Luismi
Uharte. alainet.net
Si
en el año 2011 los “Lineamientos
de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución”
marcaron el debate en Cuba y fijaron la hoja de ruta para el cambio
económico, 5 años después en el marco del VII Congreso del PCC, la
“Conceptualización
del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista”
es el principal documento de análisis colectivo. Un texto de
importancia vital ya que se ponen sobre el tapete aspectos
estructurales del sistema cubano, es decir, del socialismo autóctono,
y se plantea una reflexión político-filosófica que no se daba
probablemente desde los años setenta, cuando se aprobó la
Constitución del país.
El
otro documento que acompaña a la “conceptualización” es
el “Plan Nacional de desarrollo hasta 2030”, que de facto
no es todavía un Plan sino más bien sus principios y sus ejes
estratégicos. Estos dos textos están siendo debatidos por decenas
de miles de personas en centros de estudio y de trabajo y serán
enriquecidos con los principales aportes que se vayan realizando a lo
largo de una reflexión colectiva que se prolongará, probablemente,
hasta fin de año.
El
debate en torno a la “conceptualización del modelo” sin
duda resulta el más apasionante y obviamente también el más
polémico, ya que está permitiendo discutir acerca de los grandes
temas que históricamente marcaron la disputa entre los dos grandes
sistemas de la modernidad: el socialismo y el capitalismo. La
“conceptualización” está estructurada en cuatro
capítulos principales que abordan temáticas estructurales como los
principios del modelo, la propiedad de los medios de producción, la
dirección planificada de la economía y la política social.
Más
allá de esta división formal, a lo largo del texto destacan dos
grandes debates: uno en torno a la propiedad y el otro acerca de la
relación entre Estado y Mercado. De estos dos principales debates se
derivan otros de gran relevancia como los modelo de gestión, el
papel y potencialidades del cooperativismo, la redefinición de la
política social para que sea sostenible… En síntesis, sitúa a
las y los cubanos en la tesitura de conceptualizar el nuevo proyecto
socialista para el siglo XXI.
La
propiedad. En el primer capítulo de la “conceptualización”
se fijan los “principios de nuestro socialismo que sustentan el
Modelo” y se afirma con rotundidad que “la propiedad
socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de
producción” es la forma principal de la economía. Se agrega
que este tipo de propiedad garantiza la “condición de
propietario común” a toda la sociedad cubana. En el capítulo
2 dedicado a la propiedad sobre los medios de producción, se concibe
a la propiedad estatal como “la propiedad socialista de todo el
pueblo”.
Se
establece, por tanto, una divisoria clara entre propiedad
“estatal” y propiedad “no
estatal”, considerando que el mayor grado de socialización
se logra a través de la primera. El citado capítulo 2 indica que la
“forma estatal constituye la columna vertebral de todo el
sistema de propiedad de la sociedad socialista”. La novedad,
según José Luis Rodríguez, ex ministro de Economía y uno de los
intelectuales más respetados, es que en esta nueva etapa del
socialismo se reconoce el papel funcional que puede jugar la
propiedad no estatal.
Una
propiedad que, de todas formas, “está sujeta a temporalidad”.
Esto significa que en un futuro podría revertir de nuevo a estatal,
como ocurrió, recuerda Rodríguez, con la compañía de teléfonos
ETECSA, que en 1995 era mixta y en 2008 fue recomprada por el Estado.
A
pesar de la prioridad que se otorga a la propiedad estatal, la
expansión de la propiedad no estatal es un hecho, como lo evidencian
los datos del empleo, ya que si en 1989 solo el 6% de las y los
trabajadores trabajaban en empresas no estatales, en el 2016 ya
suponen casi el 30% de la fuerza laboral. Sin embargo, el peso de
la economía no estatal en el PIB es apenas de un 12%, ya que su
presencia se restringe a pequeñas empresas y a sectores no
estratégicos. Los sectores estratégicos, las grandes industrias
como la electricidad, las telecomunicaciones, la minería, etc.,
seguirán indiscutiblemente bajo control del Estado, asevera
Rodríguez.
El
documento de la “conceptualización”
reconoce que la propiedad privada “cumple una función
social”, tanto la nacional como la extranjera, ya que
coadyuva en la mejora del “bienestar”, “tributa al
desarrollo local” y contribuye a la “eficiencia”
económica. Pero a su vez, deja claro que solo se permitirán
pequeños emprendimientos y que se limitará la concentración de la
propiedad y la riqueza privada.
En
la práctica, es reseñable el modelo de financiación de los nuevos
negocios privados, ya que según académicos norteamericanos el 50%
de las remesas provenientes de EE.UU. se transforma en capital para
crear o impulsar empresas privadas. Las lecturas, dentro de la propia
intelectualidad económica cubana en relación a los proyectos
privados son diversas. Rodríguez destaca que en la actualidad estas
empresas están sub-declarando y por tanto pagando menos de lo que
les corresponde, lo cual es innegable. Everleny Pérez, por su
parte, considera que es necesario permitir más actividades
profesionales privadas (bufetes, arquitectos, consultorías
económicas…) y agrega que si se frena la iniciativa la gente
seguirá yéndose del país, lo cual es una evidencia empírica.
En
este nuevo contexto que se está creando en torno a los nuevos
negocios privados, se cruzan variables contradictorias que muestran
con claridad los aspectos positivos y negativos que están
experimentando en primera persona los y las trabajadoras contratadas.
Por una parte, los
sentimientos de “explotación”
emergen en las narrativas de esta franja incipiente de la clase
trabajadora cubana; pero por otra parte, manifiestan que
sus ingresos son muy superiores a los de cualquier empleo público.
El testimonio de algunas empleadas de cafeterías o restaurantes
privados es paradigmático en este sentido.
Las
cooperativas. Otro de los grandes debates que se están dando en
relación a la “conceptualización del modelo” y que son
trascendentales para el Socialismo en el siglo XXI, es el de la
autogestión y su materialización en Cuba a través del
cooperativismo. El primer aspecto crítico a destacar es la
desconfianza que sigue generando en capas importantes del Partido, de
la dirección política y sobre todo de la burocracia intermedia. La
cooperativa la siguen considerando una forma inferior de
socialización de la propiedad en comparación con la propiedad
estatal, lo cual evidencia la hegemonía del imaginario del
socialismo real del siglo XX.
En
parte, existe un temor comprensible respecto al riesgo del
cooperativismo, ya que fue la forma encubierta de los negocios
privados en la transición al capitalismo en la URSS, como advierten
algunos analistas cubanos. Sin embargo, para los sectores
favorables a la autogestión en Cuba la apuesta por el cooperativismo
permitiría una mayor socialización de los medios de producción
porque posibilitaría que los y las productoras pudieran, sin
intermediación de ningún funcionario, gestionar directamente la
empresa.
El
cooperativismo ha tenido presencia en Cuba desde 1959 pero sólo en
el sector agrario. No será hasta el 2011, con la apuesta por el
nuevo modelo, cuando se impulse el cooperativismo en industrias y
servicios (prioritariamente en este último). Actualmente hay casi
500 cooperativas en proceso de prueba y evaluación, la gran mayoría
en el sector de gastronomía, comercio agropecuario y construcción.
Hay previsión de que en los próximos años más de 12.000 pequeñas
empresas estatales de servicios (la mayoría gastronómicos) se
conviertan en cooperativas. Para los grupos pro-autogestión el
proceso de cooperativización se está dilatando excesivamente y
teniendo incluso más trabas que los negocios privados, lo cual
podría interpretarse como una contradicción del proceso de cambio.
La
gestión. Más allá del debate acerca de la propiedad existe
otro trascendental y complementario: el modelo de gestión. A
veces las disputas se circunscriben a la forma “propiedad”,
cuando la forma “gestión” puede resultar más importante
en algunos casos. De hecho, el criterio de eficiencia
está siendo determinante a la hora de modificar el modelo de gestión
en algunas empresas, aunque la propiedad siga siendo estatal.
El
primer caso relevante es el del cooperativismo, ya que el 70% de las
cooperativas en experimentación, son antiguas empresas públicas que
ahora pasan a ser gestionadas por sus trabajadores/as, aunque parte
de la propiedad puede seguir siendo estatal: los vehículos en el
caso de las cooperativas de transporte público, los almacenes en el
de las cooperativas textiles…
El
otro caso paradigmático es el de la gestión privada extranjera
en empresas de titularidad pública. El sector hotelero es
quizás el más conocido, ya que desde los años 90 se conoce este
modelo de propiedad pública o mixta y gestión privada, en el
que los rendimientos económicos han sido positivos. La exportación
de ron es otro referente y más recientemente la apuesta ha sido
abrir a otros sectores, como el de los aeropuertos. La firma con una
empresa francesa de un contrato de gestión del aeropuerto de La
Habana y la intención de generalizarlo al resto de aeropuertos del
país, es el ejemplo más destacado.
El
Mercado. En el tercer capítulo de la “conceptualización”,
el dedicado a “La dirección planificada de la economía”, se
afirma categóricamente que “las leyes del Mercado no ejercen el
papel rector”, siendo el Estado el gestor y regulador
principal. Sin embargo, se perciben dos cambios importantes. Por un
lado, el impulso a la descentralización, lo que implica dar mayor
capacidad de decisión a las provincias y municipios y conceder mayor
autonomía a los órganos de dirección de las empresas públicas.
Por
otro lado, el “reconocimiento del Mercado”, esa
institución que el socialismo real quiso suprimir por decreto pero
que nunca desapareció. Como agudamente plantea el ex ministro
Rodríguez, el mercado siempre existió aunque se trató de manera
idealista de suprimirlo. Como la ley lo prohibió entonces se
manifestó a través de la economía informal, del mercado negro. La
lectura cubana actual plantea la existencia de un mercado regulado,
no de un mercado libre, y por tanto la construcción de una economía
“con mercado” y no una economía “de mercado”, que sí es la
propia de los países capitalistas.
Rodríguez
pone un ejemplo muy gráfico para entender la nueva relación que hay
que establecer con el mercado. Afirma que los precios de muchos
productos no se pueden regular administrativamente sino a través de
un flujo suficiente de oferta, porque si no “la tendencia que se
impone es a que se venda en la economía sumergida a un precio
superior”.
Política
social. La “conceptualización” culmina con el
capítulo referido a la “política social”, donde se
proclama la gratuidad de los derechos sociales básicos. La
novedad la encontramos en la apelación a las “posibilidades
objetivas de la economía”, reconociendo las
limitaciones presupuestarias que puedan existir. Además, se
indica que “se cobrarán” los servicios “complementarios
y de carácter no fundamental”, advirtiendo que la gratuidad
absoluta y generalizada ya no será viable.
El
debate estrella sobre política social de los últimos tiempos es
acerca del futuro de la histórica cartilla de abastecimiento, ya que
a día de hoy sigue siendo totalmente universal. Cada vez parece más
claro que tarde o temprano se asignará de forma focalizada a los
sectores más vulnerables, y por tanto será un instrumento de
combate a la desigualdad, un problema creciente desde la década del
noventa.
El
futuro del socialismo en Cuba nadie lo puede decretar. Lo único que
está claro es que el modelo tradicional deudor de las experiencias
del siglo XX se agotó y que será sustituido por otro modelo que
necesariamente debe ser autosustentable. La pluralidad de
propiedades, modelos de gestión e instituciones económicas será la
clave sobre la que descanse el nuevo ensayo de socialismo para el
siglo XXI.
NOTA
DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Vivimos
tiempos en los que el cinismo y la manipulación de los hechos son la
moneda corriente. El último párrafo del autor del texto que acabo de publicar es una muestra de ese cinismo de él mismo y de la dirigencia actual del PCC. Lo llamativo es que, casi siempre, esos comportamientos se producen
desde una posición, llamémosle, “realista”, que es la que se
adopta cada vez que en política se realiza un giro hacia la derecha,
el capitalismo y el sacrosanto “mercado”.
Algunos
de quienes seguimos en su día el proceso que llevó hasta la
perestroika sabemos que con Raúl Castro, Cuba ha encontrado su
Andropov cubano, precursor, muy poco antes de Chernenko, del
liquidador Gorbachov. De momento, el Andropov cubano ha encontrado su
propio equipo de “economistas reformadores” (liberales, para
entendernos), tan parecidos a aquellos que dieron lugar en su día a
los llamados “papeles de Novosibirks”, los Agambeguian y las
Zaslavskia, entre otros. En el PC cubano son los economistas que están
detrás del documento “Conceptualización
del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista”.
Entonces se
habló, exactamente como ahora, de rectificar errores, de mejorar la
economía socialista y de mentiras similares. La diferencia es que
ahora se va hacia el capitalismo no por la vía rusa sino por la
china: dictadura capitalista con hoz y martillo y un partido que,
durante un tiempo, seguirá hablando de socialismo mientras lo va
enterrando en el engendro llamado “socialismo de mercado” con una
voladura controlada, con el fin de evitar las tensiones sociales y
el riesgo del descarrilamiento que se produjo en la extinta Unión
Soviética.
Que
Cuba ha atravesado desde los primeros años de la revolución serios
problemas en su economía no es un nuevo descubrimiento. El bloqueo
fue uno de sus principales motivos. Otros habrá que achacárselos,
seguramente, a errores en la organización de la economía
socialista. Pero, a pesar de todo, Cuba superó el muy difícil
“período especial” tras la desaparición de la URSS, con mucho,
su principal socio económico. Y es cierto que, durante ese período
se combinaron formas de supervivencia económica “imaginativa”
con lo que fueron algunos ensayos de reintroducción de formas
económicas privadas (pequeñas actividades económicas de autónomos
sin empleados).
Pero
aquél tiempo ya pasó y la privatización va entrando ahora
con fuerza, desde la
hostelería privada hasta otros sectores económicos que en este
artículo se han mencionado. Ello está haciendo aparecer nuevas
clases medias que crean contradicciones dentro de la lucha de clases
que se da en un sistema socialista.
Cuando
las entradas de partidas económicas de capital extranjero se vayan
generalizando en eso que
ya no se recatan en llamar formas económicas mixtas, y que luego
llamarán economía mixta, veremos aparecer, al principio
tímidamente, un gran empresariado cubano que, como sucede en China,
ha ido naciendo al calor de la dirección y de esa palabra de las
escuelas de negocios capitalistas que ahora tanto les gusta a los
economistas cubanos, “gestión”, de los cuadros del Partido. No
tardaremos en ver a millonarios cubanos con el carné del PCC, justo
como pasa ahora en China.
Cuando
uno escucha el antimarxismo que suelta por su boca el “economista”
Juan Triana
Cordoví, de una
institución oficial del Estado cubano como es el Centro de Estudios
de la Economía Cubana, comprende que este es uno de esos kamikazes
que los “refomadores” lanzan por delante para que les hagan el
trabajo sucio de hooligans del capitalismo. Aunque su estrella se ha
apagado un tanto dentro de la nomenklatura reformista cubana, no
duden de que si continúa no saliéndose del todo del discurso
oficial, pronto será premiado, como pasó antes en otros lugares con
los que involucionaron sus sociedades al capitalismo.
Los
elementos emocionales en torno a la revolución cubana cuentan...y
mucho. Decir lo que estoy diciendo ahora en estas líneas puede ser
anatema de excomunión para muchos entusiastas que no viven en Cuba y
que “miran” con ojos convenientemente cerrados lo que está
pasando allí, no sea que la realidad trastoque su pensamiento sobre
la cuestión.
Mientras
muchos comunistas siguen anclados en la épica de Sierra Maestra y
Playa Girón, en las loas a Fidel y en el “Comandante Che Guevara”,
de Carlos Puebla, lo cierto es que los nuevos nomenklaturistas
siguen el camino de los enterradores del socialismo que en tantos
lugares les han precedido.
Soy
consciente de que es terrible el sentimiento de orfandad, a poco más
de un mes del año del centenario de la revolución de octubre, pero el
comunista que se niegue a ser librepensador y crítico con la
realidad no es comunista. Solo un beato.
Y
sí, hay que volver a empezar y ello significa volver a Marx, releer
a Lenin, ser consecuentes en la praxis con sus enseñanzas, y apartarse de todos los tergiversadores que vinieron tras
ellos.