Por Marat
“Podemos
contar con Francia cinco años más”
(Tuit
del Presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, tras conocer
la victoria de Macron en las presidenciales francesas)
La
cuestión no es si sucederá sino cuándo.
Hay
frases como la del belga Charles Michel que delatan el temor
premonitorio de la amenaza que se acerca en el horizonte europeo.
Si
hace cinco años Macrón casi dobló en porcentaje electoral a Le
Pen, el pasado domingo la distancia entre ambos se redujo casi a la
mitad.
La
desinflada victoria de Macron no se explica por las simplezas con
las que algunos periodistas sentencian su figura. No es su soberbia,
su prepotencia, su frialdad o su distanciamiento respecto a la
realidad de los graves problemas de la sociedad francesa los que han
menguado su apoyo electoral (hay que remontarse a 1969, 52 años
atrás, cuando aún la familia Le Pen estaba iniciando su andadura política con un grupo más nazi que fascista absolutamente maeginal,
para encontrar un nivel de abstención semejante).
El
desencanto con Macron viene de lejos y es anterior a él. Es el
desencanto primero con los partidos de la representación y hoy con
la democracia liberal, lo más próximo a cualquier ficción
democrática que hoy se represente en cualquier lugar del mundo.
Viene al menos desde Sarkozy y Hollande, aunque el problema empezó
a dar la cara con los acuerdos de Maastricht y del déficit 0 de la
UE y con las políticas de recortes sociales y empobrecimiento de las
clases trabajadora y populares en toda Europa.
Mucho
antes Miterrand y su programa común de la izquierda con el PCF
habían mostrado los límites de esa izquierda con el límite de
campo de juego que le había marcado el orden jurídico
constitucional del capital. Recuerdo una frase de la mujer, Danielle,
de François Miterrand, ya Presidente: “si no podemos ser pan,
seamos al menos levadura”. Para entendernos, si no vamos a hacer
ninguna revolución, cantemos, mechero encendido, el “no nos
moverán”. Consecuencia, un cuarto de siglo más tarde, Anne
Hidalgo, alcaldesa de París, y candidata en la primera vuelta de las
presidenciales francesas, obtiene un 2%; eso sí, con muchos carriles
bici para posmodernos y obreros que no pueden pagar sus carburantes
ni coches eléctricos y multitud de restaurantes veganos para
neopijos progres. Eso es el PSF. Del PCF ya sólo queda un lejano
recuerdo por su pasado peso en la CGTF.
Mientras
la democracia liberal de Macron, que ha mantenido la deslocalización
de empresas francesas, precarizado empleo, desempleo, pensiones y
sanidad pública y ha penalizado con impuestos a los carburantes a
las clases trabajadora y populares hace vías de agua, Marine Le Pen
ofrece soluciones sencillas para sectores asustados: renacionalizar
Francia, aunque ello signifique un discurso chauvinista hacia un
enemigo que buscará primero fuera de Europa y luego en el
continente, como en el período previo a las dos guerras mundiales,
luego dentro de Francia contra los no nacidos en ella y contra los
franceses hijos de inmigrantes, sin olvidar a aquellos franceses de
pura cepa que se le opongan.
Marine
Le Pen tiene un programa. Es el de envolverse en el patrioterismo
francés excluyente, el de propagar el odio buscando al enemigo
externo e interno y lograr una Francia en la que todos sospechen de
todos y en la que la policía deje de estar sujeta a los derechos
constitucionales del ciudadano.
Una
vez logrado esto, veremos cómo sus políticas de protección social
son tan falsas como las polacas, húngaras o rusas. No serán
mejores que las de Macron pero sí aún más represivas sus
actuaciones policiales porque las pocas garantías constitucionales
que él no destruyó ya no existirán. Y no, la lucha contra el
fascismo no es más fácil que contra el liberalismo de su Estado
policía. El matiz diferencial puede ser el que está entre la vida y
la muerte.
Cuando
la resistencia casi no existe o está en las catacumbas, distinguir
entre el grado de velocidad en la que el liberalismo se convierte en
reaccionario y el fascismo asumido de los Le Pen y los Abascal es
fundamental. Nos va la vida en ello.
Y
ahora me toca comportarme como un traidor para algunos. Me importa
una MIERDA su opinión. A estas alturas de como viene la cosa no me
van a hacer ni concejal de Illán de Vacas (4 habitantes)
Parece
que las posibilidades de que Mélenchon gane las generales francesas
(tercera vuelta) es limitada pero no imposible.
Defiende
a la clase trabajadora, aunque también al mundo woke. Me quedo con
lo primero.
He
combatido desde 2011 a los agitamanitas del 15M. A Podemos le he
abofeteado hasta agotarme. Hoy ya no dan ni pena. Sólo vergüenza
ajena.
Pero
mi pregunta es muy sencilla, la misma que cabe hacerles a quienes pensaron que abstenerse en la segunda vuelta de las presidenciales francesas era una decisión digna: ¿Vais a dar una lección al PSOE o a Podemos favoreciendo
que de su derrota salga el VOX imparable?
Y mi pregunta a los que van dando lecciones: ¿,creéis que es mejor experimentar el fascismo para que la gente aprenda lecciones? En ese caso creo que sois basura
Siempre tenemos la posibilidad de defender a la clase trabajadora mostrando que nuestra revolución es pura y que la haremos en. . .2570