Por Marat
El inicio de una guerra se produce en minutos. La paz real, tras el conflicto, requiere decenios. Cuando tiene un componente étnico, aunque exista una pluralidad de causas en su origen, algunas de ellas más poderosas que la anterior -económicas, “de Estado”, geoestratégicas… -, la reconciliación requiere de la desaparición física de la generación implicada en la contienda y de las generaciones herederas del resentimiento que dejó la guerra. Es la ignorancia del pasado, más que el olvido, lo que permite que otros descendientes dejen atrás odios y se concentren en sus afanes del momento, siempre que los poderes económicos, políticos y creadores de opinión vean en la cooperación más ventajas que en resucitar los fantasmas del pasado.
Las guerras civiles, y la de Rusia con Ucrania tiene, por motivos étnicos, históricos, culturales y lingüísticos, mucho de ello, dejan heridas mucho más profundas y de largo recorrido. En EE,UU, más de 150 años después de su finalización continúa siendo uno de los residuos que activa parte de sus fracturas presentes. Lo mismo cabe decir de la guerra civil española.
Incluso podríamos afirmar que los desgarros que dejaron ambas confrontaciones fraticidas son utilizadas como combustible que aviva el magma ultraderechista en las dos sociedades.
Prescindiendo de su pasado conjunto en la URSS, ni Rusia ni la nueva Ucrania postYanukóvich nacen con el marchamo democrático liberal,el supuestamente exigido por el capitalismo occidental.
Boris Yeltsin, a cuyo gobierno sirvió Putin fielmente, consolidó su presidencia bombardeando el Parlamento ruso, el primero de composición multipartidista, formado poco antes de la descomposición de la URSS, dejando un computo de 500 muertos y más de 1.000 heridos. Pero Yeltsin fue recibido en esos tiempos como amigo de la Casa Blanca, como Putin fue años después considerado fiable para EEUU y socio apreciable por Alemania y Francia, entre otros países europeos, muchos de los cuales, como Gran Bretaña, España , Luxemburgo o Suiza, no tuvieron inconvenientes en blanquear el dinero de las mafias rusas.
La revuelta de Maidan en Kiev tuvo su punta de lanza militarmente organizada en dos grupos nazis, inspirados en el colaboracionista ucraniano del III Reich durante la ocupación de la URSS, Stepán Bandera, Svoboda y Pravy Sektor.
Pravy Sektor asesinó en Odesa en mayo de 2014 a 48 personas en la Casa de los Sindicatos.
En el Donbás, las repúblicas separatistas de Donetsk y Luganks han sufrido decenas de miles de muertos a manos del ejército ucraniano,especialmente su población civil.
Pero en la Ucrania agredida ahora por Rusia ya no existe el protagonismo de los grupos de extrema derecha sino una sociedad que resiste a su agresión, sea cuál sea su origen étnico y en Ucrania hay más etnias que las dos citadas) y cuya cultura democrática no es peor de la de un agresor cuyo Presidente asesinó a miles de chechenos, a opositores y periodistas, que prohíbe llamar guerra a su invasión y que reprime las manifestaciones de ciudadanos rusos contra la guerra.
Lo que suceda después de esta guerra, que ya no permite una victoria suficiente para ser celebrada ni una derrota total del enemigo -el coste actual de los ejércitos y sus efectos económicos ya no permiten largos períodos bélicos -, podría abrir el camino a varios escenarios posibles:
Una salida aún más autoritaria para Rusia y para una Ucrania que se repliegue hacia el ultranacionalismo
La fragmentación de Ucrania y/o de Rusia según las consecuencias de la contienda.
En cualquier caso, un incremento de la inestabilidad en el área directamente afectada.
Un efecto retroactivo que agrave la situación sobre unos Balcanes aún inestables.
La aceleración de la descomposición de la UE, tras la contaminación del tsunami nacionalista que ha abierto esta guerra, que es en Europa, aunque se niegue la pertenencia al continente (mucho más que la UE)
El repliegue hacia el ensimismamiento de EE.UU. en su política interna, ante el temor del avispero europeo.
Una multipolaridad internacionalmente incontrolable
Bastaría con que se dieran sólo dos de las situaciones mencionadas para que el capitalismo mundial entrase en situación crítica.
La crisis de 2007 golpeó sobre el sector financiero, el inmobiliario y el consumo.
La acentuada por el COVID afectó a los sectores de la automoción, la tecnología y el transporte
La de Rusia con Ucrania lo hace con las energías y golpeará al consumo a través de la inflación.
Desde la crisis de 2007 han pasado 15 años. La situación derivada de la guerra provocará una escalada brutal de los precios, no solo de los energéticos, el descontrol absoluto de la inflación, la retracción del consumo, el disparo de los tipos de interés y un mayor empobrecimiento de las clases trabajadoras.