Por Marat
Lo que llamamos España es hoy una gran fosa séptica, camino de ser el lodazal más repugnante de nuestra historia, forzosa o voluntariamente, colectiva.
La naturaleza intrínsecamente corruptora del sistema económico capitalista, unida a un proceso de venta a saldo del Estado social han degenerado y deformado hasta lo irreconocible a los aparatos institucionales de la democracia burguesa y a los partidos mayoritarios en los que ésta se sustenta, de un modo especial al tardofranquismo (PP), que siempre entendió como cortijo privado lo que debieran ser bienes públicos.
Lo primero, el carácter corruptor del capitalismo, no es nuevo por cuanto que siempre ha sido el decisor último de cuáles han de ser las opciones políticas de gobierno (nótese que digo gobierno y no poder), incluso cuando son elegidas aquellas que parecen no ser directamente su primera opción. El capital halla siempre el modo de pactar con estas organizaciones políticas y, si se muestran renuentes o ariscas hacia su poder, de hacerles “entrar en razón” o directamente de neutralizarlas o derribarlas del gobierno. Obviamente, no es éste el caso del PP, partido natural del capital, pero sí lo es de las opciones reformistas o de “capitalismo de rostro humano”. Éste caso hubiera podido ser el de la antigua socialdemocracia si no hubiera “evolucionado” hacia el social-liberalismo, un modelo muerto a manos de la reestructuración del Estado capitalista hacia el liberalismo puro. Los social-liberales ya no tienen función ni espacio político, cuando las políticas impositivas han dejado de redistribuir hacia abajo. Hoy sólo se da hacia arriba mediante la brutal transferencia de las rentas del trabajo a las del capital. Su grave crisis los inutiliza a medio plazo para la alternancia de gobierno. Veremos cómo a la opción que se prepara para ocupar su espacio, mucho más que para relevarlos mediante un corrimiento hacia la izquierda del electorado, el capital empieza pronto a “ponerle ojitos” a través de los sectores “progres” de su entramado mediático. Cualquier cosa menos el vacío en la apariencia del juego de las representaciones políticas.
Dicho lo anterior, creo que los matices en política son importantes y lo mismo que pienso que nada es tan negativo para la clase trabajadora como un gobierno del PP, creo que una IU disputándole el espacio al PSOE es más positivo que un PSOE disputándole el espacio al PP. Ello a pesar de que la derechización del PSOE ha provocado el “juego de las sillas vacías en las izquierdas”, de tal modo que los espacios que una organización deja vacíos a su izquierda son rellenados inmediatamente en cascada por las que están a su izquierda, moderándose un tanto cada una de ellas, lo que acaba por provocar una derechización del conjunto de las izquierdas.
Cuando la trama Gürtel parecía haber sido apagada con la salida de Camps del escenario político, rebrota ahora un asunto que tras el abandono de militancia del afectado había ido a medio gas. Me refiero al caso Luis Bárcenas y sus sobre-sueldos a dirigentes del PP, como parte de la citada trama. Un sector de la opinión publicada, que no pública, y otro de los partidos sistémicos han querido reducir el asunto Bárcenas en algo así como una corrupción por aceptar dinero de un presunto corrupto, el señor Bárcenas.
Absurdo e indecente planteamiento que consiste en intentar hacernos creer que al señor Bárcenas se le fue la pinza y se dedicó por su cuenta y riesgo a repartir estampitas o billetitos en sobre a cambio de nada.
Si eso hubiera sido así, el señor Bárcenas no sería otra cosa que un filántropo bienintencionado y el único delito de los dirigentes del PP hubiera sido no declarar al fisco estos “extras”. Por eso algunos de ellos se han adelantado rápidamente a señalar que declararon el dinero de los sobres.
La realidad es que el comisionista Bárcenas se dedicaba a repartir sobres a dirigentes del PP en agradecimiento de acciones realizadas o futuras en intereses de las empresas que rellenaban los sobres. Algunos lo dijimos desde el primer momento y ahora empiezan a salir nombres de las mafias de la construcción que actuaron de mecenas de los dirigentes del PP a cambio de concesiones y contratos de la administración con esas grandes corporaciones capitalistas del ladrillo. Pero hay mucho más y quedarse sólo en un sector, cuando el de la limpieza, la recogida de basuras, la enseñanza concertada, la sanidad privada, las grandes operadoras de telecomunicaciones, las eléctricas, el sector farmacéutico, el de la automoción,...han sido beneficiarios directos de medidas aprobadas por los gobiernos del PP en los 3 niveles de la administración del Estado o han recibido contratos multimillonarios en euros, es tratar a la gente de imbécil. Y es cierto que buena parte de ella lo es en la medida en que su ideología le condiciona la percepción de la realidad. Me refiero a los que se quedan en el asunto del “todos los políticos son iguales”, a los que se limitan a exigir la dimisión de los implicados y del gobierno y, como mucho cárcel sólo para los políticos, y a los que insinúan que si las empresas aparecen en la trama es porque los políticos les exigen la mordida, como si la incitación por parte de la empresa hacia la corrupción del político no existiera tanto en concursos públicos como restringidos o en adjudicaciones directas. Es la naturaleza del capitalismo y el espíritu de pionero del empresario: allanarse el camino cueste lo que cueste y por encima de cualquier consideración moral. Al fin y al cabo la moralidad pública les parece cosa de filósofos, de profesores de ética o de curas y a estos últimos ya suelen ellos proveerles de buenos óbolos para desviar el contenido de sus sermones.
En cualquier caso estamos ante una situación que puede acabar con el gobierno del PP, cosa muy deseable para la clase trabajadora, que es la que sufre los desmanes y la ruindad de sus políticas de recortes sociales, salariales y de despido libre y casi gratuito, mientras por otro lado beneficia al mundo empresarial con toda la energía de su voluntad: justificación de todos los EREs, reforma laboral aún peor que la del PSOE, ayudas al sector del automóvil, la banca o las eléctricas,...a cambio de nada. De nada no, ya sabemos de qué. Al fin y al cabo, benefician a su clase.
Por otro lado, el cuestionamiento de la Monarquía Borbónica heredera del franquismo, de quien en su día fue apodado como Juan Carlos I el breve, por alguien que acabaría siendo un republicano bastante monárquico, nunca ha sido tan profunda.
Las corrupciones que sacuden al entorno del rey, con la figura de su yerno y posiblemente de su mujer, la infanta Cristina, en el centro del huracán, se refuerzan ahora con la implicación del secretario personal de las dos infantas (hombre perteneciente al personal de la Casa Real), García-Revenga, y con la documentación que el socio de Urdangarín en Nóos, Torres, irá desvelando paulatinamente en forma de bombas de condensación que van a ir elevando las responsabilidades hasta la propia figura del Rey.
Hay precedentes. Javier de la Rosa y el ya fallecido Colón de Carvajal formaron parte del entorno empresarial palatino y fueron los que pagaron en sus personas los chanchullos económico-empresariales del monarca, antes de que la palabra testaferro se pusiera tan de moda como lo está desde hace algún tiempo.
Mucho se ha escrito sobre los negocios oscuros de Juan Carlos I y creo que, avanzado el tiempo, cuando su figura sea ya parte del pasado, sabremos mucho más.
Los poderes fácticos unidos en torno a la figura borbónica son conscientes del peligro de una creciente deslegitimación de la monarquía, no tanto por lo que ésta en sí misma representa como por las aspiraciones democráticas, progresistas y socialmente avanzadas a las que históricamente ha estado unida la idea de República en España.
Lo anterior explica las advertencias y “buenos consejos” que esos mismos poderes fácticos le envían al Rey a través de la “sensatez” mediática de sus voceros comunicacionales. Estos mensajes van desde las medidas más “extremas”, dentro del régimen, que consistirían en la abdicación del Rey en su ya talludo hijo hasta otras mucho menos traumáticas, que consisten en la aplicación de la cirugía amputatoria de órganos menores, del tipo divorcio de la Infanta Cristina o renuncia de esta a sus aspiraciones dentro de la línea sucesoria de la Corona.
Evidentemente, con la que está cayendo y con las revelaciones que día tras día vamos conociendo, bien a través de Diego Torres, bien a través de Carlos García-Revenga, los sacrificios menores están condenados al fracaso (la infanta es socia de su marido al 50% en Alzoon SL, una de las empresas implicadas en la trama de Nóos y tuvo cuenta común durante varios años con la mujer de Torres, el socio de su consorte, por lo que podría ser finalmente acusada) y pueden acabar excitando aún más la rabia popular...excepto que desde las alcantarillas de la Zarzuela o su entorno empresarial se llegue a un pacto económico de tal envergadura que compense a los afectados la inmolación penal de sus personas a cambio de cuantiosos emolumentos y se haga de pronto el silencio comunicacional sobre el asunto, echándose toneladas de tierra espesa encima de mismo.
Pero no parece que vayan a ir por ahí las cosas. El abogado del Rey, José Manuel Moreno Romero, será llamado a declarar ante el juez, dado que parecen existir indicios de que no ser cierto que su actuación sobre Urdangarín se limitase a decirle que se retirase de negocios dudosos sino que bien pudo proveerle desde el inicio de asesoramiento jurídico para oscurecer el carácter delictivo de las actividades del marido de la Infanta. La responsabilidad máxima por elevación y el carácter de comisionista de Urdangarín de los negocios reales parece cada día más cercana.
Estamos ante la tormenta perfecta. El régimen de la Monarquía parlamentaria, surgida de la transición política, así como los partidos que la sustentan –PSOE arrasado y sin audiencia social ni interés alguno de la población por lo que pueda decir y PP en el ojo del huracán que puede sentar en el banquillo de los acusados a sus principales dirigentes, Mariano Rajoy incluido- se encuentran en KO técnico y comienzan a tambalearse. Incluso entre quienes están llamados a auditar las cuentas del PP se encuentra ahora el dedo acusador que señala la palabra corruptos. Ubaldo Nieto de Alba, hombre vinculado al PP, que fue Presidente del Tribunal de Cuentas entre 1997 y 2007, aparece en la lista de Bárcenas de donantes al PP, publicada por El País, con una cifra junto a su nombre de 3.000 €. La corrupción institucional es total y no parece que existan fuerzas sanas internas al propio régimen político capaces de acometer la regeneración por la que claman algunos sectores de la derecha política, económica y mediática.
Pero la pregunta que no puedo evitar hacerme es por qué, por qué en este momento, a quién beneficia y cuál es el objetivo de tanta garganta profunda pública y de este ímprobo esfuerzo de los medios del capital por aportar transparencia a la política cuando los principales responsables de hacerlo, los partidos, no lo han hecho.
El argumento de que todos los escándalos que salen a la luz lo hacen por la propia necesidad de los dos principales medios competidores en este juego de las transparencias de vender periódicos (El Mundo, El País) me parece tan pueril y falaz como aquella “boutade” que dijo Iñaki Anasagasti en su día: “la ideología de Pedro J.-Ramírez- es la de vender periódicos. No tiene otra”.
Hacer descansar los intereses y las motivaciones de la prensa sólo en la de sus directores o en la de su equipo y línea editoriales limita el papel real de los medios al mundo periodístico, olvidando que se trata de empresas que no piensan sólo en sus intereses de grupo de comunicación sino que responde ante todo a los de la clase económica dirigente que se encuentra representada, mediante acciones cruzadas, en el accionariado de dichos grupos a través de grandes corporaciones industriales, de servicios y bancarias.
Esto es algo que a menudo se olvida y se intenta hacer olvidar a la opinión pública, sustituyendo la realidad de los intereses de burguesía transmitidos por los grandes medios de comunicación por una suerte de visión romántica de la función del periodista como develador de la “verdad”.
No, no es válida la idea de una creciente competencia entre los medios de comunicación por lograr la noticia más bomba y, en consecuencia, vender más periódicos para encontrar una explicación a la revelación de los sucesos políticos de las últimas semanas. O no es más que una pequeña parte de la verdad.
A donde pretendo llegar es a la idea de que puede que la Monarquía y las dos fuerzas políticas que protagonizan el sistema de partidos heredado de la transición ya estén amortizadas para el poder económico, el que mueve todas las demás palancas sociales, incluida la opinión pública a través de sus medios de comunicación.
Ni siquiera los llamados medios alternativos, básicamente accesibles a través de Internet se salvan de esa influencia. ¿Se han tomado ustedes la molestia en comprobar cuántas de las noticias que publican son una mera copia de los medios de comunicación masivos o están elaborados a partir los servicios de agencias y de un refrito de la información recogida en dichos medios?
Y más aún, ¿se han tomado ustedes la molestia en preguntarse en qué medida lo que ustedes piensan políticamente no ha sido ya precocinado, hasta cierto punto, por la información que reciben de los diferentes medios? Con esto no pretendo decir que estemos determinados a seguir el sendero que se nos traza, en absoluto, pero es bueno saber qué nos condiciona para minimizar su capacidad de hacerlo.
Si la gran burguesía piensa que la Monarquía y el régimen de partidos de la alternancia política surgido a partir de 1977 están ya quemados como instrumentos institucionales del orden político actual es previsible que pretenda crear su propia alternativa, sucediéndose a sí misma en lo político, y ésta no parece demasiado democrática.
Se agita y promueve un populismo antipolítico sin distinciones –con UPyD se hace una tácita excepción-, que alcanza ya hasta a IU, la opción menos corrupta de entre las institucionalistas, a pesar de haber jugado la coalición la baza del populismo y la demagogia de una indignación que se dirige básicamente contra la representación política como concepto, más allá de su realidad inmediata, y apenas contra el sistema económico, aparte de algún grito sin contenido real ni carga de profundidad en su discurso.
Pero ¿por qué podría pensar que sería bueno sacrificar la Monarquía y al partido natural del capital, el PP? Dicho de otro modo, ¿se plantearía la burguesía española un recambio del orden político si no existiera una crisis social tan profunda que podría llegar, con el tiempo, a cuestionar lo que hoy no cuestiona, esto es, el orden económico en el que se asienta esta sociedad? Creo que no.
Más allá del aventurerismo de un Bárcenas, de un Torres y de un García-Revenga empujados por su propia desesperación y por el despecho de sentirse abandonados a sus suertes, como chivos expiatorios de tramas en las que ellos mismos han sido peones, la prensa del gran capital juega el papel de volar un régimen político que le ha servido bien pero que está desgastado por una crisis de legitimación. Juega con la ventaja de saber que el populismo reaccionario inoculado en la opinión pública por los transmisores del discurso dominante no pedirá cuentas a los grandes corruptores del “establishment” político porque ha cerrado el campo de la crítica a cualquier riesgo que cuestione el orden del capital.
Desconozco cuál es la operación política que está en la mente del capital, más allá de la posibilidad de abrir un debate sobre la forma de la jefatura de Estado, debate que no tardará en lanzar, una vez que el alcance sobre la corrupción moral y económica representada en la figura real cuestione a la Monarquía en su conjunto, sin que la imagen de príncipe preparado, maduro y moderno con la que presenta a la figura del heredero pueda ya enmendar lo que está roto: la confianza en la institución real.
En cuanto a la operación política que esté en marcha para sustituir al PP como opción preferente del capital no vislumbro por dónde puede aparecer, fuera de algunas especulaciones que se han hecho acerca de Esperanza Aguirre, a la cual se ha señalado como a la figura que estaría detrás las filtraciones de Luis Bárcenas. Pero no parece que resultase creíble que una mujer que ha protegido al corrupto de su delfín político en la Comunidad Autónoma de Madrid, que ha sido cómplice de las políticas antisociales de su partido, en cuyo gobierno autonómico se dieron casos de espionaje a dirigentes del propio partido y en cuya región nació la trama Gürtel, por mucho que ella haya insistido en que en su territorio la cortó de raíz, sea creíble como operación recambio de un partido ya quemado. Ello sin contar el hecho de su imagen poco amable en otras comunidades autónomas en las que son conocidas sus posiciones antiautonómicas.
Mi impresión es que el elefante blanco de la derecha política saldrá del propio entorno empresarial. Quien tenga memoria recordará el caso Tangentopolis, aquellos escándalos que demostraron que la Democracia Cristiana Italiana, junto con su delegación –el PSI de Bettino Craxi- era lo que todo el mundo en aquel país sabía: el gran nido de corrupción en el que acababan las conexiones sociales de la Mafia industrial (habría que hacer una relectura de la Mafia como forma de organización “informal” de una parte del mundo empresarial). Tangentopolis trajo como consecuencia el reforzamiento de opciones como la postfascista Forza Italia, la entrada en escena del populismo de derechas de la Liga Norte y el encumbramiento posterior y por largos años de la derecha demagógica, trincona y bonapartista de Berlusconi. La gran patronal italiana, Confindustria, tuvo mucho que ver en ese proceso. Dejo fuera del análisis la importancia que tuvo la dinámica de descomposición y metabolización política del ya supersocialdemocratizado mayor partido comunista de Occidente, el ex PCI, a pesar de ser entonces el más limpio de todo el espectro político de aquel país.
Desde entonces, en Italia la imagen de representante político va unido a la de ladrón y los electores votan con una mezcla de cinismo y resignación que ha debilitado profundamente la salud política del país y la confianza en sus instituciones. Ello dentro de un contexto económico de recesión que favorece la aparición y crecimiento de opciones políticas ultraderechistas.
La deslegitimación de la Monarquía, que podría llegar incluso a abrir paso a la República, y la voladura del PP –el PSOE ya es un partido autista, pasmado, y noqueado que ha dejado de contar, al menos por un tiempo, en el imaginario del votante de izquierdas o de centroizquierda- son dos oportunidades para una izquierda que desee de verdad estar a la altura del momento histórico que vivimos. Lo más relevante y positivo que ha hecho hasta el momento algún sector de la izquierda ha provenido de IU, a la que se ha sumado luego el PSOE, a su manera. Aunque muy tímidamente ha planteado la necesidad de investigar las conexiones que pudieran aparecer entre la lista de políticos de Bárcenas y empresas. Su mérito consiste en que lo hizo antes de que la prensa diera a conocer los nombres de las empresas.
Pero esa demanda es hoy claramente insuficiente, después de que ya sabemos la existencia de esas empresas, cuáles son algunas de ellas (sólo la punta del iceberg) y que el propio Fiscal General del Estado, Torres-Dulce, haya declarado que si los pagos que entregó Barcenas han sido como pago a contrataciones de las administraciones públicas estaríamos ante un delito de cohecho que afectaría a los dirigentes empresariales.
La petición de Cayo Lara de dimisión de Rajoy si se demuestra que este último está implicado en la trama de corrupción, a que se ha sumado Pérez Rubalcaba, y de convocatoria de elecciones generales es correcta pero insuficiente.
Es el momento de que las organizaciones a la izquierda del PSOE dejen de hacer demagogia y de jugar a apoyar al populismo prefascista de los indignados que sólo cargan contra los partidos y que dejan indemne las responsabilidades del empresariado capitalista en la creación de una pauta generalizada de corrupción.
La recogida de firmas en Change pidiendo la dimisión de Rajoy y de su cúpula y la convocatoria de elecciones anticipadas, realizada por alguien cercano al 15M, junto con las manifestaciones convocadas ante la sede del PP en la calle Génova, movidas por DRY, el 15M y sectores similares, sin un solo planteamiento de encausamiento a los empresarios corruptores, está haciendo el caldo gordo a la aparición de opciones populistas y fascistas que no tardarán en dar un paso adelante. Y lo hace sobre todo por lo que escamotea como explicación del fenómeno de la corrupción y de su origen.
Voladura del PP SÍ. Dimisión de Rajoy y de su cúpula dirigente y convocatoria de elecciones generales SÍ. Añado encarcelamiento y devolución del dinero a quienes hayan incurrido en corrupción. Pero investigación de las tramas corruptoras, encausamiento y cárcel para los empresarios que hayan cometido delito de cohecho por pagar comisiones a cambio de contrataciones y concesiones con la Administración TAMBIÉN.
Aprovecho la ocasión para responder a esos cretinos reaccionarios que quieren dejar fuera del castigo público a los empresarios. Su argumento es que a los políticos les elegimos todos, que ellos son quienes roban, y que los empresarios actúan en un ámbito privado, exponen sus dineros y no están sujetos a elección. Les respondo: “Tontos de los cojones: sí, a los políticos les eligen los electores y se corrompen, no todos, ni mucho menos, pero el robo real es que los intereses privados de las empresas, que te explotan como a un esclavo, se apropien en beneficio privado de lo público que los trabajadores hemos sostenido con nuestros impuestos. Y de ahí que el corruptor deba acompañar al corrupto a Alcalá-Meco”.
Es el momento de abrir una comisión de investigación en la que participen todas las fuerzas parlamentarias pero también las organizaciones sindicales y sociales, como vivificación de la democracia, que establezca posibles conexiones (seguras) entre el proceso de desmonte del Estado del Bienestar, la externalización de servicios (privatización) y la dualidad de corruptos y corruptores en los últimos años (sean valientes, no detengan la investigación en 2008. Vayan más allá del período en que Bárcenas fue tesorero del PP y lleguen al período actual, con las privatizaciones de los servicios sociales). Y de tomar a partir de las conclusiones de esa comisión de investigación las decisiones políticas correspondientes: cambio de política, fin de la legislación privatizadora y antisocial contra los trabajadores, reversión de todo lo privatizado a lo público, encarcelamiento de quienes atentaron contra las conquistas sociales y de los empresarios que se aprovecharon de ello, nacionalización de las empresas beneficiadas por la gran “piñata” privatizadora,...
Esta es la auténtica oportunidad de unas izquierdas que quieran serlo de verdad y de aprovechar para devolverles el golpe a los capitalistas que están arruinando las vidas de la clase trabajadora. Ese sería un auténtico acto anticapitalista y no las voces chillonas de esas mareas ciudadanas que han tenido el dudoso gusto de reivindicar el 23-F para hacer un símil entre golpe de Estado contra la democracia política y golpe de “los mercados” pero que A DÍA DE HOY siguen haciendo mutis por el foro en cuanto a la exigencia de responsabilidad penal para los corruptores. No lo han hecho en el tiempo transcurrido desde la manifestación del 15M de 2011 y siguen sin hacerlo. Simplemente evidencian su complicidad con el latrocinio empresarial. Con sus gritos contra los bancos ya creen estar haciendo su revolución...de colores.
Hola Marat, excelente artículo, lo he leído completo con mucha atención e interés.
ResponderEliminarFantástico; se ha superado a sí mismo en este artículo. Gracias por enseñarnos y compartir tan valiosas idea.
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