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Fuente de este mapa: blog de apoyo a la resistencia verde:
http://libia-sos.blogspot.com.es/ |
La verdad sobre la Resistencia Verde
Eric Draitser. CounterPunch
Las
encarnizadas batallas que actualmente se prolongan en el sur de Libia no son
simples choques tribales. En cambio, representan una posible germinante alianza
entre grupos étnicos libios negros y fuerzas pro Gadafi que se proponen liberar
el país de un gobierno neocolonial instalado por la OTAN.
El
sábado 18 de enero, un grupo de combatientes fuertemente armados atacó una base
de la fuerza aérea en las afueras de la ciudad de Sabha en el sur de Libia,
expulsando fuerzas leales al “gobierno” del primer ministro Ali Zeidan, y
ocupando la base. Al mismo tiempo, informes del interior del país comenzaron a
llegar de que la bandera verde de la Gran Yamahiriya Árabe Libia Popular Socialista
ondeaba sobre una serie de localidades en todo el país. A pesar de la escasez
de información verificable –el gobierno en Trípoli solo ha suministrado
detalles y corroboración vagos– una cosa es segura: la guerra por Libia
continúa.
En el
terreno
El
primer ministro de Libia Ali Zeidan convocó una sesión de emergencia del
Congreso General Nacional para declarar un estado de alerta en el país al
conocerse la noticia del ataque de la base aérea. El Primer Ministro anunció
que había ordenado a las tropas en el sur que aplastaran la rebelión, y dijo a
los periodistas que: “Este enfrentamiento
continúa, pero será solucionado en unas pocas horas”. Un portavoz del
Ministerio de Defensa afirmó posteriormente que el gobierno central había
recuperado el control de la base aérea, y declaró que “Una fuerza fue preparada, luego movilizaron aviones, despegaron y se
ocuparon de los objetivos… La situación en el sur ofreció una oportunidad a
algunos criminales… leales al régimen de Gadafi para aprovecharla y atacar la
base Tamahind de la fuerza aérea. Protegeremos la revolución y al pueblo
libio.”
Aparte
del ataque contra la base aérea, ha habido otros ataques contra miembros
individuales del gobierno en Trípoli. El incidente más destacado fue el
reciente asesinato del viceministro de industria, Hassan al-Droui en la ciudad
de Sirte. Aunque todavía no es claro si fue muerto por fuerzas islamistas o por
combatientes de la resistencia Verde, el hecho inconfundible es que el gobierno
central está bajo ataque y no puede ejercer verdadera autoridad o proveer
seguridad en el país. Muchos han comenzado a especular que su asesinato, en
lugar de ser un hecho aislado, selectivo, forma parte de una creciente
tendencia de resistencia en la que figuran de manera destacada combatientes
verdes pro Gadafi.
El
aumento de las fuerzas de resistencia Verde en Sabha y otros sitios es solo una
parte de un cálculo político y militar más complejo en el sur, donde una
cantidad de tribus y varios grupos étnicos se han alzado contra lo que perciben
correctamente como su marginación política, económica y social. Grupos como las
minorías étnicas Tawergha y Tobou, que son ambas grupos africanos negros, han
sufrido crueles ataques de milicias árabes sin apoyo del gobierno central. No
solo estos y otros grupos han sido víctimas de limpieza étnica, sino han sido
sistemáticamente excluidos de la participación en la vida política y económica
libia.
Las
tensiones llegaron a un punto crítico a principios de este mes cuando fue
muerto un jefe rebelde de la tribu árabe Awled Sleiman. En lugar de una
investigación oficial o proceso legal, los miembros de la tribu Awled atacaron
a sus vecinos negros Toubou, acusándolos de haber estado involucrados en el
asesinato. Los choques resultantes han causado docenas de muertos, demostrando
una vez más que los grupos árabes dominantes siguen viendo a sus vecinos de
piel oscura como algo diferente a sus compatriotas. Indudablemente, esto ha
llevado a una reorganización de las alianzas en la región, llevando a un
acercamiento de los Toubou, Tuareg y otros grupos minoritarios negros que
habitan el sur de Libia, el norte de Chad y Níger con las fuerzas pro Gadafi.
Todavía no es claro si estas alianzas son o no son formales, sin embargo es
evidente que muchos grupos en Libia han llegado a la conclusión de que el
gobierno instalado por la OTAN
no ha estado a la altura de sus promesas, y que hay que hacer algo.
La
política racial en Libia
A pesar
de la retórica altruista de intervencionistas occidentales hablando de
“democracia” y “libertad” en Libia, la realidad es todo lo contrario,
especialmente para libios de piel oscura que han sufrido la disminución de su
estatus socioeconómico y político con el fin del gobierno de la Yamarihiya de Muamar
Gadafi. Mientras esos pueblos gozaron de una gran medida de igualdad política y
protección legal en la Libia
de Gadafi, la era post Gadafi ha llevado a que han sido prácticamente
despojados de sus derechos. En lugar de ser integrados a un nuevo Estado
democrático, los grupos negros libios han sido sistemáticamente excluidos.
De
hecho, incluso Human Rights Watch –una organización que en gran medida ayudó a
justificar la guerra de la OTAN
al afirmar falsamente que fuerzas de Gadafi utilizaron violaciones como arma y
preparaban un “inminente genocidio”–
ha informado que: “Un crimen contra la
humanidad de desplazamiento masivo forzado continúa sin tregua, cuando
milicias, sobre todo de Misrata, impidieron que 40.000 personas de la ciudad de
Tawergha volvieran a sus casas de las que habían sido expulsadas en 2011”. Este hecho,
combinado con las horribles historias e imágenes de linchamientos, violaciones,
y otros crímenes contra la humanidad, presentan un cuadro muy sombrío de la
vida en Libia para estos grupos.
En su
informe de 2011, Amnistía Internacional documentó una serie de flagrantes
crímenes de guerra realizados por los así llamados “combatientes por la libertad” de Libia quienes, a pesar de ser
saludados en los medios occidentales como “libertadores”,
aprovecharon la oportunidad de la guerra para realizar ejecuciones masivas de
libios negros así como de clanes y grupos étnicos rivales. Esto, por cierto, en
marcado contraste con el tratamiento de libios negros bajo el gobierno de la Yamahiriya de Gadafi
que fue elogiado a lo largo y a lo ancho por el Consejo de Derechos Humanos de
las Naciones Unidas en su informe de 2011 que señaló que Gadafi hizo todo lo
posible por asegurar su desarrollo económico y social, específicamente para
suministrar oportunidades económicas y protecciones políticas a libios negros y
a trabajadores migrantes de países africanos vecinos. Teniendo esto presente,
no es sorprendente que Al
Jazeera haya citado a un
combatiente Tuareg pro Gadafi en septiembre de 2011 diciendo: “combatir por Gadafi es como un hijo
combatiendo por su padre… [Estaremos]
dispuestos a luchar por él hasta la última gota de sangre.”
Mientras
los Toubou y otros grupos étnicos negros chocan con milicias árabes, su lucha
debe ser vista en el contexto de una lucha continua por la paz y la igualdad.
Además, el hecho de que deban emprender esta forma de lucha armada vuelve a
ilustrar lo que numerosos observadores internacionales señalaron desde el
comienzo mismo de la guerra: la agresión de la OTAN nunca tuvo que ver con la protección de
civiles o de derechos humanos, sino con el cambio de régimen por intereses
económicos y geopolíticos. Es un hecho, activamente suprimido, que a la mayoría
de la población, incluyendo a las minorías étnicas negras, le va mucho peor
actualmente en comparación con su situación bajo Gadafi.
Negros,
verdes, y la lucha por Libia
Sería
presuntuoso asumir que las victorias militares logradas por la resistencia
Verde pro Gadafi en los últimos días serán duraderas, o que representan un
cambio irreversible en el paisaje político y militar del país. Aunque es
decididamente inestable, el gobierno títere neocolonial en Trípoli es apoyado
económica y militarmente por algunos de los más poderosos intereses del mundo,
haciendo que sea difícil de derrocar simplemente con pequeñas victorias. Sin embargo,
estos eventos señalan un interesante cambio en el cálculo en el terreno.
Indudablemente existe una confluencia entre las minorías étnicas negras y los
combatientes verdes ya que ambos reconocen que su enemigo son las milicias
tribales que participaron en el derrocamiento de Gadafi así como el gobierno
central en Trípoli. Queda por ver si una alianza formal emerge de esta
situación.
Sin
embargo, si se desarrollara una tal alianza, sería un momento clave en la
continua guerra por Libia. Como los combatientes de la resistencia Verde han
mostrado en Sabha, son capaces de organizarse en el sur del país, donde gozan
de un grado mayor de apoyo popular. Se podría imaginar una alianza en el sur
que podría controlar territorio y posiblemente consolidar el poder en toda la
parte sur de Libia, creando un Estado independiente de facto. Naturalmente, el
grito de la OTAN
y sus apólogos sería que se trata de una contrarrevolución antidemocrática.
Esto sería comprensible ya que su objetivo de una Libia unificada supeditada al
capital financiero internacional y a los intereses petroleros sería
irrealizable.
Hay que
tener cuidado de no plantear demasiadas suposiciones sobre la situación actual
en Libia, ya que es difícil conseguir detalles dignos de confianza. Más
específicamente, los medios occidentales han tratado de suprimir completamente
el hecho de que la resistencia Verde existe, y mucho menos aún que es activa y
logra victorias. Todo esto simplemente ilustra aún mejor el hecho de que la
guerra por Libia continúa, quiera o no admitirlo el mundo.