Por Marat
La
vicepresidenta del gobierno y ministra de trabajo -disculpen
las minúsculas. Escribo dios sin mayúsculas – Yolanda Díaz es
una mujer discreta. No porque no se haga notar sino porque sabe
hacerlo sin estridencias, aunque habrá que ver si en el futuro sus
necesidades de levantar «su» proyecto político le permiten
mantener ese perfil amable. Ya ha pisado algún charco en relación
con el asunto de las primeras semanas de gestión del Covid por
parte del gobierno. Es difícil no acabar pegando codazos al abrirse
paso.
A mí Yolanda Díaz me cae personalmente bien. No suele entenderse que alguien te resulte amable si políticamente ves a esa persona como vendedora de peines para calvos. En tiempos de fomento del odio que convoca a tropas para enfrentarlas a muerte no hay concesiones humanas al enemigo. Mal camino ese.
Me gusta el estilo de Yolanda Díaz porque, si de lo que se trata es de vender los parches políticos de una mala imitación de la vieja socialdemocracia, lo hace sin el estridente histrionismo al que nos tenía acostumbrados Pablo Iglesias -si lo que vas a vender es una falacia de igualdad social, mejor hacerlo sin exagerar y sin que se note tanto la distancia entre lo que vendes y lo que das - y aún no ha vivido experiencias que la contaminen con el espíritu vengativo de Íñigo Errejón, el gran Tartufo de la política progre.
Esta mujer sabe caminar entre Escila y Caribdis, entre el extremo centro y sus compinches de la derecha a la que la extrema derecha mediática se niega a llamar fascista y el social-liberalismo del PSOE sin pisar más callos de los necesarios ¿A quién podría caerle mal?
Desde luego no a esos lugares en los que se presenta a las mujeres protagonistas al nivel en el que antes se hacía en medios como Lecturas y otro tipo de prensa femenina. Pongamos un ejemplo para entendernos: la publicación Yo dona, de El Mundo:
Lo que he descubierto es que sí se puede cambiar la vida de la gente desde el Gobierno. Con la gestión que hemos hecho de la crisis hemos podido salvar al país.
Vayamos de lo general a lo particular:
En primer lugar somos millones los que estamos sin salvar sino buscándonos la vida por nuestra cuenta porque ni con el Ingreso Mínimo Vital, que no es de su negociado pero sí del gobierno al que reivindica, ni con otro tipo de subsidios estamos cubiertos. Esto no viene de ahora pero el Informe España de 2021 de la Cátedra José María Martín Patiño da algunas pistas. Por cierto, José María Martín Patiño no era un facha, tampoco un comunista. Sólo era de izquierdas, de esas izquierdas que no eran capaces de ser comunistas y que acaban por poner en evidencia a las izquierdas. En mi opinión con la inconsecuencia de no ser comunistas, aunque demostraron que estaban muy a la izquierda de lo que hoy es ser de izquierdas.
Hace muchos años escuché a algunos dirigentes sindicales hablar de gestión, un lenguaje de empresa pero no de sindicato, del mismo modo en el que creo que hablar de la gente y no de clases sociales, que nos lleva a las subalternas, a las explotadas y sobreexplotadas, es un modo de eludir conflictos. Se trata de ser una estrellita en el cielo rutilante de la política.
Es maja Yolanda Díaz, cómo no verlo, lo ven hasta los empresarios, según confiesa en la misma entrevista de Yo Dona. Me da miedo, porque soy un ser humano muy pequeñito y no tengo partido. Puedo estar en la mesa del diálogo social, discutiendo sin dormir y cediendo como cede todo el mundo. Eso me apasiona, pero relativizo bastante el resto de las cosas. Un día me dijo un empresario, y no voy a decir quién: «Queremos más ministros como usted porque es la que menos política hace del Consejo de Ministros, y esa es la mejor manera de hacer política». Me quedé impactada, pero te indica un poco lo que quiere la gente. ¿Qué gente y de qué clase social son?
Yolanda Díaz es una mujer con un encanto especial entre las mujeres. En cuanto toque usted una mujer del sindicalismo hegemónico, de la progresía social, del feminismo operante e influyente, de lo que no sea la extrema derecha, meterse con Yolanda Díaz es como decirle a tu novia que eres un facha machista y que vas a mear fuera de la taza.
Y sí, se lo voy a reconocer porque ni soy un fascista ni un imbécil estalinista de los que ignora que su ministerio ha hecho que los inspectores de trabajo hayan obligado a que haya más trabajadores precarios convertidos en indefinidos. Es lo que toca en esta ventana de oportunidad de la UE llamada recuperación.
Veamos la película de hasta dónde nos lleva todo esto.