Por
Marat
El
domingo 21 fui a ver una película dividido entre un enorme deseo por asistir y el temor a que, una vez
más, presentaran a un revolucionario desde la perspectiva romántica,
como ha sucedido con figuras como Ernesto Guevara, o incluso una
imagen violenta y hasta malvada, tan del gusto de productoras y
distribuidoras cinematográficas.
No me defraudó en absoluto. En realidad podía haberse llamado, no por la notoriedad que le hubiera aportado, sino por la importancia de 4 figuras centrales en ella: “El joven Marx y tres de sus camaradas: Engels, Burns y von Westphalen”. Obviamente, un título nada comercial pero muy próximo a cómo se presenta el filme: a través de 4 personalidades muy poderosas, cada una a su modo: las de Karl, Friedrich, Mary y Jenny, las dos últimas mujeres de los dos primeros y compañeras, sostenes emocionales y cómplices ideológicas y políticas de las luchas de los dos primeros.
No me defraudó en absoluto. En realidad podía haberse llamado, no por la notoriedad que le hubiera aportado, sino por la importancia de 4 figuras centrales en ella: “El joven Marx y tres de sus camaradas: Engels, Burns y von Westphalen”. Obviamente, un título nada comercial pero muy próximo a cómo se presenta el filme: a través de 4 personalidades muy poderosas, cada una a su modo: las de Karl, Friedrich, Mary y Jenny, las dos últimas mujeres de los dos primeros y compañeras, sostenes emocionales y cómplices ideológicas y políticas de las luchas de los dos primeros.
El
retrato cinematográfico del joven burgués y calavera, sensible y
brillante agitador, Engels, me pareció muy cercana a lo que ya
conocía de él. El de Marx, fieramente humano, finísimo estratega
político, que sufre junto a la clase con la que ha elegido vivir y
el mayor pensador político de todos los tiempos, me sedujo. De
ambos se refleja bien la extraordinaria fuerza de su pensamiento y la
integridad y coherencia de sus vidas, algo tan necesario para
hablarle a nuestra clase, ganándose su respeto. Nada que ver con lo
que históricamente ha sido la izquierda (los comunistas están
hechos de otro material humano más valioso), ni con aquello en lo
que ha degenerado hoy, ideológica y vitalmente.
Mary
Burns, la obrera de la que no solo en la película se
dice que marcó moral,
humana y políticamente a Engels, impresiona.
Una valiente agitadora socialista, de
mente muy despejada. Es poco conocido que ella tiene mucho que ver en
la descripción tan acertada de
la obra de su pareja sobre “La
situación de la clase obrera en Inglaterra”.
Jenny von Westphalen, la esposa aristócrata de quien elige el camino de la persecución, el destierro y la miseria, de
quien no se doblegó nunca, y que entendió que para ella ese era la vía de
su libertad como ser
humano, se agiganta en la cinta. Poco se ha dicho de esta mujer por
parte de los biógrafos en cuanto a su papel de secretaria y
transcriptora de la letra endemoniada de Marx.
Es
un acierto que este film tenga el reconocimiento a las dos
mujeres que impulsaron la vida de sus parejas, a través del amor, la
coincidencia básica, no lacayuna (les “regalan” alguna puya que
las engrandece como seres humanos), con sus pensamientos y con sus
sus destinos.
Reivindicadas como merecen ellas, la película tiene muchos aspectos a reseñar.
Uno es situar muy bien a los cuatro personajes, Karl es el
elemento central, pero sin restar papel a ninguno de los tres, como
tampoco a nadie de los líderes republicanos, anarquistas y
socialistas utópicos que en ella aparecen, dentro de su contexto
histórico, la pujanza de una clase ascendente en la historia, al
compás del desarrollo capitalista y la deshumanización del trabajo
asalariado y esclavista, el proletariado.
En
el film se señala muy bien el recuerdo de un desagradable
desencuentro, luego convertido en reunión afortunada que dará
lugar, para siempre, a una formidable e indestructible amistad, en la
que no falta la realidad de la vida, instantes de desencuentro. Las
escenas de brindis sucesivos y exaltación de la amistad en Paris, en
el “Cafe de la Regence”. 10 días, con sus correspondientes
noches, dan para mucho. Hasta para un boceto de texto a dúo. Entre
copas y puestas al día se forjó la peor alianza que ha sufrido el
capitalismo hasta nuestros días. No apto para puritanos de un
comunismo de catequesis y museos.
Hay
una faceta bien reflejada en la película, la del Marx deslenguado y
valiente, que lo
arriesga todo, incluido su menguado salario de director de “La
Gaceta Renana”
primero y, tras su cierre, de
su por paso la revista
“Anales
Franco-Alemanes”,
en la que él y Engels trabajarán ya juntos. En esa etapa vemos un
periodismo de confrontación al poder político de la burguesía
alemana, muy lejos en altura periodística
de hoy. Sin esa etapa de
combate nos costaría entender al Marx militante, no solo pensador.
Su concepto de la libertad ha sido recogido en el compendio de sus
artículos en “La
Gaceta Renana”,
presentados bajo el título de “En
defensa de la libertad”
. La cinta
se inicia casi con imágenes que
aluden a diversos
artículos publicados por él relativos a “los
debates sobre la ley acerca del robo de leña”. Las
frases que acompañan a esas escenas son auténticas sentencias de
condenas del periodista revolucionario sobre otro concepto de la
propiedad y del robo.
En
ellas
se
insinúa la acumulación primitiva u
originaria del
capital (faltan referencias inevitablemente,
es un filme),
que explica el germen
del capital inicial del empresariado
desde el paso de los bienes comunales, también del “aniquilamiento
de la propiedad privada que se funda en el trabajo propio, esto es,
la expropiación del trabajador", a
la apropiación por desposesión.
Pero esta parte pertenece ya al Marx maduro de los
capítulos
XXIV
y XXV del primer volumen de “El
Capital”, que
no veremos en la
proyección
porque ésta finaliza en su etapa juvenil, apenas llega
hasta
sus 30 años.
“El
joven Karl Marx”
acaba cuando entregan él y Friedrich a la imprenta “El
Manifiesto Comunista”, una
obra de encargo de la Liga de los Comunistas que iba a llamarse “El
catecismo comunista”,
un término que repugnaba a ambos por sus resonancias cristianas.
Vemos
desfilar cinematográficamente a personajes de la época más
o menos
conocidos, según
la cultura política del espectador, como
los Bauer, los Ruge, los Proudhon, los Bakunin, los Weitling
y tantos otros, desde los republicanos hasta los anarquistas, desde
los cristianos autodenominados comunistas (reaccionarios de fondo,
“La
sagrada familia”),
los charlatanes y amantes del amor universal y conciliador entre
clases (utópicos), hasta los primeros comunistas del socialismo
científico, basado en la lucha de clases. Los que siguen a Marx son
obreros, los que optan
en el filme por
Proudhon sobre todo artesanos, gente de etapas
anteriores
a la concentración fabril. Marx no hace prisioneros, combate, junto
a Engels a sus contrincantes, nunca enemigos. Casi
siempre hay respeto hacia ellos, a veces hasta un profundo afecto,
excepto hacia los petulantes, a los que combate sin piedad.
Comprender
a Marx y a Engels no es sencillo. Los rudimentos de su pensamiento,
primero en un materialismo dialéctico, al que nunca designan como
tal (fue Lenin quien le dio el acertado nombre) y también en su
materialismo histórico (tan marcado en “El Manifiesto
Comunista”) exige esfuerzo y
estudio. Ellos, al hablar
directamente a
los trabajadores, lo hacían más asequible. Pero el militante
comunista no puede conformarse con los retazos, colocados de la mejor
manera que se puede expresar en una película, un medio muy diferente
al de la reflexión. El
comunista necesita, para
tener algo valioso que ofrecer, ir
mucho más allá de la ristra de citas que se ve en los escritos de
quienes hoy se reivindican tales
y en las redes sociales. Ello
requiere la un autoformación
colectiva de la clase, porque
incendiar el viejo mundo para
construir el nuevo es un
esfuerzo coral, lo que se
apunta en la cinta.
Y para eso hace falta
reunirse, debatir y
comprender en conjunto y no
en cacareo
de redes sociales, donde
nadie escucha a nadie que no esté previamente convencido y donde
todo parece tener la misma importancia.
La fase de maduración del
movimiento que crean Marx y Engels y que va desde su incorporación a
la “Liga de los Justos”, en la que aún sus posiciones son
minoritarias frente a las concepciones idealistas, aún hegelianas en
parte y, en mucho anarquistas y cristianas, a la “Liga de los
Comunistas” lo cambia todo. En la cinta tiene una resolución
rápida pero suficiente para entender la gran transformación a la
que ellos contribuyen tan poderosamente en la conciencia del
proletariado. Estamos ante la lucha de clases y una concepción
materialista y dialéctica de la historia. No hay una historia
sagrada ni una fraternidad universal sino una solidaridad de los
explotados frente a los explotadores y una superación de la
mercantilización del ser humano para su elevación más allá de la
necesidad de venderse como fuerza de trabajo. He ahí un humanismo
radical, con una fuente muy distinta a la que crea una concepción
idealista del mundo. Nada que ver con los viejos subproductos, hoy
remaquillados bajo las nuevas formas de la Ciudad de Dios, vendidas
ahora bajo conceptos como “el bien común” o el “ciudadanismo
inclusivo” que nos colocan izquierdas, republicanos y perroflautas.
En cualquier caso, y mirando a
lo que hoy puede extraerse de la película para el aprendizaje
militante, dejo por aquí algunas reflexiones:
Sin teoría revolucionaria no
hay práctica revolucionaria.
Bajo la conciliación de clases
y la idea de los derechos para todos, que niegan la desigualdad
básica de la relación trabajo- capital, no hay teoría
revolucionaria sino farfolla cómplice del capitalismo. Entonces y
ahora.
La agitación se hace en el
mundo real. La idea de redes de Marx y Engels era de militantes en la
vida a nivel internacional (no hay patria por ningún lado), dando la
cara frente a la explotación, allí donde se produce, no en facebook
o en twitter, lugares de refugio de inútiles y cobardes.
La clase trabajadora no
necesita tribunos que, venidos de fuera, no estén dispuestos a
compartir su destino y sus condiciones de vida y que les utilicen
para medrar políticamente, como hoy sucede con esos parásitos que
componen la izquierda realmente existente, no la que otros pretenden
imaginarse como ideal en sus cabezas o la que dicen querer regenerar.
La izquierda de hoy son los cristianos, los republicanos, los
socialistas utópicos y los bienintencionados burgueses de ayer. Los
trabajadores no necesitan más plañideras, ni paños calientes, ni
timos ideológicos del tocomocho.
Sin organización, que no
manifestaciones procesionales de beatas, no hay clase como tal sino
estadística que a ningún trabajador que no lleve el escapulario
enamora y que, menos aún, a ningún patrono asusta.
A la clase no la sustituye el
partido, y menos el que ha fracasado. El comunismo es un movimiento
en marcha constituido desde la clase y por la clase como partido.
Al contrario de lo que dice
cierto sujeto que les da un enlace de la película para que sigan
ustedes siendo vacas estabuladas dentro de su cubículo en el
mundo-Matrix de las redes sociales e Internet, les propongo que vayan
a verla con alguien (su novia, sus amigos, su hermano, un compañero
de trabajo) y que, al salir, la discutan con quienes le han
acompañado. Pregúntense qué aprendizajes les ha dejado.
Esta película debiera ser
vista no solo por la vieja clase trabajadora, hoy en extinción, sino
por la nueva que soporta la vuelta a las muy antiguas formas de
explotación y de destrucción de las conquistas sociales, por la más
golpeada por esta crisis, por la que ha sido desregulada
laboralmente, por los parados sin esperanza de un empleo que les dé
unas formas de vida siquiera dignas, por los seiscientoseuristas, por
los jóvenes que pelean para encontrar un curro que les permita
compartir un piso entre varios, por los que empiezan a ser
conscientes de que lo que se nos vienen son pensiones de miseria,
antes de pasarnos directamente a la beneficencia, por la clase
trabajadora de hoy y, sobre todo, por la del abismo que asoma. Por
todos nosotros.
Por eso la encontrarán en
pocos cines de las grandes ciudades, menos aún de las pequeñas. Bájensela solo si no la ponen en su ciudad y véanla con su gente. Es
peligrosa. Hay verdad y esperanza en ella porque “las ideas
que se adueñan de nuestra mente, que conquistan nuestra convicción,
y en las que el intelecto forja nuestra conciencia, son las cadenas a
las que no es posible sustraerse sin desgarrar nuestro corazón”
(Marx Engels Werke)
Ah, y al purista que le parezca comercial porque no refleja no sé qué dato histórico de la biografía política de Marx, no se menciona la cita exacta o falta no sé qué ruptura epistemológica, que nunca existió, que le den pomada. Es un film para acercarse a personas que incluso desconocen quién es Marx pero descubren la esencia emancipadora de su mensaje, no para sectarios ni pseudoeruditos de cafetería que intenten secuestrarlo.
NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Un breve apunte sobre la memoria afectiva que dejó aquél joven que murió mucho más tarde, en 1883, pero cuyo pensamiento y propuesta es, mientras hay capitalismo, inmortal.
NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Un breve apunte sobre la memoria afectiva que dejó aquél joven que murió mucho más tarde, en 1883, pero cuyo pensamiento y propuesta es, mientras hay capitalismo, inmortal.