Por Marat
Seguramente estaré
iniciando otro de esos artículos míos que pasan sin pena ni gloria.
En primer lugar por ser
extemporáneo. Hablar de másteres, salvo que sea para ofrecer los de
las universidades privadas, llega tarde. Tras un mes de escándalo, el tema ha durado hasta hoy miércoles 25 de Abril solo porque la afectada se negaba a
dimitir, cosa que acaba de hacer, pero ocarece ya del menor interés periodístico. En bares y tontódromos
(redes sociales) mañana se estará a otra cosa, la que dicten los medios
del capital en cada ocasión.
En segundo lugar porque
cualquier texto que invite al análisis, y no al morbo de ingestión y
digestión inmediatas, tiene menos futuro que un submarino
descapotable. Dedicar tiempo a la reflexión es de otras épocas y clases ociosas que podían echar toda una mañana o una
tarde en leer la prensa. Dedicarlo al fútbol, los
videojuegos, la tele o a dar vueltas por Internet es una necesidad
imperiosa y no ocupa tiempo ni lugar.
Hace unas dos semanas,
hablando con un joven profesor de primaria, muy inteligente y
comprometido a su manera con la transformación social y la igualdad,
le plantee mi intuición (no era otra cosa) sobre si el asunto del
máster de Cifuentes no tendría un objetivo de fondo mucho más
grave: el descrédito de la enseñanza pública. No supo qué
responderme.
Si no hubiera sido por
una conversación posterior con un amigo muy querido y camarada del
Espacio del Encuentro Comunista (EEC) mi intuición se habría agotado
ahí, sin dar una segunda vuelta sobre los intereses que se estaban
moviendo tras las bambalinas políticas. A él debo este artículo.
En cualquier caso, y
antes de que ustedes terminen de aburrirse definitivamente y
abandonen la lectura del texto, plantearé la cuestión central de
este artículo de modo directo: la pillada de Cifuentes es el modo último que ha empleado el capital para asestar otro gran golpe al
crédito de la enseñanza pública y a ello han jugado tanto los
poderes económicos y los sectores de la derecha (Ciudadanos)
interesados en el desplazamiento de lo público hacia lo privado como
los de izquierda (los progres), ávidamente interesados en sustituir a las élites políticas del momento.
El capital y su brazo
político son conscientes de su necesidad de rentabililizar lo que
antes se sostenía sobre otros presupuestos: estabilidad y consenso social con el
sistema económico y político, redistribución y ficción de
movilidad social mediante el salario indirecto (los servicios
públicos), apariencia de igualdad, etc.
Hoy el capitalismo tiene
serios problemas para encontrar en la producción industrial la
acumulación de capital que necesita para reproducirse. El
proceso de desmonte del Estado del Bienestar le brinda la ocasión
de convertir su crisis en oportunidad.
Si el Tratado de
Maastrich, en sus criterios de convergencia, consagraba la lucha
contra el déficit público mediante el objetivo de rebajarlo a
menos del 3%, lo que representaba recortes sociales evidentes y abría
nuevos pasos a la privatización, el Plan o Proceso de Bolonia
consagraba la “colaboración
público-privada” en la enseñanza pública. Hablando en plata, la
entrada del capital privado en la enseñanza pública.
La URJC (Universidad Rey
Juan Carlos) es una de las avanzadillas de ese modelo educativo. Los
convenios de colaboración en la formación de
cuadros dirigentes, en la política, las administraciones
públicas y en las empresas han sido la tónica habitual en la
concesión de estos estudios postgrado. Los medios del capital han preferido no hablar apenas de las connivencias público-privadas.
Lo que la URJC representa como ejemplo concreto de penetración de la “iniciativa
privada” (capital privado, para entendernos) en la
educación pública, lo encarna la CRUE (Conferencia de Rectores de
las Universidades Españolas), compuesta por 50 universidades
públicas y 26 privadas.
Ni la URJC (ligada al
PP), ni la CRUE (creada en el último período PSOE de Felipe
González) pueden hacerse el harakiri de una autocrítica sobre sus
procedimientos, más que dudosos, respecto a la manera en la que han corrompido la valoración de sus estudiantes a partir de la fabricación masiva de títulos. La transición desde el prestigio de la
universidad pública hacia su descrédito requiere de cierta cautela
y "savoir faire". No se puede ir demasiado a lo loco y poner en
evidencia la manera en la que se intentan cargar la enseñanza pública
superior. Todavía queda cierta masa crítica, cierto que incapaz de
denunciar este proceso dentro del ruido mediático iniciado por un
medio progre (El Diario), que no habla de estas cosas, y seguido por todos los
demás interesados en el mismo objetivo.
Mientras tanto les
sugiero que se interesen por cómo en determinados
ámbitos privados, y les aseguro que proliferan, se están ofreciendo
titulaciones de máster, sobre todo en MBA, asunto tan buscado no
solo entre candidatos a nuevos tiburones económicos sino también
por los políticos al alza, con el fin de prestigiarse.
Se da el caso de que dichas titulaciones en universidades privadas se ofrecen incluso online, sin ir a la clase ¡Qué casualidad!, como en el caso de Cristina Cifuentes, que tampoco apareció por las aulas.
Se da el caso de que dichas titulaciones en universidades privadas se ofrecen incluso online, sin ir a la clase ¡Qué casualidad!, como en el caso de Cristina Cifuentes, que tampoco apareció por las aulas.
En un mundo dominado por
el fetichismo de la mercancía del título universitario, luego que
la diferencia entre diplomado y licenciado se borró con el invento
del grado, tras la superinflación de titulaciones superiores porque la Formación Profesional era para tontos, a
pesar de su alta cualificación y mejores salidas laborales, sólo el
máster podía ser el salto superior a la carrera universitaria. Y
así andamos. No aprendemos.
A los hijos de la clase
trabajadora nos van poniendo nuevos escalones que nos distancien en
la pirámide social, sin que nos planteemos si el objetivo de
nuestras vidas debe pasar por desclasarnos y competir en un
mundo en el que el asalariado siempre irá a la baja, y más si viene
de la universidad pública, porque se trata de desprestigiarla. Si nuestra clase de origen no nos permite saltar los
nuevos obstáculos que nos crean las dominantes ante la inflación de títulos y el exceso de demanda del candidato a un
puesto de trabajo, tanto peor para nosotros.
Si ustedes permiten que
deje algunas reflexiones finales, aportaré las siguientes. Espero
que les sean útiles:
- El momento de cada generación viene determinado por lo que ésta considera sus urgencias. Las de quienes creen que en el tiempo histórico que les ha tocado vivir se les imponen, por ejemplo. Hace solo 20 años que se aprobó el Plan o Proceso de Bolonia, del que ahora vemos algunos de sus frutos en la enseñanza superior. A los universitarios actuales ni siquiera parece sonarles o importarles lo que esta ley significa aún hoy. No se ha hablado de esto en relación al asunto Cifuentes. Lo que se está atacando, por encima de la imagen de una política poco respetable desde su pasado, es mucho más importante de lo que ella es y representa.
- Nuestros progres políticos han decidido que lo que toca es utilizar el asunto de una política que no ha hecho un máster y tratar de sustituir a la élite gobernante sin plantearse que debieran denunciar el ataque a la enseñanza pública y defenderla.
- El señor Escolar (El Diario), la señora Pardo de Vera y de Roures (Público) y el señor Maraña (Infolibre) nos someten al mismo entretenimiento político que El País, El Mundo, La Razón, y otras hierbas, al disfazar la lucha de clases, ejercida desde el capital, bajo un duelo de máscaras políticas.
Y ahora, si no abuso en
exceso de su paciencia, les diré que si ustedes creen que el asunto es
una cuestión de corrupción personal que se cambia con voluntad
política, si ignoran que el Estado tiene naturaleza de clase, que quien gobierne aceptando las reglas "democráticas" hará lo mismo que sus antecesores, que estamos viviendo la lucha de clases más descarnada que podamos recordar y que el
affaire Cifuentes es una cuestión política y no del único poder
real (el del capital), están muy despistados.
Con o sin su permiso, les vuelvo a soltar mi rollo de siempre: el capital necesita obtener beneficio para su acumulación convirtiendo lo público en privado y desposeyéndonos de conquistas, que no son derechos porque no son naturales sino históricos, que debemos integrar los conflictos en la lucha de clases y adquirir una perspectiva de clase ante la realidad política y, por supuesto, que necesitamos organizarnos como clase.
Mientras tanto pueden ustedes seguir tuiteando sobre la información de OK Diario (¿filtrado por el propio PP?) sobre la pillada de Cifuentes en 2011 robando cremas antiedad (¿regeneradoras?) en Eroski, cuando ya era diputada de la Asamblea de Madrid. Los árboles seguirán sin dejarles ver el bosque. Con sus risas continuarán sin reflexionar sobre lo que un máster fake esconde.
Con o sin su permiso, les vuelvo a soltar mi rollo de siempre: el capital necesita obtener beneficio para su acumulación convirtiendo lo público en privado y desposeyéndonos de conquistas, que no son derechos porque no son naturales sino históricos, que debemos integrar los conflictos en la lucha de clases y adquirir una perspectiva de clase ante la realidad política y, por supuesto, que necesitamos organizarnos como clase.
Mientras tanto pueden ustedes seguir tuiteando sobre la información de OK Diario (¿filtrado por el propio PP?) sobre la pillada de Cifuentes en 2011 robando cremas antiedad (¿regeneradoras?) en Eroski, cuando ya era diputada de la Asamblea de Madrid. Los árboles seguirán sin dejarles ver el bosque. Con sus risas continuarán sin reflexionar sobre lo que un máster fake esconde.