Julio Andrés Capey.
Canarias-semanal.org
Lo ocurrido en
Portugal, en nombre del “deber y las atribuciones constitucionales”
de un presidente de gobierno podría ser un primer paso para
neutralizar, más tarde por la vía violenta, cualquier cambio en la
correlación de fuerzas que pudiera entenderse como debilidad e
ineficacia del sistema para mantener el control “por consenso” de
la sociedad.
La historia así lo
muestra, dentro y fuera de las fronteras españolas. Cuando las
reglas de juego no les favorecen y peligran sus intereses, la
burguesía primero cambia la reglas y, finalmente, las suprime
totalmente.
Como hemos visto, el
presidente de Portugal, Aníbal Cavaco Silva, rechazó el gobierno de
coalición formado con apoyo de la nueva mayoría parlamentaria. El
jefe de Estado portugués justificó su decisión –léase, cambio
de reglas- alegando la presencia de personalidades del llamado
Bloque de Izquierda y de varios comunistas entre los miembros de
dicho gobierno.
“En 40 años de
democracia ningún gobierno en Portugal había dependido nunca del
apoyo de las fuerzas antieuropeas, como las fuerzas que hacen campaña
para abrogar el Tratado de Lisboa, el Pacto Presupuestario, el Pacto
de Crecimiento y Estabilidad, así como para desmantelar la unión
monetaria y salir del euro, sin mencionar la salida de la
OTAN”-declaró el presidente Cavaco Silva.
Y agregó más
adelante, “Es el peor momento para un cambio radical de las
bases de nuestra democracia (…)
Después de que hemos realizado un programa oneroso que implica
grandes sacrificios, es mi deber, y entra dentro de mis poderes
constitucionales, hacer todo lo posible por evitar el envío de
falsas señales a las instituciones financieras, a los inversionistas
y a los mercados”.
No es nuestra
intención valorar aquí el círculo vicioso en el que incurre el
presidente de Portugal con su maniobra política, para constatar
hasta qué punto ésta constituye un golpe de Estado en toda regla o
no.
Este breve análisis
se dirige a la cuestión fundamental, que tiene que ver con la
decisión del Partido Comunista de Portugal (PCP), de pactar con el
Bloque de Izquierda y el Partido Socialista (PS) para la conformación
de una coalición, con el fin de lograr una mayoría absoluta en el
Parlamento portugués contra los conservadores.
Los protagonistas se
sostienen sobre el argumento de “unidad” frente al
conservadurismo.
Por el Bloque de
Izquierda su líder, Catarina Martins, aseguró en su momento que
sería “una pérdida de tiempo” nombrar jefe de Gobierno a
un conservador.
Por su parte, el
líder del PCP, Jerónimo de Sousa, había dicho que sería
"incomprensible que se desperdiciase la oportunidad"
de impedir que se formara un gobierno conservador.
La decisión es
absolutamente errónea. No por el descalabro que ha sufrido el
acuerdo, sino porque se trata de una de los peores lastres que
enfrenta la estrategias que pretenden revolucionar la sociedad desde
sus bases. El error consiste en apreciar este tipo de alianzas como
una “oportunidad” para el cambio, cuando en realidad son parte
del problema y no de la solución.
Es evidente que no
son iguales los conservadores que el Bloque de Izquierdas. Solo que,
ante los rigurosos hechos, ambos conducen al mismo callejón sin
salida del sistema capitalista y sus relaciones perversas.
La táctica es
engañosa y es reaccionaria, porque todo el aparato “democrático”
burgués es un arma del capitalismo y, como arma de esa naturaleza,
por más ropajes que lo vistan, es un arma al servicio de este
sistema.
Existen suficientes
pruebas de la forma en la que concluyen, para los comunistas, estas
propuestas. Con una pérdida de la propia identidad y la aceptación
de las mismas políticas económicas que deberían combatir
En ese escenario se
vieron los esperpentos de los poderosos Partido Comunista Italiano y
el Partido Comunista Francés, que en las sesiones parlamentarias
iban contra los trabajadores –a favor de privatizaciones, contra
las pensiones- mientras por la tarde jugaban a movilizarlos contra
aquellas mismas políticas.
Y es que un cambio
de Gobierno no modifica los aspectos cruciales que subyacen bajo la
política visible de los parlamentos. La forma en la que las clases
dominantes de la sociedad detentan el verdadero poder.
Aun cuando el pacto
rechazado se hubiera producido en Portugal, al país habría
continuado igual y el pacto de estabilidad incólume. La hoja de ruta
de la UE seguiría su mismo rumbo, tal y como ya ha sucedido en
Grecia con el gobierno de Alexis Tsipras.
El objetivo de
lograr la “unidad” a cualquier precio para formar gobiernos
contra los conservadores, con el control de las formaciones
socialdemócratas de viejo o nuevo cuño, no solo conduce a la
desmovilización social. Refuerza también la idea de que las
políticas neoliberales que finalmente se aplican son tan “naturales”
como la Ley de la Gravedad y la ficción de que mediante la vía de
las urnas es posible resolver los problemas de la sociedad.
Esconde el carácter
de clase del moderno parlamentarismo, que no encuentra entre sus
miembros a un solo trabajador.
En medio de toda
esta discusión, una circunstancia objetiva expuesta en su día por
Lenin manifiesta la inconsistencia del supuesto reformista.
“El
capitalismo –afirmaba el
revolucionario ruso - es la propiedad privada de los
medios de producción y la anarquía de la producción. Predicar una
distribución "justa" de la renta sobre semejante base es
proudhonismo, necedad de pequeño burgués y de filisteo. No puede
haber más reparto que en proporción a la fuerza”.
Pero además, la
Unión Europea es un acuerdo de los capitalistas del continente para
competir con otros polos imperialistas como el de Estados Unidos, que
retrotrae a los países que la conforman a sus viejas aspiraciones
históricas.
Porque si los
proletarios de los países europeos creen todavía en los
parlamentos, en las concertaciones con la empresa, en la vía
democrática y electoral, y en los cambios sin conflictos agudos, se
debe entre otras causas, a decisiones como estas que emprenden
partidos que deberían ser, como proclaman, referentes de los
asalariados.
No se pueden
conciliar las ideas emancipatorias y las europeístas de la ideología
burguesa. Los proletarios no encontrarán nada para ellos en los
proyectos de alianzas con los capitalistas y sus representantes
socialdemócratas. Europa nunca podrá discurrir en paz y unida,
mientras continúe regida por el Capital que también controla el
Mundo.
Negar por principios
esta posibilidad de concordato táctico con fuerzas que no son
revolucionarias no es, en absoluto, una muestra de sectarismo
ramplón. Es la tozuda realidad, la Historia, la que marca la pauta
de esta visión, que no tranza con principios cardinales.
Porque,
sencillamente, hoy no hay lugar, ni tiempo, para las ilusiones
pequeño-burguesas sobre la “democracia” y la Europa unida de
régimen capitalista.
Por otro lado, las
fuerzas revolucionarias no deben pasar por alto que el aumento de la
consciencia en la sociedad, que se manifiesta antes en forma de voto
“equivocado”, o en conciencia que ve nítidamente que la raíz
del mal está en el capitalismo y no en la falta de derechos, traerá
consigo, antes o después, una reacción que puede ser fascista.
Como clase
dominante, la burguesía, que encarna el poder económico pasará sin
contemplaciones de la “democracia inoperante” a la
“dictadura necesaria”. Y a las fuerzas populares les
conviene prepararse, en todos los terrenos necesarios, para esta nada
improbable posibilidad.
Hemos pasado de la dictadura necesaria a la democracia inoperante en estes últimos 40 años. La socialdemocracia (nisinino) y su consenso politicamente correcto no muestran el camino feliz de la dictadura necesaria de la democracia inoperante. La cuadratura del círculo perfecto. A estos burgueses y advenedizos hay que reconocerles su mérito. Acracia p.s.s.
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