Marcelo Justo. BBC
Mundo
En una eurozona estancada, la
locomotora alemana parece haber encontrado la fórmula para repetir el milagro
de la posguerra: baja tasa de desempleo, crecimiento económico y aumento de las
exportaciones.
Pero este
brilloso escaparate esconde una realidad social impensable para la cuarta economía
mundial y segundo exportador del planeta.
Unos 7,4 millones de trabajadores sobreviven con
miniempleos que ofrecen un máximo de 15 horas semanales y remuneraciones que no
pasan de los 450 euros mensuales (US$607).
Este mercado laboral flexibilizado explica una
aparente paradoja reflejada en el Informe Social de 2013 publicado por la Oficina Federal de
Estadística alemana.
Según el informe, el nivel de empleo alcanzó en
2012 un récord histórico de 41,5 millones de personas, pero el número total de
horas trabajadas estaba por debajo del alcanzado en 1991.
"Cada vez hay más gente que trabaja a medio tiempo sea voluntariamente o porque no le ofrecen otra cosa", señalaba el informe.
La pobreza de un país rico
Esta precariedad laboral se ha visto acompañada por un aumento del "riesgo de pobreza".
Según el indicador oficial "se considera precaria la situación de una unidad familiar cuando
sus ingresos no superan el 60% de los ingresos medios de todo el país".
En moneda constante y sonante se trata de todo el
que se encuentre por debajo de 848 euros por mes (equivalente a US$1.158).
En términos estrictamente numéricos es evidente que
un pobre en Alemania no es tan pobre como en América Latina.
Pero si se toma en cuenta el costo de la vida en
Alemania, la dureza del invierno europeo y el salario mensual de los
miniempleos (450 euros) la película cambia.
A pesar de que el empleo ha crecido en los últimos
diez años, hoy más de un 16% de la población se encuentra en "riesgo de pobreza" en
comparación con el 15,2% de 2007.
El incremento puede parecer mínimo, pero refleja
una nueva premisa social: no basta tener empleo para escapar de la pobreza.
Según el investigador alemán Sebastian Dullien,
autor de "Capitalismo decente",
los cambios de la última década están creando un nuevo modelo.
"La doble reforma del sistema de
seguridad social y el mercado laboral ha aumentado enormemente la pobreza y la
desigualdad. Nos estamos convirtiendo en un país de bajos salarios", indicó Dullien a BBC Mundo.
Mundo global, trabajo
flexibilizado
La flexibilización laboral no
fomenta empleos de tiempo completo.
El punto de partida fue la Agenda 2010, una reforma
impulsada por el canciller socialdemócrata Gerhard Schroeder en 2002 para
combatir los retos de la globalización.
Ese año el crecimiento germano fue 0% y había una
alta tasa de desempleo considerada "crónica". Muchos economistas
llamaban a Alemania el "enfermo de
Europa", impotente para hacer frente a la competencia de China y los
países asiáticos.
Según el jefe de investigación del Consejo Europeo
de Relaciones Exteriores, Hans Kundnani, la Agenda 2010 favoreció a los empresarios en
detrimento de los trabajadores.
"Para
competir globalmente los empresarios estaban trasladando su producción a países
con costos laborales más bajos. Esto forzó a los sindicatos a aceptar una
moderación salarial. De manera que los que no trabajaban vieron una caída de su
nivel de vida por la reforma de la seguridad social y los que sí tenían trabajo
no sintieron que se beneficiaban de este llamado 'segundo milagro' alemán. A
esto se sumó el empleo flexibilizado que contribuyó a bajar más el costo
laboral germano", indicó a BBC Mundo Kundnani.
El sistema de negociación tripartito
sindicatos-empresas-gobierno, instaurado después de la Segunda Guerra
Mundial, allanó el camino para que se hiciera este ajuste, pero si se considera
que el aumento del PIB entre 2002-2012 fue del 1,2%, el desempeño económico
está lejos de ser un "milagro".
"Tuvimos un
par de años bastante buenos, pero el crecimiento no ha sido tan fuerte. El
estancamiento salarial produjo una caída del nivel de vida y de nuestro consumo
doméstico", indicó Dullien a BBC Mundo.
El largo plazo
El
largo plazo
A los índices de pobreza, hay que añadir una crisis
que está golpeando muy fuerte a los jubilados.
El cálculo oficial es que un 30% recibe una pensión
de 688 euros por mes (US$928).
La intervención de la seguridad social ayuda a
complementar este ingreso, pero la actual flexibilización del mercado laboral
pasará a la sociedad una cuenta sombría.
Según un reciente informe del Ministerio de Trabajo
las cotizaciones de las personas con miniempleos a los fondos de pensiones
públicas les dará un derecho de unos 3,11 euros al mes (US$4,19) por año
trabajado.
Con la edad jubilatoria a los 67 años, se puede
calcular que alguien que haya tenido miniempleos en hotelería o restaurantes,
tendrá una pensión mensual de unos 140 euros (US$189) al jubilarse.
Según Sebastian Dullien es una situación que no
solo afecta a los miniempleos.
"Hay
trabajos de tiempo completo que pagan unos 5 euros la hora (US$6,75). La pensión de este tipo de salarios
también se situará por debajo de la línea de la pobreza", indicó a BBC
Mundo.
Un modelo en aprietos
Un
modelo en aprietos
A pesar de estos datos Alemania ha sido calificada
como un "milagro" debido a que atravesó dos crisis internacionales
–el estallido financiero de 2008 y la de la deuda soberana de 2010– con un
nivel de crecimiento que, sin ser excepcional, fue notable si se lo compara con
el resto de la eurozona.
Pero este milagro está comenzando a disiparse. En 2010 y 2011 la economía creció un 4,2% y 3% respectivamente en parte recuperando el terreno perdido durante la recesión económica mundial de 2009 (contracción del 5,1%).
Desde entonces la historia ha cambiado. En 2012 el
crecimiento fue del 0,7%. En 2013 un 0,5%. Son porcentajes comparables con los
años de crisis de principios de siglo.
Aun así, la canciller Angela Merkel fue reelecta en
septiembre, aunque se vio obligada a formar una coalición con los social
demócratas para gobernar.
El precio que los social demócratas pusieron al pacto fue un mejoramiento de las condiciones sociales, entre ellas, un salario mínimo, un aumento de las pensiones e inversión en infraestructura.
Este nuevo pacto no significa el fin de la
flexibilización. Según Hans Kundnani, la globalización seguirá imponiendo
condiciones.