8 de enero de 2012

EL LADO OSCURO DEL EMPLEO EN ALEMANIA

Julia Evelyn Martínez (*). Rebelión


Como un nuevo “milagro alemán” se está promocionando el último dato sobre el aumento del empleo en ese país, según el cual en 2011 se crearon 535,000 empleos más que en 2010, haciendo descender de esta forma la tasa de desempleo al 6.6% en 2011, la cifra más baja desde 1990. Algunos influyentes economistas neoliberales han comenzado a interpretar este dato como una prueba fehaciente de la exitosa política económica alemana y están señalando que éste, es el modelo de política laboral que deben seguir tanto los países industrializados que enfrentan altas tasas de desempleo (como España) como los países en desarrollo que necesiten aumentar la inserción laboral de grupos específicos, como jóvenes y mujeres (como El Salvador).

¿Cuál ha sido la receta económica responsable de este milagro? Pues nada más ni nada menos que la institucionalización y generalización de la precariedad laboral, bajo el eufemismo de la “flexibilización del mercado laboral” (adaptación de los derechos y/o condiciones laborales a los requerimientos de rentabilidad de corto plazo de las empresas.) y/o el de la “transición laboral” (empleos temporales, de tiempo parcial y con salarios inferiores al mínimo).

El ingrediente principal de esta receta económica en materia de creación de empleos tiene un nombre: Mini Jobs (mini empleos). Los mini empleos son contratos temporales con un pago máximo de 400 euros mensuales (una tarifa de cinco euros por hora y hasta 80 horas al mes) que están exentos del pago de impuestos y que prevén contribuciones voluntarias del empleado/a a la seguridad social y al fondo de pensiones. En 2011, la cobertura de los mini empleos fue de más de 7, 3 millones de personas (25% de la Población Económicamente Activa (PEA) ocupada, con una media salarial de 230 euros mensuales; muy por debajo del salario promedio que se necesita para vivir con dignidad en una sociedad como la alemana.

Se trata de una especie de “rebaja” en el costo de contratación de la fuerza de trabajo, que tiene como contrapartida para las empresas, un pago al Estado de apenas 120 euros por trabajador/a en concepto de contribución patronal al fondo general de pensiones y de seguridad social. A cambio de este pago, las empresas alemanas tienen el permiso del Estado para aumentar su ganancia a costa de la pérdida de derechos laborales y de la dignidad de un amplio segmento de la clase trabajadora, integrado principalmente por mujeres y hombres jóvenes.

Dado el bajo salario promedio de los mini trabajos, para su manutención, las personas con este tipo de contratos tienen que recurrir a la ayuda de sus familias y/o a la ayuda para desempleados que ofrece el Estado, conocida como el Hartz IV. El Estado complementa de esta forma la reproducción de la fuerza de trabajo de estas personas y contribuye así con recursos públicos a que las empresas puedan mantener y/o aumentar su tasa de ganancia.

Los mini empleos se encuentran entre los principales factores que explican la persistencia de la pobreza y el aumento de la desigualdad en Alemania.

Según un estudio de la Asociación de Asistencia Pública Paritaria (Paritätischen Wohlfahrtsverband), dado a conocer el pasado 21 de diciembre, a pesar de que la economía alemana mantiene su crecimiento económico y ha reducido la tasa de desempleo, la pobreza en el país no desaparece y parecer hacerse “anquilosado”. Uno de los hallazgos más sorprendentes de este estudio es la constatación que la pobreza está aumentando en la zona occidental, incluso en las regiones industrializadas que tienen las menores tasas de desempleo. En Berlín, la tendencia a la alza es de un 13% en seis años.

Y se calcula que uno de cada cinco berlineses necesita de la ayuda social del Estado para vivir. Esto significa que en la actualidad el 19.2% de la población en la capital alemana estaría en esa zona de riesgo (“armutsgefährdet”) de caer y/o vivir en la pobreza.

Junto a la pobreza, también la desigualdad económica ha crecido de forma dramática en ese país. De acuerdo a un reciente informe de la OCD los ingresos de las personas que tienen mejores sueldos han aumentado hasta ocho veces más que las personas situadas en los niveles salariales más bajos, entre quienes se encuentran las personas con mini empleos. En este estudio se concluye que una de las razones de este desproporcionado aumento en la desigualdad en la sociedad alemana obedece a que la población remunerada con el sueldo mínimo ha crecido considerablemente, en parte, debido a que los trabajadores están empleados menos horas. Textualmente se señala: “Hace dos décadas un empleado promedio laboraba 1,000 horas al año en promedio… Al día de hoy apenas alcanzan a contabilizar 900 horas laborales. Ello incide en la polarización económica de la sociedad”.

Otro informe oficial denominado “Nuevas formas de igualdad de oportunidades”, publicado en marzo de 2011 por el Ministerio Federal de Asuntos de Familia, Tercera Edad, Mujer y Juventud, a diferencia de lo que se esperaba, los mini empleos no están cumpliendo la función de ser un puente para lograr la inserción laboral de las mujeres hacia el empleo permanente y a jornada completa. Por el contrario, este informe advierte que las mujeres que acceden a este tipo de contratos no están cotizando adecuadamente a su fondo de pensiones y/o al fondo de seguridad social, por lo que en el futuro se verán obligadas a solicitar prestaciones sociales no contributivas, es decir, a sobrevivir con ayudas del Estado.

Como puede constatarse, el milagro alemán del crecimiento económico y de la creación de empleos tiene un lado oscuro, que sus apologistas se niegan a reconocer o que en otros casos lo admiten como inevitables “daños colaterales” o lo justifican cínicamente con un “peor es nada”. Las organizaciones laborales y sociales de los países que se encuentran en la lista de espera de reformas al mercado laboral, auspiciadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y/o el Banco Mundial (como El Salvador y Honduras), deben estar atentas a estas nuevas modalidades de flexibilización laboral, en la medida que representan una amenaza de mayor precariedad laboral para las mujeres y los jóvenes, y porque tendrán el efecto de posponer todavía más la vigencia y el ejercicio pleno de los derechos económicos, sociales y culturales de la clase trabajadora.

(*) Julia Evelyn Martínez es profesora de Economía Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) de El Salvador.

7 de enero de 2012

ASÍ SERÁ 2012

Nouriel Roubini (*). Expansión


Las perspectivas para la economía mundial en 2012 están claras, pero no son favorables: recesión en Europa, crecimiento anémico en el mejor de los casos en Estados Unidos, y una abrupta desaceleración en China y en la mayoría de las economías emergentes.


Las economías asiáticas están expuestas a China. América Latina está expuesta a menores precios de materias primas (a medida que China y las economías avanzadas se desaceleran). Europa central y oriental están expuestas a la eurozona. Y las turbulencias en el Medio Oriente están causando graves riesgos económicos –tanto allí como en otras partes– a medida que sigue alto el riesgo geopolítico y, por tanto, los precios del petróleo limiten el crecimiento global.


Recesión en la eurozona

En este punto, no hay duda de que habrá recesión en la eurozona. Si bien no es posible predecir su profundidad y duración, la constante contracción del crédito, los problemas de deuda soberana, la falta de competitividad y la austeridad fiscal implican todas una grave contracción económica.

Estados Unidos, que crece a paso de tortuga desde 2010, se enfrenta a considerables riesgos a la baja debido a la crisis de la eurozona. También debe lidiar con un lastre fiscal significativo, el desapalancamiento en curso en los hogares (en medio de una débil creación de empleos, ingresos estancados y la persistente presión a la baja sobre los bienes raíces y la riqueza financiera), el aumento de la desigualdad y el estancamiento político.

Entre otras economías avanzadas principales, Reino Unido se encuentra en caída doble, a medida que la carga frontal de la consolidación fiscal y la exposición a la eurozona socavan el crecimiento. En Japón, la recuperación post-terremoto se diluye a medida que los débiles gobiernos se resisten a aplicar reformas estructurales.


Fallas en el modelo de crecimiento chino

Mientras tanto, son cada vez más obvias las fallas en el modelo de crecimiento de China. La caída de los precios inmobiliarios está detonando una reacción en cadena que tendrá un efecto negativo en las empresas de construcción, la inversión y los ingresos del gobierno.

El auge de la construcción está empezando a estancarse, al igual que las exportaciones netas se han convertido en un lastre para el crecimiento, debido al debilitamiento de la demanda, especialmente de EEUU y la eurozona. Después de haber tratado de enfriar el mercado inmobiliario poniendo coto a los precios que estaban fuera de control, para los líderes chinos va a ser difícil reactivar el crecimiento.

No están solos. En el ámbito de las políticas, EEUU, Europa y Japón también han ido posponiendo las serias reformas económicas, fiscales y financieras que son necesarias para restablecer un crecimiento sostenible y equilibrado.

Apenas ha comenzado un tímido desapalancamiento privado y del sector público en las economías avanzadas, con un todavía tenso balance de los hogares, bancos e instituciones financieras, y los gobiernos locales y centrales. Sólo ha mejorado el sector empresarial de alta calidad.

Pero con tantos y persistentes riesgos de consecuencias prolongadas y las incertidumbres mundiales que pesan sobre la demanda final, y con una sobrecapacidad que sigue siendo alta debido en el pasado a un exceso de inversión en el sector inmobiliario en muchos países y el aumento de la inversión manufacturera en China en los últimos años, el gasto de capital y la contratación de estas empresas se han mantenido en silencio.

El aumento de la desigualdad, debido en parte a la reestructuración corporativa que ha eliminado empleos, está reduciendo más aún la demanda agregada, porque los hogares, los más pobres y quienes perciben ingresos laborales tienen una mayor propensión marginal a gastar que las empresas, los hogares más ricos y quienes perciben rentas de capital. Por otra parte, a medida que la desigualdad impulsa protestas en todo el mundo, la inestabilidad social y política podría representar un riesgo adicional para el desempeño económico.


Ajuste ordenado

Al mismo tiempo, siguen siendo grandes los desequilibrios de cuentas corrientes clave: entre EEUU y China (y otras economías de mercados emergentes) y, dentro de la eurozona, entre el núcleo y la periferia. Para un ajuste ordenado se requiere una menor demanda interna en los países que gastan en exceso con grandes déficit de cuenta corriente, y menores superávit comerciales en los países que ahorran demasiado, a través de apreciaciones cambiarias nominales y reales.

Para mantener el crecimiento, los países que gastan en exceso necesitan una depreciación nominal y real para mejorar sus balanzas comerciales, mientras que los países con superávit necesitan impulsar la demanda interna, especialmente el consumo.

Sin embargo, este ajuste de precios relativos a través de movimientos de divisas se ha estancado, ya que los países con superávit se resisten a la apreciación cambiaria a favor de imponer una deflación recesiva sobre los países con déficit. Las batallas de divisas resultantes se están librando en varios frentes: intervención de controles de cambio, flexibilización cuantitativa y controles de capital de los flujos de entrada. Y con un crecimiento global más débil en el año 2012, los combates podrían convertirse en guerras comerciales.


Pocas opciones

Finalmente, las autoridades se están quedando sin opciones. La devaluación de la moneda es un juego de suma cero, porque no todos los países pueden depreciar y mejorar las exportaciones netas al mismo tiempo. La política monetaria se flexibilizará a medida que la inflación se convierta en tema ausente en las economías avanzadas (y un problema menor en los mercados emergentes). Pero la política monetaria es cada vez más ineficaz en las economías avanzadas, donde los problemas se derivan de la insolvencia en lugar de la falta de liquidez.

Mientras tanto, la política fiscal se ve limitada por el aumento de los déficit y las deudas, los ‘vigilantes’ de bonos, y las nuevas reglas fiscales en Europa. Apoyar y rescatar instituciones financieras es políticamente impopular, y los gobiernos en casi quiebra no tienen el dinero para hacerlo en todo caso.

Y, políticamente, la promesa del G20 ha dado paso a la realidad del G-0: a los gobiernos débiles les resulta cada vez más difícil poner en práctica la coordinación de políticas internacionales, a medida que las visiones del mundo, las metas y los intereses de las economías avanzadas y los mercados emergentes entran en conflicto.


Desequilibrios bursátiles

Como resultado de todo esto, abordar los desequilibrios bursátiles –las grandes deudas de los hogares, las instituciones financieras y los gobiernos– tapando los problemas de solvencia con financiamiento y liquidez eventualmente puede dar lugar a reestructuraciones dolorosas y posiblemente desordenadas. Del mismo modo, hacer frente a la débil competitividad y los desequilibrios de cuenta corriente requiere de ajustes cambiarios que eventualmente pueden llevar a algunos miembros a salir de la eurozona.

Restablecer un crecimiento sólido es bastante difícil sin el fantasma siempre presente del desapalancamiento y una grave escasez de munición política. Pero ese es el desafío al que se enfrenta una economía mundial frágil y desequilibrada en 2012. Parafraseando a Bette Davis en All About Eve: “¡Ajústense los cinturones de seguridad, que va a ser un año lleno de baches!”



(*) Presidente de Roubini Global Economics y profesor de la Stern School of Business, Universidad de Nueva York