Luis
Casado. 15yúltimo.com
Como
de seguro sabes, los stress tests son una suerte de tomada de
pulso destinada a apreciar la salud de los bancos. En la realidad,
todo ocurre como si tú mismo fueses a ver al médico acompañado de
un muñeco de palo, y el galeno le pusiese el tensiómetro a este
último. Si el discípulo de Hipócrates te dice que todo va bien,
comienza a preocuparte. Con los bancos pasa lo mismo.
Cada
cierto tiempo, la Autoridad Bancaria Europea (ABE) le pone el
estetoscopio a un cierto número de establecimientos bancarios, con
el sano propósito de hacerte dormir tranquilo. Lo curioso es que su
inapelable dictamen consagra la espléndida salud de bancos que poco
después empiezan a doblar las corvas.
El
banco italiano Monte Paschi ¿te dice algo? Se dice que es el banco
más antiguo del mundo y –debe ser cosa de la edad– ya no se
sostiene ni con muletas. Como es frecuente en la actividad financiera
privada, requiere de periódicas transfusiones de dinero público
para mantenerse vivo. Tú me dirás: “Así hasta yo”.
Precisamente.
La
primera duda que surge con los stress tests tiene que ver con
los bancos convocados a la consulta médica. Si dejas fuera los que
presentan evidentes síntomas de debilidad, de fiebre o de diarrea…
es poco probable que detectes una eventual epidemia. Sin embargo, es
lo que ocurre, mira a ver.
La
selección de bancos sometidos a evaluación no refleja muy
exactamente el estado real de la salud del paisaje bancario, dicen
quienes saben, señalando que en el año 2010 el banco KfW (Alemania)
fue excluido de la lista que debía pasar los stress tests.
IKB,
filial de KfW, –banco de desarrollo controlado a 80% por el Estado
Federal y a 20% por los Länder–, fue afectada seriamente desde el
año 2007 por la toxicidad de los créditos “subprime”. Las
pérdidas de IKB –unos 5 mil millones de euros– debían pesar en
los resultados de KfW hasta el año 2017. En esas condiciones…
¿para qué someter KfW a los stress tests? El resultado era
conocido de antemano. Es lo que se llama el recurso del método…
Por
otra parte, seis bancos alemanes no quisieron entregar el detalle de
su exposición a la deuda soberana (Deutsche Bank, Deutsche Postbank,
Hypo Real Estate, DZ Bank, WGZ Bank y Landesbank Berlin). El gobierno
de Angela Merkel justificó la falta alegando que ninguna ley puede
obligar a los bancos a entregar esas informaciones. Frau Merkel es
rigurosa con los PIGS (Portugal, Italy, Greece, Spain) e indulgente
con los bancos alemanes.
Otro
detalle: ¿qué miden los stress tests? Entre otros el “ratio
de solvencia del primer pilar” (Tier one), en caso de
deterioro de la coyuntura. Eso es jerga bancaria. En cristiano: la
relación entre los fondos propios del banco y su endeudamiento
total. Cuánto posees y cuánto debes. ¿Queda claro? En el caso de
un banco los depósitos a la vista constituyen lo esencial de su
deuda, y los créditos acordados a sus clientes lo esencial de sus
activos financieros.
El
ratio de solvencia de un banco expresa la relación entre el monto de
sus fondos propios y el monto de los créditos acordados a sus
clientes. La solvencia de un banco corresponde a su capacidad de
responder sin problemas a las demandas de retiro de dinero de sus
depositantes.
Para
que te hagas una idea, es normal (!) que a partir de fondos propios
equivalentes a 6 euros un banco preste 100 euros. El ratio de
solvencia es del 6%. Cuando la crisis de los subprimes,
se descubrió que algunos bancos estadounidenses ni siquiera tenían
fondos propios y prestaban alegremente miles de millones de dólares.
Como sabemos, son los créditos los que hacen los depósitos, y no
los depósitos los que hacen los créditos. Si no te cabe en la
cabeza, no busques trabajo en un banco.
Ahora
bien, si los créditos acordados por un banco corren un imperceptible
riesgo de no ser recobrados, se escucha un mensaje de tipo: “Houston…
we have a problem”.
De
ahí que el Tier one (primer pilar) busque ponderar de un lado
la solidez del capital de un banco, y del otro la “calidad” de
los créditos acordados, o sea la posibilidad de recobrar ese dinero.
Los
fondos propios equivalen a la suma del capital, de las reservas, del
remanente de ejercicios anteriores (report à noveau), de la deuda híbrida y de los fondos específicamente afectados a los
riesgos bancarios generales. Si no conoces la contabilidad general no
te inquietes: los economistas tampoco. Basta con saber que lo que
precede constituye los fondos propios del banco.
En
cuanto al riesgo asociado a los créditos acordados –que se
incrementa cosa mala en caso de “degradación de la coyuntura”–,
se trata de la probabilidad que tiene un deudor de caer en default (no pagar), o que su situación no se deteriore al punto de hacertemer por
el dinero que le debe al banco.
Es
aquí que la cosa se pone fea: los stress tests evitan
cuidadosamente una evaluación realista del riesgo del crédito.
Para
aprobar los stress tests los bancos deben poder
conservar un ratio de solvencia mínimo del 6% en caso de degradación
de la coyuntura. Cuando aparecen en lontananza las “turbulencias”,
las “altas mareas”, los “pánicos”, las crisis, y con ellas
la morosidad y la insolvencia de algunos clientes, el banco debe
conservar –en el peor de los casos– un ratio de solvencia del 6%.
Tú me dirás que no es mucho, y llevas razón. Pero así es la cosa.
Para
minimizar el número de bancos que fracasa en los stress
tests, la ABE minimiza las características y el alcance de las
“turbulencias”, las “altas mareas”, los “pánicos” y las
crisis. De ese modo reducen la masa de potenciales clientes morosos y
de créditos irrecuperables. Así de sencillo. Es como cuando los
colegios privados le exigen a los profesores no ser muy exigentes en
los exámenes, visto que no conviene defraudar a los clientes que
pagan tan bien para educar a sus subnormalitos (no te rías: de ese
modo George W. Bush obtuvo un diploma en Harvard).
Por
poner un ejemplo, la ABE nunca integró en el modelo inicial
de stress
tests la
hipótesis de un default
de
los PIGS. El Banco Central Europeo (BCE) arguyó que, habida cuenta
del gigantesco plan de “ayudas” de la zona euro, era
contradictorio tomar en cuenta tal hipótesis.
Mejor
aún: sin muchos aspavientos, el BCE, el FMI, el FEEF (fondo europeo
de estabilidad financiera) y otros organismos que hay que calificar
de públicos, le compraron a precio fuerte la deuda soberana a la
banca privada, para liberarla hasta de la sospecha de una eventual
quiebra provocada por el probable default de
algún PIGS.
En
otras palabras, la salud de la banca privada sigue dependiendo del
dinero público. Recientemente, el BCE fue mucho más lejos
amenizando su, algo tardío, relajo monetario (QE) –60 mil millones
de euros mensuales de emisión monetaria sin respaldo: la nada misma–
con 20 mil millones mensuales más para comprarle activos dudosos a
las empresas que le deben dinero a los bancos… Dos precauciones
valen más que una sola.
Tercera
curiosidad, el límite de los stress tests, o sea el ratio de
6% que define la resistencia de los bancos europeos. Cifra tan
arbitraria –y tan idiota– como el límite del 3% de déficit
presupuestario impuesto a los países de la Zona Euro. ¿Por qué 6%?
La respuesta es tan brillante que encandila: ¿por qué no?
El
ratio de solvencia que el Comité de Basilea propuso más tarde fue
superior al 6%, y en algún momento bordeó el 8%. En el año 2010,
si la ABE hubiese retenido un ratio del 7%, 24 bancos hubiesen
fracasado en los stress tests, en vez de los 7 desaprobados.
Un buen paralelo lo ofrece la altura que califica a un atleta de
salto alto para los Juegos Olímpicos. Si pones la barra a un metro…
yo mismo me califico. Y tú también.
Si
la ABE hubiese retenido un ratio del 8% –como fue el caso más
tarde en el Comité de Basilea– la necesidad de nuevos capitales
para la banca privada hubiese subido a 27 mil millones de euros, de
los cuales un 40% solo para Alemania e Italia. Era la época dorada
en la que Christine Lagarde, a la sazón ministro de Finanzas de
Francia (2007-2011), alegaba que la solidez de los bancos franceses
no requería ni un euro de recapitalización. Apenas entronizada
directora gerente del FMI (julio de 2011), alegó exactamente lo
contrario.
Del
2010 a la fecha han transcurrido seis años, y los enjuagues
relatados más arriba. ¿Cómo es posible que, ante la inminente
rueda de stress tests actual leamos en la prensa europea
titulares como el que sigue?
“La
semana próxima verá (…) la publicación de los resultados de
los stress
testsefectuados
por la Autoridad Bancaria Europea (…) que podrían tener pesadas
consecuencias para la cotación bursátil de los bancos del Viejo
Continente, ya laminada desde principios de año”.
Mario
Draghi, presidente del BCE, se raja a su vez con declaraciones en
plan fin de mundo:
“Las
acreencias dudosas ‘son un problema significativo con relación a
la capacidad futura de los bancos para ofrecerle crédito’ al
sector privado en la zona euro”.
Draghi
agregó: “Este
problema debe ser resuelto porque es un obstáculo a la transmisión
de la política monetaria”,(o
sea a la repercusión de la política monetaria del BCE por los
bancos privados).
El
tipo que en la Zona Euro –conglomerado sometido a estrictas
políticas de austeridad porque no hay dinero ni para la salud, ni
para la educación, ni para pensiones decentes, etc.– puso a
disposición de la banca privada –en un solo día– un billón de
euros (un millón de millones)… El mismo que lanzó el relajo
monetario de 60 mil millones de euros mensuales para “aliviar” la
banca privada de créditos dudosos… El mismo que acaba de aprobar
el rescate del banco italiano Monte Paschi… declara que la banca
privada no logra recobrar los créditos acordados… ¿A quién? Anda
tú a saber.
Si
los “expertos en riesgos” –o sea la banca privada (¿porqué te
ríes?) rescatada con dinero público, a la cual el BCE le reservó
durante largo tiempo el jugoso negociado de la deuda soberana antes
de recomprársela cuando se recalentó el horno– no logran hacerse
pagar los créditos que otorgan… quiere decir que son
incompetentes, inútiles y peligrosos. Así como lo lees.
O
bien, más sencillamente, la banca privada es un nido de rufianes. No
lo digo yo, lo dice un nutrido areópago de distinguidos miembros de
la comunidad financiera.
Mejor
aún, las “autoridades” –que no controlan ni sus esfínteres–
obran en beneficio de la comunidad financiera, de la banca privada. Y
le preparan stress test que el propio Wall
Street Journal –poco
sospechoso de enemistad con los rufianes– califica de "comfort test".
Cuando
algunos estudiosos se preguntan por qué los Estados europeos no han
capitalizado el dinero que le han entregado a la banca privada para
salvarla de la quiebra, tomando su control para reconvertirla en
banca pública al servicio de la economía real, uno escucha –no
muy lejos– las carcajadas de los exbanqueros encaramados en la
burocracia europea.
NOTA
DEL EDITOR DE ESTE BLOG: A pesar del desafortunado uso del
término “subnormalitos” por parte del autor del texto, considero
muy interesante este artículo por el trampeo contable y financiero
que desvela.