8 de mayo de 2013

COMENZÓ EN MUNICH EL JUICIO CONTRA LA TRAMA NEONAZI NSU


Rafael Poch. La Vanguardia

El juicio contra la red neonazi alemana NSU, responsable de la peor ola de atentados terroristas registrada en el país en los últimos veinte años, comenzó ayer en Munich. Va para largo, se espera que dure hasta 2015. La principal pregunta de este asombroso y sospechoso caso no va a obtener respuesta en este juicio. Se trata del nivel de complicidad de estructuras estatales con esta trama, autora, a lo largo de trece años, de diez asesinatos, nueve de ellos racistas, dos grandes atentados con bomba en barrios de emigrantes y quince atracos.

¿Cuánto Estado hay escondido detrás de eso? Desde sus inicios, este grupo nacido en Jena (Alemania Oriental) en los años noventa estuvo rodeado de confidentes policiales, colaboradores e infiltrados del servicio secreto interior, el BfV, una policía política orientada a la lucha contra el comunismo que desde su fundación en 1950 se nutrió de muchos ex nazis.

Alrededor de los tres oficialmente únicos miembros de NSU, siglas de “Clandestinidad nazi” revolotearon por lo menos 25 confidentes e infiltrados del BfV, sin embargo el Estado no se enteró de su existencia hasta pasados diez asesinatos, quince atracos, dos atentados con bomba y 11 años. Miembros del BfV estuvieron en el escenario y momento del crimen, por lo menos en un caso: el 6 de abril de 2006, cuando el NSU asesinó a Halit Yozgat en un cibercafé de Kassel. Policías rondaron el lugar de los hechos, el 9 de junio de 2004, instantes después de la explosión de una bomba en la Keupstrasse de Colonia que hirió a muchos emigrantes.

A lo inusual de estas circunstancias se suma la desaparición o destrucción de material de archivo, negligencias tras el descubrimiento del primer taller de bombas del grupo, las mentiras y ocultamientos en las declaraciones de funcionarios de la seguridad a la comisión de investigación del Bundestag. Todo eso, que es tan extraño, es la lista habitual allí donde se ha sospechado que los servicios secretos de Europa occidental han estado involucrados en crímenes y acciones terroristas.

“Hablar de chapuzas, errores y patinazos no es creíble”, dice Paul Wellson experto en este caso del parlamento de la región de Turingia, donde se encuentra Jena. “Lo que hay que preguntarse es qué relaciones hay entre los servicios secretos alemanes, la criminalidad organizada y la extrema derecha”, dice.

Esa misma pregunta se está planteando desde febrero en el juicio del siglo de Luxemburgo: 24 atentados con bombas en 1984 y 1985 atribuidos a la red stay-behind de la OTAN, un caso que está siendo completamente ignorado por los medios alemanes, pese a que uno de los testigos ha identificado a un agente del servicio secreto alemán (BND) como el autor de 18 de aquellas bombas y coautor de la masacre de la Fiesta de la Cerveza de Munich de septiembre de 1980, el mayor atentado con bomba de la historia de la posguerra alemana, un caso no resuelto que dejó 13 muertos y más de 200 heridos.

“En el caso NSU tenemos que preguntarnos qué papel jugó el Estado”, dice el profesor suizo, Daniele Ganser, el máximo especialista en las tramas negras de los años setenta y ochenta vinculadas a la OTAN. “A diferencia del caso de Luxemburgo, aquí no se trata del BND sino del BfV y lo que hay que aclarar es si fue chapuza, fallos garrafales que pueden suceder, o si hubo manipulación”. “En ese segundo caso”, dice Ganser en declaraciones a La Vanguardia, “se trataría de cosas que ocurrieron con participación del Estado, o bien con estructuras paralelas”. “La pregunta es por qué esto no se puede aclarar y si hubo alguien que tuvo protección gubernamental”, concluye.

Aunque se estima que NSU tuvo quizá un centenar de cómplices y ayudantes, en el juicio de Munich solo hay cinco acusados. El principal es Beate Zschäpe. Oficialmente NSU se reducía a solo tres miembros, dos de los cuales, Uwe Mundlos y Uwe Böhnhardt, según la versión oficial, se suicidaron al verse cercados por la policía en noviembre de 2011. Zschäpe, única superviviente del trio, compareció serena y se puso de espaldas a las cámaras de televisión. Está acusada de complicidad en toda la serie de atentados. Merkel ha calificado este caso de “vergüenza para Alemania”.

Desde 1990 los neonazis han asesinado a 152 personas en Alemania, vagabundos, izquierdistas y sobre todo emigrantes. Es, con mucho, el principal foco de violencia política, pero el aparato de Estado se muestra indulgente, mucho más pendiente de la izquierda, y “ciego del ojo derecho”, como se dice. Las manifestaciones neonazis continúan siendo protegidas por la policía y sus adversarios criminalizados, igual que hace treinta años. Mientras tanto, una quinta parte de la población alemana tiene raíces extranjeras, pero, “en el debate público los emigrantes prácticamente solo figuran como grupo problemático”, dice el periodista Andrea Dernbach del berlinés Tagesspiegel

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