Ariel
Noyola Rodríguez.
Global Research
La unipolaridad de Estados Unidos en el sistema
financiero mundial se desvanece a paso veloz. Como consecuencia de su miopía
política, Washington obligó a otros países a poner en marcha instrumentos de
cooperación financiera que abandonan el uso del dólar, así como instituciones
multilaterales que ya no se rigen más por las reglas impuestas desde el
Departamento del Tesoro.
Es que en definitiva, las finanzas y la moneda se
han venido utilizando como instrumentos de política exterior, esto es, como
mecanismos de dominación global que buscan socavar tanto a adversarios
geopolíticos (Rusia), como a potencias económicas en ascenso (China) que
resisten a doblegarse ante el yugo norteamericano.
Ante la imposibilidad de alcanzar sus objetivos
estratégicos por la vía diplomática, Estados Unidos se lanza a la guerra
financiera, ya sea a través de embargos económicos, ataques especulativos,
congelamiento de cuentas bancarias de políticos y empresarios, etcétera.
En abierta violación de los principios del derecho
internacional, Washington apunta su artillería contra los países que, de
acuerdo con su concepción, integran el denominado “eje del mal”: Corea del
Norte, Irán, Siria, Sudán, etcétera. Su modus operandi consiste en estrangular
la economía del país en cuestión para promover un cambio de régimen.
Ahora esa misma estrategia se dirige contra el
Gobierno de Vladimir Putin. Es que luego de la reintegración de la República de
Crimea y la ciudad de Sebastopol a territorio ruso –sustentada en el referéndum
celebrado en marzo de 2014–, Estados Unidos, el Reino Unido y Polonia
presionaron a la Unión Europea para que expulsara a Rusia de la Sociedad de
Telecomunicaciones Financieras Interbancarias Mundiales (SWIFT, por sus siglas
en inglés).
Fundado en 1973 en la ciudad de Bruselas, Bélgica,
SWIFT es un sistema internacional de comunicaciones que permite a los bancos
realizar transferencias electrónicas entre sí. Antes de su puesta en marcha,
las entidades financieras se limitaban a comunicarse a través de Télex y
sistemas telefónicos bilaterales.
En ese sentido, SWIFT constituye un avance
tecnológico de primer nivel, puesto que ha permitido tanto aumentar la
velocidad del comercio y la inversión mundiales, así como disminuir los costos
de transacción en una escala sin precedentes.
En la actualidad SWIFT es utilizado por 10,500
bancos –sobre todo estadounidenses y europeos– en más de 200 países. En su día
de mayor apogeo en lo que va de 2015 procesó 27.5 millones de mensajes de
órdenes de pago.
SWIFT es un mecanismo “técnico”, puramente
“neutral”, según los magnates de Wall Street y la City de Londres. No obstante,
los ataques del 11 de septiembre a las Torres Gemelas sirvieron para que
Estados Unidos se inmiscuyera en el sistema de pagos: el Departamento del
Tesoro solicita desde entonces “información específica” con la excusa de que
“monitorea” los canales de financiamiento de “grupos terroristas”.
De esta manera, con el argumento de que se
encontraban inmiscuidos en actividades ilegales se desconectó a los bancos
iraníes de SWIFT hace 3 años, situación que puso en aprietos la provisión de
crédito a las operaciones de comercio exterior del país persa.
Asimismo, Washington abrió el camino para la
intromisión de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés).
Según las revelaciones de Edward Snowden, ‘Follow the Money’ es el nombre del
programa especializado de la NSA que se encarga de espiar el sistema financiero
global.
El seguimiento realizado por el personal de la NSA
desembocó en la construcción de una base de datos, ‘TRACFIN’, misma que en 2011
contenía por lo menos 180 millones de registros de las operaciones entre los
bancos, las transacciones con tarjetas de crédito y, por supuesto, los miles de
mensajes transmitidos a través del sistema SWIFT.
Por lo tanto, Estados Unidos se hizo del control cuasi
monopólico del sistema de pagos internacionales para asfixiar a sus rivales.
Hasta ahora la desconexión de SWIFT aún no se ha implementado en contra de
Rusia por la “falta de autoridad” de las autoridades regulatorias. Pues sí, una
cosa es castigar a una potencia regional, y otra muy distinta es entrar en una
batalla cara a cara con una potencia mundial.
Con todo, las constantes amenazas de parte de
Estados Unidos y sus aliados europeos propiciaron que el Gobierno de Vladimir
Putin pusiera en funcionamiento un sistema de pagos alternativo. Es que más de
90% de las operaciones de los bancos rusos son transfronterizas, con lo cual,
si se hubiese concretado la expulsión de Moscú del sistema SWIFT las consecuencias
sobre la economía mundial habrían sido catastróficas.
Los principales bancos rusos (Sberbank, VTB,
Gazprombank, Bank of Moscow, Rosselkhozbank, etcétera) realizan ya acuerdos
bilaterales y utilizan de lleno el nuevo sistema de pagos, anunció hace unos
días Olga Skorobogatova, la vicegobernadora del banco central.
El nuevo sistema de transacciones disminuye el
monto de los costos en comparación con SWIFT, y más importante todavía, brinda
a Moscú de mayor autonomía política y seguridad económica en caso de una nueva
escalada de sanciones. Adicionalmente, la iniciativa rusa detonó la
construcción de sistemas de pagos alternativos en otros lugares del mundo.
Por un lado, China está lista para poner en marcha
las próximas semanas su propio sistema de transacciones. Por otro lado, los
integrantes del BRICS (acrónimo de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) se
encuentran discutiendo la posibilidad de lanzar un sistema de pagosmultilateral, esto es, que no sean sólo Rusia y China los beneficiados, sino
que el sistema de pagos realice operaciones entre todos los miembros del
bloque.
El plan de contención orquestado desde Washington
y Bruselas en contra de Rusia derivó en un ‘efecto búmeran’, pues no sólo no la
expulsaron de SWIFT, sino que Moscú construyó un sistema de pagos alternativo
que neutralizó por completo los intentos de desestabilización y que, en
paralelo, sirve de inspiración para los países del BRICS y muy pronto, también
lo será para la mayoría de las economías emergentes.
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