10 de enero de 2011

DE LA UNIDAD, LA RADICALIDAD Y LAS CONVERGENCIAS DE LA IZQUIERDA: APUNTES TRAS EL 29-S


Raul Camargo/Viento Sur

Más de ocho años después de la última, CC OO y UGT volvieron a convocar una huelga general. El pasado 29 de septiembre tuvo lugar una huelga absolutamente distinta a cualquiera de las anteriores. No sólo porque se convocó mucho más tarde de lo que hubiera debido hacerse, sino porque se hizo en el ambiente más hostil posible y con una mínima posibilidad de obtener cualquier resultado positivo. A pesar de todo, la huelga del 29-S salió bien, con un impacto desigual, pero sin duda mucho mejor de lo previsto. Este resultado permite abrir un nuevo ciclo de luchas que ayude a recuperar la confianza de las y los de abajo para romper la camisa de fuerza del neoliberalismo. Ésta es la principal tarea del momento: recuperar la conciencia colectiva a través de un prolongado periodo de movilizaciones. No obstante, el 29-S marca el inicio de una nueva etapa para la izquierda social y política en la que todo el tablero al que estábamos acostumbrados puede cambiar por completo.

Antes del tijeretazo de mayo: entre la perplejidad y la resignación sindical.
Los meses inmediatamente anteriores al fatídico 10 de mayo,fecha en la que el gobierno aprobó el paquete de recortes sociales, transcurrieron sin que CC OO y UGT prepararan movilizaciones fuertes y sostenidas ante el sombrío panorama que ya teníamos encima: más de 4.500.000 de parados,reiteradas bajadas de impuestos a las clases propietarias, aumento de impuestos indirectos y amenaza permanente de la UE para que siguiéramos el ejemplo de Grecia. La promesa de Zapatero de “no tocar derechos sociales básicos”parecía ser suficiente para unas cúpulas sindicales que pensaban salvar los muebles conservando el raquítico Estado de Bienestar hispano. Pero la voracidad patronal no se para con palabras o diálogos que solo sirven para seguir retrocediendo poco a poco. Esta vez lo quieren todo y lo quieren ya. La decisión del gobierno del PSOE de recortar drásticamente el salario del funcionariado y congelar las pensiones causó perplejidad en las centrales mayoritarias,traicionadas por su “aliado político” durante más de seis años y sin capacidad operativa para organizar en poco tiempo una respuesta contundente ante tamaño atropello. Esta fue la principal razón del fracaso de la huelga de funcionarios del 8 de Junio y también la del retraso hasta finales de septiembre de la huelga general: CC OO y UGT llevan años fiándolo todo al diálogo social y, ahora que esta vía se agota, tienen que retomar un tipo de sindicalismo que mucho de sus cuadros, dirigentes o intermedios, habían casi olvidado.El bajísimo seguimiento del 8-J –un error de convocatoria a todas luces, ya que hizo aparecer a los funcionarios como una casta que solo se moviliza por sus derechos cuando ya existían más de 4 millones de parados– fue la oportunidad que necesitaba Zapatero para acometer su segunda estocada: la reforma laboral.

Reforma laboral: el “programa de transición” de los de arriba.
La reforma laboral aprobada por el Consejo de Ministros el 16 de junio es una de esas “utopías regresivas” de las que habla Felipe González, pero en el sentido contrario al que él le confiere. El programa de mínimos de la clase dirigente hace tiempo que fue cumplido con creces y ahora se trata de aplicar medidas de transición desde el “Estado Social” (con todas las comillas posibles en un país como éste) hacia el “Estado-Policía”, sin derechos sociales pero con todo el aparato represivo intacto. En esta línea camina la reforma laboral más salvaje de cuantas se hayan aprobado desde 1977. Esta vez era ya inevitable que los sindicatos respondieran con una huelga general pero el hábil manejo del tiempo político de ZP (que siempre les ha llevado la delantera a Méndez y Toxo en estos meses) hacía casi imposible, so pena de otro estrepitoso fracaso, convocarla antes del inicio de las vacaciones.
La Huelga General del 29-S: ¿inicio de un ciclo de movilizaciones o paréntesis entre dos negociaciones?
Los trabajos previos para el 29-S transcurrieron entre la atonía social y la ofensiva de la derecha mediática contra los sindicatos, que se defendían a duras penas. Las circulares internas de CCOO en la Administración Pública reconocían que no se había hecho nada de lo previsto antes de verano y que había que hacerlo todo en los escasos 20 días que faltaban para la cita. El acto de Vista Alegre del 9 de septiembre sacó del letargo a las bases sindicales y fue una comprobación del ambiente hostil contra el presidente del gobierno, una novedad en este tipo de convocatorias: los gritos de “Zapatero dimisión” fueron los más coreados.
La jornada del 29 tuvo tres partes que podemos diferenciar claramente: los piquetes nocturnos, la actividad de la mañana y las manifestaciones de la tarde.
En la noche, la actividad piquetera fue intensa en las grandes ciudades. En el caso de Madrid, columnas compuestas por varios centenares de personas, recorrieron el centro de la ciudad cerrando todos los bares que permanecían abiertos. Más tarde, las cocheras de autobuses de la EMT fueron cercadas por estas mismas columnas y algunas más que se sumaron a los bloqueos. He aquí una de las enseñanzas más importantes de esta huelga: cuando se ponen las energías necesarias para movilizar a todas las estructuras sindicales, sociales y políticas de la izquierda aún se conserva la fuerza suficiente como para paralizar servicios esenciales. Observar en los piquetes de las cocheras el trabajo conjunto de sindicalistas de CC OO y UGT con los de CGT, Plataforma Sindical de la EMT o con las asambleas barriales creadas al calor de la convocatoria de Huelga es una demostración palpable de que es posible la unidad en la defensa de derechos básicos y que esta puede adquirir formas de radical desobediencia al orden establecido.
La mañana del 29 mostró que, a pesar del despliegue militante de la noche y madrugada, eran muchos los comercios y servicios que abrían. La industria y el transporte, tuvieron un seguimiento muy considerable.
Ya en la tarde, las manifestaciones congregaron a centenares de miles de personas en todas las ciudades. Las marchas tenían el aspecto de las celebradas en 2002 y 2003 contra el PP. Un nuevo ciclo de resistencias sociales parecía comenzar.Pero la gestión de este éxito inesperado por parte de las direcciones de CC OO y UGT está siendo muy errática, sin una línea definida y con una evidente falta de reflejos. Zapatero, una vez más, les tomó la delantera con su cambio de Gobierno, que mandaba, a través de la figura del nuevo ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, afiliado a la UGT, un mensaje que podría haber sido contrarrestado con la presentación de un plan de movilización para los próximos seis meses, con diferentes iniciativas que fueran incrementando la presión sobre el gobierno de forma progresiva. Por el contrario, durante este tiempo, hemos asistido a tiras y aflojas sobre si hay que modificar “las partes más lesivas” de la reforma laboral (como si no fuera un engendro en su conjunto) o si las reuniones tripartitas con gobierno y patronal son o no la reanudación del “diálogo social”. La única noticia positiva en este periodo ha sido la convocatoria de manifestaciones para el 15 y 18 de diciembre en todas las provincias,pero desde el 29-S habrán pasado entonces casi 3 meses. Demasiado tiempo para mantener la tensión conseguida aquel día.

Cinco claves del periodo: de la unidad, la radicalidad y el polo anticapitalista.
Hemos centrado hasta ahora el análisis en el papel de los sindicatos mayoritarios, pero en la huelga del 29 participaron muchos otros actores sin los cuales el éxito de la misma no hubiera sido posible. Sindicatos alternativos, organizaciones y redes sociales, asambleas locales de apoyo a la convocatoria y organizaciones políticas de la izquierda se volcaron en la difusión, preparación y participación en el día mismo de la convocatoria. Aunque dispersos en varias organizaciones esa miríada de colectivos puede ser también extraordinariamente relevante en este periodo. La izquierda social y política se enfrenta a un gran desafío en este escenario post huelga. Enfrentada al mayor ataque contra los derechos sociales adquiridos tras décadas de luchas obreras, se juega su futuro para los próximos años en el próximo período. De aquí puede salir un mapa sociopolítico completamente distinto al actual, que dependerá enteramente de las opciones tomadas por los principales agentes de este espacio. Por consiguiente, es preciso analizar qué evoluciones pueden producirse en cada uno de ellos y cómo pueden condicionar unas las del resto.

1. CC OO y UGT, entre los deseos de recuperar el diálogo social y la realidad dictada por los mercados.
A pesar de su burocratización, siguen siendo las dos únicas centrales sindicales con capacidad para convocar huelgas generales y con una implantación estatal casi total. Por tanto, el concurso de buena parte de sus bases en las luchas sociales que están por venir es imprescindible. La situación económica internacional y la estrategia de las clases dominantes pone en cuarentena la estrategia de la concertación social, por lo que se van a ver confrontados con la dura realidad: El gobierno puede sentarse con ellos y tratar de ganar tiempo con trucos semánticos o retrasando por un tiempo la reforma de las pensiones, pero las decisiones se toman en otro sitio: “los mercados” –ese eufemismo tras el que se esconden bancos como el Santander, que han multiplicado beneficios aún en época de crisis– exigen que se desmantele el Estado del Bienestar y tienen la poderosa arma del control de los créditos internacionales para que el país se pueda seguir endeudando. Una bajada brusca de la calificación de la deuda, podría obligar a un rescate similar al griego, algo que Zapatero quiere evitar a toda costa. Así, los márgenes para el acuerdo son muy estrechos y, aunque seguramente desearían recuperar la senda del pacto, los sindicatos se van a ver obligados a movilizarse si no quieren convertirse en “colegios profesionales”, a los que se consulta para cuestiones legales pero que no pesan nada en las relaciones de fuerza que condicionan las políticas económicas. Por eso, es urgente que, especialmente dentro de CC OO, vuelvan a organizarse sectores críticos, cuyas principales señas de identidad radiquen en la defensa de la movilización sostenida, en la recuperación de un modelo de sindicalismo participativo y asambleario y en la defensa de un plan de medidas sociales alternativas de claro sentido anticapitalista, incluyendo la vertiente ecológica, porque ya no se puede seguir defendiendo el crecimiento, ni siquiera el sostenible, para crear empleo. Comprender la necesidad de presionar, desde dentro y desde fuera, a los sindicatos mayoritarios en este contexto es crucial para el conjunto de la izquierda alternativa y una de las claves para construir un nuevo ciclo de resistencias.

2. Los sindicatos alternativos, entre la disposición a luchar y el “narcisismo de las pequeñas diferencias”.
La constelación de sindicatos alternativos, entre los que catalogaremos a todos aquellos cuyas señas de identidad fundamentales se sitúan del lado del conflicto social, está teniendo dificultades notorias para recoger el descontento con CC OO y UGT y transformarlo en fuerza social organizada bajo sus siglas. De entre todos ellos, el más importante es CGT, que tiene presencia en la mayor parte del Estado y decenas de miles de afiliados. Su combatividad está probaba en numerosos conflictos laborales y han incorporado a su programa aspectos que el sindicalismo tradicional suele obviar sistemáticamente, como el feminismo y el ecologismo, pero tiene un problema tanto en las relaciones con otras organizaciones de su mismo “campo” como con la forma de dirigirse hacia los mayoritarios. Éstos son los dos principales escollos que tiene CGT para convertirse en la referencia sindical de toda la izquierda alternativa, y sin embargo, su concurso es fundamental para dar forma a cualquier “bloque social anticapitalista” que pudiera llegar a conformarse. Pero ser la “cabeza de ratón” requiere tener una clara vocación unitaria con los más próximos y saber mantener relaciones conflictivas, pero relaciones, con CC OO y UGT. El ejemplo de Francia es claro en esta línea: un sindicato como SUD-Solidaires puede ser equiparable a CGT en nivel de combatividad y de discurso, pero forma parte de la Intersindical que convoca las huelgas y paros parciales junto con sindicatos mayoritarios.
Otras organizaciones sindicales alternativas relevantes tienen su mayor peso en determinadas comunidades, naciones o regiones. No es el objeto de este artículo entrar en la diferente composición sociosindical que se da en Catalunya, Euskal Herria o Galiza, aunque es evidente que en las dos últimas las centrales sindicales nacionalistas (ELA y LAB y CIG, respectivamente) son imprescindibles para que haya movilizaciones fuertes. El SAT en el campo andaluz es otra referencia ineludible para ese bloque social crítico, así como la Corriente Sindical de Izquierdas de Asturies. La Confederación Intersindical es un proyecto muy interesante de reagrupamiento sindical aunque, por el momento, solo ha cuajado en Pais Valenciá, Murcia y Catalunya. Pero ese debería ser el objetivo de los sindicatos alternativos con voluntad de construir un referente estatal: encontrar la forma de, respetando dinámicas propias, unir en un solo referente a todas las opciones que se consideren anticapitalistas. Para los tiempos que nos va a tocar vivir, esto sería un enorme paso adelante. No ignoro que es una posibilidad remota a corto y medio plazo. Pero trabajar con esta perspectiva es una tarea fundamental para todos los sindicalistas de la izquierda alternativa que anhelan tener un referente fuerte y combativo capaz de disputarle la hegemonía a CC OO y UGT.

3. Los movimientos sociales, entre la lucha sectorial y la necesidad de articularse.
Las asociaciones y colectivos que conforman los movimientos sociales han de tener también un peso determinante en el diseño y ejecución de un nuevo ciclo de luchas. En este sentido, el dinamismo mostrado por algunos de ellos durante la huelga del 29-S es un buen comienzo en esta dirección. Por su importancia, destaca el rol de Ecologistas en Acción, con una red de activistas que llega a muchas ciudades y cuyas actividades exceden el ecologismo para tener una presencia en toda lucha social de calado. Grupos feministas, iniciativas ligadas a centros sociales, cristianos de base, movimientos vecinales críticos o vinculados a la comunicación alternativa son ya parte indisoluble de cualquier proyecto de resistencia social. Lo más difícil dentro de estas redes es conseguir que exista alguna coordinación estable entre ellas que las permita articularse y responder unitariamente en momentos señalados. Las respuestas a la crisis capitalista justifican impulsar este proceso de articulación y contaminar la respuesta puramente sindical con los nuevos colores de la emancipación que son ya parte del ADN de cualquier proceso serio de sociedad alternativa. Algunas experiencias, como la Asamblea de Movimientos del Foro Social Mundial en Madrid, pese a su modestia, caminan en esta dirección.
En otro nivel se situaría el movimiento estudiantil y juvenil. Estamos viendo que en países como Francia o Reino Unido, y antes en Grecia, este movimiento ha sido el abanderado de la resistencia contra las medidas de sus respectivos gobiernos en contra de la clase trabajadora. Aquí todavía no ha reaccionado frente a unas reformas de las que van a ser los principales paganos. Pero, por su carácter espasmódico, no es descartable que asistamos en un plazo no demasiado largo a una movilización amplia de la juventud. La responsabilidad de las asociaciones de estudiantes críticas y de los y las militantes de organizaciones políticas de izquierda se me antoja fundamental para encender la mecha en este sector.

4. La izquierda política alternativa, entre refundaciones y reconstrucciones.
Los partidos de la izquierda alternativa se enfrentan a su mayor reto en años, en un contexto que debería ser favorable para la comprensión de su discurso por parte de la mayoría de la población pero en el que, por el contario,tiene enormes dificultades para hacerse escuchar y, sobre todo, respetar. IU lanzó su proyecto de Refundación hace más de un año, después de haberlo aprobado en su Asamblea Federal hace dos. Ha habido actos públicos, asambleas abiertas y una manifestación importante el verano pasado en Madrid. El discurso se ha radicalizado pero la práctica sigue siendo más o menos la misma de siempre. Desde junio no hay noticias sobre nuevos pasos en este proceso y las elecciones municipales y autonómicas están a la vuelta de la esquina, con todo lo que ello significa para un partido que tiene miles de concejales y decenas de parlamentarios regionales que mantener. Tiempo habrá para hacer un balance, pero todo parece indicar que este proceso ha atraído a poca gente y que, los pactos para repartirse el poder interno entre las familias que dirigen la coalición, han terminado por devaluarlo. La perspectiva de crecimiento electoral a costa del PSOE también habrá jugado un papel para descartar aventuras que pueden acabar modificando relaciones de fuerza enquistadas hace años.
A diferencia también de países como Alemania o Francia, el giro ultraliberal del PSOE no ha provocado rupturas en su seno, aunque pueda existir cierto malestar interno, pero no se puede contar con sectores significativos organizados de “socialdemócratas desencantados” para una nueva recomposición de la izquierda alternativa, simplemente porque no existen.
Izquierda Anticapitalista continúa su crecimiento y consolidación como partido con presencia en todo el Estado, pero aún no tiene la fuerza, la experiencia y la credibilidad necesaria como para ser un polo federador de un proceso para crear un nuevo partido más amplio.
No obstante, los debates sobre la unidad de la izquierda a la izquierda del PSOE, especialmente en los procesos electorales, van a volver a poner de manifiesto la dificultad para trasladar mecánicamente las dinámicas sociales unitarias al terreno político. Es este un campo de minas para las fuerzas de izquierda anticapitalista que anteponen la razón estratégica del mantenimiento de la independencia de los gobiernos socioliberales frente a los que consideran que todo depende de la coyuntura política. Estoy seguro de que, en la actualidad, la mayoría de los activistas sociales de la izquierda alternativa apuestan porque existan candidaturas conjuntas de toda la izquierda a la izquierda del PSOE en las próximas elecciones, por consideraciones de eficacia electoral a corto plazo. Pero quienes creemos que la táctica electoral no puede ser contradictoria con los contenidos y con los objetivos políticos, apostamos a que eso podría ser un paso adelante ahora... y dos atrás en poco tiempo.
5. El polo anticapitalista, una hipótesis que hay que construir con una “lenta impaciencia”.
La necesidad de un reagrupamiento de la izquierda anticapitalista y alternativa es cada vez más evidente, pero no por ello se atisban caminos sencillos para llegar a él. Está claro que debería contar con buena parte de los sectores sociales descritos anteriormente, que suelen ser muy hostiles a cualquier forma partidaria, con gente crítica de IU, que de momento no se plantea salir de allí y con una renovación generacional importante, especialmente en su dirección. Todas estas condiciones, y la forma de llegar a ellas, forman parte de hipótesis y no están basadas en movimientos reales que puedan fructificar a corto plazo. La aparición de un nuevo ciclo de luchas podría acortar la distancia, pero será un proceso largo, con idas y venidas, con muchas incertidumbres, pero que, si realmente aspiramos a cambiar este mundo de arriba abajo, tendremos que llevar a cabo, aunque sea con la “lenta impaciencia” de la que hablaba Bensaid.
Los caminos hacia el socialismo parecen hoy día oscuros y llenos de trampas. Aprender a avanzar en la oscuridad y saber superar los obstáculos que encontremos son las principales tareas de una nueva herramienta política que comprenda los errores del pasado para iluminar la esperanza en el futuro

Raul Camargo es militante de Izquierda Anticapitalista

¿EL FIN DE LA RECESIÓN? ¿QUIÉN ENGAÑA A QUIÉN?

 

Immanuel Wallerstein. Kaosenlared.net/ La Jornada


Los medios nos dicen que la crisis económica ya pasó, y que la economía-mundo está de regreso a su modo normal de crecimiento y ganancia. El 30 de diciembre, Le Monde resumió este sentir en uno de sus acostumbrados y brillantes titulares: Estados Unidos quiere creer en una recuperación económica. Exacto, ellos quieren creer, y no es solamente gente Estados Unidos. ¿Pero es esto así?

Primero que nada, como lo he estado diciendo en repetidas ocasiones, no estamos en una recesión sino en una depresión. La mayoría de los economistas tienden a tener definiciones formales de estos términos, basados primordialmente en el aumento de los precios en los mercados bursátiles.

Utilizan estos criterios para demostrar el crecimiento y la ganancia. Y los políticos en el poder se ponen felices de explotar este sinsentido. Pero ni el crecimiento ni la ganancia son las medidas apropiadas.

Siempre hay algunas personas que obtienen ganancias, aun en el peor de los tiempos. La cuestión es cuántas personas, cuáles personas. En los tiempos buenos, la mayoría de la gente disfruta de mejoras en su situación material, aun cuando haya diferencias considerables entre quienes están en la cima y los que están en la base de la escalera económica. Una marea creciente levanta todos los barcos, como dice el refrán, o por lo menos la mayoría de los barcos. Pero cuando la economía-mundo se estanca, como lo ha sido la economía-mundo desde la década de 1970, varias cosas ocurren. La cantidad de gente que está empleada con ganancia y que por tanto recibe un ingreso mínimamente adecuado, baja de modo considerable. Y debido a esto, los países intentan exportarle su desempleo unos a otros. Además, los políticos intentan privar de ingreso a los ancianos retirados y a los jóvenes que aún no están en edad de trabajar, con tal de apaciguar a sus votantes, que caen en las categorías comunes con edad de trabajar.

Si valoramos la situación país por país, es por eso que hay siempre algunos de éstos donde la situación se mira mejor que en la mayoría de los otros. Pero cuáles países parecen estar en mejor situación es algo que varía con alguna rapidez, como ha estado ocurriendo durante los últimos 40 años. Es más, mientras continúa el estancamiento, el cuadro negativo crece y se agranda, razón por la cual los medios comienzan a hablar de crisis y los políticos a buscar remedios prontos. Hacen llamados a la austeridad, lo que significa recortar todavía más las pensiones, la educación y la atención a la niñez. Deflactan sus divisas, si eso les es posible, con el fin de reducir momentáneamente sus tasas de desempleo a expensas de las tasas de desempleo de otro país.

Veamos el problema de las pensiones gubernamentales. En 2009, un pequeño poblado en Alabama agotó su fondo de pensión. Se declaró en bancarrota y dejó de pagar sus pensiones, con lo que violó la ley estatal que le requería hacerlo.

Como apuntó el New York Times, no son sólo los pensionistas los que sufren cuando un fondo de pensiones se seca. Si una ciudad intenta obedecer la ley y pagarle a un pensionista con dinero de su presupuesto anual de operación, probablemente tendrá que adoptar vastos incrementos en sus impuestos, o realizar enormes recortes en los servicios, para juntar el dinero. Los actuales trabajadores urbanos pueden terminar pagando un plan de pensiones que no estará ahí para su propio retiro.

Pero éste es un problema que se avizora en cada uno de los estados de Estados Unidos que, por ley, deben contar con presupuestos balanceados, lo que significa que no pueden recurrir a préstamos para cumplir con sus actuales necesidades presupuestarias. Y hay un problema paralelo en toda nación que se encuentre en la zona del euro que no puede deflactar sus divisas con el fin de cumplir con sus necesidades presupuestarias, lo que ha significado que su capacidad de obtener préstamos conduzca a costos insostenibles y exorbitantes.

Pero qué hay, pueden ustedes preguntar, de aquellos países donde se dice que la economía florece, como Alemania, y más en lo particular dentro de Alemania, en Bavaria –llamado por algunos el planeta de los felices. ¿Por qué ocurre entonces que los habitantes de Bavaria sientan un malestar y parezcan avasallados e inseguros de su salud económica? El New York Times anota que (en Bavaria) está muy extendida la visión de que la buena fortuna de Alemania... llegó a expensas de los trabajadores, que en los últimos 10 años han sacrificado salarios y beneficios para hacer a sus empleadores más competitivos... De hecho, parte de la prosperidad proviene de que la gente no obtenga la seguridad social que debería tener.

Bueno, entonces, por lo menos está el buen ejemplo de las economías emergentes que han mostrado un crecimiento sostenido durante los últimos cuantos años, especialmente en los llamados países BRIC (Brasil, Rusia, India y China). Miremos de nuevo. El gobierno chino está muy preocupado por las sueltas prácticas de otorgamiento de préstamos de los bancos chinos, que parecen ser una burbuja, y que conducen a la amenaza de una inflación. Un resultado es el marcado incremento en los despidos, en un país donde la red de seguridad de los desempleados parece haber desaparecido. Entre tanto, la nueva presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, dice perturbarle que la sobreevaluación de la divisa brasileña se conjunte con lo que ella percibe como deflactación de las divisas estadounidense y china amenazando la competitividad de las exportaciones brasileñas. Y los gobiernos de Rusia, India y Sudáfrica, todos enfrentan los primeros síntomas de descontento por parte de grandes segmentos de sus poblaciones que parecen no haber recibido los beneficios de su supuesto crecimiento económico. Finalmente, y no es menor, hay aumentos marcados en los precios de la energía, los alimentos y el agua. Esto es el resultado de la combinación de un crecimiento en la población mundial y el aumento en los porcentajes de gente que exige contar con ellos. Esto implica una lucha en pos de estos bienes básicos, una lucha que puede tornarse mortal.

Hay dos posibles resultados. Uno es que gran cantidad de gente reduzca el nivel de su demanda –lo que es de lo más improbable. Otro es que lo mortal de la lucha termine reduciendo la población mundial y por lo tanto haya menos escasez –una solución malthusiana de lo más desagradable.

Conforme entramos en esta segunda década del siglo XXI, parece poco probable que hacia 2020 miremos hacia atrás a esta década como una en que la crisis fue relegada a recuerdo histórico. No ayuda mucho querer creer en una perspectiva que parece remota. No ayuda para intentar entender qué es lo que debemos hacer al respecto.

Traducción: Ramón Vera Herrera