Philippe
Alcoy. Izquierda Diario
Las
movilizaciones masivas en Rumania llamaron la atención de toda la
prensa internacional. ¿Qué actores están actuando?
Son
las manifestaciones más importantes desde la caída del régimen de
Nicolae Ceausescu en 1989. El gobierno tuvo que retroceder ante los
cientos de miles que tomaron las calles. Sin embargo, las protestas
continúan y este fin de semana cerca de 80.000 personas manifestaron
nuevamente para exigir la renuncia del gobierno. Paralelamente
sectores de las clases dominantes tratan de sacar provecho. ¿Se
dirige Rumanía hacia un “escenario de tipo brasileño"?
En
efecto, frente a un intento de la coalición gobernante de
despenalizar crímenes leves de corrupción y de abuso de poder, que
iban a beneficiar directamente a políticos del gobierno,
especialmente al jefe de los socialdemócratas en el parlamento,
Liviu Dragnea, la reacción fue espontanea e inmediata. Miles de
personas tomaron las calles y el domingo 5 de febrero fue el punto
culmine con cerca de 600.000 manifestantes en todo el país.
Sin
embargo, desde el principio diferentes fracciones de las clases
dominantes intentaron utilizar las movilizaciones contra sus
fracciones rivales. Es el caso especialmente del presidente rumano,
Klaus Iohannis del Partido Nacional Liberal (PNL), socio del PSD en
el poder hasta 2014. Éste participó en algunas manifestaciones y
expresó su apoyo al movimiento. No se puede descartar la posibilidad
que el PNL esté tratando de reforzarse luego de su derrota electoral
en las legislativas de diciembre pasado en donde obtuvo 20% de los
sufragios contra 45% para el PSD.
Pero
nada puede garantizar que el presidente Iohannis y el PNL, así como
los otros partidos de oposición, puedan sacar plenamente provecho de
esta situación. La tasa de abstencionismo de 60% en las elecciones
de diciembre expresa un rechazo profundo del conjunto de los partidos
políticos.
Sin
embargo, hay otro actor que podría salir reforzado de esta crisis,
especialmente debido a su apariencia “apolítica”: la
Dirección Nacional Anticorrupción (DNA), órgano encargado de
llevar a cabo la “lucha contra la corrupción”, cuya
directora Laura Kovesi se transformó en una figura muy popular en el
país. Así, no es raro ver en las protestas pancartas y eslóganes
exigiendo “sacar las manos de encima de la DNA”, que se
continúe con la “campaña anticorrupción”, etc. Es en
ese sentido que se pronunciaron varios dirigentes de la UE que
utilizan de forma hipócrita la “lucha sin fin” contra la
corrupción para reforzar su dominación sobre el país.
Pero,
como explica el filósofo marxista de la minoría húngara de
Rumania, Gaspar Miklos Tamas en una entrevista reciente: “la
corrupción [en Rumania]
es, evidentemente, endémica e inmensa, pero la campaña
anticorrupción dirigida por una parte de la burocracia que nadie
eligió, desde los fiscales hasta los servicios secretos, actúa
arbitrariamente”. Otros opositores a la acción de la DNA
denuncian un accionar arbitrario (apuntando solo a ciertos partidos e
individuos y no a otros también corruptos) y arreglos con ciertos
jueces y miembros de los servicios secretos.
Es
efectivamente esta institución “anticorrupción” (DNA) la
que parece con más posibilidades de salir reforzada. De hecho, el
parlamento acaba de apoyar, unánimemente, la iniciativa del
presidente Iohannis de someter a referéndum la “continuación
de la lucha contra la corrupción”. Tal referéndum no podría
más que darle un “apoyo popular” masivo a esta
institución que no es menos corrupta. Sin embargo, esto puede estar
expresando igualmente un acuerdo entre el PNL y el gobierno de poner
fin a las protestas, que podrían escapar de su control, y al mismo
tiempo relegitimar un régimen descreditado à través de la “lucha
contra la corrupción”.
En
ese sentido, no se puede evitar de hacer algunos paralelos con la
situación brasileña en donde el “partido judiciario”,
completamente corrupto y ligado a intereses imperialistas, fue el
actor central del golpe de Estado institucional contra el gobierno de
Dilma Rousseff. Y esto independientemente del hecho que sea el propio
gobierno del PT, a través de sus métodos corruptos y sus políticas
antiobreras, el que haya creado las bases del descontento popular, lo
que reforzaba al poder judicial. En Brasil las manifestaciones
“contra la corrupción” estaban compuestas esencialmente
por las clases medias altas y por sectores de la burguesía. En
Rumanía parecen ser estos mismos sectores los que le dan el tono
político a las manifestaciones. Esto podría explicar el rol que se
le da al DNA y a la justicia y que no haya prácticamente ninguna
reivindicación social en las protestas.
Sin
embargo, no está de ningún modo dicho que la situación en Rumanía
irá hasta la destitución del gobierno por parte de la burocracia
judiciaria, ni que ésta gane el rol político que obtuvo el poder
judicial en Brasil. Pero una cosa está clara: como en Brasil,
mientras que los trabajadores no intervengan de forma independiente
en esta crisis, será muy difícil que puedan escapar a tener que
elegir alinearse con una u otra fracción de las clases dominantes.
La
“lucha contra la corrupción” es el fruto de una lógica
hipócrita y cínica de la parte especialmente del imperialismo y sus
socios locales. En efecto, la corrupción fue necesaria al principio
de los años 1990 para que el proceso de restauración capitalista
sea rápido en Rumania y en el conjunto de los países de la región.
Los imperialistas no tenían otros agentes, más que los miembros de
la burocracia política, los cuadros y directores de empresas
nacionalizadas que buscaban aprovechar de su posición en el seno del
aparato estatal para enriquecerse con el proceso de privatización de
las riquezas nacionales.
Así,
la corrupción es una “marca de fábrica” de estos
regímenes “post socialistas”. Los imperialistas son
cómplices, pero utilizan la lucha contra la corrupción como una
forma de chantaje contra los gobiernos de la región. Es por eso que
para los trabajadores y los oprimidos no se trata de luchar contra la
corrupción de forma abstracta sino de atacarse a este sistema basado
en la corrupción de los dominantes en detrimento de los dominados.
Pero esto exige precisamente una total independencia de las
diferentes fracciones capitalistas, del imperialismo y de las
instituciones y órganos del Estado.
NOTA
DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Aunque,
en mi opinión, este artículo apunta en la dirección correcta
respecto a determinados intereses del imperialismo, la burguesía y
los sectores más procapitalistas que están moviendo los hilos y
encauzando las protestas anticorrupcón, creo necesario añadir tres
enlaces del blog de un español que vive en Rumanía y me merece todo
el crédito.
En
estos enlaces se apunta hacia Soros y otros agentes del imperialismo
que estarían favoreciendo las “posibilidades” políticas de
sustituir a los socialdemócratas por sus propios partidos de la
derecha, a través de una nueva “revolución de color”