Óscar
Ugarteche. Alainet
La
crisis que comenzó en agosto del 2007 ha entrado en una nueva fase.
Hay los que siguen la crisis por regiones: Estados Unidos – Europa
– América Latina - Asia. Otros la siguen por el lado más
financiero y la ven como crisis hipotecaria, crisis de las bolsas.
Nosotros preferimos ver la crisis como un proceso que amarra lo
financiero con el sector real de la economía afectando al mundo
entero en todos los casos. Solo que el impacto sobre el mundo no es
homogéneo. Por ejemplo, la baja de las tasas de interés en el 2008
llevó a un auge en los precios de los commodities y a una
devaluación del dólar. El efecto fue una apreciación de los tipos
de cambio del resto del mundo y una acumulación de reservas fruto de
los excedentes comerciales. Este fortalecimiento cambiario llevó a
un auge en los flujos de capital del norte al sur haciendo que las
bolsas de valores en los países del sur observaran un auge, de la
mano de los auges en los precios de los bienes raíces y del precio
de los commodities. El resultado fue un espejismo de crecimiento en
África y América Latina, exportadores de materias primas.
Cuando
colapsó el mercado hipotecario en agosto del 2007 y luego la banca
de inversión, a partir de marzo del 2008, el problema financiero se
transformó en económico. La apertura de dos velocidades de
crecimiento fue muy útil para los capitales estancados en los
mercados maduros que se movieron a los llamados emergentes. La
aspiradora global comenzó a operar sacándose riqueza desde los
emergentes hacia el centro, en el mejor espíritu de la teoría de la
dependencia. No obstante, se generó una acumulación de reservas que
hipotéticamente debería estabilizar los tipos de cambio. Eso decía
la teoría económica convencional. Pero, los tipos de cambio se han
transformado en un commodity más, que se transa en el mercado
cambiario de Londres, de forma que hay un mercado offshore cambiario
muy importante (ver SWIFT). Los ataques cambiarios se hacen en
Londres y no en Ciudad de México, Moscú, Sao Paulo o Shanghái. Por
eso no se pierden reservas cuando los tipos de cambio se desploman.
Las pérdidas de reservas no son porque se fugan los capitales sino
porque el Banco Central del país intenta frenar la caída. Es una
lógica distinta que hace una década.
El
16 de junio del 2013 el presidente del FED, Banco Central
estadounidense, anunció que “seguramente” se iba a terminar el
programa de expansión crediticia instalado en el 2008 y que
“probablemente” se alzaría las tasas de interés. Esta
advertencia peculiar se hizo para cambiar las expectativas sobre el
dólar y que los mercados comenzaran a ajustarse. Eso hicieron y los
precios de los commodities iniciaron su vuelo de descenso de la mano
de ajustes sobre tipos de cambio y bolsas de valores. Entre junio del
2013 y diciembre del 2015 el índice de precios de todos los
commodities de IndexMundi descendió a la mitad de 179 a 90, con base
2005=100. Los términos de intercambio de América Latina del 2014 al
2015 se cayeron de 102.9 a 90.2, según el Balance Preliminar de las
Economías de América Latina y el Caribe 2015 de la CEPAL. El país
a quien más se le cayó fue a Colombia, a 71.9 y a los que menos se
le contrajeron fueron a Uruguay y México, posiblemente por sus
estructuras exportadoras industriales. Los índices de valor unitario
de las exportaciones con base 2010=100 se cayeron para todos, siendo
Colombia el más afectado igualmente.
En
América Latina cayeron todas las bolsas, menos la argentina; todos
los tipos de cambio se devaluaron, menos el boliviano, y las
exportaciones se contrajeron para todos, llevándose de las narices
el crecimiento del PIB. Esto fue acompañado por un creciente
malestar social. El discurso sobre el éxito de las reformas y el
blindaje cambiario, ambos ideológicos, terminó. No se incorpora
Venezuela a este análisis de países medianos y grandes de la región
por las distorsiones económicas y políticas existentes. Venezuela
merece un estudio separado y no es comparable. Lo que se aprecia en
el gráfico es que la tasa de crecimiento a partir de las reformas
económicas (1985-2003) estuvo en el vecindario de 2% promedio y que
tras un breve auge (2003-2011) está de regreso al mismo 2%
aproximado. Esta es una tasa insuficiente para absorber la fuerza de
trabajo, lo que tendría que haber sido el objeto de las reformas
económicas.
El
encuadre mostrado se anticipaba como el escenario donde ocurriría el
alza de las tasa de interés de Estados Unidos que, según dijo
Yellen en junio del 2014, sería en cuartos de punto a la vez, en la
eventualidad que se dieran. La interrogante que ronda en el análisis
de las economías maduras es si es posible vivir permanentemente con
tasas de interés cero, tasas de crecimiento cercanas a cero y tasas
de inflación bordeando la deflación y si pueden, en ese marco,
subir las tasas de interés sin tumbarse el consumo. Japón está
estancado con deflación desde 1991 y con pequeñas variaciones no se
ve que esté saliendo del estancamiento con deflación tras
veinticinco años. Se reconoce la deflación cuando los compradores
postergan la compra esperando un descenso de precios en un futuro
cercano, dice Keynes. Otra definición de deflación es cuando los
precios finales suben menos que los costes de producción. Una
interrogante de Yellen y los banqueros centrales estadounidenses era
si podían subir la tasa y qué efectos podría tener dado el borde
deflacionario en que está el G7. El manejo de las expectativas
estaba clarísimo y no se anticipaba un impacto del alza de la tasa
mayor al ya ocurrido en commodities y flujos de capital. Ahora, a
mediados de enero del 2016, a cuatro semanas del anuncio de alza de
la tasa de referencia en 0.25%, se aprecia que estaban errados
cuando todas las bolsas están en picada junto con los mercados de
commodities y los mercados cambiarios.
Irving
Fisher escribió en 1931 que en los auges y depresiones, hay dos
factores dominantes, el sobreendeudamiento para comenzar y la
deflación que le sigue poco después. En breve, los grandes actores
malos son perturbaciones de deudas y perturbaciones en el nivel de
precios. La tabla a continuación muestra el nivel de precios de las
economías maduras que va entre Alemania, el mejor posicionado con
0.1%, y España el peor con -0.6%. El promedio de las cinco economías
debajo es 0%. Japón tiene tasas negativas. En este marco, un alza
de las tasas de interés golpea a los costes de producción de
inmediato pero eso no se traslada a los precios de venta y se produce
entonces una crisis mayor al estancamiento en que están esas cinco
economías desde el 2008. Lo significativo es que los índices
inflacionarios están bajando peligrosamente en América latina. La
buena noticia de la depreciación inyectada por los ataques
cambiarios es el efecto inflacionario. La mala noticia es el
estancamiento derivado de la baja del consumo por el alza de los
costos de productos importados.
El
anuncio de Janet Yellen del 16 de diciembre de que las referencias de
la tasa de interés serían incrementadas en 0.25% tuvieron un
impacto demoledor encubierto por las fiestas de fin de año. El 29 de
diciembre del 2015, la bolsa de Nueva York medida por el índice Dow
Jones industrial inició su ruta de descenso de 17,720 puntos que se
encontraba entonces a 15,988 el 15 de enero del 2016. En simultáneo
se cayeron Londres, París y Frankfurt. Dos días más tarde, el
novedoso mercado de Shanghai, que le abrió sus puertas a los
extranjeros en noviembre del 2014, se desplomó y debió cerrar
porque los precios variaron más de 7%. Las bolsas sudamericanas y
todas las otras del mundo que ya estaban afectadas desde el 2013, se
precipitaron desde el 29 de diciembre incluyendo la bolsa argentina
que fue saludable dos semanas previas, antes de la apertura del cepo
cambiario.
Lo
primero que salta a la vista es que el descenso comenzó alrededor
del día 22 de diciembre y que después del 29 en occidente y 30 de
diciembre en Asia, se desploman. Entre los mercados de valores que
peor les fueron están: Buenos Aires (con el cepo recién
retirado), Shanghái, Brasil, Alemania y Japón. Los que perdieron
menos fueron Corea del Sur, Colombia, Chile y México. Más allá del
desplome de los mercados, está su impacto en el tipo de cambio de
los países, con el efecto de estos sobre las importaciones y los
costos de la deuda. Las perspectivas de crecimiento para el 2016
reajustadas para abajo por el FMI y el Banco Mundial, a inicios de
diciembre, deberán ser revisadas a la baja nuevamente. Peor con el
acompañamiento que a esta baja en bolsas que tuvo en los precios de
los commodities. Con tendencias declinantes de crecimiento hay varias
cosas ciertas: China no es el problema, los tipos de cambio no están
blindados y las reformas económicas no garantizan el crecimiento
económico. El problema es que la crisis del 2008 no está resuelta
en términos productivos y a ello se suman las políticas de
austeridad europeas, el estancamiento japonés y el ajuste
estadounidense, que han llevado a una situación de deflación a
partir del 2012 que se está contagiando (ver Graña, “la
deflación”). Estados Unidos tendrá su mayor déficit fiscal en
el año 2016 desde los años antes de la crisis con las respectivas
consecuencias sobre la demanda de crédito y el costo de la misma con
las tasas subidas. Nueve años después del inicio de la crisis, el
mundo se prepara para unificar el crecimiento de las economías
emergentes de crecimiento rápido con las tortugas maduras del G7.
Estados
Unidos, con un desempleo 7% por encima de lo formalmente
anunciado, porque se esconde que la fuerza de trabajo se ha encogido
en esa proporción (ver Ugarteche “No nos hagamos tontos”, ALAI
2015) y una recuperación económica anémica, no puede intentar
regresar la tasa de interés a su nivel histórico de 6%. La
recuperación del consumo sobre la base de tasas de interés de 0%
puede quedar en cuestión. Si se cae el consumo en USA entonces su
PIB se contrae y se lleva a México de narices. Con la contracción
de la demanda de materias primas de Europa occidental, Estados Unidos
y Japón, todo está centrado en cuanto crece China, pero es abusivo
pensar que China sea responsable de lo que ocurre en el mundo,
además de equivocado.
El
análisis del Wall St Journal sobre lo que está ocurriendo afirma
que las cosas están mejor en Estados Unidos porque el peso de la
deuda de las familias ha bajado de 130% a 103% de su ingreso anual.
La interrogante es cómo se paga esa deuda cuando los salarios no
suben porque hay deflación y las tasas de interés si suben. Las
deudas de educación están a la vista como un problema mayor para
las familias. El otro problema es que el multiplicador del gasto
fiscal en defensa ya no parece operar si la evidencia de la última
década es un ejemplo. De la invasión a Irak a los ataques en Siria,
no hay rehabilitación del PIB. Las mejores guerras en este escenario
son cambiarias, como han mostrado los ataques contra el Real, el
Rublo y el Yuan en los últimos tres años. Eso, sin embargo, no
ayuda a la recuperación del PIB americano ni menos mundial, pero si
ayuda a destruir el PIB de la moneda atacada. El más reciente ataque
es contra el Yuan.
La
perspectiva del 2016, en este marco, es muy imprevisible. Pueden
ocurrir tres cosas: subir la tasa de interés nuevamente, y ver otro
remezón como el que se acaba de ver en diciembre; revertir la
decisión y regresar la tasa a 0 en Estados Unidos y esperar que eso
aligere las cosas o, dejar todo como está. Los capitales, en este
contexto, se van a mover más rápidamente por el mundo, creando más
inestabilidad y transfiriendo la inestabilidad al crecimiento. El
crecimiento hacia adentro de China lo protegerá parcialmente de las
remecidas que vienen del exterior. La inestabilidad que llega por el
mercado de valores de Shanghái abierto al capital internacional es
innegable dado que es una condición para convertir a su moneda en
reserva internacional. Sus propios problemas de deuda serán los que
puedan afectar la dinámica interna. Pero para América Latina en el
2016, el problema es la deflación de occidente y la tasa de interés
de Estados Unidos y no la tasa de crecimiento de China que es
afortunadamente del 6.9%.