con el agotamiento del ciclo especulativo desde el verano de 2007.
Estos procedimientos de gestión de la crisis, aplicados desde los años ochenta, pretendían recomponer la tasa de beneficios y relanzar la acumulación a escala global. Sin embargo, la crisis financiera anuncia el fracaso de esta estrategia. EL volumen de crédito se amplió enormemente en los últimos quince años, sobre la base de que la estrategia puesta en marcha iba a rendir sus frutos, es decir que el relanzamiento de la acumulación permitiría pagar las deudas. Pero esa esperanza no se cumplió: el PIB mundial creció en los setenta menos que en los sesenta, pero tras la primera dosis de medicina neoliberal, en los ochenta creció aun menos que en la década anterior, y en los noventa menos que en los ochenta. Tan sólo las deslocalizaciones permitieron un crecimiento extensivo de la acumulación en China y otras plataformas de la fábrica mundial, insuficiente para compensar el estancamiento de los países centrales.
Por eso, la crisis financiera de la primera década del siglo XXI es expresión de la vía muerta en que se encuentra el sistema social vigente. Lo que resulta paradójico es que tras tres décadas de fracaso, se insista en la misma vía para intentar solucionar los problemas.
22 de febrero de 2012
EN EL LABORATORIO DE LA PRODUCCIÓN BURGUESA
Alejandro Nadal. La Jornada
Mucho se ha escrito sobre la naturaleza de la crisis global. Los economistas heterodoxos y post-Keynesianos han hecho importantes contribuciones. Pero parece que siempre se les queda algo crucial en el tintero. Las perspectivas de corte marxista sobre los orígenes y evolución de la crisis son claves para suplir estas lagunas y completar nuestra comprensión de la naturaleza de la crisis.
Los enfoques de Marx sobre las crisis del capital se encuentran diseminados en muchos trabajos (entre los que destaca la Contribución a la crítica de la economía política, los Gründrisse y, por supuesto El Capital y las Teorías sobre la plusvalía). Pero en todos existe un hilo conductor: la crisis no es una patología del capital, es resultado de las contradicciones que le definen como modo de producción históricamente determinado. La crisis está íntimamente ligada a la lucha de clases.
El descalabro en el sector de las hipotecas chatarra en Estados Unidos es sólo un eslabón en una cadena que arranca de acontecimientos que arranca en los años setenta con la caída en la tasa de ganancia en Estados Unidos y Europa. Ese fenómeno ha sido estudiado y corroborado por muchos autores, entre los que destacan Gérard Duménil y Dominique Lévy, Michel Husson, Anwar Shaikh, Fred Moseley, James Crotty y Robert Brenner. Un estudio econométrico interesante es el de Basu y Manolakos (scholarworks.umass.edu).
Las causas de esta caída en la tasa de ganancia son objeto de un acalorado debate. En todas las interpretaciones, la lucha de clases está presente. Algunos autores prefieren la interpretación en términos de un incremento en la composición orgánica del capital (mayor mecanización para incrementar la productividad), mientras que otros se inclinan por los incrementos en salarios o la relación entre trabajo productivo e improductivo.
Frente a la reducción en la rentabilidad, la clase capitalista reacciona con gran fuerza y busca por todos los medios reducir el salario real. En este proceso se desencadena una gran ofensiva en contra de los sindicatos a partir de 1971-73. Más tarde se complementa esto con la contratación temporal, la segmentación del proceso productivo, y hasta la colocación de plantas enteras en países con bajos costos laborales (eufemismo que significa salarios miseria).
La clase capitalista tuvo gran éxito en su ofensiva. El salario real se estancó desde los años setenta y la clase trabajadora tuvo que compensar esa pérdida con mayor endeudamiento. Para decirlo de otra manera, el salario dejó de ser importante y el endeudamiento le reemplazó como principal referente para la reproducción de la fuerza de trabajo. La medida del triunfo del capital está en la magnitud de la crisis global que hoy hunde a las economías capitalistas.
La reducción en la rentabilidad en los años setenta generó incentivos para la especulación en el sector financiero. Para el capital, la producción es un mal necesario; su sueño es pasar directamente a la rentabilidad sin tener que contratar trabajadores y comprar medios de producción. Por eso, según Marx, todas las naciones capitalistas son periódicamente presa de un deseo febril de producir ganancias sin tener que pasar por la producción. Pero faltaban los caminos para cumplir este deseo.
El colapso del sistema de Bretton Woods (de paridades fijas) aumentó el riesgo cambiario para los capitalistas, pero también abrió un enorme campo de acción para la especulación en los mercados de divisas. La liberalización financiera permitiría el pleno aprovechamiento de este terreno. Una consecuencia directa de esta combinación es el surgimiento del monstruo financiero que hoy domina no sólo a la política macroeconómica, sino que pone de rodillas a estados completos.
La interpretación marxista de la crisis entreteje una iluminadora narrativa que va desde la lucha de clases en el interior del laboratorio secreto de la producción burguesa (fórmula de Marx al iniciar su análisis del proceso de producción capitalista) hasta la circulación general y la expansión del sector financiero, pasando por la evolución de la tasa de ganancia y la inversión. Este análisis integra también el papel del Estado y del gasto público en la reproducción del ciclo del capital. Se comprende así la naturaleza suicida de las políticas de austeridad que hoy se imponen en beneficio del capital financiero.
Los problemas teóricos que ha enfrentado el análisis marxista, en especial en lo que se refiere al problema de la transformación de valores en precios de producción no debe impedir recurrir a la rica perspectiva analítica marxista para comprender la naturaleza de la crisis actual.
El capital tiene sus propias interpretaciones sobre sus crisis y ciclos. Están destinadas a facilitar la intervención en el terreno de la política económica. La perspectiva desde un análisis marxista tiene un objetivo diferente: revelar a la clase trabajadora las fuerzas con las que puede deponer y remplazar al capital.
Mucho se ha escrito sobre la naturaleza de la crisis global. Los economistas heterodoxos y post-Keynesianos han hecho importantes contribuciones. Pero parece que siempre se les queda algo crucial en el tintero. Las perspectivas de corte marxista sobre los orígenes y evolución de la crisis son claves para suplir estas lagunas y completar nuestra comprensión de la naturaleza de la crisis.
Los enfoques de Marx sobre las crisis del capital se encuentran diseminados en muchos trabajos (entre los que destaca la Contribución a la crítica de la economía política, los Gründrisse y, por supuesto El Capital y las Teorías sobre la plusvalía). Pero en todos existe un hilo conductor: la crisis no es una patología del capital, es resultado de las contradicciones que le definen como modo de producción históricamente determinado. La crisis está íntimamente ligada a la lucha de clases.
El descalabro en el sector de las hipotecas chatarra en Estados Unidos es sólo un eslabón en una cadena que arranca de acontecimientos que arranca en los años setenta con la caída en la tasa de ganancia en Estados Unidos y Europa. Ese fenómeno ha sido estudiado y corroborado por muchos autores, entre los que destacan Gérard Duménil y Dominique Lévy, Michel Husson, Anwar Shaikh, Fred Moseley, James Crotty y Robert Brenner. Un estudio econométrico interesante es el de Basu y Manolakos (scholarworks.umass.edu).
Las causas de esta caída en la tasa de ganancia son objeto de un acalorado debate. En todas las interpretaciones, la lucha de clases está presente. Algunos autores prefieren la interpretación en términos de un incremento en la composición orgánica del capital (mayor mecanización para incrementar la productividad), mientras que otros se inclinan por los incrementos en salarios o la relación entre trabajo productivo e improductivo.
Frente a la reducción en la rentabilidad, la clase capitalista reacciona con gran fuerza y busca por todos los medios reducir el salario real. En este proceso se desencadena una gran ofensiva en contra de los sindicatos a partir de 1971-73. Más tarde se complementa esto con la contratación temporal, la segmentación del proceso productivo, y hasta la colocación de plantas enteras en países con bajos costos laborales (eufemismo que significa salarios miseria).
La clase capitalista tuvo gran éxito en su ofensiva. El salario real se estancó desde los años setenta y la clase trabajadora tuvo que compensar esa pérdida con mayor endeudamiento. Para decirlo de otra manera, el salario dejó de ser importante y el endeudamiento le reemplazó como principal referente para la reproducción de la fuerza de trabajo. La medida del triunfo del capital está en la magnitud de la crisis global que hoy hunde a las economías capitalistas.
La reducción en la rentabilidad en los años setenta generó incentivos para la especulación en el sector financiero. Para el capital, la producción es un mal necesario; su sueño es pasar directamente a la rentabilidad sin tener que contratar trabajadores y comprar medios de producción. Por eso, según Marx, todas las naciones capitalistas son periódicamente presa de un deseo febril de producir ganancias sin tener que pasar por la producción. Pero faltaban los caminos para cumplir este deseo.
El colapso del sistema de Bretton Woods (de paridades fijas) aumentó el riesgo cambiario para los capitalistas, pero también abrió un enorme campo de acción para la especulación en los mercados de divisas. La liberalización financiera permitiría el pleno aprovechamiento de este terreno. Una consecuencia directa de esta combinación es el surgimiento del monstruo financiero que hoy domina no sólo a la política macroeconómica, sino que pone de rodillas a estados completos.
La interpretación marxista de la crisis entreteje una iluminadora narrativa que va desde la lucha de clases en el interior del laboratorio secreto de la producción burguesa (fórmula de Marx al iniciar su análisis del proceso de producción capitalista) hasta la circulación general y la expansión del sector financiero, pasando por la evolución de la tasa de ganancia y la inversión. Este análisis integra también el papel del Estado y del gasto público en la reproducción del ciclo del capital. Se comprende así la naturaleza suicida de las políticas de austeridad que hoy se imponen en beneficio del capital financiero.
Los problemas teóricos que ha enfrentado el análisis marxista, en especial en lo que se refiere al problema de la transformación de valores en precios de producción no debe impedir recurrir a la rica perspectiva analítica marxista para comprender la naturaleza de la crisis actual.
El capital tiene sus propias interpretaciones sobre sus crisis y ciclos. Están destinadas a facilitar la intervención en el terreno de la política económica. La perspectiva desde un análisis marxista tiene un objetivo diferente: revelar a la clase trabajadora las fuerzas con las que puede deponer y remplazar al capital.
LA SUITE DE HITLER
Higinio Polo. El Viejo Topo
Weimar, la ciudad de Goethe, Schiller y la Bauhaus, donde se gestó la constitución alemana de entreguerras tras la desaparición del imperio, descansa bajo la colina del Ettersberg. Es un lugar singular, provinciano, tranquilo, el más célebre de los burgos de Turingia. Habitada por Goethe, Schiller, Nietzsche (que vivió aquí sus últimos años, enfermo, al cuidado de su hermana Elisabeth), Liszt, Gropius, es una amable y culta ciudad, y su estación de ferrocarril se abre a una plaza sosegada que respira la calma de provincias, aunque el visitante avisado no pueda evitar un estremecido recuerdo: por esas mismas vías llegaban los transportes de prisioneros que la maquinaria nazi enviaba a la muerte, pasaban los trenes repletos de presos tratados como ganado, que se dirigían después al campo de concentración, o que llevaban a miles de víctimas a los campos de exterminio para ser eliminadas. En el punto más alto del Ettersberg, refugio en otro tiempo de la más excelsa poesía alemana, puede verse hoy un grupo escultórico erigido en memoria de la resistencia de Buchenwald, porque el campo de concentración está a escasos kilómetros de Weimar, en esa misma colina donde Goethe paseaba con Eckermann.
En el núcleo de la ciudad vieja, Marktplatz, se encuentra la Neptunbrunnen y el Rathaus, y, al lado, un antiguo hotel de lujo, el Elephant, frecuentado por viajeros adinerados: fue fundado en 1696, y lo visitaron Goethe y Schiller, Johan Sebastian Bach, Wagner y León Tolstói, Thomas Mann y Walter Gropius. En el vestíbulo del hotel puede verse un dibujo del rostro de una mujer. Es de Otto Dix, de 1924, el año en que Hitler cumplió unos meses de cárcel por el putsch de Múnich y que aprovechó para escribir Mein Kampf. El pintor, comunista, no podía saber que Hitler visitaría Weimar por primera vez en 1925 y que se pasearía muchas veces por el mismo vestíbulo donde ahora se encuentra su rostro de mujer. Por las salas y pasillos del Elephant pueden verse imágenes de Alma Mahler y Walter Gropius, fotografías de Günter Grass o de Imre Kertész . También se alojó aquí Jorge Semprún, cuando volvió a Weimar muchos años después de su encierro en Buchenwald. Escrito en una pared, se lee el pasaje donde Thomas Mann cita al Elephant, y a Mager, ese singular y redicho conserje que recibe a los huéspedes en Carlota en Weimar, que publicó antes de la catástrofe, en 1939. Y, un poco más allá, se ve una referencia de Walter Benjamin al hotel, de 1928. Y otra de Thackeray, de 1848. Y fotografías de Angela Merkel, Vladimir Putin, Gerard Schröder, Sting, y otros. El establecimiento tiene también una suite Thomas Mann, a quien muestra en una fotografía sentado en un coche descapotable, aclamado por las muchachas de Weimar, en 1949.
Existe otra suite más inquietante, en el número 100, que hoy se llama suite Lyonel Feininger, en honor de un pintor germano-norteamericano que colaboró con Gropius en la Bauhaus. Hitler estuvo alojado en ella, y no por casualidad. A Hitler le gustaba Weimar: visitó decenas de veces la ciudad, y siempre se hospedaba en el hotel Elephant. De hecho, fue en Turingia donde los nazis consiguieron tener su primer gobierno regional. Se conserva una fotografía donde el dictador nazi aparece en la fachada del Elephant, en 1926, cuando aún era un oscuro agitador fascista, aunque ya conocido por el pueblo alemán, junto a otros nazis de aspecto fiero, bajo una bandera con la svástica dispuesta en la portada del hotel, y otra, tomada el mismo día, con Hitler de pie en un coche descubierto, con el brazo en alto. Entre quienes le rodean, están Rudolf Hess, Hermann Göring y Fritz Sauckel . En otra imagen, tomada en 1932, lo vemos en el interior del Nietzsche-Archiv de la Humboldtstrasse, junto a una ventana, y, aún, ante el Deutschen Nationaltheater frente a las estatuas de Goethe y Schiller, las glorias de la ciudad. También podemos verlo, visitando la casa de Schiller, o la de Goethe.
En marzo de ese año, Hitler lanzó un discurso incendiario en la Marktplatz durante la campaña para las elecciones de 1932, y el 15 de enero de 1933 habló desde el mismo hotel Elephant a una multitud de diez mil personas congregadas en la plaza, cuando estaba a punto de culminar una larga marcha: apenas faltaban unos días para que fuera nombrado, por Hindenburg, canciller alemán. Después, llegarían los días en que la dirección del hotel llenaría la fachada de insignias y banderas nazis. La fotografía de Hitler asomándose a la ventana que daba a la marquesina del hotel ilustra ese momento de gloria para él, recogido también en una pintura de Walter Preiβ, de 1938, con Hitler apoyado en el alféizar y las tropas nazis llenando la plaza, en formación. A unos kilómetros, en la colina del Ettersberg, ya habían construido el campo de concentración de Buchenwald. La marquesina ya no existe, porque realizaron reformas en el hotel: hoy, en el balcón que da a la Marktplatz, la dirección del establecimiento suele poner estatuas de Goethe y Schiller, o de Walter Gropius y Alma Mahler, pero la sombra del dictador nazi parece persistir, por más que el hotel esconda que se instalaba siempre en la suite número cien, y que el balcón que hoy celebra la literatura y el arte es el mismo lugar desde donde Hitler lanzaba discursos incendiarios a la multitud.
* * *
Hablar de Weimar es hablar de Goethe, es decir, de la gran cultura alemana. La fachada de la casa del poeta en Weimar está en el Frauenplan, y el magnífico jardín posterior da al Ackerwand. Casi medio siglo estuvo el escritor entre estas paredes, desde 1782, primero como inquilino, después, como propietario, gracias a la benevolencia del duque Carl August de Sajonia-Weimar-Eisenach, que le regaló la mansión. El duque, hombre aficionado al trato con escritores y artistas, se relacionó en Weimar, además de con Goethe, con Schiller, Herder, Wieland. La casona tiene un patio empedrado en la entrada, encalado de amarillo. Al lado, el curioso se encuentra un carruaje de caballos, con dos faroles en el pescante y el interior acolchado, como era costumbre para los privilegiados en el siglo XIX. Las dieciocho habitaciones acumulan conjuntos de arte, polvo y nostalgia. Además de los muebles del escritor, se guardan sus colecciones, dibujos y pinturas, cerámicas, yesos, monedas y objetos. Dicen los guardianes de la mansión que la mayoría de los objetos expuestos es hoy casi la misma que hace dos siglos. La pasión de Goethe por la antigüedad clásica, que comenzó a cultivar leyendo a Winckelmann, inunda el edificio, que es uno de los centros de la cultura alemana, con el resto de Weimar. Desde aquí, de su relación con Schiller, de la mutua influencia con Jena, surgió la poesía clásica alemana, junto a la obra de Hölderlin, Heinrich von Kleist, Jean Paul, Herder, Caroline von Wolzogen, y esa circunstancia, tan estimada por la moderna Alemania, hace más siniestra, si cabe, la proximidad de los campos de la muerte, de forma que Weimar y Buchenwald son ya inseparables.
Goethe tuvo antes otra casa, en el Park an der Ilm, también financiada por el duque, para quien trabajó durante toda su vida, al principio como asesor y después en una responsabilidad de Estado que hoy llamaríamos primer ministro. El gran jardín posterior de la casa, tapiado y oculto a las miradas de la calle, está cubierto de césped húmedo y fragante, y cuenta con pequeños huertos que, al decir también de los guardas, servían para alimentar a la familia del poeta, y que hacen pensar, aunque no tengan relación, en los huertos que cultivaban los SS en Buchenwald. En un extremo, hay una casita cerrada, la antigua vivienda del huerto de Ackerwand, donde se vislumbran armarios con cajonera para clasificar minerales, porque Goethe la utilizó para guardar su colección de piedras. Goethe era un coleccionista y toda la mansión está llena de objetos y cachivaches. Los suelos son de madera, que cruje a cada paso del visitante, creando una sensación de tiempo despojado, de lamento por los siglos transcurridos.
En la que llaman sala amarilla hay dibujos de frisos clásicos, unas enormes cabezas que Goethe trajo de Italia, copias traídas de su viaje, que inició el 3 de septiembre de 1786 y acabó en abril de 1788. En el pequeño comedor, que después utilizó como “gabinete de grabados”, y que cuenta hoy con un armario clasificador y copias en yeso de obras clásicas, era donde comía la familia. Al lado, una pieza comunica las dos partes de la mansión, y en ella se encuentran los bustos de Herder y Schiller, y placas con más copias. En la antecámara, antes de llegar a las habitaciones familiares, se aprecian retratos de Goethe, de su mujer y su familia, y, junto a ella, el gran salón (que no es tan grande), con más retratos del poeta, de la familia, con dibujos hechos por Goethe. En uno de los esbozos, creo ver el llamado “roble de Goethe”, como quisieron los prisioneros del campo de concentración de Buchenwald, con un personaje durmiendo bajo el árbol.
Junto a él, se encuentra otro salón con objetos de su esposa: un canapé, un armario con figuritas, una mesita con dos butacas, y, contigua, una pequeña estancia con la cocina donde mantenían calientes los platos antes de servirlos, en una estufa vertical con departamentos. El visitante se entretiene con las colecciones de mayólica y husmea en una sala de música, llamada de Junon, que da a la plaza, y que cuenta con un piano (un Streicher, de Viena), un sofá, mesa y sillas, y una sala de recepción donde se encuentra el enorme busto de la Juno Ludovisi, una copia de la existente en la colección del cardenal Ludovico Ludovisi. Desde ella, se entra en la sala de Urbino, con el gran retrato del duque de Urbino, y un pequeño cuadro de Lucas Cranach el joven, que representa al joven Juan Federico II de Sajonia. Aún, otra antecámara, con armarios repletos de minerales y un reloj procedente de la casa familiar del poeta en Frankfurt, antes de llegar a la habitación donde trabajaba, con unos ciento cincuenta libros, objetos de historia natural y muchos souvenirs. La sala mira al jardín, y en ella hay un globo terráqueo, una mesa central y un escritorio. Al lado, Goethe tenía la biblioteca privada; en realidad, algo parecido a un almacén, que permanece cerrada a los visitantes. Hay en ella unos siete mil libros, apilados en estanterías, incluso en medio de la pequeña y alargada estancia, donde se acumulan los libros en más de veinte lenguas, sobre arte, literatura, ciencias naturales. Finalmente, se encuentra la habitación de dormir, que comunica con la oficina de trabajo, que fue utilizada por Goethe durante sus últimos años: en ella murió el 22 de marzo de 1832. Cuenta con una butaca junto a la cama, un antifaz colgado del techo para taparse los ojos, una mesita, que subrayan la melancolía del tiempo que se fue.
En esas salas, Goethe recibía a sus amigos, disfrutaba de su gloria, conspiraba, urdía acuerdos, pensaba en su encuentro con Napoleón, recordaba los días italianos, definía sus actos de gobierno y sus versos de poeta. Cerca, por la colina del Ettersberg, el poeta paseaba con Eckermann, que escribió sus recuerdos de las Conversaciones con Goethe. Los retorcidos caminos de la historia hicieron que León Blum (presidente del gobierno francés y deportado en Buchenwald) escribiese muchos años antes de imaginar que sería prisionero del nazismo, un libro que tituló Nouvelles conversations de Goethe avec Eckermann, y que lo encerrarían en los mismos parajes del bosque donde habían conversado tantas veces los dos poetas.
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Desde la Goetheplatz de Weimar, se llega a Buchenwald pasando por la Ettersburgerstraβe, una tranquila carretera que se dirige al norte y que conduce al infierno: un tramo de la vía fue construido por los presos y recibió el nombre de “camino de sangre”. Cuando se llega, los visitantes contemplan un tranquilo estacionamiento para coches: era la plaza donde los miembros de las SS realizaban ejercicios, y, al lado, ven las oficinas de información para los visitantes del campo, y unos edificios que son utilizados hoy para encuentros de jóvenes: eran los antiguos cuarteles de las SS. Todo parece normal, y, sin embargo, todo es siniestro.
El campo de concentración fue creado en 1937 con el propósito de encarcelar allí a comunistas, socialistas, judíos, y personas antisociales, según la jerga nazi. Seis años después, ya durante la guerra, los presos fueron obligados a trabajar como esclavos en la industria bélica. Hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, pasaron por el campo doscientos cincuenta mil prisioneros, de los que cincuenta mil fueron asesinados. Jedem das Seine (A cada uno lo suyo), es el lema que figura en la puerta, a la entrada del campo. Desde la terminal ferroviaria de Buchenwald hasta la reja, se sucede el camino del carajo (Carachoweg), que parece hoy una anodina carretera, pequeña, en medio de un paisaje tranquilo y silencioso, un bosque de hayas, como indica el nombre alemán del campo. Allí estaban los bloques de la administración, garajes y una gasolinera, que continúa en pie. No parece extraño. Sin embargo, ese camino llevaba al puesto de la comandancia nazi, y, tras bajar de los trenes de la deportación, mientras los prisioneros recorrían el camino hasta el campo, los miembros de las SS les pegaban, les lanzaban los perros feroces, adiestrados para atacar. En ocasiones, los perros despezaron a algunos prisioneros. No es difícil imaginar los gritos desesperados, el miedo en los ojos de los presos, el terror frío y eficiente que atenazaba a los deportados cuando entraban en Buchenwald.
En esa comandancia reinaron asesinos sanguinarios, como Karl Koch, y su mujer, Ilse Koch, apodada la zorra de Buchenwald por su ferocidad: le gustaba seleccionar presos para abusar de ellos y admirar sus tatuajes, cuando los tenían, y cuya piel dibujada les era arrancada, después de asesinarlos, para fabricar con ella pantallas de lámparas y guantes. A diferencia de otros nazis, Karl Koch no tuvo suerte: fue detenido por la Gestapo por corrupción, juzgado, condenado a muerte y fusilado unos días antes de la liberación del campo. Su mujer, la zorra de Buchenwald, consiguió salir indemne del final de la guerra, pero se suicidó en una prisión de Baviera en 1967.
Sustituyó a Koch el coronel de las SS, Hermann Pister, nombrado por Himmler en diciembre de 1941, que fue así el último comandante del campo. Pister era un tipo tan cínico que, en el juicio que se celebró contra él, tuvo la osadía de decir que desconocía la existencia de los campos de exterminio como Auschwitz, y que ni siquiera tenía constancia de muchas de las cosas que pasaban en el campo que dirigía, por ejemplo que ignoraba la utilización de ganchos donde colgaban a los prisioneros en Buchenwald para matarlos. Hoy, puede verse en el campo la cinta métrica fija, vertical, que servía para medir a los presos, dotada de un agujero a la altura de la nuca que comunicaba con una habitación posterior desde donde un miembro de las SS disparaba al prisionero para matarlo. Más de ocho mil soldados soviéticos fueron asesinados allí con un balazo en la nuca por las SS.
El reloj de la comandancia nazi es blanco, y el edificio cuenta con una terraza con balaustrada de madera, como el primer piso. Existen todavía las perreras donde los alemanes guardaban a las bestias, pero todas las barracas donde se hacinaban los presos han desaparecido, cuyas dimensiones están señaladas ahora por rectángulos de gravilla negruzca. Todo el recinto estaba rodeado de una cerca de postes con alambre de espino y de un tendido electrificado. También han desaparecido casi todas las veintidós torres de vigilancia: sólo se conservan dos. Más allá del gran campo donde se hallaban las barracas, y que hoy aparece vacío, silencioso, sombrío, se llega a las otras dependencias. En la gran sala donde están los seis hornos crematorios, construidos por la empresa Topf & Söhne, de Erfurt, era donde convertían en humo y ceniza a los cadáveres de los prisioneros: siempre hay flores depositadas por quienes llegan para recordar a las víctimas. No había cámaras de gas en Buchenwald, porque no era un campo de exterminio como Auschwitz, aunque murieran en él decenas de miles de personas. En el crematorio puede verse una fotografía con decenas de cadáveres apilados: la tomó un norteamericano, el sargento Sutler, de la Compañía fotográfica 167, el 23 de abril de 1945. Al lado del crematorio, están las ventanas bajo las que se amontonaban los cadáveres de la fotografía de Sutler. Estremece mirarlas, y hay algo que impide acercarse a ellas, como si se fuese a profanar un territorio sagrado y atroz. Pero es difícil apartar los ojos de las ventanas.
No lejos, están las cámaras de desinfección, donde los prisioneros debían sumergirse en un líquido corrosivo. En la sección de patología, las SS se encargaban de arrancar los dientes de oro a los cadáveres, y utilizaban su piel y huesos. Allí está la mesa de azulejos blancos donde operaban con los cuerpos de los deportados. En uno de los bloques del campo, reinaba el siniestro cirujano Erwin Ding-Schuler, miembro de las SS, quien, con apenas treinta años, se dedicaba a realizar experimentos médicos con los presos. Reina un silencio opresivo. Jorge Semprún escribió que durante los años de funcionamiento del campo no se escuchaba el gorjeo de los pájaros: habían huido del Ettersberg por el olor a carne humana quemada en los crematorios.
Después, entre los rectángulos de gravilla que dibujan las barracas, se halla el roble de Goethe, indicado por una placa: Goethe Eiche. Otra vez, la gran cultura alemana en medio de la barbarie. Al parecer, los deportados decían que Goethe y Carlota se reunían allí, y otras fuentes afirman que, bajo sus ramas, escribió partes del Fausto. Es improbable, pero no importa mucho. Joseph Roth, cuya familia fue destruida por el nazismo, escribió sobre el roble su último texto, antes de morir en París en 1939, y un prisionero anónimo, el nº 4935, publicó un texto, titulado así “El roble de Goethe”, en un diario de Lublin en noviembre de 1945, que algunos estudiosos han atribuido al biólogo polaco Ludwik Fleck . Mucho se ha hablado sobre él. En un campo de concentración desolado como Buchenwald, donde no había un solo árbol, el roble ardió durante un bombardeo. El único vestigio que se ha conservado surge de la tierra: apenas dos palmos de madera negra.
Algunos lugares han petrificado el horror: además de los crematorios, la fosa de las cenizas; y el bloque 46, donde estaba la sección para realizar experimentos químicos y biológicos con los presos; y la “plaza de llamados”, donde hacían el recuento diario de los prisioneros, a veces, durante horas, y donde torturaban y ejecutaban a deportados; también, en la siniestra cercanía de las caballerizas, donde fusilaban con un tiro en la nuca a los prisioneros de guerra soviéticos, con el barracón donde estaba la banda de música de las SS. Dentro de la exposición que recuerda la vida del campo, instalada en los viejos almacenes, aparecen inmóviles vestigios del horror: unos zapatitos de niño, un pequeño caballo de madera, la fecha del 26 de septiembre de 1944 anotada en una ficha, cuando doscientos niños gitanos fueron enviados a Auschwitz para ser exterminados. Era el reino de la muerte, y había que intentar sobrevivir, acariciar la existencia como si se estuviera viviendo el último aliento. Por eso, en el sótano del almacén central, un comunista checo, Jiri Zak, creó un pequeño grupo de jazz, y el escritor Fritz Löhner y el compositor Hermann Leopoldi, presos por su condición de judíos, crearon el Canto de Buchenwald en diciembre de 1938, mientras estaban en el campo.
Hermann Kempeck, un joven obrero de Altona, un barrio de Hamburgo, fue el primer muerto en Buchenwald, ya en agosto de 1937, cuando nadie podía imaginar entonces el horror de la guerra que se anunciaba cabalgando la racionalidad nazi. Otro obrero, Emil Bargatzky, fue el primer preso ejecutado en un campo de concentración alemán. Aquí y allá restallan nombres, al azar, entre centenares: Max Mayr, un miembro del SPD, que participó en los órganos de la resistencia en Buchenwald; Bruno Apitz, el escritor comunista que pasó ocho años en el campo de concentración, y cuya experiencia le serviría para escribir la estremecedora novela Nackt unter Wölfen (Desnudo entre lobos), que fue llevada al cine en 1963 por Frank Beyer y donde aparece el niño judío de Buchewald, Stefan Jerzy Zweig, a quien consiguieron salvar los presos ; Wilhelm Hammann, un maestro y dirigente comunista prisionero en Buchenwald que, tras la liberación, fue detenido por los norteamericanos en 1945 y acusado de colaborar con las SS, y, aunque consiguió demostrar que la imputación era una calumnia, no pudo evitar cumplir más de un año de cárcel. Y Ernst Thälman, claro, el presidente del Partido Comunista Alemán, quien, tras once años de prisión, fue ejecutado en el crematorio, por orden directa de Hitler, en agosto de 1944, donde hoy se encuentra una placa en su memoria.
En Buchenwald estuvieron León Blum, Édouard Daladier, Paul Reynaud, presidentes del gobierno francés, que llegaron en mayo de 1943. Blum permaneció casi hasta el final, y fue trasladado en ese mismo abril de 1945: el día 7, los nazis organizaron el llamado tren de la muerte, que llegó a Dachau veinte días después. Blum acabó en el Tirol, en el caos del final de la guerra. Aunque parezca extraño, durante su cautiverio en Buchenwald, Blum no sabía dónde estaba, porque fue encerrado fuera del campo, en una zona de casitas vigiladas por las SS; ni siquiera sabía que, al lado de donde estaba, había un campo de concentración. Cuando volvió a Francia, tras la guerra, escribió sus recuerdos. Anotó que empezaron a sospechar dónde estaban, los días que les llegaba un extraño olor “que nos obsesionaba”: procedía de los hornos crematorios. También estuvo Rudolf Breitcheid, un dirigente socialdemócrata a quien Hitler retiró la nacionalidad alemana, por lo que se estableció en Francia, hasta que, en 1941, el gobierno colaboracionista de Vichy lo entregó a la Gestapo; con tan mala fortuna que teniendo casi setenta años fue enviado a Buchenwald, donde murió a causa de un bombardeo aliado. No fue el único, porque, en una cruel ironía del destino, los prisioneros podían morir, además de por el horror nazi, por los bombardeos: el 24 de agosto de 1944, las bombas anglonorteamericanos lanzadas sobre las fábricas de armamento que se encuentran junto a Buchenwald, mataron a casi cuatrocientos prisioneros y causaron dos mil heridos.
Estuvo también en el campo Ernst Heilmann, un diputado socialdemócrata del Reichstag. Y los escritores Jean Améry, Robert Antelme, Imre Kertész, Stéphane Hessel, Ernst Wiechert, incluso la princesa Mafalda de Saboya (hija del rey de Italia Víctor Manuel III), cuyo fin fue dramático: herida durante el bombardeo del 24 de agosto de 1944, le fue amputado un brazo, y murió abandonada en el burdel del campo tres días después. Estuvieron detenidos, además, algunos de los implicados en el atentado contra Hitler de julio de 1944: Dietrich Bonhoeffer, Friedrich von Rabenau y Ludwig Gehre, que fueron ejecutados en Flossenbürg. También Jorge Semprún fue prisionero. Dejó escrito que el peor de los trabajos que tenían que hacer los presos era “el trabajo de la mierda”, que consistía en transportar los excrementos que recogían en el colector del campo hasta el huerto de las SS, de forma que la mierda de los presos fertilizaba las verduras y las frutas de la guarnición de las SS del campo. Guardan en Buchenwald un ejemplar de Mundo obrero, el periódico del Partido Comunista de España, portavoz de los comunistas de Buchenwald, que lleva fecha del 1 de mayo de 1945. El texto revela una enorme fe en la humanidad y en la victoria de la razón sobre el horror y sobre el fascismo, aunque en España el aire de la libertad tardaría mucho en llegar.
Cuando las tropas norteamericanas llegaron a Buchenwald, el 11 de abril de 1945, la resistencia comunista era ya dueña del campo: habían derrotado a los esbirros de las SS, muchos de los cuales consiguieron huir. Quedaban veinte mil prisioneros, y casi un millar de niños y adolescentes. Cinco días después, el 16 de abril, la comandancia norteamericana obligó a mil habitantes de la ciudad de Weimar, los vecinos de Goethe, a visitar las instalaciones y contemplar el horror nazi. La mayoría alegaron desconocimiento de lo que allí pasaba, aunque hasta 1940 (cuando se construyó el crematorio en Buchenwald) los muertos del campo eran incinerados en el crematorio de Weimar, y ya desde febrero de 1942 muchos prisioneros salían del recinto cada día para ir a trabajar a los comandos exteriores; uno de ellos estaba en las fábricas Gustloff de Weimar, y después, iban a trabajar en la fábrica de armamento Gustloff-Werk II. En 1944, los campos externos eran ya veintidós. Pero nadie sabía nada, si hemos de creer las palabras de los vecinos de la culta ciudad de Weimar. Las escenas documentales de la visita que se rodaron entonces nos muestran la mezcla de temor, de repugnancia y vergüenza de los alemanes.
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Unos pocos kilómetros al sureste de Buchenwald se llega otra vez a Weimar, la culta ciudad de Goethe y Schiller, que contempla hoy como la nueva República Federal maneja la historia para intentar equiparar nazismo y comunismo, como si fueran casi lo mismo, para desempeñar así una función equidistante, otorgándose a sí misma el papel de defensora de la libertad y la democracia, de la razón frente a la barbarie, ocultando que integró a la mayoría de los nazis y que es hija también de la barbarie del capitalismo, y ese empeño necesita, si no borrar, al menos difuminar en lo posible la historia de la resistencia comunista y socialista ante el nazismo. Jorge Semprún escribió que pudo sobrevivir porque tomó el papel, el nombre, de otro. Lo mismo ocurrió con Stefan Jerzy Zweig, el niño de Buchewald (que todavía vive), que pudo salvarse de la muerte porque su nombre fue sustituido por el de un muchacho de dieciséis años que había muerto, gracias al riesgo asumido, jugándose literalmente la vida, por los deportados comunistas que controlaban algunas de las tareas burocráticas del campo. Sin embargo, en el Memorial de Buchewald, el nombre del niño judío, Stefan Jerzy Zweig, fue borrado porque, según sus propias palabras, el poder de la nueva Alemania no puede soportar la idea de que había capos rojos (comunistas, socialistas), que salvaron a tantos deportados.
No es el único. Tras la reunificación alemana, en el vértigo de la revancha durante los años noventa, la memoria del dirigente comunista Wilhelm Hammann fue aplastada, y los centros que llevaban su nombre dejaron de hacerlo. Los dirigentes comunistas de la resistencia contra el nazismo fueron condenados al olvido, pese a la oposición de las comunidades judías, y del Yad Vashem israelí, que conocen bien el papel que jugaron los comunistas contra el nazismo. Pero aún quedan huellas. Cerca de la estación de ferrocarril de Weimar, se encuentra una plazoleta con una estatua de Thälman, levantada por la República Democrática Alemana. No se atrevieron a derribarla, y, por eso, Thälman saluda todavía, a apenas unas calles de las vías que llevaban a los deportados a Buchenwald.
Allí, en Weimar, donde se juntaron la cultura y la barbarie, en el patio de otro hotel, en la Brauhausgasse, muy cerca de la casa de Goethe, un grupo de músicos (una chica con un fagot, otra con un clarinete, unos jóvenes con guitarras, y un acordeón), como si quisieran desmentir la historia oficial, tocaban música y canciones de las que hacen llorar, las mismas que cantaban los cíngaros despreciados, los judíos perseguidos, los soldados presos del Ejército Rojo, los partisanos comunistas de la Francia ocupada, los prisioneros de Buchenwald. Mirando el sufrimiento ajeno sin conmoverse, los nazis representaron la racionalidad capitalista en la geografía asustada de la gran cultura alemana. Hoy, en el hotel Elephant, donde se alojaba Hitler en su suite de la Marktplatz, nada lo recuerda. Cuando el dirigente nazi visitaba Weimar y miraba desde la fachada del hotel a las falanges en formación, nunca se escuchaba un verso de Goethe ni una balada de Schiller, pero se adivinaba la mirada de la SS-Aufseherin Elfriede Müller, la bestia de Ravensbrück, o la de la SS-Ausfseherin Ilse Koch, la zorra de Buchenwald, que, a pocos kilómetros, observaba a los prisioneros tras las alambradas del bosque.
Weimar, la ciudad de Goethe, Schiller y la Bauhaus, donde se gestó la constitución alemana de entreguerras tras la desaparición del imperio, descansa bajo la colina del Ettersberg. Es un lugar singular, provinciano, tranquilo, el más célebre de los burgos de Turingia. Habitada por Goethe, Schiller, Nietzsche (que vivió aquí sus últimos años, enfermo, al cuidado de su hermana Elisabeth), Liszt, Gropius, es una amable y culta ciudad, y su estación de ferrocarril se abre a una plaza sosegada que respira la calma de provincias, aunque el visitante avisado no pueda evitar un estremecido recuerdo: por esas mismas vías llegaban los transportes de prisioneros que la maquinaria nazi enviaba a la muerte, pasaban los trenes repletos de presos tratados como ganado, que se dirigían después al campo de concentración, o que llevaban a miles de víctimas a los campos de exterminio para ser eliminadas. En el punto más alto del Ettersberg, refugio en otro tiempo de la más excelsa poesía alemana, puede verse hoy un grupo escultórico erigido en memoria de la resistencia de Buchenwald, porque el campo de concentración está a escasos kilómetros de Weimar, en esa misma colina donde Goethe paseaba con Eckermann.
En el núcleo de la ciudad vieja, Marktplatz, se encuentra la Neptunbrunnen y el Rathaus, y, al lado, un antiguo hotel de lujo, el Elephant, frecuentado por viajeros adinerados: fue fundado en 1696, y lo visitaron Goethe y Schiller, Johan Sebastian Bach, Wagner y León Tolstói, Thomas Mann y Walter Gropius. En el vestíbulo del hotel puede verse un dibujo del rostro de una mujer. Es de Otto Dix, de 1924, el año en que Hitler cumplió unos meses de cárcel por el putsch de Múnich y que aprovechó para escribir Mein Kampf. El pintor, comunista, no podía saber que Hitler visitaría Weimar por primera vez en 1925 y que se pasearía muchas veces por el mismo vestíbulo donde ahora se encuentra su rostro de mujer. Por las salas y pasillos del Elephant pueden verse imágenes de Alma Mahler y Walter Gropius, fotografías de Günter Grass o de Imre Kertész . También se alojó aquí Jorge Semprún, cuando volvió a Weimar muchos años después de su encierro en Buchenwald. Escrito en una pared, se lee el pasaje donde Thomas Mann cita al Elephant, y a Mager, ese singular y redicho conserje que recibe a los huéspedes en Carlota en Weimar, que publicó antes de la catástrofe, en 1939. Y, un poco más allá, se ve una referencia de Walter Benjamin al hotel, de 1928. Y otra de Thackeray, de 1848. Y fotografías de Angela Merkel, Vladimir Putin, Gerard Schröder, Sting, y otros. El establecimiento tiene también una suite Thomas Mann, a quien muestra en una fotografía sentado en un coche descapotable, aclamado por las muchachas de Weimar, en 1949.
Existe otra suite más inquietante, en el número 100, que hoy se llama suite Lyonel Feininger, en honor de un pintor germano-norteamericano que colaboró con Gropius en la Bauhaus. Hitler estuvo alojado en ella, y no por casualidad. A Hitler le gustaba Weimar: visitó decenas de veces la ciudad, y siempre se hospedaba en el hotel Elephant. De hecho, fue en Turingia donde los nazis consiguieron tener su primer gobierno regional. Se conserva una fotografía donde el dictador nazi aparece en la fachada del Elephant, en 1926, cuando aún era un oscuro agitador fascista, aunque ya conocido por el pueblo alemán, junto a otros nazis de aspecto fiero, bajo una bandera con la svástica dispuesta en la portada del hotel, y otra, tomada el mismo día, con Hitler de pie en un coche descubierto, con el brazo en alto. Entre quienes le rodean, están Rudolf Hess, Hermann Göring y Fritz Sauckel . En otra imagen, tomada en 1932, lo vemos en el interior del Nietzsche-Archiv de la Humboldtstrasse, junto a una ventana, y, aún, ante el Deutschen Nationaltheater frente a las estatuas de Goethe y Schiller, las glorias de la ciudad. También podemos verlo, visitando la casa de Schiller, o la de Goethe.
En marzo de ese año, Hitler lanzó un discurso incendiario en la Marktplatz durante la campaña para las elecciones de 1932, y el 15 de enero de 1933 habló desde el mismo hotel Elephant a una multitud de diez mil personas congregadas en la plaza, cuando estaba a punto de culminar una larga marcha: apenas faltaban unos días para que fuera nombrado, por Hindenburg, canciller alemán. Después, llegarían los días en que la dirección del hotel llenaría la fachada de insignias y banderas nazis. La fotografía de Hitler asomándose a la ventana que daba a la marquesina del hotel ilustra ese momento de gloria para él, recogido también en una pintura de Walter Preiβ, de 1938, con Hitler apoyado en el alféizar y las tropas nazis llenando la plaza, en formación. A unos kilómetros, en la colina del Ettersberg, ya habían construido el campo de concentración de Buchenwald. La marquesina ya no existe, porque realizaron reformas en el hotel: hoy, en el balcón que da a la Marktplatz, la dirección del establecimiento suele poner estatuas de Goethe y Schiller, o de Walter Gropius y Alma Mahler, pero la sombra del dictador nazi parece persistir, por más que el hotel esconda que se instalaba siempre en la suite número cien, y que el balcón que hoy celebra la literatura y el arte es el mismo lugar desde donde Hitler lanzaba discursos incendiarios a la multitud.
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Hablar de Weimar es hablar de Goethe, es decir, de la gran cultura alemana. La fachada de la casa del poeta en Weimar está en el Frauenplan, y el magnífico jardín posterior da al Ackerwand. Casi medio siglo estuvo el escritor entre estas paredes, desde 1782, primero como inquilino, después, como propietario, gracias a la benevolencia del duque Carl August de Sajonia-Weimar-Eisenach, que le regaló la mansión. El duque, hombre aficionado al trato con escritores y artistas, se relacionó en Weimar, además de con Goethe, con Schiller, Herder, Wieland. La casona tiene un patio empedrado en la entrada, encalado de amarillo. Al lado, el curioso se encuentra un carruaje de caballos, con dos faroles en el pescante y el interior acolchado, como era costumbre para los privilegiados en el siglo XIX. Las dieciocho habitaciones acumulan conjuntos de arte, polvo y nostalgia. Además de los muebles del escritor, se guardan sus colecciones, dibujos y pinturas, cerámicas, yesos, monedas y objetos. Dicen los guardianes de la mansión que la mayoría de los objetos expuestos es hoy casi la misma que hace dos siglos. La pasión de Goethe por la antigüedad clásica, que comenzó a cultivar leyendo a Winckelmann, inunda el edificio, que es uno de los centros de la cultura alemana, con el resto de Weimar. Desde aquí, de su relación con Schiller, de la mutua influencia con Jena, surgió la poesía clásica alemana, junto a la obra de Hölderlin, Heinrich von Kleist, Jean Paul, Herder, Caroline von Wolzogen, y esa circunstancia, tan estimada por la moderna Alemania, hace más siniestra, si cabe, la proximidad de los campos de la muerte, de forma que Weimar y Buchenwald son ya inseparables.
Goethe tuvo antes otra casa, en el Park an der Ilm, también financiada por el duque, para quien trabajó durante toda su vida, al principio como asesor y después en una responsabilidad de Estado que hoy llamaríamos primer ministro. El gran jardín posterior de la casa, tapiado y oculto a las miradas de la calle, está cubierto de césped húmedo y fragante, y cuenta con pequeños huertos que, al decir también de los guardas, servían para alimentar a la familia del poeta, y que hacen pensar, aunque no tengan relación, en los huertos que cultivaban los SS en Buchenwald. En un extremo, hay una casita cerrada, la antigua vivienda del huerto de Ackerwand, donde se vislumbran armarios con cajonera para clasificar minerales, porque Goethe la utilizó para guardar su colección de piedras. Goethe era un coleccionista y toda la mansión está llena de objetos y cachivaches. Los suelos son de madera, que cruje a cada paso del visitante, creando una sensación de tiempo despojado, de lamento por los siglos transcurridos.
En la que llaman sala amarilla hay dibujos de frisos clásicos, unas enormes cabezas que Goethe trajo de Italia, copias traídas de su viaje, que inició el 3 de septiembre de 1786 y acabó en abril de 1788. En el pequeño comedor, que después utilizó como “gabinete de grabados”, y que cuenta hoy con un armario clasificador y copias en yeso de obras clásicas, era donde comía la familia. Al lado, una pieza comunica las dos partes de la mansión, y en ella se encuentran los bustos de Herder y Schiller, y placas con más copias. En la antecámara, antes de llegar a las habitaciones familiares, se aprecian retratos de Goethe, de su mujer y su familia, y, junto a ella, el gran salón (que no es tan grande), con más retratos del poeta, de la familia, con dibujos hechos por Goethe. En uno de los esbozos, creo ver el llamado “roble de Goethe”, como quisieron los prisioneros del campo de concentración de Buchenwald, con un personaje durmiendo bajo el árbol.
Junto a él, se encuentra otro salón con objetos de su esposa: un canapé, un armario con figuritas, una mesita con dos butacas, y, contigua, una pequeña estancia con la cocina donde mantenían calientes los platos antes de servirlos, en una estufa vertical con departamentos. El visitante se entretiene con las colecciones de mayólica y husmea en una sala de música, llamada de Junon, que da a la plaza, y que cuenta con un piano (un Streicher, de Viena), un sofá, mesa y sillas, y una sala de recepción donde se encuentra el enorme busto de la Juno Ludovisi, una copia de la existente en la colección del cardenal Ludovico Ludovisi. Desde ella, se entra en la sala de Urbino, con el gran retrato del duque de Urbino, y un pequeño cuadro de Lucas Cranach el joven, que representa al joven Juan Federico II de Sajonia. Aún, otra antecámara, con armarios repletos de minerales y un reloj procedente de la casa familiar del poeta en Frankfurt, antes de llegar a la habitación donde trabajaba, con unos ciento cincuenta libros, objetos de historia natural y muchos souvenirs. La sala mira al jardín, y en ella hay un globo terráqueo, una mesa central y un escritorio. Al lado, Goethe tenía la biblioteca privada; en realidad, algo parecido a un almacén, que permanece cerrada a los visitantes. Hay en ella unos siete mil libros, apilados en estanterías, incluso en medio de la pequeña y alargada estancia, donde se acumulan los libros en más de veinte lenguas, sobre arte, literatura, ciencias naturales. Finalmente, se encuentra la habitación de dormir, que comunica con la oficina de trabajo, que fue utilizada por Goethe durante sus últimos años: en ella murió el 22 de marzo de 1832. Cuenta con una butaca junto a la cama, un antifaz colgado del techo para taparse los ojos, una mesita, que subrayan la melancolía del tiempo que se fue.
En esas salas, Goethe recibía a sus amigos, disfrutaba de su gloria, conspiraba, urdía acuerdos, pensaba en su encuentro con Napoleón, recordaba los días italianos, definía sus actos de gobierno y sus versos de poeta. Cerca, por la colina del Ettersberg, el poeta paseaba con Eckermann, que escribió sus recuerdos de las Conversaciones con Goethe. Los retorcidos caminos de la historia hicieron que León Blum (presidente del gobierno francés y deportado en Buchenwald) escribiese muchos años antes de imaginar que sería prisionero del nazismo, un libro que tituló Nouvelles conversations de Goethe avec Eckermann, y que lo encerrarían en los mismos parajes del bosque donde habían conversado tantas veces los dos poetas.
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Desde la Goetheplatz de Weimar, se llega a Buchenwald pasando por la Ettersburgerstraβe, una tranquila carretera que se dirige al norte y que conduce al infierno: un tramo de la vía fue construido por los presos y recibió el nombre de “camino de sangre”. Cuando se llega, los visitantes contemplan un tranquilo estacionamiento para coches: era la plaza donde los miembros de las SS realizaban ejercicios, y, al lado, ven las oficinas de información para los visitantes del campo, y unos edificios que son utilizados hoy para encuentros de jóvenes: eran los antiguos cuarteles de las SS. Todo parece normal, y, sin embargo, todo es siniestro.
El campo de concentración fue creado en 1937 con el propósito de encarcelar allí a comunistas, socialistas, judíos, y personas antisociales, según la jerga nazi. Seis años después, ya durante la guerra, los presos fueron obligados a trabajar como esclavos en la industria bélica. Hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, pasaron por el campo doscientos cincuenta mil prisioneros, de los que cincuenta mil fueron asesinados. Jedem das Seine (A cada uno lo suyo), es el lema que figura en la puerta, a la entrada del campo. Desde la terminal ferroviaria de Buchenwald hasta la reja, se sucede el camino del carajo (Carachoweg), que parece hoy una anodina carretera, pequeña, en medio de un paisaje tranquilo y silencioso, un bosque de hayas, como indica el nombre alemán del campo. Allí estaban los bloques de la administración, garajes y una gasolinera, que continúa en pie. No parece extraño. Sin embargo, ese camino llevaba al puesto de la comandancia nazi, y, tras bajar de los trenes de la deportación, mientras los prisioneros recorrían el camino hasta el campo, los miembros de las SS les pegaban, les lanzaban los perros feroces, adiestrados para atacar. En ocasiones, los perros despezaron a algunos prisioneros. No es difícil imaginar los gritos desesperados, el miedo en los ojos de los presos, el terror frío y eficiente que atenazaba a los deportados cuando entraban en Buchenwald.
En esa comandancia reinaron asesinos sanguinarios, como Karl Koch, y su mujer, Ilse Koch, apodada la zorra de Buchenwald por su ferocidad: le gustaba seleccionar presos para abusar de ellos y admirar sus tatuajes, cuando los tenían, y cuya piel dibujada les era arrancada, después de asesinarlos, para fabricar con ella pantallas de lámparas y guantes. A diferencia de otros nazis, Karl Koch no tuvo suerte: fue detenido por la Gestapo por corrupción, juzgado, condenado a muerte y fusilado unos días antes de la liberación del campo. Su mujer, la zorra de Buchenwald, consiguió salir indemne del final de la guerra, pero se suicidó en una prisión de Baviera en 1967.
Sustituyó a Koch el coronel de las SS, Hermann Pister, nombrado por Himmler en diciembre de 1941, que fue así el último comandante del campo. Pister era un tipo tan cínico que, en el juicio que se celebró contra él, tuvo la osadía de decir que desconocía la existencia de los campos de exterminio como Auschwitz, y que ni siquiera tenía constancia de muchas de las cosas que pasaban en el campo que dirigía, por ejemplo que ignoraba la utilización de ganchos donde colgaban a los prisioneros en Buchenwald para matarlos. Hoy, puede verse en el campo la cinta métrica fija, vertical, que servía para medir a los presos, dotada de un agujero a la altura de la nuca que comunicaba con una habitación posterior desde donde un miembro de las SS disparaba al prisionero para matarlo. Más de ocho mil soldados soviéticos fueron asesinados allí con un balazo en la nuca por las SS.
El reloj de la comandancia nazi es blanco, y el edificio cuenta con una terraza con balaustrada de madera, como el primer piso. Existen todavía las perreras donde los alemanes guardaban a las bestias, pero todas las barracas donde se hacinaban los presos han desaparecido, cuyas dimensiones están señaladas ahora por rectángulos de gravilla negruzca. Todo el recinto estaba rodeado de una cerca de postes con alambre de espino y de un tendido electrificado. También han desaparecido casi todas las veintidós torres de vigilancia: sólo se conservan dos. Más allá del gran campo donde se hallaban las barracas, y que hoy aparece vacío, silencioso, sombrío, se llega a las otras dependencias. En la gran sala donde están los seis hornos crematorios, construidos por la empresa Topf & Söhne, de Erfurt, era donde convertían en humo y ceniza a los cadáveres de los prisioneros: siempre hay flores depositadas por quienes llegan para recordar a las víctimas. No había cámaras de gas en Buchenwald, porque no era un campo de exterminio como Auschwitz, aunque murieran en él decenas de miles de personas. En el crematorio puede verse una fotografía con decenas de cadáveres apilados: la tomó un norteamericano, el sargento Sutler, de la Compañía fotográfica 167, el 23 de abril de 1945. Al lado del crematorio, están las ventanas bajo las que se amontonaban los cadáveres de la fotografía de Sutler. Estremece mirarlas, y hay algo que impide acercarse a ellas, como si se fuese a profanar un territorio sagrado y atroz. Pero es difícil apartar los ojos de las ventanas.
No lejos, están las cámaras de desinfección, donde los prisioneros debían sumergirse en un líquido corrosivo. En la sección de patología, las SS se encargaban de arrancar los dientes de oro a los cadáveres, y utilizaban su piel y huesos. Allí está la mesa de azulejos blancos donde operaban con los cuerpos de los deportados. En uno de los bloques del campo, reinaba el siniestro cirujano Erwin Ding-Schuler, miembro de las SS, quien, con apenas treinta años, se dedicaba a realizar experimentos médicos con los presos. Reina un silencio opresivo. Jorge Semprún escribió que durante los años de funcionamiento del campo no se escuchaba el gorjeo de los pájaros: habían huido del Ettersberg por el olor a carne humana quemada en los crematorios.
Después, entre los rectángulos de gravilla que dibujan las barracas, se halla el roble de Goethe, indicado por una placa: Goethe Eiche. Otra vez, la gran cultura alemana en medio de la barbarie. Al parecer, los deportados decían que Goethe y Carlota se reunían allí, y otras fuentes afirman que, bajo sus ramas, escribió partes del Fausto. Es improbable, pero no importa mucho. Joseph Roth, cuya familia fue destruida por el nazismo, escribió sobre el roble su último texto, antes de morir en París en 1939, y un prisionero anónimo, el nº 4935, publicó un texto, titulado así “El roble de Goethe”, en un diario de Lublin en noviembre de 1945, que algunos estudiosos han atribuido al biólogo polaco Ludwik Fleck . Mucho se ha hablado sobre él. En un campo de concentración desolado como Buchenwald, donde no había un solo árbol, el roble ardió durante un bombardeo. El único vestigio que se ha conservado surge de la tierra: apenas dos palmos de madera negra.
Algunos lugares han petrificado el horror: además de los crematorios, la fosa de las cenizas; y el bloque 46, donde estaba la sección para realizar experimentos químicos y biológicos con los presos; y la “plaza de llamados”, donde hacían el recuento diario de los prisioneros, a veces, durante horas, y donde torturaban y ejecutaban a deportados; también, en la siniestra cercanía de las caballerizas, donde fusilaban con un tiro en la nuca a los prisioneros de guerra soviéticos, con el barracón donde estaba la banda de música de las SS. Dentro de la exposición que recuerda la vida del campo, instalada en los viejos almacenes, aparecen inmóviles vestigios del horror: unos zapatitos de niño, un pequeño caballo de madera, la fecha del 26 de septiembre de 1944 anotada en una ficha, cuando doscientos niños gitanos fueron enviados a Auschwitz para ser exterminados. Era el reino de la muerte, y había que intentar sobrevivir, acariciar la existencia como si se estuviera viviendo el último aliento. Por eso, en el sótano del almacén central, un comunista checo, Jiri Zak, creó un pequeño grupo de jazz, y el escritor Fritz Löhner y el compositor Hermann Leopoldi, presos por su condición de judíos, crearon el Canto de Buchenwald en diciembre de 1938, mientras estaban en el campo.
Hermann Kempeck, un joven obrero de Altona, un barrio de Hamburgo, fue el primer muerto en Buchenwald, ya en agosto de 1937, cuando nadie podía imaginar entonces el horror de la guerra que se anunciaba cabalgando la racionalidad nazi. Otro obrero, Emil Bargatzky, fue el primer preso ejecutado en un campo de concentración alemán. Aquí y allá restallan nombres, al azar, entre centenares: Max Mayr, un miembro del SPD, que participó en los órganos de la resistencia en Buchenwald; Bruno Apitz, el escritor comunista que pasó ocho años en el campo de concentración, y cuya experiencia le serviría para escribir la estremecedora novela Nackt unter Wölfen (Desnudo entre lobos), que fue llevada al cine en 1963 por Frank Beyer y donde aparece el niño judío de Buchewald, Stefan Jerzy Zweig, a quien consiguieron salvar los presos ; Wilhelm Hammann, un maestro y dirigente comunista prisionero en Buchenwald que, tras la liberación, fue detenido por los norteamericanos en 1945 y acusado de colaborar con las SS, y, aunque consiguió demostrar que la imputación era una calumnia, no pudo evitar cumplir más de un año de cárcel. Y Ernst Thälman, claro, el presidente del Partido Comunista Alemán, quien, tras once años de prisión, fue ejecutado en el crematorio, por orden directa de Hitler, en agosto de 1944, donde hoy se encuentra una placa en su memoria.
En Buchenwald estuvieron León Blum, Édouard Daladier, Paul Reynaud, presidentes del gobierno francés, que llegaron en mayo de 1943. Blum permaneció casi hasta el final, y fue trasladado en ese mismo abril de 1945: el día 7, los nazis organizaron el llamado tren de la muerte, que llegó a Dachau veinte días después. Blum acabó en el Tirol, en el caos del final de la guerra. Aunque parezca extraño, durante su cautiverio en Buchenwald, Blum no sabía dónde estaba, porque fue encerrado fuera del campo, en una zona de casitas vigiladas por las SS; ni siquiera sabía que, al lado de donde estaba, había un campo de concentración. Cuando volvió a Francia, tras la guerra, escribió sus recuerdos. Anotó que empezaron a sospechar dónde estaban, los días que les llegaba un extraño olor “que nos obsesionaba”: procedía de los hornos crematorios. También estuvo Rudolf Breitcheid, un dirigente socialdemócrata a quien Hitler retiró la nacionalidad alemana, por lo que se estableció en Francia, hasta que, en 1941, el gobierno colaboracionista de Vichy lo entregó a la Gestapo; con tan mala fortuna que teniendo casi setenta años fue enviado a Buchenwald, donde murió a causa de un bombardeo aliado. No fue el único, porque, en una cruel ironía del destino, los prisioneros podían morir, además de por el horror nazi, por los bombardeos: el 24 de agosto de 1944, las bombas anglonorteamericanos lanzadas sobre las fábricas de armamento que se encuentran junto a Buchenwald, mataron a casi cuatrocientos prisioneros y causaron dos mil heridos.
Estuvo también en el campo Ernst Heilmann, un diputado socialdemócrata del Reichstag. Y los escritores Jean Améry, Robert Antelme, Imre Kertész, Stéphane Hessel, Ernst Wiechert, incluso la princesa Mafalda de Saboya (hija del rey de Italia Víctor Manuel III), cuyo fin fue dramático: herida durante el bombardeo del 24 de agosto de 1944, le fue amputado un brazo, y murió abandonada en el burdel del campo tres días después. Estuvieron detenidos, además, algunos de los implicados en el atentado contra Hitler de julio de 1944: Dietrich Bonhoeffer, Friedrich von Rabenau y Ludwig Gehre, que fueron ejecutados en Flossenbürg. También Jorge Semprún fue prisionero. Dejó escrito que el peor de los trabajos que tenían que hacer los presos era “el trabajo de la mierda”, que consistía en transportar los excrementos que recogían en el colector del campo hasta el huerto de las SS, de forma que la mierda de los presos fertilizaba las verduras y las frutas de la guarnición de las SS del campo. Guardan en Buchenwald un ejemplar de Mundo obrero, el periódico del Partido Comunista de España, portavoz de los comunistas de Buchenwald, que lleva fecha del 1 de mayo de 1945. El texto revela una enorme fe en la humanidad y en la victoria de la razón sobre el horror y sobre el fascismo, aunque en España el aire de la libertad tardaría mucho en llegar.
Cuando las tropas norteamericanas llegaron a Buchenwald, el 11 de abril de 1945, la resistencia comunista era ya dueña del campo: habían derrotado a los esbirros de las SS, muchos de los cuales consiguieron huir. Quedaban veinte mil prisioneros, y casi un millar de niños y adolescentes. Cinco días después, el 16 de abril, la comandancia norteamericana obligó a mil habitantes de la ciudad de Weimar, los vecinos de Goethe, a visitar las instalaciones y contemplar el horror nazi. La mayoría alegaron desconocimiento de lo que allí pasaba, aunque hasta 1940 (cuando se construyó el crematorio en Buchenwald) los muertos del campo eran incinerados en el crematorio de Weimar, y ya desde febrero de 1942 muchos prisioneros salían del recinto cada día para ir a trabajar a los comandos exteriores; uno de ellos estaba en las fábricas Gustloff de Weimar, y después, iban a trabajar en la fábrica de armamento Gustloff-Werk II. En 1944, los campos externos eran ya veintidós. Pero nadie sabía nada, si hemos de creer las palabras de los vecinos de la culta ciudad de Weimar. Las escenas documentales de la visita que se rodaron entonces nos muestran la mezcla de temor, de repugnancia y vergüenza de los alemanes.
* * *
Unos pocos kilómetros al sureste de Buchenwald se llega otra vez a Weimar, la culta ciudad de Goethe y Schiller, que contempla hoy como la nueva República Federal maneja la historia para intentar equiparar nazismo y comunismo, como si fueran casi lo mismo, para desempeñar así una función equidistante, otorgándose a sí misma el papel de defensora de la libertad y la democracia, de la razón frente a la barbarie, ocultando que integró a la mayoría de los nazis y que es hija también de la barbarie del capitalismo, y ese empeño necesita, si no borrar, al menos difuminar en lo posible la historia de la resistencia comunista y socialista ante el nazismo. Jorge Semprún escribió que pudo sobrevivir porque tomó el papel, el nombre, de otro. Lo mismo ocurrió con Stefan Jerzy Zweig, el niño de Buchewald (que todavía vive), que pudo salvarse de la muerte porque su nombre fue sustituido por el de un muchacho de dieciséis años que había muerto, gracias al riesgo asumido, jugándose literalmente la vida, por los deportados comunistas que controlaban algunas de las tareas burocráticas del campo. Sin embargo, en el Memorial de Buchewald, el nombre del niño judío, Stefan Jerzy Zweig, fue borrado porque, según sus propias palabras, el poder de la nueva Alemania no puede soportar la idea de que había capos rojos (comunistas, socialistas), que salvaron a tantos deportados.
No es el único. Tras la reunificación alemana, en el vértigo de la revancha durante los años noventa, la memoria del dirigente comunista Wilhelm Hammann fue aplastada, y los centros que llevaban su nombre dejaron de hacerlo. Los dirigentes comunistas de la resistencia contra el nazismo fueron condenados al olvido, pese a la oposición de las comunidades judías, y del Yad Vashem israelí, que conocen bien el papel que jugaron los comunistas contra el nazismo. Pero aún quedan huellas. Cerca de la estación de ferrocarril de Weimar, se encuentra una plazoleta con una estatua de Thälman, levantada por la República Democrática Alemana. No se atrevieron a derribarla, y, por eso, Thälman saluda todavía, a apenas unas calles de las vías que llevaban a los deportados a Buchenwald.
Allí, en Weimar, donde se juntaron la cultura y la barbarie, en el patio de otro hotel, en la Brauhausgasse, muy cerca de la casa de Goethe, un grupo de músicos (una chica con un fagot, otra con un clarinete, unos jóvenes con guitarras, y un acordeón), como si quisieran desmentir la historia oficial, tocaban música y canciones de las que hacen llorar, las mismas que cantaban los cíngaros despreciados, los judíos perseguidos, los soldados presos del Ejército Rojo, los partisanos comunistas de la Francia ocupada, los prisioneros de Buchenwald. Mirando el sufrimiento ajeno sin conmoverse, los nazis representaron la racionalidad capitalista en la geografía asustada de la gran cultura alemana. Hoy, en el hotel Elephant, donde se alojaba Hitler en su suite de la Marktplatz, nada lo recuerda. Cuando el dirigente nazi visitaba Weimar y miraba desde la fachada del hotel a las falanges en formación, nunca se escuchaba un verso de Goethe ni una balada de Schiller, pero se adivinaba la mirada de la SS-Aufseherin Elfriede Müller, la bestia de Ravensbrück, o la de la SS-Ausfseherin Ilse Koch, la zorra de Buchenwald, que, a pocos kilómetros, observaba a los prisioneros tras las alambradas del bosque.
19 de febrero de 2012
LO QUE NO PUEDE DURAR EN CCOO Y UGT
Por Marat
Las manifestaciones sindicales de este domingo 19 de Febrero, convocadas por CCCOO y UGT en 57 ciudades del Estado español, han sido un éxito clamoroso. La clase trabajadora salió a la calle, desbordando las previsiones de los propios sindicatos que unos días antes anunciaron que sólo convocarían Huelga General contra la salvaje contrarreforma laboral del Gobierno del PP si los trabajadores se lo pedían, renunciando de este modo a su deber de liderarla y dirigirla.
La manifestación de Madrid fue la mayor que se recuerda desde las movilizaciones por el NO A LA GUERRA de 2003, haciendo palidecer a todas las anteriores de tipo interclasista y ciudadanista de 2011 que, significativamente, recibieron el beneplácito y fueron jaleadas por los medios de comunicación de la burguesía. No se trata periodísticamente de igual modo las movilizaciones de la clase trabajadora por parte de quienes están tan preocupados de que las clases medias se empobrezcan pero no les ha importado en absoluto que los trabajadores llevemos padeciendo una pérdida de derechos y de capacidad adquisitiva desde mucho antes del estallido de la crisis capitalista de 2007.
Pero lo que importa en relación con el inapelable éxito de la movilización sindical de este domingo es qué harán CCOO y UGT con él, si lo que pretenden es parar el golpe más brutal que se ha ejecutado contra la clase trabajadora y contra el sindicalismo en su conjunto desde la transición política española.
En este sentido, las declaraciones de Cándido Méndez, secretario general de UGT, durante el transcurso de la manifestación de Madrid, no anuncian nada bueno respecto a la necesidad de una respuesta contundente y sostenida en el tiempo contra las brutales medidas antisociales del Gobierno Rajoy, por mucho que así lo hayan destacado los líderes sindicales días atrás. Según la agencia de noticias Servimedia “Méndez subrayó que el objetivo de las manifestaciones "no es el de confrontar", sino el de "corregir en profundidad" la "más que reforma laboral" aprobada por el Gobierno. "Ese es nuestro objetivo", insistió el secretario general de UGT, quien agregó que las movilizaciones son "un cauce para tratar de corregir ese extravío" (1)
Las declaraciones de Fernández Toxo, secretario general de CCOO, se ajustaron al mismo esquema pactista, siempre según la misma agencia de noticias: “el líder de CCOO defendió que hay "un cauce" para evitar mayores movilizaciones, como una huelga general, que es "la negociación"”.
Esa retórica sindical del pacto social durante la actual crisis capitalista es la que nos ha conducido a los anteriores recortes de derechos laborales practicados durante el Gobierno PSOE y a la más despiadada aplicación de las medidas antisociales y de la reforma laboral, que ha dejado en pellizco de monja al aprobado en la etapa final del Gobierno Zapatero.
No denuncio el efecto del sindicalismo pactista porque sea contrario al pacto social “per se”. Lenin y Rosa Luxemburgo eran muy conscientes del carácter reformista del sindicalismo, de sus limitaciones a la defensa de los salarios y las condiciones laborales y de vida de los trabajadores y sin embargo apoyaron al sindicalismo por su capacidad para organizar a los trabajadores y contribuir a desarrollar su conciencia de clase. La utilidad o no del pacto social depende de en qué circunstancias, en qué momentos económicos, frente a qué posiciones y de qué instrumentos se sirven los sindicatos para llegar a ese pacto en unas posiciones ventajosas para sus reivindicaciones.
Pero lo cierto es que tras la Huelga General del 29-S, a la que fueron obligados por las circunstancias, para no verse desacreditados por su pasividad ante las políticas antisociales del anterior gobierno, CCOO y UGT tomaron la vía de la desmovilización y la paz social, se limitaron después a amagar con una segunda Huelga General, de la que rápidamente desistieron, volvieron a las meses de negociación y escenificaron sucesivos “desencuentros sindicales” con el Gobierno del PSOE y con una patronal apasionadamente antiobrera pero sin ninguna intención de agitar la calle. Con estos antecedentes, ¿qué motivos tenemos los trabajadores para esperar de CCOO y UGT un giro hacia una lucha sostenida en el tiempo contra los desmanes del nuevo Gobierno del PP y de la CEOE? Ninguno.
Pero con este comportamiento desmovilizador ante el pacto social no sería más que una crítica parcial, insuficiente y errónea, al perder la perspectiva de lo que significa “pacto social” en el momento actual de la dinámica capital-trabajo.
La realidad es que el modelo de sindicalismo de concertación o de pacto social, como quieran llamarlo, ha muerto.
El sindicalismo de concertación sólo adquiere sentido dentro del marco de Estado capitalista del Bienestar. El pacto social era el instrumento de regulación del capitalismo dentro de una estructura de Estado corporativo destinado a hacer de “árbitro” entre los intereses contrapuestos de trabajadores y empresarios. Y en ese contexto las formas de salario indirecto, marcos de relaciones laborales, despido, protección al desempleo, leyes de fomento del empleo y otros muchos contenidos, eran la forma establecida para negociaciones y acuerdos entre empresarios y trabajadores, con los gobiernos en el papel de maestros de ceremonias, nunca neutrales, por supuesto.
Pero el Estado capitalista del Bienestar ha sido barrido definitivamente por la vuelta al Estado mínimo liberal decimonónico. Y créanme cuando les insisto, artículo tras artículo, que la desaparición del Estado capitalista del Bienestar es algo ya irreversible. Cuando ya no hay nada que negociar, ni deseo de hacerlo, dada la correlación de fuerzas entre los trabajadores y los capitalistas, absolutamente desventajosa para los primeros, lo que el reeditado Estado liberal puede ofrecerlos es sólo policía, pelotas de goma y gases lacrimógenos. El ejemplo más avanzado del despertar del sueño de “capitalismo de rostro humano” es Grecia y su sindicalismo combativo.
Este modelo sindical ya periclitado es el que explica la profesionalización del papel de dirigente sindical, el perfil gerencial de los principales líderes de ambos sindicatos, la concepción del sindicato como empresa de servicios, el burocratismo de las estructuras sindicales, el distanciamiento de los intereses de casta de las direcciones sindicales, que acaban asumiendo un rol empresarial, frente a los intereses de los trabajadores...Explica con muchísima más claridad la degradación del sindicalismo mayoritario en España, que posibilitó que un personaje execrable y derechista como José María Fidalgo llegase a ser secretario general de CCOO en su día, que los frecuentes recursos a la calificación de traición por parte de las cúpulas sindicales de CCOO y UGT. Como desahogo, llamar traidor a un político, dirigente sindical u organización de trabajadores, es muy eficaz – yo he utilizado esa expresión en relación a las dos centrales sindicales en más de una ocasión y me he quedado muy a gusto- pero los desahogos tienden a cerrar la reflexión y a comprender la realidad más bien poco.
Desde esa visión que diluye el papel del sindicato en la lucha de clases a mero cogestor de las relaciones empresariales se comprende la psicología de esos dirigentes sindicales que, aupados a la cúpula de sus organizaciones durante 18, 20, 30 años y más, acaban asumiendo una ideología de clases medias. No de otro modo se entiende la preocupación de Cándido Méndez por el achatamiento de la clase media, su clase de pertenencia y de referencia: “esto es mucho más que una reforma laboral. Tiene elementos de continuidad, pero es más grave. Las consecuencias prácticas son las de alterar nuestro modelo de convivencia actual y sus consecuencias serán las de provocar un retroceso en la sociedad, que se verá en la reducción del porcentaje de la clase media -que yo prefiero hablar de clase trabajadora- en nuestro país. Supondrá un retroceso a cuando la clase media era del 15%, iremos hacia atrás en el tiempo hasta 1975” (2)
Pero volvamos sobre la cuestión de la muerte del modelo de sindicalismo de concertación. La nueva reforma laboral consagra el fin de la primacía de los convenios laborales de rama o sector sobre los de empresa, lo que debilita la posición de los trabajadores ante sus reivindicaciones, al no permitir que una fuerza sindical de escala compense las debilidades de los sindicatos en empresas de menor dimensión y tradición sindical y a obligar a un conflicto a cara de perro, si se desea arrancar conquistas en una situación de crisis especialmente difícil, frente al poder de la empresa que ahora tendrá mayor capacidad de chantaje e intimidación sobre trabajadores y sindicatos.
En el nuevo contexto de más que despido libre, la afiliación sindical con la nueva normativa que impone la reforma laboral corre el peligro de descender vertiginosamente porque la capacidad de represalias contra el trabajador díscolo será brutal y la posibilidad de acción sindical desde las secciones sindicales y los comités de empresa se verá muy mermada, entre otras cosas porque los empresarios, con la nueva reforma laboral en la mano, podrán hacer exactamente lo que les dé la gana, sin siquiera consultar a los sindicatos.
Esto es lo que explica que el presidente de CEOE, Rosell, y el de CEPYME, Terciado celebrasen alborozados y entre risas hasta que el primero reclama al segundo “Serios, muy serios, que si no...” (3) y lo que explica también que, logrado el primer objetivo neoesclavista de la reforma laboral, vayan ahora por el segundo: el recorte a la ley de huelga.
En este nuevo escenario, la apuesta de CCOO y UGT a seguir aferrándose a un modelo sindical de concertación, cuando los empresarios y su gobierno natural ya no desean mantener el pacto social ni van a ofrecer nada a cambio del mismo que no sea más precaridad en el empleo, pobreza y desigualdad, es suicida. Supondría la desaparición del sindicalismo a medio plazo. Y digo del sindicalismo en general y no del sindicalismo mayoritario porque, salvo para la CNT, que no participa del esquema de representación, el espacio de acción sindical se reduciría de forma absolutamente drástica y dramática.
Ignoro cuál es la alternativa frente a esta situación pero recuerdo aún aquella vieja frase de Marcelino Camacho, “la democracia se ha quedado a la puerta de las empresas”. Nunca fue más terriblemente cierta que ahora.
Cuanto mas insistan Toxo y Méndez en amagar sin dar –“una escalada del deterioro del clima social” (4)-, cuanto más insistan en retrasar la huelga general, mayor será su debilitamiento progresivo en el ámbito de las empresas, mayor será el grado de represión empresarial y gubernamental sobre los trabajadores, menor el respeto de quienes sólo conocen y respetan el lenguaje de la fuerza: la derecha y los capitalistas.
Y no valdrá tampoco una huelga general sin proyección política. En las actuales circunstancias de vuelta al capitalismo sin careta toda huelga general requiere, para tener alguna posibilidad de efecto sobre la realidad, ser una huelga general política. Y no valdrá tampoco una huelga sin solución de continuidad. Los griegos han comprendido muy bien la necesidad de una lucha sostenida en el tiempo. No hay ya posibilidad de componendas. Son ellos, los capitalistas, o nosotros, los trabajadores.
Pero nadie se engañe. En estos momentos, hoy por hoy, como ha demostrado aplastantemente la impresionante afluencia de trabajadores a las manifestaciones del 19 de Febrero, CCOO y UGT aún representan a los trabajadores (no sabemos por cuanto tiempo) y son los únicos con capacidad de plantear una Huelga General a la que se llegue tras un proceso de creciente movilización social, en las empresas y en la calle y de sostener una movilización permanente, si no nos vuelven a dejar en la estacada como tantas veces han hecho antes. Quienes no representan a los trabajadores son los tanta dificultad tienen para definirse desde una opción de clase, que tanto empeño tienen en llamarse a sí mismos “ciudadanos indignados” y que gritan “no nos representan”. Esos sí que no nos representan a la clase trabajadora.
Ahora que la Brunete mediática de Intereconomía, La Razón, ABC, El Mundo, los Pedro Jota Ramírez, los Luis María Ansón o los Jiménez Losantos se aprestan a preparar pierna de sindicalista a la brasa, para cubrirle el flanco propagandístico a la derecha política y a los empresarios más fascistas de Europa, que sean otros “indignados” los que confluyen en la unidad de destino del acoso y derribo a los sindicatos mayoritarios. Yo no. Los asuntos pendientes que tenga con ellos los resolveré cuando toque.
NOTAS:
(1) http://www.servimedia.es/Noticias/DetalleNoticia.aspx?seccion=22&id=205395
(2) http://www.20minutos.es/entrevistas/candido-mendez/360/
(3) http://www.publico.es/dinero/422461/serios-muy-serios-que-si-no
(4) Ver anterior enlace
Las manifestaciones sindicales de este domingo 19 de Febrero, convocadas por CCCOO y UGT en 57 ciudades del Estado español, han sido un éxito clamoroso. La clase trabajadora salió a la calle, desbordando las previsiones de los propios sindicatos que unos días antes anunciaron que sólo convocarían Huelga General contra la salvaje contrarreforma laboral del Gobierno del PP si los trabajadores se lo pedían, renunciando de este modo a su deber de liderarla y dirigirla.
La manifestación de Madrid fue la mayor que se recuerda desde las movilizaciones por el NO A LA GUERRA de 2003, haciendo palidecer a todas las anteriores de tipo interclasista y ciudadanista de 2011 que, significativamente, recibieron el beneplácito y fueron jaleadas por los medios de comunicación de la burguesía. No se trata periodísticamente de igual modo las movilizaciones de la clase trabajadora por parte de quienes están tan preocupados de que las clases medias se empobrezcan pero no les ha importado en absoluto que los trabajadores llevemos padeciendo una pérdida de derechos y de capacidad adquisitiva desde mucho antes del estallido de la crisis capitalista de 2007.
Pero lo que importa en relación con el inapelable éxito de la movilización sindical de este domingo es qué harán CCOO y UGT con él, si lo que pretenden es parar el golpe más brutal que se ha ejecutado contra la clase trabajadora y contra el sindicalismo en su conjunto desde la transición política española.
En este sentido, las declaraciones de Cándido Méndez, secretario general de UGT, durante el transcurso de la manifestación de Madrid, no anuncian nada bueno respecto a la necesidad de una respuesta contundente y sostenida en el tiempo contra las brutales medidas antisociales del Gobierno Rajoy, por mucho que así lo hayan destacado los líderes sindicales días atrás. Según la agencia de noticias Servimedia “Méndez subrayó que el objetivo de las manifestaciones "no es el de confrontar", sino el de "corregir en profundidad" la "más que reforma laboral" aprobada por el Gobierno. "Ese es nuestro objetivo", insistió el secretario general de UGT, quien agregó que las movilizaciones son "un cauce para tratar de corregir ese extravío" (1)
Las declaraciones de Fernández Toxo, secretario general de CCOO, se ajustaron al mismo esquema pactista, siempre según la misma agencia de noticias: “el líder de CCOO defendió que hay "un cauce" para evitar mayores movilizaciones, como una huelga general, que es "la negociación"”.
Esa retórica sindical del pacto social durante la actual crisis capitalista es la que nos ha conducido a los anteriores recortes de derechos laborales practicados durante el Gobierno PSOE y a la más despiadada aplicación de las medidas antisociales y de la reforma laboral, que ha dejado en pellizco de monja al aprobado en la etapa final del Gobierno Zapatero.
No denuncio el efecto del sindicalismo pactista porque sea contrario al pacto social “per se”. Lenin y Rosa Luxemburgo eran muy conscientes del carácter reformista del sindicalismo, de sus limitaciones a la defensa de los salarios y las condiciones laborales y de vida de los trabajadores y sin embargo apoyaron al sindicalismo por su capacidad para organizar a los trabajadores y contribuir a desarrollar su conciencia de clase. La utilidad o no del pacto social depende de en qué circunstancias, en qué momentos económicos, frente a qué posiciones y de qué instrumentos se sirven los sindicatos para llegar a ese pacto en unas posiciones ventajosas para sus reivindicaciones.
Pero lo cierto es que tras la Huelga General del 29-S, a la que fueron obligados por las circunstancias, para no verse desacreditados por su pasividad ante las políticas antisociales del anterior gobierno, CCOO y UGT tomaron la vía de la desmovilización y la paz social, se limitaron después a amagar con una segunda Huelga General, de la que rápidamente desistieron, volvieron a las meses de negociación y escenificaron sucesivos “desencuentros sindicales” con el Gobierno del PSOE y con una patronal apasionadamente antiobrera pero sin ninguna intención de agitar la calle. Con estos antecedentes, ¿qué motivos tenemos los trabajadores para esperar de CCOO y UGT un giro hacia una lucha sostenida en el tiempo contra los desmanes del nuevo Gobierno del PP y de la CEOE? Ninguno.
Pero con este comportamiento desmovilizador ante el pacto social no sería más que una crítica parcial, insuficiente y errónea, al perder la perspectiva de lo que significa “pacto social” en el momento actual de la dinámica capital-trabajo.
La realidad es que el modelo de sindicalismo de concertación o de pacto social, como quieran llamarlo, ha muerto.
El sindicalismo de concertación sólo adquiere sentido dentro del marco de Estado capitalista del Bienestar. El pacto social era el instrumento de regulación del capitalismo dentro de una estructura de Estado corporativo destinado a hacer de “árbitro” entre los intereses contrapuestos de trabajadores y empresarios. Y en ese contexto las formas de salario indirecto, marcos de relaciones laborales, despido, protección al desempleo, leyes de fomento del empleo y otros muchos contenidos, eran la forma establecida para negociaciones y acuerdos entre empresarios y trabajadores, con los gobiernos en el papel de maestros de ceremonias, nunca neutrales, por supuesto.
Pero el Estado capitalista del Bienestar ha sido barrido definitivamente por la vuelta al Estado mínimo liberal decimonónico. Y créanme cuando les insisto, artículo tras artículo, que la desaparición del Estado capitalista del Bienestar es algo ya irreversible. Cuando ya no hay nada que negociar, ni deseo de hacerlo, dada la correlación de fuerzas entre los trabajadores y los capitalistas, absolutamente desventajosa para los primeros, lo que el reeditado Estado liberal puede ofrecerlos es sólo policía, pelotas de goma y gases lacrimógenos. El ejemplo más avanzado del despertar del sueño de “capitalismo de rostro humano” es Grecia y su sindicalismo combativo.
Este modelo sindical ya periclitado es el que explica la profesionalización del papel de dirigente sindical, el perfil gerencial de los principales líderes de ambos sindicatos, la concepción del sindicato como empresa de servicios, el burocratismo de las estructuras sindicales, el distanciamiento de los intereses de casta de las direcciones sindicales, que acaban asumiendo un rol empresarial, frente a los intereses de los trabajadores...Explica con muchísima más claridad la degradación del sindicalismo mayoritario en España, que posibilitó que un personaje execrable y derechista como José María Fidalgo llegase a ser secretario general de CCOO en su día, que los frecuentes recursos a la calificación de traición por parte de las cúpulas sindicales de CCOO y UGT. Como desahogo, llamar traidor a un político, dirigente sindical u organización de trabajadores, es muy eficaz – yo he utilizado esa expresión en relación a las dos centrales sindicales en más de una ocasión y me he quedado muy a gusto- pero los desahogos tienden a cerrar la reflexión y a comprender la realidad más bien poco.
Desde esa visión que diluye el papel del sindicato en la lucha de clases a mero cogestor de las relaciones empresariales se comprende la psicología de esos dirigentes sindicales que, aupados a la cúpula de sus organizaciones durante 18, 20, 30 años y más, acaban asumiendo una ideología de clases medias. No de otro modo se entiende la preocupación de Cándido Méndez por el achatamiento de la clase media, su clase de pertenencia y de referencia: “esto es mucho más que una reforma laboral. Tiene elementos de continuidad, pero es más grave. Las consecuencias prácticas son las de alterar nuestro modelo de convivencia actual y sus consecuencias serán las de provocar un retroceso en la sociedad, que se verá en la reducción del porcentaje de la clase media -que yo prefiero hablar de clase trabajadora- en nuestro país. Supondrá un retroceso a cuando la clase media era del 15%, iremos hacia atrás en el tiempo hasta 1975” (2)
Pero volvamos sobre la cuestión de la muerte del modelo de sindicalismo de concertación. La nueva reforma laboral consagra el fin de la primacía de los convenios laborales de rama o sector sobre los de empresa, lo que debilita la posición de los trabajadores ante sus reivindicaciones, al no permitir que una fuerza sindical de escala compense las debilidades de los sindicatos en empresas de menor dimensión y tradición sindical y a obligar a un conflicto a cara de perro, si se desea arrancar conquistas en una situación de crisis especialmente difícil, frente al poder de la empresa que ahora tendrá mayor capacidad de chantaje e intimidación sobre trabajadores y sindicatos.
En el nuevo contexto de más que despido libre, la afiliación sindical con la nueva normativa que impone la reforma laboral corre el peligro de descender vertiginosamente porque la capacidad de represalias contra el trabajador díscolo será brutal y la posibilidad de acción sindical desde las secciones sindicales y los comités de empresa se verá muy mermada, entre otras cosas porque los empresarios, con la nueva reforma laboral en la mano, podrán hacer exactamente lo que les dé la gana, sin siquiera consultar a los sindicatos.
Esto es lo que explica que el presidente de CEOE, Rosell, y el de CEPYME, Terciado celebrasen alborozados y entre risas hasta que el primero reclama al segundo “Serios, muy serios, que si no...” (3) y lo que explica también que, logrado el primer objetivo neoesclavista de la reforma laboral, vayan ahora por el segundo: el recorte a la ley de huelga.
En este nuevo escenario, la apuesta de CCOO y UGT a seguir aferrándose a un modelo sindical de concertación, cuando los empresarios y su gobierno natural ya no desean mantener el pacto social ni van a ofrecer nada a cambio del mismo que no sea más precaridad en el empleo, pobreza y desigualdad, es suicida. Supondría la desaparición del sindicalismo a medio plazo. Y digo del sindicalismo en general y no del sindicalismo mayoritario porque, salvo para la CNT, que no participa del esquema de representación, el espacio de acción sindical se reduciría de forma absolutamente drástica y dramática.
Ignoro cuál es la alternativa frente a esta situación pero recuerdo aún aquella vieja frase de Marcelino Camacho, “la democracia se ha quedado a la puerta de las empresas”. Nunca fue más terriblemente cierta que ahora.
Cuanto mas insistan Toxo y Méndez en amagar sin dar –“una escalada del deterioro del clima social” (4)-, cuanto más insistan en retrasar la huelga general, mayor será su debilitamiento progresivo en el ámbito de las empresas, mayor será el grado de represión empresarial y gubernamental sobre los trabajadores, menor el respeto de quienes sólo conocen y respetan el lenguaje de la fuerza: la derecha y los capitalistas.
Y no valdrá tampoco una huelga general sin proyección política. En las actuales circunstancias de vuelta al capitalismo sin careta toda huelga general requiere, para tener alguna posibilidad de efecto sobre la realidad, ser una huelga general política. Y no valdrá tampoco una huelga sin solución de continuidad. Los griegos han comprendido muy bien la necesidad de una lucha sostenida en el tiempo. No hay ya posibilidad de componendas. Son ellos, los capitalistas, o nosotros, los trabajadores.
Pero nadie se engañe. En estos momentos, hoy por hoy, como ha demostrado aplastantemente la impresionante afluencia de trabajadores a las manifestaciones del 19 de Febrero, CCOO y UGT aún representan a los trabajadores (no sabemos por cuanto tiempo) y son los únicos con capacidad de plantear una Huelga General a la que se llegue tras un proceso de creciente movilización social, en las empresas y en la calle y de sostener una movilización permanente, si no nos vuelven a dejar en la estacada como tantas veces han hecho antes. Quienes no representan a los trabajadores son los tanta dificultad tienen para definirse desde una opción de clase, que tanto empeño tienen en llamarse a sí mismos “ciudadanos indignados” y que gritan “no nos representan”. Esos sí que no nos representan a la clase trabajadora.
Ahora que la Brunete mediática de Intereconomía, La Razón, ABC, El Mundo, los Pedro Jota Ramírez, los Luis María Ansón o los Jiménez Losantos se aprestan a preparar pierna de sindicalista a la brasa, para cubrirle el flanco propagandístico a la derecha política y a los empresarios más fascistas de Europa, que sean otros “indignados” los que confluyen en la unidad de destino del acoso y derribo a los sindicatos mayoritarios. Yo no. Los asuntos pendientes que tenga con ellos los resolveré cuando toque.
NOTAS:
(1) http://www.servimedia.es/Noticias/DetalleNoticia.aspx?seccion=22&id=205395
(2) http://www.20minutos.es/entrevistas/candido-mendez/360/
(3) http://www.publico.es/dinero/422461/serios-muy-serios-que-si-no
(4) Ver anterior enlace
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