Nos guste o no: seguimos metidos en la mayor burbuja financiera de todos los tiempos. Y nos explotará en la cara.
«Hemos ganado la guerra y ahora perdemos con la paz», fue una de las frases más oídas durante la última conferencia del Fondo Monetario Internacional. Sorprendentemente, el pasado fin de semana los ministros de economía del G20 acordaron firmar un tratado de paz. En él la reforma del FMI, largo tiempo aplazada, aparece esbozada en sus características generales.
De lo que se trata en el fondo es de la distribución de los porcentajes de derecho a voto en el seno de la organización. Esta "cuota" es la que decide la participación y el derecho de voz de los 187 países miembros del FMI, y en principio debería de estar determinada por el peso de cada país en el conjunto de la economía mundial. Hace mucho tiempo que la actual distribución de votos no se corresponde de hecho con el peso de los países miembros en la economía mundial, pues mientras los países europeos cuentan con una representación mucho mayor a la que les corresponde, los países en vías de desarrollo están subrepresentados. Para corregir este punto un 6'4% del derecho será redistribuido. Y lo será a favor de China y el resto de los estados BRIC [Brasil, Rusia, India y China] y a costa de Europa. China se convertirá así en el número 3 del FMI, después de los EE.UU. y Japón, mientras Brasil e India son promovidos a la cúpula de los grandes, de quienes cuentan con su propio asiento en el directorio ejecutivo.
Con este acuerdo los europeos han de abandonar dos de los asientos con los que hasta ahora contaban. Eso afecta a los italianos, los españoles, los daneses, los belgas, los holandeses o los suizos, que siempre habían reclamado un grupo con derecho a voto dentro del FMI. El peso de los francos como centro financiero hará que éstos den voz a Suiza. Tras esta redistribución Europa seguirá teniendo una representación mayor a la que le corresponde, si bien inferior (40% para la Unión Europea, más del 30% para la Eurozona) a antes de la reforma. Los EE.UU. mantienen su rol privilegiado –una posición de facto con derecho a veto con un 17% del derecho a voto y el dólar como moneda fuerte a pesar de su debilidad– a falta de una alternativa de una moneda mundial (Weltgeld).
¿Por qué este consenso? En su lucha por la hegemonía del dólar, Estados Unidos ha ofrecido a los BRIC un acuerdo: un incremento de poder en el FMI a cambio de la cooperación y varias concesiones en la guerra por el control de la economía mundial, y más concretamente en detrimento de los europeos. Europa es un enemigo fácil. Si los países de la UE o de la zona euro hablasen con una misma voz en el FMI, tendrían un porcentaje mayor de derecho a voto que los EE.UU. y los países en vías de desarrollo juntos. Con tan sólo un asiento en el directorio dominarían la partida. Si no lo hacen porque son incapaces de despojarse de los ropajes nacionalistas.
¿Quiere evitar el G20 una guerra monetaria, un armisticio en la carrera por la depreciación? Oficialmente sí, aunque el dólar sigue perdiendo inexorablemente valor. Eso aligera la deuda de los EE.UU. en detrimento de todos los demás. Aunque los chinos siguen devaluando su propia divisa –en los últimos dos años, un 16%–, la gran pelea entre los países con déficit y superávit en el mundo no ha llegado todavía a su fin. El intento de los americanos por embridar el déficit por cuenta corriente, una suerte de "pacto de estabilidad", junto con el freno a la exportación a la economía mundial bajo la supervisión del FMI, está llamado a fracasar ante la resistencia de los campeones del mundo en materia de exportación, China y Alemania.
Endeudados hasta las cejas como están, los deficitarios países ricos del norte están cada vez más acorralados: la receta japonesa, tasas a interés cero y exceso de dinero, no funciona; los paquetes de estímulos sin una orientación clara hacia la reconstrucción de la economía son salvas al aire; los ciclópeos programas de austeridad estrangulan la economía. Todo lo que queda es la manipulación monetaria. Exportar, crecer a costa de los demás, cargarle a otro las pérdidas milmillonarias de la crisis financiera –en una palabra: devaluar.
Los chinos están haciendo lo posible para sostener el euro y otras divisas. Pero con ello sólo se retrasa el declive del dólar, con lo cual no podría, de hecho, evitar la revaloración del yuan. A pesar de los récords históricos de la moneda china, crece la presión política. Pero las admoniciones ayudan poco, porque entre tanto los países asiáticos han amasado gigantescas reservas de dólares (solamente China posee 2'65 billones de dólares, Japón 1'05 billones, India 266 mil millones), que podrían de facto determinar el curso del dólar. El euro es, tras la crisis de deuda de primavera, más fuerte que nunca, los inversores huyen como alma que lleva el diablo del dólar, los préstamos estatales europeos se venden como rosquillas, y sus compradores son nada menos que los bancos centrales asiáticos. El precio de las materias primas sube como la espuma, se registra un verdadero "florecimiento de materias primas" (Rohstoffblüten) y vemos un creciente uso de las materias primas como moneda, se dispara el precio del oro: todo consecuencia directa e inevitable de la debilidad del dólar. Gracias al exceso de dinero y las devaluaciones se produce un nuevo boom de los carry trade [1], los mercados de divisas echan humo y florece la especulación de divisas: el G20 está muy lejos de una política monetaria mundial coordinada.
Como mayor ganador de la crisis económica mundial aparece un FMI reformado y reforzado. Pero los problemas estructurales de la economía mundial solamente se han desplazado y pospuesto, no resuelto. A pesar de todo el triunfalismo alemán, la crisis económica mundial no se ha superado ni de lejos. En los EE.UU. la crisis financiera sigue, imparable, su marcha hacia la siguiente fase, en la que los tribunales de justicia pondrán freno a millones de deshaucios y ventas forzosas de propiedades inmobiliarias. Pues los derechos de prppiedadde los bancos, aun dependiendo de los más extravagantes productos financieros titulizados, no están sólo al albur de los vientos. Estamos en puertas de la próxima oleada de depreciación, y con ella, de la próxima crisis bancaria en los EE.UU., lo que acelerará el declive del dólar. Nos guste o no: seguimos metidos en la mayor burbuja financiera de todos los tiempos. Y nos explotará en la cara.
NOTA T.: [1] El carry es el retorno que produce un activo mientras lo mantenemos en nuestra posesión (si es positivo) o el costo de mantener un activo (si es negativo). El carry trade es una técnica que los grandes inversores llevan practicando en el mercado de divisas desde sus inicios. Consiste en la diferencia entre el carry negativo de un activo que hemos pedido prestado a bajo costo y el carry positivo de un activo en el que hemos invertido. La inversión en divisas supone comprar una divisa para simultáneamente vender otra, o lo que es lo mismo, nos financiamos en una divisa e invertimos ese dinero en otra. El inversor de esta forma apuesta a que una de las divisas se va a apreciar (divisa de inversión) respecto a la otra (divisa de financiación). (Información de Wikipedia)
Michael R. Krätke, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es profesor de política económica y derecho fiscal en la Universidad de Ámsterdam, investigador asociado al Instituto Internacional de Historia Social de esa misma ciudad y catedrático de economía política y director del Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de Lancaster en el británico.