La Zona Euro todavía no consigue salir de las bajas tasas de crecimiento económico. La crisis ya no golpea únicamente a países como España y Grecia; el mismo núcleo de Europa se ha visto envuelto en severas dificultades: la deflación ya amenaza de cerca a Alemania, luego de darse a conocer que los precios al consumidor avanzaron apenas 0.3% en promedio durante 2015, la cifra más débil desde la recesión de 2009, cuando el PIB germano se contrajo 5%; y el presidente de Francia, François Hollande, recién anunció ”estado de emergencia económica” ante el elevado desempleo y la debilidad de la inversión.
TIEMPO DE PESIMISMO (NO EXAGERAR LOS ADJETIVOS), TIEMPO DE ESPERANZA
SUMAR Y PODEMOS JUNTOS A LAS GENERALES ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
PROPUESTA DE EXIGENCIAS AL POSIBLE PRÓXIMO GOBIERNO DE AMPLIAS ALIANZAS
HASTA LOS COJONES DEL ASUNTO LUIS RUBIALES Y DE TODO EL SHOW
TIEMPO DE PESIMISMO (NO EXAGERAR LOS ADJETIVOS), TIEMPO DE ESPERANZA
SUMAR Y PODEMOS JUNTOS A LAS GENERALES ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
2 de febrero de 2016
¿DÓNDE ESTALLARÁ LA PRÓXIMA CRISIS ECONÓMICA MUNDIAL?
Ariel
Noyola Rodríguez. Global Research
Un
temblor financiero provocó que el club de Davos se hundiera en el
pesimismo. Los más de 2.000 empresarios y líderes políticos que se
reunieron en Suiza (entre el 20 y 23 enero) ya no saben cómo
convencer a la población mundial de que la economía está bajo
control. A tan solo unos días de llevarse a cabo la XLVI
edición del Foro Económico Mundial,
los inversionistas entraron en pánico: a lo largo de las primeras
tres semanas de enero las diferentes bolsas de valores sumaron
pérdidas por 7,8 billones de dólares, de acuerdo con las
estimaciones de
Bank of America Merrill Lynch.
Para
el banco de inversión de origen estadounidense este mes de enero
será recordado como el momento más dramático para las finanzas
desde la Gran Depresión de 1929. Los circuitos financieros
internacionales son cada vez más vulnerables. Y el desplome de la
confianza empresarial parece irreversible. La consultora
PricewaterhouseCoopers (PwC) publicó recientemente los resultados de
una encuesta que
recoge la opinión de 1.409 presidentes ejecutivos de empresas (CEO,
‘Chief Executive Officers’) de 83 países sobre el panorama
económico: el 66% de los entrevistados considera que sus
organizaciones corporativas enfrentan mayores amenazas hoy que hace
tres años y, únicamente, el 27% piensa que el crecimiento global
mejorará.
La
incertidumbre es tal que durante la cumbre de Davos no hubo consenso
entre los gigantes empresariales sobre dónde estallará la próxima
crisis. Con todo, la prensa occidental no se cansa de señalar a la
desaceleración de China como la causa principal de las turbulencias
de la economía mundial. De hecho, el especulador George Soros (quien
tumbó a la libra esterlina en la década de 1990) sostuvo
en
Davos que un aterrizaje violento de la economía china es
“inevitable”; sin lugar a dudas fue una afirmación exagerada. A
mi juicio hay una campaña de propaganda dirigida contra Pekín que
pretende ocultar las graves contradicciones económicas y sociales
que persisten en los países industrializados (Estados Unidos,
Alemania, Francia, el Reino Unido, Japón, etc.).
A
pesar del triunfalismo de la presidenta del Sistema de la Reserva
Federal (FED), Janet Yellen, en las últimas semanas la economía de
Estados Unidos ha vuelto a mostrar signos de debilidad. El sector
manufacturero acumuló en diciembre pasado dos meses de contracción:
el nivel más bajo de los últimos seis años. Asimismo, el derrumbe
de los precios de las materias primas (‘commodities’) ha
apuntalado la apreciación del dólar y, con ello, vuelve más
complicado para el Gobierno norteamericano enterrar el peligro de la
deflación (caída de precios). El horizonte ahora es más sombrío
luego de que la cotización de referencia internacional del petróleo
cayó por debajo de los 30 dólares por barril. Todavía peor, el
Fondo Monetario Internacional (FMI) disminuyó de
nueva cuenta sus perspectivas de crecimiento del Producto Interno
Bruto (PIB) mundial para este año, del 3,6 a 3,4%.
La
verdad es que las políticas de crédito
barato impulsadas
por los bancos centrales de los países industrializados tras la
quiebra de Lehman Brothers provocaron enormes distorsiones en los
mercados de crédito y ahora todo el mundo está pagando la factura.
Según los cálculos del
fondo de inversiones Elliot Management (dirigido por Paul Singer),
los bancos centrales de las grandes potencias han inyectado a la
economía global un aproximado de 15 billones de dólares desde la
crisis de 2008 mediante la compra de bonos de deuda soberana y
activos hipotecarios. Lamentablemente esta estrategia no sentó las
bases de una recuperación estable, sino por el contrario,
incrementó la fragilidad financiera.
La Zona Euro todavía no consigue salir de las bajas tasas de crecimiento económico. La crisis ya no golpea únicamente a países como España y Grecia; el mismo núcleo de Europa se ha visto envuelto en severas dificultades: la deflación ya amenaza de cerca a Alemania, luego de darse a conocer que los precios al consumidor avanzaron apenas 0.3% en promedio durante 2015, la cifra más débil desde la recesión de 2009, cuando el PIB germano se contrajo 5%; y el presidente de Francia, François Hollande, recién anunció ”estado de emergencia económica” ante el elevado desempleo y la debilidad de la inversión.
Esto
tiene muy preocupado al presidente del Banco Central Europeo (BCE),
Mario Draghi, quien se ha visto obligado a considerar
la
ampliación de las medidas de estímulo para el próximo mes de
marzo. Y lo mismo sucede en los casos del Banco de Inglaterra y el
Banco de Japón: a pesar de haber colocado en un nivel mínimo la
tasa de interés referencia y lanzado agresivos programas de
inyección de liquidez, todavía no consiguen sacar a sus respectivas
economías del atolladero ni incrementar de modo sustantivo la
inflación, que se mantiene muy alejada del objetivo oficial del 2%.
Con
todo, la aplastante dominación del dólar en el mercado global de
capitales le atribuye a Estados Unidos un papel decisivo en la
determinación de la política monetaria de los demás países. No
cabe duda de que la FED se equivocó al elevar la tasa de interés de
los fondos federales (‘federal funds rate’) en diciembre
pasado. Simplemente no había elementos suficientes que permitieran
llegar a la conclusión de que la recuperación de la economía de
Estados Unidos era sólida y sostenida. Ahora que la situación ha
empeorado es casi seguro que en sus próximas reuniones el Comité
Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) de la
FED no solamente no aumentará el costo del crédito, sino que
incluso es probable que reduzca la tasa de interés de referencia.
No
obstante, el gran problema es que nadie sabe a ciencia cierta cómo
van a reaccionar los mercados financieros ante
el más ligero movimiento de la FED ¿Las caídas sucesivas de Wall
Street detonarán una recesión en escala mundial? ¿Será finalmente
herida de muerte la hegemonía del dólar ante la venta masiva de
bonos del Tesoro de Estados Unidos? ¿Hasta qué punto resistirán
China y los países emergentes? La crisis que viene es un enigma para
todos…
1 de febrero de 2016
GOOGLE LO SABE TODO DE TI
Ignacio
Ramonet. Le Monde Diplomatique
En
nuestra vida cotidiana dejamos constantemente rastros que entregan
nuestra identidad, dejan ver nuestras relaciones, reconstruyen
nuestros desplazamientos, identifican nuestras ideas, desvelan
nuestros gustos, nuestras elecciones y nuestras pasiones; incluso las
más secretas. A lo largo del planeta, múltiples redes de control
masivo no paran de vigilarnos. En todas partes, alguien nos observa a
través de nuevas cerraduras digitales. El desarrollo del Internet de
las cosas (Internet of Things) y la proliferación de objetos
conectados (1) multiplican la cantidad de chivatos de todo tipo que
nos cercan. En Estados Unidos, por ejemplo, la empresa de electrónica
Vizio, instalada en Irvine (California), principal fabricante de
televisores inteligentes conectados a Internet, ha revelado
recientemente que sus televisores espiaban a los usuarios por medio
de tecnologías incorporadas en el aparato.
Los
televisores graban todo lo que los espectadores consumen en materia
de programas audiovisuales, tanto programas de cadenas por cable como
contenidos en DVD, paquetes de acceso a Internet o consolas de
videojuegos… Por lo tanto, Vizio puede saberlo todo sobre las
selecciones que sus clientes prefieren en materia de ocio
audiovisual. Y, consecuentemente, puede vender esta información a
empresas publicitarias que, gracias al análisis de los datos
acopiados, conocerán con precisión los gustos de los usuarios y
estarán en mejor situación para tenerlos en el punto de mira (2).
Esta
no es, en sí misma, una estrategia diferente de la que, por ejemplo,
Facebook y Google utilizan habitualmente para conocer a los
internautas y ofrecerles publicidad adaptada a sus supuestos gustos.
Recordemos que, en la novela de Orwell 1984, los televisores
–obligatorios en cada domicilio–, “ven” a través de
la pantalla lo que hace la gente (“¡Ahora podemos veros!”).
Y la pregunta que plantea hoy la existencia de aparatos tipo Vizio es
saber si estamos dispuestos a aceptar que nuestro televisor nos
espíe.
A
juzgar por la denuncia interpuesta, en agosto de 2015, por el
diputado californiano Mike Gatto contra la empresa surcoreana
Samsung, parece que no. La empresa fue acusada de equipar sus nuevos
televisores también con un micrófono oculto capaz de grabar las
conversaciones de los telespectadores, sin que éstos lo supieran, y
de transmitirlas a terceros (3)… Mike Gatto, que preside la
Comisión de protección del consumidor y de la vida privada en el
Congreso de California, presentó incluso una propuesta de ley para
prohibir que los televisores pudieran espiar a la gente.
Por
el contrario, Jim Dempsey, director del centro Derecho y Tecnologías,
de la Universidad de California, en Berkeley, piensa que los
televisores-chivatos van a proliferar: “La tecnología permitirá
analizar los comportamientos de la gente. Y esto no sólo interesará
a los anunciantes. También podría permitir la realización de
evaluaciones psicológicas o culturales, que, por ejemplo,
interesarán también a las compañías de seguros”. Sobre todo
teniendo en cuenta que las empresas de recursos humanos y de trabajo
temporal ya utilizan sistemas de análisis de voz para establecer un
diagnóstico psicológico inmediato de las personas que les llaman
por teléfono en busca de empleo…
Repartidos
un poco por todas partes, los detectores de nuestros actos y gestos
abundan a nuestro alrededor, incluso, como acabamos de ver, en
nuestro televisor: sensores que registran la velocidad de nuestros
desplazamientos o de nuestros itinerarios; tecnologías de
reconocimiento facial que memorizan la impronta de nuestro rostro y
crean, sin que lo sepamos, bases de datos biométricos de cada uno de
nosotros… Por no hablar de los nuevos chips de identificación por
radiofrecuencia (RFID) (4), que descubren automáticamente nuestro
perfil de consumidor, como hacen ya las “tarjetas de fidelidad”
que generosamente ofrece la mayoría de los grandes supermercados
(Carrefour, Alcampo, Eroski) y las grandes marcas (FNAC, el Corte
Inglés).
Ya
no estamos solos frente a la pantalla de nuestro ordenador. ¿Quién
ignora a estas alturas que son examinados y filtrados los mensajes
electrónicos, las consultas en la Red, los intercambios en las redes
sociales? Cada clic, cada uso del teléfono, cada utilización de la
tarjeta de crédito y cada navegación en Internet suministra
excelentes informaciones sobre cada uno de nosotros, que se apresura
a analizar un imperio en la sombra al servicio de corporaciones
comerciales, de empresas publicitarias, de entidades financieras, de
partidos políticos o de autoridades gubernamentales.
El
necesario equilibrio entre libertad y seguridad corre, por tanto, el
peligro de romperse. En la película de Michael Radford, 1984,
basada en la novela de George Orwell, el presidente supremo, llamado
Big Brother, define así su doctrina: “La guerra no tiene por
objetivo ser ganada, su objetivo es continuar”; y: “La
guerra la hacen los dirigentes contra sus propios ciudadanos, y tiene
por objeto mantener intacta la estructura misma de la sociedad”
(5). Dos principios que, extrañamente, están hoy a la orden del día
en nuestras sociedades contemporáneas. Con el pretexto de tratar de
proteger al conjunto de la sociedad, las autoridades ven en cada
ciudadano a un potencial delincuente. La guerra permanente (y
necesaria) contra el terrorismo les proporciona una coartada moral
impecable y favorece la acumulación de un impresionante arsenal de
leyes para proceder al control social integral.
Y
más teniendo en cuenta que la crisis económica aviva el descontento
social que, aquí o allí, podría adoptar la forma de motines
ciudadanos, levantamientos campesinos o revueltas en los suburbios.
Más sofisticadas que las porras y las mangueras de las fuerzas del
orden, las nuevas armas de vigilancia permiten identificar mejor a
los líderes y ponerlos fuera de juego anticipadamente.
“Habrá
menos intimidad, menos respeto a la vida privada, pero más
seguridad”, nos dicen las autoridades. En nombre de ese
imperativo se instala así, a hurtadillas, un régimen de seguridad
al que podemos calificar de “sociedad de control”. En la
actualidad, el principio del “panóptico” se aplica a toda
la sociedad. En su libro Vigilar y castigar. Nacimiento de la
prisión, el filósofo Michel Foucault explica cómo el
“Panóptico” (“el ojo que todo lo ve”) (6) es un
dispositivo arquitectónico que crea una “sensación de
omnisciencia invisible” y que permite a los guardianes ver sin
ser vistos dentro del recinto de una prisión. Los detenidos,
expuestos permanentemente a la mirada oculta de los “vigilantes”,
viven con el temor de ser pillados en falta. Lo cual les lleva a
autodisciplinarse… De esto podemos deducir que el principio
organizador de una sociedad disciplinaria es el siguiente: bajo la
presión de una vigilancia ininterrumpida, la gente acaba por
modificar su comportamiento. Como afirma Glenn Greenwald: “Las
experiencias históricas demuestran que la simple existencia de un
sistema de vigilancia a gran escala, sea cual sea la manera en que se
utilice, es suficiente por sí misma para reprimir a los disidentes.
Una sociedad consciente de estar permanentemente vigilada se vuelve
enseguida dócil y timorata” (7).
Hoy
en día, el sistema panóptico se ha reforzado con una particularidad
nueva con relación a las anteriores sociedades de control que
confinaban a las personas consideradas antisociales, marginales,
rebeldes o enemigas en lugares de privación de libertad cerrados:
prisiones, penales, reformatorios, manicomios, asilos, campos de
concentración… Sin embargo, nuestras sociedades de control
contemporáneas dejan en aparente libertad a los sospechosos (o sea,
a todos los ciudadanos), aunque los mantienen bajo vigilancia
electrónica permanente. La contención digital ha sucedido a la
contención física.
A
veces, esta vigilancia constante también se lleva a cabo con ayuda
de chivatos tecnológicos que la gente adquiere libremente:
ordenadores, teléfonos móviles, tabletas, abonos de transporte,
tarjetas bancarias inteligentes, tarjetas comerciales de fidelidad,
localizadores GPS, etc. Por ejemplo, el portal Yahoo!, que consultan
regular y voluntariamente unos 800 millones de personas, captura una
media de 2.500 rutinas al mes de cada uno de sus usuarios. En cuanto
a Google, cuyo número de usuarios sobrepasa los mil millones,
dispone de un impresionante número de sensores para espiar el
comportamiento de cada usuario (8): el motor Google Search, por
ejemplo, le permite saber dónde se encuentra el internauta, lo que
busca y en qué momento. El navegador Google Chrome, un megachivato,
envía directamente a Alphabet (la empresa matriz de Google) todo lo
que hace el usuario en materia de navegación. Google Analytics
elabora estadísticas muy precisas de las consultas de los
internautas en la Red. Google Plus recoge información complementaria
y la mezcla. Gmail analiza la correspondencia intercambiada, lo cual
revela mucho sobre el emisor y sus contactos. El servicio DNS (Domain
Name System, o Sistema de nombres de dominio) de Google analiza los
sitios visitados. YouTube, el servicio de vídeos más visitado del
mundo, que pertenece también a Google –y, por tanto, a Alphabet–,
registra todo lo que hacemos en él. Google Maps identifica el lugar
en el que nos encontramos, adónde vamos, cuándo y por qué
itinerario… AdWords sabe lo que queremos vender o promocionar. Y
desde el momento en que encendemos un smartphone con Android, Google
sabe inmediatamente dónde estamos y qué estamos haciendo. Nadie nos
obliga a recurrir a Google, pero cuando lo hacemos, Google lo sabe
todo de nosotros. Y, según Julian Assange, inmediatamente informa de
ello a las autoridades estadounidenses…
En
otras ocasiones, los que espían y rastrean nuestros movimientos son
sistemas disimulados o camuflados, semejantes a los radares de
carretera, los drones o las cámaras de vigilancia (llamadas también
de “videoprotección”). Este tipo de cámaras ha
proliferado tanto que, por ejemplo, en el Reino Unido, donde hay más
de cuatro millones de ellas (una por cada quince habitantes), un
peatón puede ser filmado en Londres hasta 300 veces cada día. Y las
cámaras de última generación, como la Gigapan, de altísima
definición –más de mil millones de píxeles–, permiten obtener,
con una sola fotografía y mediante un vertiginoso zoom dentro de la
propia imagen, la ficha biométrica del rostro de cada una de las
miles de personas presentes en un estadio, en una manifestación o en
un mitin político (9).
A
pesar de que hay estudios serios que han demostrado la débil
eficacia de la videovigilancia (10) en materia de seguridad, esta
técnica sigue siendo refrendada por los grandes medios de
comunicación. Incluso una parte de la opinión pública ha terminado
por aceptar la restricción de sus propias libertades: el 63% de los
franceses se declara dispuesto a una “limitación de las
libertades individuales en Internet en razón de la lucha contra el
terrorismo” (11).
Lo
cual demuestra que el margen de progreso en materia de sumisión es
todavía considerable…
NOTAS
(1)
Se habla de “objetos conectados” para referirse a aquellos
cuya misión primordial no es, simplemente, la de ser periféricos
informáticos o interfaces de acceso a la Web, sino la de aportar,
provistos de una conexión a Internet, un valor adicional en términos
de funcionalidad, de información, de interacción con el entorno o
de uso (Fuente: Dictionnaire du Web).
(2)
El País, 2015.
(3)
A partir de entonces, Samsung anunció que cambiaría de política, y
aseguró que, en adelante, el sistema de grabación instalado en sus
televisores sólo se activaría cuando el usuario apretara el botón
de grabación.
(4)
Que ya forman parte de muchos de los productos habituales de consumo,
así como de los documentos de identidad.
(5)
Michael Radford, 1984, 1984.
(6)
Inventado en 1791 por el filósofo utilitarista inglés Jeremy
Bentham.
(7)
Glenn Greenwald, Sin un lugar donde esconderse, Ediciones B, Madrid,
2014.
(8)
Véase “Google et
le comportement de l’utilisateur”,
AxeNet
(http://blog-axe-net-fr/google-analyse-comportement-internaute).
(9)
Véase, por ejemplo, la fotografía de la ceremonia de la primera
investidura del presidente Obama, el 20 de enero de 2009, en
Washington
(http://gigapan.org/viewGigapanFullscreen.php?auth=033ef14483ee899496648c2b4b06233c).
(10)
“‘Assessing the impact of CCTV’, el más exhaustivo de los
informes dedicados al tema, publicado en febrero de 2005 por el
Ministerio del Interior británico (Home Office), asesta un golpe a
la videovigilancia. Según este estudio, la debilidad del dispositivo
se debe a tres elementos: la ejecución técnica, la desmesura de los
objetivos asignados a esta tecnología y el factor humano”.
Véase Noé Le Blanc, “Sous l’oeil myope des caméras”,
Le Monde diplomatique, París, septiembre de 2008.
(11) Le Canard enchaîné, París, 15 de abril de 2015.
(11) Le Canard enchaîné, París, 15 de abril de 2015.
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