Las
elecciones del pasado domingo 26 de Junio tienen un claro vencedor,
el PP, que remonta 14 escaños respecto a las elecciones del pasado
Diciembre y gana en la gran mayoría de las provincias. Cuenta
también con otro partido que, a pesar de obtener 5 escaños menos,
parece salvar los muebles y la cabeza de su secretario general, a
pesar incluso de su derrota en feudos como Andalucía y en otros que
lo fueron históricos como Extremadura o Castilla la Mancha.
Y
si hay vencedores claros y “derrotas semidulces” -en comparación con
la debacle que auguraban los arúspices- también los hay que sufren
derrotas contundentes. Ciudadanos, que pierde la quinta parte de sus
escaños y Unidos Podemos que, pese a integrar en coalición a
Podemos e IU y lograr 2 escaños más (justo los 2 que sacó IU por su cuenta el año pasado), pierde 1.200.000 votos
aproximadamente.
¿Cómo
se ha llegado a esto en apenas 6 meses?
Habría
que recordar que aunque los potenciales dos bloques (derecha de PP y
Ciudadanos y “progresistas”, eso dicen ellos, PSOE y Podemos)
estaban bastante igualados, con una ligera ventaja de 4 escaños
para el bloque de la derecha en los resultados de Diciembre de 2015,
esa diferencia se ha hecho ahora mayor a favor de la derecha, siempre
hablando en escaños. Las posibilidades de que el PP pueda ahora
formar gobierno en coalición y sin que nadie pida la cabeza en
bandeja de Rajoy se han acrecentado. Se ha volatilizado la
posibilidad de un gobierno paella (o “a la valenciana”, que diría
Pablo Iglesias) porque la suma de PSOE+ Unidos Podemos se queda a 20
escaños de la mayoría absoluta y necesitarían el apoyo de los
independentistas catalanes y vascos (linea roja para el PSOE), de los
regionalistas canarios, de un ujier de las cortes y de un señor,
representante en lencería fina, de Murcia, que pasaba por Madrid.
Preveo que la segunda hipótesis no sucederá y que Mariano Rajoy
revalidará su Presidencia, quizá en segunda vuelta.
Quizá
ahora entiendan algunos porqué el aventurero, esforzado y
superviviente Sánchez quiso un pacto a 3 (PSOE+Podemos+ Ciudadanos).
Le salía entonces una cómoda mayoría absoluta, si hubieran pactado
un gobierno común. Al fin y al cabo entre ellos 3 hay más
similitudes que diferencias, pese a los cacareos de formas (que no
programática) de PIT (Pablo Iglesias Turrión), que no Brad. Al fin
y al cabo, los 3 se entienden en lo básico: UE, OTAN,
inalterabilidad de la monarquía, aceptación del capitalismo como
sistema y una común crítica a la corrupción del PP. Sospecho que a Rivera, ésta última se le ha olvidado ya anoche, en medio de la
bruma que surgía en su cabeza sobre causas y consecuencias de su
batacazo.
Lo
que está claro es que, más allá de las risas que generan los
traspiés dialécticos de Rajoy, la corrupción desde los cimientos
al tejado del PP, sus políticas antisociales, las más graves desde
la transición, sus recortes de libertades, etc. etc., el endiablado
resultado de las elecciones de Diciembre, en cuanto al objetivo de
formar gobierno, sólo podían beneficiarle a él y su partido. Sólo
tenía que estarse quieto (lo hace muy bien), decir unas cuántas
sandeces (lo hace aún mejor) y esperar a que la situación se
pudriera lo bastante como para que tuviera que irse a unas nuevas
elecciones, bajo el aspecto de segunda vuelta. Sus oponentes con su
incapacidad para pactar, a pesar de que ninguno de ellos tuviera, de
fondo, grandes diferencias ideológicas (los tres son prosistema), le
allanarían unos meses más tarde el camino hacia la Moncloa.
El
PP ha vendido bien varias cosas.
La
primera, lo acabó de decir, la incapacidad de sus contrincantes de
ponerse de acuerdo.
La
segunda, una cierta idea de recuperación económica que, aunque para
los críticos a su gestión se revele falsa (el crecimiento de la
pobreza se ha incrementado incluso en los últimos tiempos de su
mandato), lo cierto es que la mayoría pasiva se la ha ido comprando
(más empleo, aunque de mierda, incremento del consumo y sensación
de que España ha salido de lo peor de su situación económica).
Conviene distinguir la opinión publicada en ciertos medios de la
opinión pública, que se conforma de un modo más complejo.
La
larga crisis capitalista y sus consecuencias para la clase
trabajadora no han acabado y previsiblemente se incrementen en los
próximos tiempos pero el PP está logrando convencer a un creciente
número de personas sobre ello. Hay que pensar que hay un segmento
importante que no ha sufrido de forma significativa la crisis en
estos años, y otro mucho menor, pero importante, que ha comprado la
idea de expectativas de mejora de su situación.
Cuando
el PP forme gobierno tendrá que torear con nuevos recortes que le
impone Bruselas por alrededor de 12.000 millones (en los que hay que
incluir la famosa multa que le impone la UE por el incremento del
déficit), pero ese será ya un problema distinto para un partido que
hace no tanto parecía acabado para muchos.
El
tercer acierto del PP fue polarizar la campaña entre él y los
anticomunistas de Unidos Podemos, a los que previamente acusó de
comunistas para asustar a una sociedad tan conservadora como la
española. Acabó por tener el efecto de reforzarlo a él y de
descalabrar a los segundos.
El
PSOE ha salvado los muebles (aunque su descuelgue del PP se ha
agrandado de forma notable y ha tenido el peor resultado desde la transición), fundamentalmente porque las manipulaciones estadísticas
sobre el pretendido “sorpasso” al que iba a someterle Unidos
Podemos se ha demostrado falso y sospecho que más que intencionado.
Eso sin contar la incapacidad de los técnicos de encuestas
preelectorales de traducir una parte de los supuestos indecisos como
abstencionistas reales ante una campaña-circo que sentíamos que ni
los 4 muleros del IBEX35 ni sus programas tenían que ver con
nosotros.
Por
otro lado, además de parecer Pedro Sánchez un buen chico a una
parte del electorado fiel del PSOE, ha visto recompensados sus
esfuerzos para formar un gobierno al margen del PP, dentro de una
sociedad muy escorada a la derecha, por mucho que las estúpidas
tablas de autodefinición ideológica digan que la mayoría de la
población española se sitúa en el centro-izquierda ¿Qué coño es
el centro izquierda y qué coño es en medio de la más grave
agresión a la clase trabajadora en una sociedad en la que hasta un
peón albañil se cree que es clase media? A una sociedad
conservadora un tipo como Sánchez y un partido como el PSOE no les
cae tan mal como algunos creen. El problema lo tienen quienes
confunden sus deseos con el análisis correcto de la realidad.
Si
embargo, el PSOE tiene un gravísimo problema para convencer a la
mayoría de la sociedad española de que es una alternativa de
gobierno. Y no precisamente porque la sociedad española le considere
a su izquierda sino porque aún está muy presente en la mente de
muchos que Zapatero fue el primer recortador de derechos laborales y
una especie de capitán borracho del Titanic y porque en todo este
tiempo, además de aparecer más concursantes políticos que
fragmentaban su suelo histórico, se ha demostrado incapaz de girar
desde el social-liberalismo a la socialdemocracia. El primero está
ya muy concurrido tanto por Ciudadanos como por Podemos, al que la
socialdemocracia le queda a trasmano.
Ciudadanos
ha envejecido en muy poco tiempo. Se ha llenado de grandes y
pequeñas miserias y corrupciones que contradicen mucho la pretendida
transparencia y regeneración de la que alardeaba este partido. Se le
ha visto con frecuencia el pelo de la dehesa derechista y se ha
rebelado como un gran granero en el que guardar parte de los votos al
PP que ahora empiezan a volver.
Unidos
Podemos ha descubierto que el “sorpasso” se queda en sorpresa
-saludos, Anguita- donde la sopa de siglas que hace meses se rechazó
y luego se aceptó, sin explicar el porqué, se ha dado un batacazo
de órdago.
Cuando
hace días Rajoy dijo aquello de "Pablo Iglesias cambia
mucho. Incluso el otro día dijo que era socialdemócrata y enfadó a
Pedro Sánchez; a mí, mientras no se haga democristiano, estoy
tranquilo"-él, que aplica la máxima de “en tiempos de
tribulación no hacer mudanza”, de Ignacio de Loyola- comprendí
inmediatamente que gran parte de los votantes españoles debían
tener esa misma imagen de Podemos.
La
sociedad respeta mucho la coherencia personal y de los partidos. No
digo que los vote pero sí que la aprecia. Lo que no respeta es a los
políticos y los partidos veleta que pasan de afirmarse un día
comunistas a otro “socialdemócratas
como Marx y Engels”,
hablar luego de que hay
un lado peronista en Podemos o acabar
admitiendo que hay un hilo entre Marine Le Pen y Podemos. Al
final, los partidos todoterreno, las errejonadas de los
“significantes
vacíos” para
hacer ensaladas
ideológicas transversales e “inclusivas” acaban dando como
consecuencia un sindios que produce un mosqueo del 15.
Si
a ello le unes a una IU convertida en la querida de Podemos, con unos
dirigentes saltimbanquis, incluido el de "Me va a costar
votar, pero lo haré porque aunque vayas quinto, tú sigues siendo mi
candidato" (Cayo Lara) y unas bases disciplinadas para
seguir a unos dirigentes aventureros y sin escrúpulo ideológico
alguno, el resultado es que los votantes tradicionales de IU no les
siguen, una parte de los votantes anticomunistas (la mayoría) de
Podemos no entiende el apaño y la pretendida “suma que
multiplica” se convierte en una resta con vocación de
división. Resultado: hostión (con HACHE. Ostia es un puerto de la
antigua Roma y también una ostra) inesperado por inflación de
encuesta preelectoral.
Los
cuchillos se afilan en Podemos y en IU. Habrá cruce de navajas, y no
por una mujer, que decía Mecano, sino porque las expectativas de los
grandes “strategos” Carolina Bescansa y Errejón se han
demostrado absolutamente catastróficas. Cuando la ausencia de
ideología se sustituye por corazones, ilusión y sonrisas lo que
ocurre es que, al primer batacazo, todo se vuelve descorazonamiento,
caras largas y de circunstancias de los dirigentes y lágrimas de los
cheerleaders y ciberactivistas, que no militantes, como pudimos ver
anoche en los televisores.
No
sé si habrá dimisiones o no en IU y en Podemos. Algunos llevan el
culo pegado a sus sillones con Loctite reforzado. Pero sí sé que
habrá “noche de los cuchillos largos” en esos grupos porque las
ambiciones frustradas, las deudas con los bancos de IU, los callos
pisados, las venganzas esperando su hora, los agravios infringidos
dentro de las respectivas casas políticas, nunca encontrarán mejor
momento para materializarse.
Dado
que sus dirigentes y la gran mayoría de sus bases son
pequeñoburgueses en lo ideológico temo que la próxima propuesta de
revisión de los “significantes vacíos” les lleve a exacerbar su
patriotismo y sus simpatías por el capitalismo nacional hasta
pegarle una pasada por la derecha al propio PP. Eso sí, con la
bendición de Bergoglio
Los comunistas y la abstención
Mi impresión es que la inmensa mayoría de los comunistas no hemos ido a votar y ello por varias razones:
Mi impresión es que la inmensa mayoría de los comunistas no hemos ido a votar y ello por varias razones:
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La primera de ellas por una reacción a flor de piel: el asco físico al circo mediático y al supermercado electoral de los 4 partidos defensores del orden capitalista.
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La segunda porque no nos hemos reconocido programáticamente en las principales opciones políticas tan ajenas a la dolorosa situación vital de gran parte de la clase trabajadora, machacada por la crisis capitalista y las recetas del PSOE primero y luego del PP. En lugar de ello hemos visto a un Unidos Podemos practicando el anticomunismo y renunciando incluso a una política socialdemócrata (sólo los ignorantes llaman socialdemócrata al PSOE, cuando la socialdemocracia era IU en su época más digna).
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El tercero porque hemos llegado a la conclusión de que “gobierne quien gobierne” hará la política que le marque el capital europeo y sus brazos armados, la UE y el FMI.
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El cuarto, y el más importante porque, en el momento actual en el que los gobiernos y los parlamentos han demostrado no tener la más mínima apariencia de autonomía respecto al capitalismo, hemos llegado a la conclusión de que incluso votar opciones comunistas no resuelve, sino que pospone, el principal problema que tenemos los marxistas: la necesidad de crear organización, hacer lucha ideológica inteligente y reconstruir el combate político y social que ha dejado vacías las calles y ha desplazado fuera de escena la cuestión principal, el antagonismo capital-trabajo y la lucha de clases que los capitalistas no han perdido de vista sino que han reafirmado durante este período de crisis de su sistema. En un tiempo en que las fuerzas de los comunistas son muy escasas, atomizadas y dispersas y que al sujeto político se le ha amordazado la voz, nuestras pocas fuerzas deben ir destinadas a lograr dichos objetivos. Una campaña electoral no da visibilidad alguna a una opción sin representación, o tan mínima para el esfuerzo que requiere y las tareas que pospone a cualquier organización extraparlamentaria, que es absolutamente equivocado plantear ese tipo de batalla. El paso de los 26.254 (0,11%) de las elecciones del 20D de 2015 a los 26.546 (0,11%) en las del 26J de 2016 demuestra que la estrategia del PCPE de darse impulso electoral, recogiendo el voto de los sectores comunistas de la antigua IU, es absolutamente equivocada. Tensar el músculo de la militancia para obtener tan magros resultados, en lugar de exteriorizar absolutamente a la organización e ir creando poder popular, sólo consolida la repetición de los errores, a pesar de que las propias tesis del X Congreso del PCPE inclinaban a una insuficiente pero necesaria autocrítica por la interiorización de este partido y su limitada conexión con las masas. El resultado de volcarse en una campaña, que quita energías para recuperar la calle, no ha sido dar más visibilidad a su partido sino evidenciar la debilidad de las organizaciones comunistas, lo que debiera conllevar una segunda autocrítica.
Con
esa abstención, aunque su notable incremento no es sólo nuestro ni
mucho menos, los comunistas hemos logrado varias cosas:
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La primera, evidenciar que existimos y que el rey (Unidos Podemos) estaba desnudo.
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La segunda, no caer en el “cretinismo parlamentario” del que hablaron en su día tanto Marx, como Engels y Lenin, especialmente en tiempos en los que los parlamentos y los gobiernos nacionales deciden nada que no venga de Bruselas. No se trata de caer en el antiparlamentarismo por el antiparlamentarismo sino de tener claro prioridades y momentos en los que tiene sentido compaginar este ámbito con el principal de la lucha política en las empresas y en los barrios y cuándo no lo tiene.
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La tercera, reconocernos como un grupo que, aunque huérfano de un fuerte partido de nuestra clase, no traga con el gatopardismo de los minireformistas títeres del capital. Construir organización unitaria de comunistas con partido y sin partido donde podamos trabajar juntos, debatir, elaborar teoría marxista, formarnos y reconstruir militancia y conciencia de clase es un desafío que los militantes del Espacio de Encuentro Comunista nos hemos impuesto. Sin dogmatismos y sin exclusiones. Será una labor muy larga, dura, callada y paciente pero no hay otro camino si queremos romper la rueda del tiempo que desde hace tanto conduce a nuestra clase a la casilla de salida.