30 de octubre de 2010
IN MEMORIAN, MARCELINO CAMACHO
Por Marat
Cada hombre lleva en su mochila sus luces y sus sombras. Marcelino no era un hombre perfecto. Su ser de obrero consciente vivió la dura escisión entre el insobornable antifascista y trabajador concienciado de la necesidad de cambiar el mundo y el drama de una "transición" pactada y amnésica, en el que los pactos de la izquierda y su partido le exigieron desactivar lo más explosivo de las luchas de los trabajadores en aquél momento, a cambio del plato de lentejas para el Partido Comunista de España. Pero, siendo diputado por el PCE, devolvió su acta de diputado cuando comprendió que los sacrificios exigidos a los trabajadores ya no eran de recibo. Cierto, el mal estaba hecho. Pero el viejo león antifascista y obrero en sus últimos años, como cuenta Pepe Gutiérrez en su artículo "Las cenizas de Marcelino" (no sean vagos y búsquenlo en google o en Kaosenlared.net), "con el auge del neoliberalismo, Marcelino se había radicalizado, y los del “aparato” (los que salen en la foto institucional) ya no lo querían".
El balance final de la vida de Marcelino, más allá de las contradicciones socialdemócratas de los PPCCs exestalinistas, o no tan ex, según se ven sus purgas internas aún hoy, es claramente merecedor de nuestro reconocimiento, gratitud y recogida de bandera de lucha, para vergüenza de burócratas que dan las gracias a "príncipes" por sus condolencias, o Fidalgos que encendían el cigarrillo cada vez que los asistentes en el homenaje de la Puerta de Alcalá levantábamos el puño (este hombre de FAES va a acabar con un cáncer de pulmón pues levantamos el puño muchas veces) y Presidentes de gobierno traidores a la clase trabajadora. Ninguno de ellos podrá limpiar sus miserias en el sudario de Marcelino. Es de un blanco nuclear su integridad que resiste todas las manchas que deseen traspasarle los Pilatos al secar sus sucias manos.
Reconocer su grandeza, dentro de sus contradicciones, es humano, nos enaltece como personas, nos ayuda en este difícil momento en el que NINGUNO de cuantos deseamos transformar la sociedad en un sentido socialista tenemos una hoja intachable de servicios.
Salvando todas las distancias de una vieja tradición que ya no es mía porque hace muchos años dejé de pertenecer a esa corriente de la izquierda para encontrar su mejor continuación, sin la pesada herencia del estalinismo, hay un ejemplo del que me siento heredero porque extrae lo mejor de nosotros mismos y de la izquierda: su generosidad.
El viejo Presidente socialista de la República Italiana, el antiguo “partisani” Sandro Pertini, ante la muerte de su amigo comunista, secretario general del PCI, el 11 de Diciembre de 1984, corrió a velar su cuerpo, partiendo hacia Roma con un vuelo presidencial para escoltar al cortejo fúnebre.
Esa es la grandeza moral de la izquierda (“llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones”, en palabras de Buenaventura Durruti) y, en mi opinión, ahí se debiera haber quedado el homenaje a Marcelino. Cuando digo izquierda en ella me cabe la que hace lo que dice y dice lo que hace. Sobraban Fidalgos, Zapateros traidores y Príncipes de Asturias. El último de ellos porque, como parado parásito de lujo, ensucia con su presencia el homenaje al viejo luchador y los dos anteriores porque a la izquierda le sobran enterradores de empresas funerarias privatizadas.
Seguramente, con ello, los actos fúnebres hubieran tenido menos brillo mediático pero habrían ganado en limpieza moral de la izquierda y muestra de lo que significa ser diferente de verdad. Hubiera habido menos contradicción entre el legado de Marcelino y sus poco ennoblecidos herederos de huelgas y movilizaciones a meses vista y por obligación.
Comprender que Marcelino era un patrimonio de toda la izquierda combativa, pero sólo de esa izquierda, nos hubiera ahorrado el asco de ver cómo los partidarios de pasar página sobre los años de lucha obrera del ayer se retrataban intentando fagocitar su mensaje para quitarle toda la fuerza que, ante las nuevas luchas que nos ha tocado vivir hoy, él nos dejó como herencia.
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No puedo atribuirme un conocimento especialmente cercano de Marcelino Camacho (coincidimos en muchísimas asambleas, reuniones, manifestaciones y he hablado con él en docenas de ocasiones), pero sí de algunas circunstancias vividas por él ( más o menos desde la muerte del dictador hasta su desaparición real de la dirección de CCOO), por compartir militancia sindical, política y hasta de facción. He tenido que pararme un rato a pensar (lo he hecho esta mañana caminando hacia casa desde el cementerio civil) y han sido muchas las cosas que se agolpaban en mi cabeza y he estado a punto de escribir, pero creo que con decir que estoy de acuerdo con el tono general de lo escrito por Marat ya es bastante. Aquellos que sólo hemos conocido el PCE y CCOO (desde mis dieciséis años y por casi cuarenta) quizás no hemos sabido salir de la dinámica negativa, depresiva y desmotivadora que la inexistencia de un PC marxista-leninista ha supuesto para la clase obrera. A Camacho no le mandaron a casa con una palmadita cariñosa, sino con unas cuantas puñaladas en la espalda, tras duras luchas internas fue derrotado (fuimos) y asumieron el poder los que ahora continúan en CCOO y aquellos a los que poco a poco intentan ahora echar del PCE. No tuve ánimo suficiente para acercarme a la sede de CCOO a despedir a Marcelino, fundamentalmente por no encontrarme con los enemigos de clase que han ido a hacerse la foto (hasta Santiago Carrillo se ha atrevido a ir), pero en mi fuero interno he tenido un punto de presunción al pensar que si él lo hubiera estado viendo habría sonreído, sin estridencias, con su sobria elegancia castellana, al ver el montaje. Salud, Marcelino. Me siento orgulloso de saber quién eres. Hasta siempre camarada.
ResponderEliminarEso mismo estaba pensando yo, Bruno, de todo el montaje que se formó. Hasta el principito se hizo la foto, que luego, sería portada de El País y el ABC.
ResponderEliminarEl cobarde traidor de Carrillo también estaba allí. Me siento muy identificado con todo lo que dices.
Lo que sí he de puntualizar en el escrito de Marat es que emplea el mismo término acuñado por los enemigos de la lucha obrera: "estalinismo" y "métodos estalinistas". Y resulta que esos métodos que, interesadamente y con fin de desprestigiar la lucha obrera, se atribuyen falsamente a Stalin, son, precisamente, los métodos que se están aplicando por los revisionistas a todo aquél que, incluso, sin llegar a posiciones de marxismo-leninismo ose discutir la doctrina revisionista en uso.
Hace tiempo que noté que IU y el PCE, por extensión o contaminación, tienen una excesiva deriva socialdemócrata y revisionista. Creo situarme, por mi pensamiento, en el marxismo-leninismo (aunque no le guste a Marat) y comprendo bien lo que dices, Bruno. Por lo demás, comparto también (salvo la puntualización hecha) lo dicho por ti y por Marat. Me ha dado mucha pena por el luchador que fue Marcelino y que se hayan aprovechado en momentos tan duros de su familia. Allí había mucho traidor puñalero; podría decir más cosas, pero, es inútil.
Ahora, sí; Marcelino queda en la memoria de los que bien le quisimos. Los traidores sólo fueron a hacerse la foto.
Un saludo, Bruno y Marat, y un abrazo.
Cherniakovski, llevas razón. Yo intento ser cuidadoso para no utilizar términos propios de la propaganda de nuestros enemigos, pero también se me escapan. Debe ser que tras tantos años de ser comunista, estalinista o rojo de mierda (ahora criminal sin derecho a tener hijos, parece ser) ya ni siquiera me saltan a la vista algunas palabras. A mí no se me ocurre usar la palabra (otra cosa podría ser el concepto en una discusión ideológica, por ejemplo) estalinista (o trostkista o maoísta o albanés o anarquista) como un insulto y he aprendido a ser respetuoso incluso con aquellos que no siempre he apreciado y no siempre he considerado hermanos comunistas. Si aquellos que supuestamente estamos advertidos y en guardia ante las mentiras burguesas no podemos evitar cometer errores, que será del ciudadano medio totalmente despolitizado que ni siquiera tiene unos mínimos recursos para defenderse de la avalancha diaria de mentiras. Eso sí, cada uno con su forma de pensar, con sus convencimientos, con sus dudas y certezas, pero, a poder ser, unidos en la lucha. Es una necesidad tan imperiosa que ya estamos tardando. Salud.
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