La paradoja del momento presente la resume la imagen de hoy mismo de la cúpula del Palau de la Generalitat |
Por
Marat
Pretender
hacer una radiografía de duración permanente sobre el momento
político catalán y español, sería una fantasía de locos. Los
acontecimientos se suceden a velocidad frenética entre simulacros,
mentideros, desmentidos, amagos y acciones contradictorias en apenas
minutos, recaderos interpalaciegos, y movimientos tácticos
permanentes. Es imposible esperar que lo que hoy se presenta con una
coyuntura concreta lo haga mañana del mismo modo.
Pero
no hay error en reafirmar la eternamente joven expresión de Marx de
que “la historia se repite siempre dos veces. La primera como
tragedia. La segunda como farsa”. Entre la proclamación de la
República catalana durante la II República Española y la errática
y dubitativa declaración del pasado 27 de Octubre dista mucho más
que 86 años. Si el pronunciamiento de entonces ayudó a traer la II
República (que no dejó de ser burguesa nunca, por otra parte) el
actual, lejos de “provocar la crisis del régimen del 78”,
lo refuerza porque abre una dinámica de enfrentamiento entre
pueblos, ni siquiera entre derechas e izquierdas, puesto que liga al
progresismo reformista a una dinámica en la que es la derecha la que
marca la pauta, la temática y el campo de juego. Una lectura
inteligente y honesta de la obra “El 18 Brumario de Luis
Bonaparte” nos daría algunos retratos del momento, sin que
necesitemos obtener de la misma todas las conclusiones
sino solo las relativas a nuestro momento.
No
deseo hacer un análisis de largo recorrido. No quisiera estar
demasiado despegado del momento. Me limitaré a presentar algunos
fotogramas del instante preciso en el que vivimos. Los
acontecimientos que han de producirse solo dentro de unas horas
devorarán cualquier predicción respecto a lo que ocurra media hora
después. La aceleración histórica bajo cuya tiranía mediática
vivimos -esa que hace que cada político esté sometido a la
dictadura de los informativos- hace que solo quienes adoptan la
distancia necesaria sobre los hechos del momento y conocen la
historia puedan anticipar la historia futura.
Pero
sí quisiera quedarme con algunos hechos últimos, ahorrándoles el
tener que seguir una gran parte de un relato previo que ustedes ya
conocen. Sabrán cómo interpretar los últimos.
Un
molt honorable President de la Generalitat que amaga, para
desbloquear la situación a la que puede conducir a su Govern la
aplicación del artículo 155 de la Constitución española, con
convocar elecciones autonómicas el jueves 26 de Octubre que,
finalmente no convoca.
Ese
mismo molt honorable President de la Generalitat que al día
siguiente, decide que vuelve por sus fueros y proclama una República
catalana que sabe que no tendrá recorrido alguno.
Un
Gobierno central del Estado español que aplica un artículo 155 de
la Constitución cuya eficacia podría ser disuasoria pero, si no lo
es, carece de capacidad y resortes suficientes para imponer a la
administración autónoma catalana el acatamiento constitucional.
Finalmente será el propio capital con sus presiones empresariales,
incluso de capitalistas independentistas, y el poder de la Hacienda
central del Estado español los que dispongan del poder suficiente
para generar acatamiento.
Un
molt honorable President de la Generalitat Puigdemont que llama a la
resistencia frente al Estado español y su artículo 155 mientras el director general de los Mossos, Pere Soler, ha acatado
disciplinadamente su cese. Si eso sucede en el aparato represor de la
administración catalana, seleccionado y diseñado en sus mandos de
acuerdo a los objetivos nacionalistas, imaginen cómo irá el resto.
Lo mismo ha hecho el Mayor Trapero acatando su destitución y
sustitución por su número dos y pidiendo lealtad a las nuevas a
autoridades del artículo 155. Ferrán López, el citado número 2,
ha aceptado su nombramiento por parte de quienes se están ocupando
de desmontar la República catalana.
Una
política exterior catalana, Diplocat, financiada
en el pasado por el promotor de “revoluciones naranjas” y “de
colores”, George Soros, que ha visto sus embajadas en el
extranjero cerradas por el Gobierno español y, en consecuencia, con
una pérdida más que evidente de proyección internacional y de
influencia sobre ámbitos de decisión y de presión
internacionales.
Unos
sectores progresistas, que no revolucionarios, que en Cataluña han asumido la hegemonía dirigente de la pequeña y mediana burguesías catalanas y en el resto del Estado español han caído en la “ilusión
democrática” de esperar que una crisis institucional abra camino a
un cambio en la correlación de fuerzas políticas, que no sociales, porque la que tiene que ver con la lucha de clases hace tiempo que
han abandonado en la práctica. En Cataluña cayeron en la alianza
con sus burguesías en un “paro (al que se avergonzaron de llamar
huelga) país” que no reivindicaba derechos de la clase trabajadora
sino demandas nacionales y que era convocado por sindicatos, Govern
(¿dónde vieron antes a un gobierno burgués apoyar un “paro”?)
y asociaciones de la pequeña y mediana empresa. A ello hemos de unir
la actuación de una pseudorevolucionaria CUP que no llamó a tomar
el poder para la clase trabajadora sino a defender las instituciones
catalanas y al molt honorable y no demasiado bolchevique President
Puigdemont. En el resto del territorio del Estado español hemos
visto a unas “izquierdas” que basculaban entre una mayor
comprensión hacia una de las dos burguesías nacionalistas
instigadoras del enfrentamiento (la catalana) o que caían
directamente en la fantasía de un febrero (analogía de la
revolución “democrática” del reformismo ruso de 1917) de
revolución burguesa que podría abrir pasó a un octubre posterior.
Difícil de entender abandonando las posiciones de clase en sus
prácticas durante la crisis política, apoyando a los sectores que
explotan a la clase trabajadora catalana, y favoreciendo que se
divida a l@s trabajador@s
en patrias.
Una
convocatoria electoral autonómica para Cataluña para el 21 de
Diciembre por parte del Estado español que sitúa al soberanismo en la disyuntiva de participar en las elecciones, y ver cómo les va en
ellas, o boicotearlas y enajenarse la posibilidad de gobernar en el
territorio. Si el PdCat, o lo que quede de él, se apresta a
presentarse a las elecciones convocadas desde la legalidad española
contra la catalana, Junqueras (ERC) pide, junto con el molt honorable
President Puigdemont, aceptar la convocatoria, realizada por el
gobierno central, que no posee las competencias para hacerlo, sino el
President de la Generalitat destituida. Parece
que la CUP mientras defiende la legitimidad del President se va
abriendo a las próximas autonómicas, abandonando su peregrina
propuesta de “paella insumisa” (Mireia Boya y Anna Gabriel). Habrá que
ver de qué modo afectarán unas condiciones que le han sido impuestas
desde fuera a una República proclamada, pero inexistente, y cómo todo ello impactará sobre la credibilidad del propio proyecto independentista y a sus
promotores.
Un
comportamiento de PdCat y de ERC que les lleva a mantener al día
siguiente de la proclamación de la República catalana sus escaños
en el Congreso y en el Senado españoles y a votar previamente en
contra un artículo, el 155, cuando su desacato al mismo debiera
haberles conducido, en coherencia, a abandonar el pleno del Senado.
El argumento de que dejar sus escaños en Congreso y Senado “sería
solo un gesto estético” parece sostenerse mal desde la una
posición que, en realidad, no es meramente “estética” sino
moral y de congruencia.
Una
realidad opuesta en los gobiernos, parlamentos y bloques políticos
hegemónicos de España y de Cataluña. En la primera el gobierno, el
senado y el bloque constitucionalista de PP, PSOE y Ciudadanos actúan
unidos, aprueban el artículo 155 y el gobierno va aprobando un
desarrollo y aplicación del mismo, día tras día, en el BOE. En la segunda, el
bloque independentista presenta fisuras más que notables, el PdCat
ha tenido ya dimisiones tanto en el partido como en la Generalitat y,
tras una noche de fuegos artificiales y fiesta en la Plaza de San
Jaume, el Govern se va a dormir y de fin de semana, sin tomar auténticas
decisiones que viabilicen y muestran la voluntad ejecutiva de puesta
en marcha de la República catalana. Decisiones imparables frente a
pasividad.
Una
economía muy interrelacionada en la que la inestabilidad política y
social que tanto asusta al inversor capitalista golpeará sobre
Cataluña y sobre el resto del Estado español.
La
continuación de la luz de gas sobre los conflictos sociales de clase
que afectan a trabajadoras y trabajadores tanto de Cataluña como del
resto del territorio español, ahogados por una dinámica de patrias
que es dirigida por el discurso burgués a uno y otro lado del Ebro.
Si cabe extraer una conclusión sobre dicha dinámica es la de que
ambas burguesías mantienen un acuerdo quizá más que tácito para
ocultar la realidad de una clase trabajadora a la que ambas explotan
y desposeen.
Cabe
aventurar algunas conclusiones acerca de la recién proclamada
República catalana y sobre la crisis a la que ha conducido el choque de
trenes entre el nacionalismo español y el catalán.
El
procés y la declaración unilateral de independencia han sido, para
un sector importante de la población catalana que ha acompañado al
mismo, más una afirmación de soberanía que un camino que realmente
creyesen posible. Han vivido una especie de catarsis colectiva, un
psicodrama social que les ha permitido vivir "un como si", como si el sueño
fuera posible. Ahora empiezan a despertar del mismo y a comprender
sus límites. La República catalana ha sido tan virtual como los
falsos reconocimientos de la misma en redes sociales por parte de
supuestos gobiernos nórdicos y de repúblicas bálticas. Al menos
les quedará el consuelo de que Osetia del Sur ha afirmado que va a
estudiar si reconocerá a la nueva república o no.
El
procés no ha acabado, aunque la independencia de Cataluña ha
quedado postergada “sine die”. A tenor de la aceptación de la
convocatoria electoral, que empieza a ser aceptado por los partidos
independentistas, la permanencia de sus representantes en el
Parlamento español y el acatamiento de sectores funcionariales
(cargos de los mossos) del control de la situación por las
autoridades españolas, cabe pensar que el procés ha entrado en una
fase de realismo posibilista y que la estrategia de largo plazo del
independentismo está empezando a ser sustituida por giros
tacticistas rápidos que dejarán descolgados y con un sentimiento de
frustración a gran parte de los sectores soberanistas de la
población catalana, como apunté en anteriores artículos. El
despertador de ese sueño es a 30 de Octubre la bandera rojigualda
ondeando en el Palau de Sant Jordi, junto a la señera y un despacho
vacío del molt honorable President de la Generalitat a la que éste
hoy no ha acudido hasta el momento, mientras algún Conseller como
Josep Rull va a ser desalojado del suyo por los mossos d´esquadra y el resto de ellos han obtenido un breve permiso del gobierno ocupante para recoger sus pertenencias de sus, hasta el pasado viernes, despachos de los que las fotografías del ya cesado President han
ido desapareciendo.
Por su parte, la Presidenta del Parlament, Carme Forcadell, acaba de desconvocar la reunión de la ;esa de la institución, asumiendo de hecho que el la misma está disuelta, lo que no es sino el reconocimiento de la fuerza del Estado como ley de hecho.
Las
declaraciones del diputado de la CUP del Parlament de la República
catalana, Benet Salellas, cuestionando la capacidad de materializarse
dicha república indica la abismal distancia entre deseo y realidad:
"No hay estructuras de estado preparadas ni medidas de
efectividad republicana que estén empezando a desarrollarse. El
Govern no estaba preparado para un escenario de unilateralidad pura".
En el mismo sentido, el diputado cupaire señalaba que su partido "no
comprende por qué después de la proclamación de la República el
Gobierno no está promulgando los decretos que la misma resolución".
Las
posibilidades que se plasmen o frustren de una candidatura unitaria
del independentismo catalán serán la piedra de toque de su capacidad para mantener un bloque más o menos unido que hoy
vive tensiones internas, y que hace muy pocos días se fracturaba
entre acusaciones de traición. En cualquier caso, la participación
de candidaturas independentistas en las elecciones del 21-D será la
deslegitimación absoluta de un procés por parte de sus promotores,
al asumir como legales unas elecciones que solo Puigdemont hubiera podido
convocar de continuar en el cargo.
Del
grado de extensión y la intensidad de la aplicación del artículo
155 por parte del gobierno español y del comportamiento revachista o
de perfil bajo de una posible nueva mayoría unionista en la sociedad
catalana dependerá que la situación de crisis social y política se
vaya atemperando o se incrementen la tensión y la fractura sociales.
El
denominado “régimen del 78”, lejos de entrar en crisis, se verá
notablemente fortalecido por varios factores.
El
primero, la reacción españolista y el incremento del nacionalismo
español.
El
segundo, la unidad de la que han dado muestra tanto PSOE como PP y el heredero actualizado de dicho régimen del 78 en torno a legalidad
española y la unidad territorial, Ciudadanos. Enfrente, tienen a partidos que no
han demostrado una claridad en su proyecto reformista de corte
meramente institucional ni una unidad suficiente respecto al mismo,
según los escollos en su camino hacia la independencia iban
mostrando los límites del proceso.
El
tercero el consenso social que están siendo capaces de generar
dichos partidos entre sectores mayoritarios de la sociedad española,
y muy significativos dentro de la catalana, que se han visto
asustados ante las consecuencias que la crisis institucional y la
amenaza de la económica, sobre Cataluña en particular y España en
general, por la desconfianza de inversores y empresas
ante la inestabilidad política y social que ha provocado el proceso.
Una parte muy amplia de dichos sectores justifica ya la aplicación
de medidas de fuerza más o menos limitadas.
La
auténtica derrota del independentismo la ha ejecutado la gran y
mediana empresa que, más allá de sus filias o fobias hacia el
procés, ha sufrido un ataque de patriotismo del bolsillo,
presionando con sus exilios de sedes sociales fuera de Cataluña. El
artículo 155 ha sido la puntilla legal que ha empleado el Estado
español. Las posibilidades de éxito de las imposiciones coactivas para la aplicación del mismo dependerán fundamentalmente de la
poderosísima capacidad de intervención del Ministerio de Hacienda
español sobre la catalana y del grado de realismo y acatamiento de
los altos funcionarios de la administración de Cataluña y de las
clases medias sostenedoras del procés.
Coger las de Villadiego, exiliarse en Bélgica, tras acogerse a santuario de un aliado, que tiene amistades con organizaciones fascistas de Bruselas, y verse a sí mismo como una mezcla de De Gaulle en el exilio, hablando al pueblo desde la BBC, y de MacArthur en plan "volveré", mientras te comportas como alguien que deja tirados a quienes se sacrificaron por ti, significa que el esperpento catalán huye hacia donde los aventureros políticos han perdido su norte. Quizá un día descubramos un nuevo significado de la palabra "resistencia". La idea de patria huele tan mal como el agujero en el que se esconden quienes pretendieron hacernos creer que serían mártires y se comportan como ratas en su escapada.
Que la ANC, con su máximo dirigente en la cárcel avale presentarse a una elecciones que ha convocado Rajoy y no el "exiliado" Puigdemont, probablemente no sea un motivo para bajarse del burro aquellos cuya deshonestidad intelectual les impide toda reflexión que pueda crearles duda alguna sobre aquello que defienden.
Coger las de Villadiego, exiliarse en Bélgica, tras acogerse a santuario de un aliado, que tiene amistades con organizaciones fascistas de Bruselas, y verse a sí mismo como una mezcla de De Gaulle en el exilio, hablando al pueblo desde la BBC, y de MacArthur en plan "volveré", mientras te comportas como alguien que deja tirados a quienes se sacrificaron por ti, significa que el esperpento catalán huye hacia donde los aventureros políticos han perdido su norte. Quizá un día descubramos un nuevo significado de la palabra "resistencia". La idea de patria huele tan mal como el agujero en el que se esconden quienes pretendieron hacernos creer que serían mártires y se comportan como ratas en su escapada.
Que la ANC, con su máximo dirigente en la cárcel avale presentarse a una elecciones que ha convocado Rajoy y no el "exiliado" Puigdemont, probablemente no sea un motivo para bajarse del burro aquellos cuya deshonestidad intelectual les impide toda reflexión que pueda crearles duda alguna sobre aquello que defienden.
La
izquierda, o lo que la opinión pública y la publicada entienden por
tal, y el republicanismo español entrarán en una grave crisis cuyas
consecuencias y efectos se irán dilucidando en los próximos
tiempos.
De
momento, el reconocimiento por parte de Anticapitalistas, grupo
integrante de Podemos, ha sido desautorizado por el Consejo Ciudadano
Estatal de este partido y En Podem (Cataluña) ha sido intervenido
por dicho Consejo, en aplicación de su particular 155 sobre su
filial catalana, tras las graves diferencias de ésta con su
organización española, sobre todo por parte de su líder Albano
Dante Fachín. Veremos en qué acaba esta cuestión.
En
los restos de IU ya se están produciendo tensiones internas cuyas
repercusiones pueden incrementarse por un efecto rebote o dominó de
la crisis de Podemos, visibilizada por las declaraciones españolistas
de Carolina Bescansa, sobre su socio político.
El
caso del PSC, organización hermana del PSOE, ha vivido estos días
fuertes tensiones internas entre su realidad catalana -buena parte de
su dirección- y española, la que se concentra en el cinturón
industrial de las ciudades que constituyen la conurbación
barcelonesa (el gran Barcelona y otras localidades de tamaño
considerable). A pesar de sus enfrentamientos internos es previsible
que una parte del voto nacionalista moderado que ya no se reconoce en
el PdCat y de En Podem y los Comunes, cuyas inclinaciones hacia el
soberanismo han sido muy marcadas, gire hacia el PSC.
El
republicanismo español se ha visto atrapado en su contradicción de
reivindicación de un Estado federal para todo el territorio, nunca
concretado como propuesta, y una delegación del sostenimiento de la
reivindicación de III República española en una República
catalana cuyo proyecto es en gran medida ajeno, desligado del federalismo y que
no se reconoce en ella.
Las
organizaciones “a la izquierda de la izquierda”, muy atomizadas,
de muy reducidas dimensiones y carentes prácticamente de influencia
política alguna respecto a la gran mayoría de la clase trabajadora,
ahondarán en su marginalidad como consecuencia de su desvinculación
práctica y real de una posición de clase. Su enfeudamiento a los
nacionalismos burgueses y pequeñoburgueses vasco y catalán y su
aceptación de la estrategia de exportación de nacionalismos
promovidos en los distintos territorios del Estado español, siguiendo el modelo de Izquierda Castellana, que grupos
autodenominados comunistas asumen como forma de acabar con el
denominado régimen del 78 y con la monarquía española, están
actuando como mecanismos de refuerzo de ambos, por la reacción de un
nacionalismo español y de una extrema derecha que no habían
detonado hasta el momento con la fuerza con la que ahora se
presentan.
En
la práctica, un reformismo moderado, con formas y lenguaje
aparentemente radicales, y un radicalismo democrático, a su
izquierda, vienen a cubrir el papel y los objetivos que en el siglo
XIX representaban facciones de la pequeña y mediana burguesías a través de los "partidos democráticos", aspirantes a reformas que
cambiasen la configuración institucional de los Estados capitalistas
y sus formas de representación pero sin alterar nada de sustancial
de la base material y económica en la que se sustentaban. Apelan, como entonces, a la clase
trabajadora, de la que buscan el apoyo a sus causas pero supeditando
los intereses de ésta a los objetivos reformistas que constituyen el
programa político de ciertos estratos de las clases medias urbanas.
No son partidos de clase, por mucho que una parte de ellos lo
proclame o, al menos, no de la clase trabajadora, entendido dicho
carácter como el propio de organizaciones que defienden los
intereses de los asalariados de forma autónoma a los
del resto de clases sociales. La ausencia de una centralidad en el
discurso y la práctica de clasista es evidente en todos ellos.
La
clase trabajadora seguirá sin tener quién la escriba desde las
organizaciones políticas en el sentido de la defensa de unos
intereses específicos e independientes de los de cualquier otra
clase social y otra causa que no sea la suya, la de sus propias
reivindicaciones sociales y objetivos de emancipación.
Pero
como decía Lenin, emulando las palabras de Goethe, «la teoría
es gris amigo mío, pero el árbol de la vida es eternamente verde».
La realidad es que los problemas de la clase trabajadora, los
despidos, los bajos salarios, los desahucios, la pobreza de amplias
capas de la clase trabajadora... volverán más pronto que tarde a
hacerse presentes en un escenario en el que fueron opacadas por una
confrontación que a las burguesías de un lado y otro del Ebro
venía muy bien. Y entonces puede que sea el momento de pedir
cuentas a los partidos “progresistas” por el juego practicado en
la promoción por acción y reacción, respectivamente, de los
nacionalismos catalán y español. Con la esperanza de pasar pronto
página a esta estrambótica farsa...hasta la próxima charlotada tan
del gusto de los habitantes de este extremo de Europa.