2 de noviembre de 2015

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE MUJER Y MOVIMIENTO DE CLASE

Por Mariola García Pedrajas

El movimiento de clase surge dentro de un entorno social determinado, al cual no es inmune y que determina en parte las cuestiones que éste se plantea. Una de esas cuestiones, influenciadas por el entorno social, es la relativa a cómo se integra la mujer en el mismo. Una, aquejada de un fuerte sentimiento de igualdad, tiene la tendencia a responder, pues con la misma naturalidad que un hombre, bajo las mismas reglas. Pero soy consciente que cuando planteamos esta cuestión estamos considerando una serie de aspectos que, aunque relacionados, pueden ser tratados separadamente, y que es necesario abordar. Estaría por una parte la cuestión de cómo se analiza la desigualdad de la mujer desde una perspectiva de movimiento de clase y por otra, cómo se trabaja por la igualdad dentro del propio movimiento en un entorno social que no es precisamente propicio. Quisiera compartir algunas reflexiones sobre elementos que considero debemos tener en cuenta cuando abordamos estas cuestiones. 

Análisis de clase frente a feminismos (clasistas) interclasistas 
Tafataona Mahoso en su artículo “Cómo Estados Unidos controla la ‘sociedad civil’ a lo largo y lo ancho de África”(1), citando al Profesor Issa Shivji de la Facultad de Derecho de Dar es Salaam destaca las enormes dificultades para que surja un liderazgo en África que haga un verdadero cuestionamiento del imperialismo, ya que éste ha de surgir de un mundo y un contexto donde el terrero ha sido socavado y pavimentado por el propio imperialismo.  Por lo tanto considera que la primera labor es recuperar el suelo africano, levantando el pavimento de esa senda construida por la supremacía blanca, el colonialismo y el imperialismo. Observando el panorama actual, no puedo menos que pensar que el análisis feminista de clase tiene que surgir igualmente en un contexto en que el terreno ha sido socavado y pavimentado por el propio sistema capitalista, y que es pues uno de esos temas, uno más, donde el movimiento de clase tendrá que levantar ese “pavimento ideológico” erigido y mantenido por sus enemigos de clase, para recuperar el terreno donde poder construir su propia senda. El discurso feminista actual considerado “de izquierdas” es decididamente interclasista, hasta el punto que en el mismo el término “mujer” ha llegado a cumplir la misma función que el termino ciudadano, esconder la realidad de la división, también de la mujer, en clases sociales. Es además un feminismo en el que el análisis de la desigualdad de la mujer se enmarca en un contexto poco menos que de ocultación o negación de otras desigualdades sociales.  Si ese discurso es adoptado por las mujeres de la clase trabajadora no nos puede llevar por otra senda que la de convertirnos en enemigas de otros grupos sociales explotados por el capitalismo.    

Un ejemplo típico de ese feminismo de las ciudadanas se puede encontrar en el artículo que estos días publicaba en Público Lidia Falcón, en el que habla de la participación de su partido en Ahora en Común (AeC) y pretende abroncar a las mujeres en política por no usar un discurso de defensa de las mujeres (2). Ante las continuas referencias a la “defensa de las mujeres” yo no puedo evitar preguntarme, ¿las mujeres de qué clase? Veamos un ejemplo de en qué contexto enmarca Lidia Falcón las diferencias económicas dentro de la categoría “mujeres”:

“¿Es mucho pedir que los partidos políticos dediquen algún esfuerzo para idear y prometer proyectos que contribuyeran a remediar tal estado de cosas? Sería muy de desear que sobre todo las mujeres dirigentes de esos partidos mostraran alguna sensibilidad respecto a la situación de sus hermanas bastante más desfavorecidas que ellas, en vez de pretender, en una competencia patética, imitar a sus colegas masculinos repitiendo los latiguillos y eslóganes sobre los temas internos de partido y las polémicas que los separan, y dedicaran algo de su tiempo a idear planes para sacar a sus conciudadanas de la pobreza, la marginación y la violencia en que el patriarcado las hunde. Aunque solo fuera por fingir que les importan mientras dure la campaña electoral.”

El movimiento de clase no apela a la buena voluntad de los explotadores o sus agentes, el movimiento de clase es la clase trabajadora organizada para luchar contra ellos, para arrebatarles el poder y acabar con la explotación de clase. El movimiento de clase entiende que el motor de la historia es la lucha de clases ¿Hay algo de ese espíritu en las palabras de Lidia Falcón? 
Evidentemente no. Margaret Kimberley, editora y columnista del medio de comunicación estadounidense Black Agenda Report, afirma refiriéndose a los liberales de su país que éstos están dispuestos a llegar en sus denuncias solo hasta donde sea posible hacerlo sin hablar de explotación de clase. Este feminismo se permite hablar de patriarcado pero no de capitalismo y la sobreexplotación a la que éste somete a la mujer de clase trabajadora. Es una visión que, al igual que todos los movimientos fomentados por esta tan vieja nueva política, se enmarca perfectamente en la tradición liberal estadounidense. En esta visión del mundo, el motor del cambio social no son nunca los explotados organizándose para luchar contra sus explotadores, sino una clase educada con más sensibilidad social, que muestra más humanidad. El cambio se busca pues a través de la apelación a la conciencia de elementos más o menos privilegiados de la sociedad para que muestren más humanidad. 

Quizás hemos de entender que el hablar de pobreza o marginación lleva implícita una crítica al sistema económico, pero contra qué se lucha y los objetivos de la lucha han de expresarse claramente no dejar que los “sobreentendamos”. Hablar de pobreza o marginación no significa absolutamente nada, lo importante es qué lucha propones contra esa pobreza y marginación. Este feminismo, al convertir a la mujer en una categoría transversal, como la de ciudadano, nos lleva a un auténtico batiburrillo de cosas por las que tenemos que luchar juntas; tanto contra la pobreza y la marginación de las mujeres como por incrementar la presencia de mujeres en los espacios del capitalismo, en sus círculos políticos (de gestión del sistema), económicos (de explotación capitalista) y culturales (de entretenimiento para consumidores y consumidoras con poder adquisitivo dentro del sistema capitalista).  Al parecer se trata de una lucha que abarca todos los aspectos de los “derechos humanos de las mujeres”. Los que según veo incluyen tanto que las muy favorecidas puedan llegar a ser presidentas de un banco, y hasta del imperio estadounidense, como que las muy desfavorecidas coman y tengan techo, no gracias a su lucha para arrebatarles el poder a quienes las explotan sino por la buena voluntad de las favorecidas. 

Me doy cuenta que una idea que juega un papel relevante en estas propuestas de lucha, y este feminismo así lo asevera de manera regular, es que la mera presencia de más mujeres en los círculos de poder y gestión (capitalista) les va a dar otro aire, una visión de mujer, que va a resultar muy beneficioso para las mujeres en su conjunto. Considero que esa mentalidad es tremendamente perniciosa. Uno de los medios de comunicación a los que acudo de manera regular es Black Agenda Report. El objetivo de este medio estadounidense es proporcionar noticias, información y análisis con una visión de izquierda negra, toda una declaración de intenciones. Evidentemente dedican un gran espacio a analizar el papel del racismo, pero a diferencia de otros medios lo hacen desde una perspectiva que solo podemos considerar de clase, incluyendo unos elementos que aprecio enormemente. Por una parte son plenamente conscientes que la presencia de caras negras en los círculos del poder no solo no ayuda necesariamente a mejorar la situación de la mayoría negra sumida en la explotación y la marginación, sino que a menuda juega un papel muy negativo para esta. En este sentido, critican duramente a Obama y a una clase política negra al servicio incondicional del sistema capitalista. Ponen de manifiesto como la victoria de Obama, y el comportamiento de la clase política negra, han tenido un impacto muy negativo desactivando la lucha de la población negra contra su explotación  y marginación. Por otra parte resaltan que el racismo que permea la sociedad estadounidense es general, no pretendiendo como hacen los liberales que se reduce a ese tan obvio de lo que llaman basura blanca, es decir, a un problema de una clase de bajo estatus socioeconómico. El racismo de  la “clase media” blanca estadounidense se ve claro cuando se tiene en cuenta que Obama se ganó su corazón, y sus votos, con una campaña en la que básicamente pretendió que la sociedad estadounidense ya no era racista, y que si juzgaba mal a una gran parte de la población negra no era por el color sino porque ésta, en vez de trabajar para ser parte del “sueño americano”, se mantenía a sí misma en la marginación y la delincuencia. Como destaca Black Agenda Report, al votante negro no había que ganárselo, siguiendo esa mentalidad tan perniciosa, el mero hecho que Obama fuera negro desactivaba su sentido crítico. Como indica Glen Ford, uno de los editores jefes de este medio, el objetivo de un movimiento revolucionario es confrontar al poder, no se pueden dedicar todos los esfuerzos una y otra vez a simplemente poner caras negras en los círculos políticos, económicos y culturales del capitalismo. Personas que en el mejor de los casos carecen de la formación, la convicción y la fuerza necesarias para ir más allá de la mera retórica o la propuesta de medidas cosméticas que nunca van a lo esencial. Esa profundidad de análisis es la que me gustaría ver en el tema de la mujer en el movimiento de clase.  

Quiero dejar claro que aquí no se pretenden juzgar las motivaciones de  las mujeres que adoptan estas posiciones feministas que pretendo exponer, que en algunos casos serán de mero oportunismo político o postureo feminista, pero en muchos otros pueden ser de lo más honorables. Aquí lo que se juzga es que ese tipo de feminismo es totalmente contrario al que debe plantearse desde una perspectiva de clase. Las únicas motivaciones que sí me interesa analizar son las del propio sistema capitalista cuando promueve la idea que esta es la batalla más radical que puede plantearse por la igualdad de la mujer, cuando intenta asegurarse que no haya espacios que vayan más allá. 

Veamos otro ejemplo del feminismo que aparece en Público, un artículo donde se recoge las palabras de Laura Freixas en el seminario Virginia Woolf: huerta, jardín y campo de batalla (2):

 “Las mujeres encontramos en Virginia Woolf algo que es un tesoro, en su trabajo hay algo que es escaso y, por tanto, valioso y muy útil para las mujeres, algo que no suelen hacer los escritores hombres y es que ella ilumina las experiencias de las mujeres, lo que no han tratado los hombres porque no las conocen”.  

Vaya, pues sí que deben ser pobres las experiencias de los muchos millones de mujeres que en el mundo somos, y los muchos más que han sido, cuando pueden ser “iluminadas” por una única mujer, de la burguesía precisamente. Siempre que me encuentro afirmaciones de este tipo me apuesto conmigo misma que lo que viene a continuación va a tener poco que ver con mi experiencia. Es una apuesta que de momento nunca he perdido. De todas formas en este texto encontré algo que me pareció muy interesante y que me va a permitir introducir el segundo elemento del que hablaba en ese análisis feminista que considero debemos evitar, el no enmarcar la desigualdad de la mujer en el marco amplio de sociedades profundamente desiguales, sino de negación de otras desigualdades de las que igualmente se alimenta el sistema capitalista. Laura Freixas, que según afirma lleva muchos años estudiando a Virginia Woolf, dice haber descubierto en los últimos años algo que no le gusta mucho de ella. “Reconozco que he descubierto su clasismo y eso no me gusta.” “En su obra eso se ve en el tratamiento a las criadas, es condescendiente. Llega a decir que si cayera una bomba y les matara a ellos en lugar de a los criados… Esa convicción de que ellos valían más humanamente por ser de clase alta y por ser cultos es lo mismo que el machismo.”

Resulta llamativo que Laura Freixas  haya tardado tanto en darse cuenta que Virginia Woolf adolecía del clasismo típico de su clase burguesa pero en cualquier caso, bravo por el  análisis que contiene la última frase. Virginia Woolf, lo mismo que otras mujeres de la burguesía o la pequeña burguesía, pueden haber dicho algunas cosas de interés en el tema del feminismo, pero precisamente esa es la cuestión que “esa convicción de que ellos valían más humanamente por ser de clase alta y por ser cultos es lo mismo que el machismo”.  

Siempre he sentido un profundo rechazo por lo que el machismo hace a las mujeres, tan lejos como puedo recordar ha sido así. Pero eso no me llevado a través de los años a posturas de “solo mujeres” o “las mujeres somos mejores”, es decir, a una autoafirmación femenina de mentalidad pequeñoburguesa, sino por una senda muy distinta. Mi detector de clasismos lo tengo en perfecto estado, en tan buen estado como tengo el detector de machismos. Así que lo expresado por Laura Freiras respecto a la similitud entre clasismo y machismo hace mucho tiempo que lo descubrí, haciéndome completamente impermeable al feminismo de mentalidad burguesa o pequeñoburguesa. En muchas fuentes se pueden encontrar elementos de interés, incluso en fuentes de la derecha, sobre la desigualdad de la mujer, pero en última instancia nuestro análisis tiene que estar animado de un espíritu completamente distinto. 

Otras cosas he visto a través de los años. Por una circunstancia personal tuve una relación cercana con un grupo de personas de Kenia, la mayoría al igual que yo procedentes del medio rural. No me costó ningún trabajo entender cómo vivían (sufrían) los ridículos comportamientos eurocéntricos. El eurocentrismo, los sentimientos de supremacía blanca,  trata a los pueblos no occidentales en gran medida como el machismo a la mujer. Esa es la senda por la que me ha llevado mi antagonismo con el machismo, a ser profundamente sensible al tema de las desigualdades, o dicho de otro modo, a un hondísimo disgusto ante cualquier análisis de la realidad que se asiente sobre visiones supremacistas. A donde creo que debía llevarme como mujer de clase trabajadora con conciencia de clase. 

Vivimos en sociedades que tienen fuertemente arraigados sentimientos de supremacía, de superioridad, por cuestiones de sexo, nivel socioeconómico, cultura, raza. El capitalismo se alimenta de esto. Si nos centramos en analizar y denunciar únicamente los sentimientos de supremacía por cuestión de sexo negando en la práctica la existencia de los demás, nuestro análisis no tiene ningún valor desde una perspectiva de clase. Esta posición impide la búsqueda de entendimiento con aquellos que también sufren desigualdad y explotación, debilitando la lucha, y nos lleva casi irremediablemente a caer en la trampa de ayudar en la demonización, o como mínimo presentar bajo una luz lo más negativa posible, a otros grupos sociales que el capitalismo quiere explotar sin restricciones; los hombres de la clase trabajadora, los hombres del aquellos países bajo la explotación imperialista. El empeño que el sistema capitalista pone en hacerles mala prensa a aquellos cuya fuerza de trabajo y recursos quiere explotar debería ser suficiente para que entendamos el papel tan importante que esto juega en allanar el camino a la lucha por sus intereses de la clase capitalista. Como mujeres de clase trabajadora, ¿vamos a participar en esto? 

El discurso feminista del que hablo está totalmente contaminado con el clasismo de la pequeña burguesía, en el caso de algunas prominentes “iluminadoras del universo femenino” ni tan pequeña. De los análisis que se hacen con frecuencia se desprende que las mujeres de clase trabajadora, término que tiende a desaparecer sustituido por  “desfavorecidas”, “la más vulnerables”, necesitan un extra de protección feminista, ¿debido a su sobreexplotación dentro del sistema capitalista? ¡No! ¡Qué va! Un extra de protección frente a sus hombres. ¿Existen concienzudos estudios que demuestren que los hombres de la clase trabajadora son más machistas y que conforme se asciende en la escala social (económica) el machismo va disminuyendo? ¿Estudios que en tanto que concienzudos apliquen un factor de corrección para tener en cuenta las diferencias en cuanto a la dureza en las condiciones de vida de las distintas clases sociales? ¿Qué consideren las formas mayoritarias que adopta el machismo en distintos entornos sociales para no subestimar unos machismos frente a otros? No lo veo probable, para acometer semejantes estudios haría falta partir de una mentalidad totalmente ajena a aquellos que los podrían llevar a cabo. Pero tampoco pasa nada, el feminismo de inspiración pequeñoburguesa no los necesita, ya obtiene todas las respuestas que necesita de eso que tan bien define a su clase, sus prejuicios clasistas. 

Si hago referencia a todo esto es porque quiero poner de relieve lo importante que es para el movimiento de clase hacer un análisis propio y totalmente ajeno al feminismo de mentalidad pequeñoburguesa. Si una mujer que considera tener conciencia  de clase se muestra extremadamente sensible a las actitudes machistas, pero en absoluto a estas actitudes clasistas frente a la clase trabajadora debería plantearse por qué. ¿Se ha dejado influenciar por ese feminismo donde como digo el término mujer cumple la misma función que el de ciudadano en lo movimientos ciudadanistas, esconder la división de la sociedad en clases sociales y que esto va pues de una lucha de clases? ¿Habla de clase trabajadora como retórica pero no es inmune al clasismo pequeñoburgués considerando que hay una clase intelectual, de mejor estatus social y económico, que es más feminista, más ecologista, y más todo lo progresista? He ido descubriendo que la izquierda revolucionaria, el comunismo, también tienen sus lugares comunes. Si hacemos un análisis que en el fondo poco se diferencia del que podemos encontrar en cualquier organización interclasista con aspiraciones electorales, o cualquier movimiento de autoafirmación de mujeres acomodadas, para luego aderezarlo con términos como burguesía, proletariado, obreras, el resultado es de una transparente superficialidad. De esos que nos hacen parecer adolescentes intentado pasar por los malotes y las malotas de la clase, y no personas adultas que comprenden a lo que se enfrentan y la enorme dificultad de encontrar formas efectivas de luchar contra poderes tan agresivos. 

En resumen, mi propuesta es que debemos hacer un análisis sincero, profundamente honesto, de cuál es la situación de machismo en la sociedad en general y en nuestra clase. Un análisis propio, totalmente enraizado en la perspectiva de clase, que busque un entendimiento certero de cuál es nuestra realidad social y sobre el que se puedan articular las luchas para cambiarla. Y mi opinión es que tal análisis no puede surgir de ninguna mentalidad feminista pequeñoburguesa de autoafirmación y exclusividad femenina.  No puede salir de ahí porque lo que así se organiza lleva implícitas las conclusiones que va a generar. El único papel que tiene reservado ahí el hombre es el de recibir los correspondientes adjetivos (epítetos) y agachar la cabeza en vergüenza. Realmente en mi experiencia este feminismo a las mujeres que no compartimos sus postulados nos reserva igual papel, y se muestra incluso más agresivo con nosotras ya que frente a nosotras no se puede erigir en portavoz de “las mujeres” y no nos pueden despachar con un simple ¡machistas! Nada de esto nos sirve para articular estrategias que sean útiles para la transformación social que buscamos. Tal y como yo lo veo la tarea que tenemos por delante es ardua y una de las cosas que hemos de tener muy presente es para quién hablamos y cuáles son nuestros objetivos. No hablamos para que nos entreviste las del estilo de Ana Pastor o el Wyoming, y agradar a aquellos y aquellas que dispensan los sellos de calidad progresista. Nuestro objetivo es la transformación social real no el postureo feminista. En este tema, como en todo lo que hagamos, vamos a necesitar grandes dosis de valentía moral.

La lucha por la igualdad dentro del propio movimiento 
A la pregunta de cómo se trabaja por la igualdad dentro del propio movimiento mi tentación es responderla simplemente con un, no sé, ¿practicándola? Ya sé que no es tan simple, aunque también considero que sí es posible trabajar por la igualdad dentro del movimiento, si es que los que lo integran lo desean sinceramente.  Recientemente, leyendo sobre los movimientos sindicales que se están dando en Sudáfrica, donde una parte de los mismos empieza a hablar claramente de luchar por el socialismo, acabé encontrando información sobre el Partido Comunista Sudafricano (South African Communist Party, SACP, en inglés) en la época en que se luchaba contra el Apartheid. No voy a hablar de en lo que se acabó convirtiendo el SACP, atacado desde todos los frentes por el capitalismo, eliminados, físicamente si era necesario, sus elementos más ideologizados, promovidos sus elementos más oportunistas, y el papel tan nefasto que juega hoy en día junto al igualmente nefasto Congreso Nacional Africano. Si la historia del PCE les parece triste, con unos líderes que no reconocerían un principio comunista ni aunque se dieran de bruces con él, la del SACP es trágica. Pero en aquel tiempo, donde tuvo un papel relevante en la lucha contra el Apartheid,  se repetían comentarios como “la única organización donde se respiraba una igualdad total entre negros y blancos” “el único blanco que entonces te estrechaba la mano era un comunista” “unas posiciones anticoloniales y antiimperialistas que causaban un profundo respeto”.  Un entorno social de profundo racismo, donde la explotación sin restricciones de la población negra se asentó en promover una imagen casi deshumanizada de la misma, ¡y fue posible crear un movimiento así! Las posiciones del  SACP no eran retóricas, muchos negros lo consideraron su espacio de lucha, y el que llegó a ser quizás su figura más prominente, Chris Hani, asesinado en 1993, era negro. 

Pues mi aspiración va en ese sentido, un movimiento donde se respire una igualdad total entre hombres y mujeres. Hay una cuestión en la que he estado pensando últimamente, cuando intento analizar las formas más efectivas de organizarse en un entorno social concreto.  En las sociedades racistas de países como Sudáfrica o EE.UU. los blancos no suelen compartir su espacio con los negros. Dentro de la población negra la inmensa mayoría pertenece a los explotados o marginados, pero aunque haya un porcentaje de la población blanca que también sufra altos niveles de explotación, los espacios tienden a seguir estando separados, el sufrimiento puede ser similar pero no es compartido. Esto crea dificultades adicionales a las posibilidades de entendimiento y de poder trabajar juntos en condiciones de igualdad. Las mujeres y los hombres de la clase trabajadora por el contrario sí que comparten espacio y sufrimientos.  Creo que si fue posible el entendimiento entre negros y blancos en el SACP con la dificultad añadida que comento, no tenemos excusa para no intentar trabajar por la construcción de ese espacio igualitario entre hombres y mujeres en el movimiento de clase. Creo que no tiene sentido alguno en estas circunstancias que las mujeres y los hombres de clase trabajadora luchemos por separado ni fuera ni dentro del movimiento. Nuestra posición es ya suficientemente débil, no debemos hacerla aún más débil escuchando los cantos de sirena de un feminismo descaradamente interclasista. 

Es evidente que sería mucho más fácil luchar por la igualdad dentro del espacio con conciencia de clase con una presencia importante de mujeres en el mismo. Los hombres tienen que hacer un esfuerzo permanente para ver a las mujeres como sus iguales, para no relegarlas, ni en la teoría ni en la práctica, a un papel secundario, y  para que nos vean y nos escuchen lo primero es que tenemos que estar. Pero lo cierto es que si a las tremendas dificultades que tenemos en el movimiento de clase para crecer, después de tantos años de dejadez por parte de los que tenían que haber estado creando conciencia de clase, le añadimos el machismo de la sociedad, no nos puede dar otro resultado que el panorama más bien desolador que tenemos en cuanto a presencia de mujeres. Cuando analizo las ideas promovidas por los creadores de opinión, que se encuentran en todas partes, los medios de comunicación, la industria del entretenimiento, en los espacios “alternativos”, no puedo ser optimista, vamos al modelo paradigmático de control social por parte de la clase capitalista, EE.UU. No serán los modelos anglosajones de “activismo” ni sus neofeminismos los que llenen de mujeres con conciencia de clase, y un profundo cuestionamiento de sistema, los espacios de la izquierda revolucionaria. Creo que las herramientas para tratar de incrementar la presencia de mujeres en el movimiento de clase en un entorno social tan poco propicio solo podrán surgir de una “inteligencia colectiva”, del esfuerzo de todas y todos.  En cualquier caso, tendremos que trabajar con lo que tengamos mientras buscamos maneras efectivas de mejorarlo. Contrariamente a lo que se suele pensar, en mi opinión el principal peligro es, sobre todo si se parte de una importante desventaja numérica, que las mujeres acabemos siendo simplemente “el grupo de las chicas”, muy reafirmadas en nuestro pequeño mundo, metiendo mucho miedo quizás, pero con una influencia y contribución muy escasa en el resto del movimiento. 

La igualdad es exactamente eso, igualdad, y pienso que para ella es también muy importante la actitud que adoptemos las mujeres. Yo como mujer no espero ningún trato especial, y explico lo que quiero decir. Cuando expreso mi opinión espero que ésta esté abierta al mismo nivel de debate que la expresada por un hombre, por eso hago el esfuerzo de intentar argumentarla. Me parecería muy mal que a una mujer por ser tal se le cuestionen menos sus posicionamientos, y se le admitan posturas ajenas a la sensibilidad del movimiento que no se admitirían en un hombre. Si las mujeres vamos a utilizar nuestra condición de mujer y el machismo de la sociedad para hacer pasar cualquier postura, a mí se me viene rápidamente a la mente Marx, Groucho, y pienso que nunca pertenecería a un club que admite como socias a mujeres como esas. Yo personalmente no voy a llamar machista a nadie porque manifieste una postura distinta a la mía en cualquier tema, solo espero que presente su postura de la forma más argumentada posible para que podamos centrar el debate en eso, los argumentos, y dejemos fuera cualquier tipo de ataque personal. Es más, si detecto lo que considero actitudes o posturas con un elemento de machismo pienso que la mejor forma de luchar por la igualdad es argumentando cuales son esos elementos de machismo que veo, ¿qué mejor forma de ir detectando esas actitudes e ir viendo si existe la voluntad de corregirlas? Como he dicho, vivimos en sociedades que tienen fuertemente arraigados sentimientos de superioridad por cuestiones de sexo, nivel económico, cultura, raza, no podemos esperar la perfección. El examen que hagamos tiene que ser permanente, incluso cada uno y cada una de nuestras propias posturas y actitudes. 

No soy ninguna buenista, encuentro al buenismo cínicamente frívolo. Intento no minusvalorar nunca aquello a lo que nos enfrentamos. No creo que se les pudiera achacar a los comunistas sudafricanos que no fueran plenamente conscientes de la agresividad de los poderes a los que se enfrentaban, y de lo fuertemente arraigado de los sentimientos racistas que habían permitido una explotación sin restricción alguna de la población negra. Fue una lucha que requirió unos niveles de compromiso y sacrificio que desde nuestra posición no creo que podamos apreciar en su justa medida. Pero no puedo por menos que pensar que los animaba el convencimiento de que en el ser humano hay, debe haber, algo más que estupidez y egoísmo, y que había que mostrarlo empezando por el propio movimiento. ¿No nos debería animar el mismo espíritu?

Enlaces:
http://es.sott.net/article/8506-Como-EEUU-controla-la-sociedad-civil-a-lo-largo-y-ancho-de-Africa
http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2015/10/16/el-feminismo-en-las-elecciones/
http://www.publico.es/culturas/mujeres-encontramos-virginia-woolf-tesoro.html

4 comentarios :

  1. Comparto totalmente la idea central de este artículo (de redacción algo confusa en pasajes donde se han colado erratillas). Ciertamente un feminismo que aspire a la transformación social, a la superación de todas las opresiones, debe tener presente que la que sufren las mujeres y los pueblos colonizados y otros grupos son la urdimbre que atraviesa la trama de las clases sociales, reforzando el tejido de la opresión. Porque si bien la dominación masculina opera en todas las clases, sus efectos son mucho más perniciosos para las mujeres de clase trabajadora, como es perfectamente demostrable. Esto lo hemos tenido siempre claro quienes, desde los años 70, seguimos, sin apearnos, defendiendo un feminismo socialista, en el auténtico sentido del término.

    Nuestras voces, como muchas otras de la izquierda, se ahogaron a partir de la década de los 80 en el turbulento arroyo reaccionario de la ideología “pos-moderna”, que venía a dotar de sentido a la nueva etapa de acumulación de capital, eufemísticamente llamada “globalización”. El Día Internacional de la Mujer Trabajadora se transformó en el Día Internacional de la Mujer, a secas. Los puños comenzaron a caerse de los círculos del símbolo feminista. La IV Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Pekín en 1995 y los documentos de la Comisión Europea de 1998 transformaban el “género”, una herramienta de análisis de los estudios feministas, en otro monstruo eufemístico que engullía al feminismo (trasmutado en “perspectiva de género”), a la violencia sexista (trasmutada en violencia de género) y a todas las mujeres (insultantemente trasmutadas en “género”). Al no cuestionar las estructuras que reproducen las opresiones, el género se convertía en una insignia amable que podían lucir solapas de muy variado color político. El posmoderno “feminismo de la diferencia”, al que Mariola se refiere, en sus sus versiones más extremas, es un arma reaccionaria, incluso proto-fascista, al sostener que las mujeres somos “en esencia” mejores que -y diferentes de- los hombres y, por tanto, nuestros mundos deben permanecer separados. En 1979 Christine Delphy lo advertía: “el prefeminismo elevado a postfeminismo es el antifeminismo”.

    Imbuidas de la idea de ciudadanía, las “políticas de igualdad” propugnadas por los hombres y mujeres que copan los puestos de representación política y las cátedras universitarias, miden dicha igualdad por la cantidad de mujeres en esos espacios de poder. El tema de las cuotas o las “listas cremallera” oculta la realidad de que a quienes se facilita la incorporación a esos espacios es a las hijas, esposas o amigas de… la misma clase. Y esa misma realidad se empeña en demostrar que, del mismo modo que una cara femenina en la presidencia de un gobierno no garantiza mejoras visibles en la situación de las mujeres más oprimidas, una cara negra en la Casa Blanca tampoco garantiza que se acabe con el racismo en EE.UU. Esto lo expresa muy bien la izquierda negra norteamericana, a través de su medio Black Agenda Report, citado por Mariola (que animo a consultar a quienes se defiendan en inglés): es la clase trabajadora negra, mulata e hispana, hombres y mujeres, la que sufre con mayor rigor la violencia sistémica, mientras la burguesía negra –incluso la perteneciente a la progresista “liberal class”- se dedica a pastelear con el establishment del Partido Demócrata ¿A qué nos suena esto?.

    Con todo, he visto con satisfacción, en las recientes manifestaciones contra el intento de derogar la ley del aborto, que hay más hombres en esta lucha y que los puños vuelven al estandarte feminista entre los más jóvenes.

    Salud y gracias por la entrada.

    ResponderEliminar
  2. Si bien nos quedan muchos obstáculos que superar en el proceso hacia la igualdad de oportunidad y de trato hombre/mujer - referidos como 'géneros' o no - no debemos olvidar nunca lo que B. Brecht ya nos setencia en 1934 en su 'Alfabeto':

    El hombre* rico y el hombre* pobre se miraron, y el pobre, macilento, dijo: "si yo no fuera pobre, tú no serías rico"...

    *) Estoy convencida de que Brecht se refería a lo que en alemán llamamos 'Mensch', esto es, la persona, el ser humano con independencia de su género, raza, color de piel, etc.

    ¡Gracias, Mariela, por esta entrada!

    ResponderEliminar