2 de febrero de 2016

¿DÓNDE ESTALLARÁ LA PRÓXIMA CRISIS ECONÓMICA MUNDIAL?

Ariel Noyola Rodríguez. Global Research

Un temblor financiero provocó que el club de Davos se hundiera en el pesimismo. Los más de 2.000 empresarios y líderes políticos que se reunieron en Suiza (entre el 20 y 23 enero) ya no saben cómo convencer a la población mundial de que la economía está bajo control. A tan solo unos días de llevarse a cabo la XLVI edición del Foro Económico Mundial, los inversionistas entraron en pánico: a lo largo de las primeras tres semanas de enero las diferentes bolsas de valores sumaron pérdidas por 7,8 billones de dólares, de acuerdo con las estimaciones de Bank of America Merrill Lynch.

China toma la delantera ganando miles de millones de dólares con la caída de precios del crudo
Para el banco de inversión de origen estadounidense este mes de enero será recordado como el momento más dramático para las finanzas desde la Gran Depresión de 1929. Los circuitos financieros internacionales son cada vez más vulnerables. Y el desplome de la confianza empresarial parece irreversible. La consultora PricewaterhouseCoopers (PwC) publicó recientemente los resultados de una encuestque recoge la opinión de 1.409 presidentes ejecutivos de empresas (CEO, ‘Chief Executive Officers’) de 83 países sobre el panorama económico: el 66% de los entrevistados considera que sus organizaciones corporativas enfrentan mayores amenazas hoy que hace tres años y, únicamente, el 27% piensa que el crecimiento global mejorará.

La incertidumbre es tal que durante la cumbre de Davos no hubo consenso entre los gigantes empresariales sobre dónde estallará la próxima crisis. Con todo, la prensa occidental no se cansa de señalar a la desaceleración de China como la causa principal de las turbulencias de la economía mundial. De hecho, el especulador George Soros (quien tumbó a la libra esterlina en la década de 1990) sostuvo  en Davos que un aterrizaje violento de la economía china es “inevitable”; sin lugar a dudas fue una afirmación exagerada. A mi juicio hay una campaña de propaganda dirigida contra Pekín que pretende ocultar las graves contradicciones económicas y sociales que persisten en los países industrializados (Estados Unidos, Alemania, Francia, el Reino Unido, Japón, etc.).

A pesar del triunfalismo de la presidenta del Sistema de la Reserva Federal (FED), Janet Yellen, en las últimas semanas la economía de Estados Unidos ha vuelto a mostrar signos de debilidad. El sector manufacturero acumuló en diciembre pasado dos meses de contracción: el nivel más bajo de los últimos seis años. Asimismo, el derrumbe de los precios de las materias primas (‘commodities’) ha apuntalado la apreciación del dólar y, con ello, vuelve más complicado para el Gobierno norteamericano enterrar el peligro de la deflación (caída de precios). El horizonte ahora es más sombrío luego de que la cotización de referencia internacional del petróleo cayó por debajo de los 30 dólares por barril. Todavía peor, el Fondo Monetario Internacional (FMI) disminuyó de nueva cuenta sus perspectivas de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) mundial para este año, del 3,6 a 3,4%.

La verdad es que las políticas de crédito barato  impulsadas por los bancos centrales de los países industrializados tras la quiebra de Lehman Brothers provocaron enormes distorsiones en los mercados de crédito y ahora todo el mundo está pagando la factura. Según los cálculos  del fondo de inversiones Elliot Management (dirigido por Paul Singer), los bancos centrales de las grandes potencias han inyectado a la economía global un aproximado de 15 billones de dólares desde la crisis de 2008 mediante la compra de bonos de deuda soberana y activos hipotecarios. Lamentablemente esta estrategia no sentó las bases de una recuperación estable, sino por el contrario, incrementó la fragilidad financiera.

¡Vamos a venderlo todo!: Inversores entran en pánico ante la repetición de la crisis del 2008
La Zona Euro todavía no consigue salir de las bajas tasas de crecimiento económico. La crisis ya no golpea únicamente a países como España y Grecia; el mismo núcleo de Europa se ha visto envuelto en severas dificultades: la deflación ya amenaza de cerca a Alemania, luego de darse a conocer que los precios al consumidor avanzaron apenas 0.3% en promedio durante 2015, la cifra más débil desde la recesión de 2009, cuando el PIB germano se contrajo 5%; y el presidente de Francia, François Hollande, recién anunció ”estado de emergencia económica” ante el elevado desempleo y la debilidad de la inversión.

Esto tiene muy preocupado al presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, quien se ha visto obligado a considerar  la ampliación de las medidas de estímulo para el próximo mes de marzo. Y lo mismo sucede en los casos del Banco de Inglaterra y el Banco de Japón: a pesar de haber colocado en un nivel mínimo la tasa de interés referencia y lanzado agresivos programas de inyección de liquidez, todavía no consiguen sacar a sus respectivas economías del atolladero ni incrementar de modo sustantivo la inflación, que se mantiene muy alejada del objetivo oficial del 2%.

Con todo, la aplastante dominación del dólar en el mercado global de capitales le atribuye a Estados Unidos un papel decisivo en la determinación de la política monetaria de los demás países. No cabe duda de que la FED se equivocó al elevar la tasa de interés de los fondos federales (‘federal funds rate’) en diciembre pasado. Simplemente no había elementos suficientes que permitieran llegar a la conclusión de que la recuperación de la economía de Estados Unidos era sólida y sostenida. Ahora que la situación ha empeorado es casi seguro que en sus próximas reuniones el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) de la FED no solamente no aumentará el costo del crédito, sino que incluso es probable que reduzca la tasa de interés de referencia.
No obstante, el gran problema es que nadie sabe a ciencia cierta cómo van a reaccionar los mercados financieros ante el más ligero movimiento de la FED ¿Las caídas sucesivas de Wall Street detonarán una recesión en escala mundial? ¿Será finalmente herida de muerte la hegemonía del dólar ante la venta masiva de bonos del Tesoro de Estados Unidos? ¿Hasta qué punto resistirán China y los países emergentes? La crisis que viene es un enigma para todos…

1 de febrero de 2016

GOOGLE LO SABE TODO DE TI

Ignacio Ramonet. Le Monde Diplomatique

En nuestra vida cotidiana dejamos constantemente rastros que entregan nuestra identidad, dejan ver nuestras relaciones, reconstruyen nuestros desplazamientos, identifican nuestras ideas, desvelan nuestros gustos, nuestras elecciones y nuestras pasiones; incluso las más secretas. A lo largo del planeta, múltiples redes de control masivo no paran de vigilarnos. En todas partes, alguien nos observa a través de nuevas cerraduras digitales. El desarrollo del Internet de las cosas (Internet of Things) y la proliferación de objetos conectados (1) multiplican la cantidad de chivatos de todo tipo que nos cercan. En Estados Unidos, por ejemplo, la empresa de electrónica Vizio, instalada en Irvine (California), principal fabricante de televisores inteligentes conectados a Internet, ha revelado recientemente que sus televisores espiaban a los usuarios por medio de tecnologías incorporadas en el aparato.

Los televisores graban todo lo que los espectadores consumen en materia de programas audiovisuales, tanto programas de cadenas por cable como contenidos en DVD, paquetes de acceso a Internet o consolas de videojuegos… Por lo tanto, Vizio puede saberlo todo sobre las selecciones que sus clientes prefieren en materia de ocio audiovisual. Y, consecuentemente, puede vender esta información a empresas publicitarias que, gracias al análisis de los datos acopiados, conocerán con precisión los gustos de los usuarios y estarán en mejor situación para tenerlos en el punto de mira (2).

Esta no es, en sí misma, una estrategia diferente de la que, por ejemplo, Facebook y Google utilizan habitualmente para conocer a los internautas y ofrecerles publicidad adaptada a sus supuestos gustos. Recordemos que, en la novela de Orwell 1984, los televisores –obligatorios en cada domicilio–, “ven” a través de la pantalla lo que hace la gente (“¡Ahora podemos veros!”). Y la pregunta que plantea hoy la existencia de aparatos tipo Vizio es saber si estamos dispuestos a aceptar que nuestro televisor nos espíe.

A juzgar por la denuncia interpuesta, en agosto de 2015, por el diputado californiano Mike Gatto contra la empresa surcoreana Samsung, parece que no. La empresa fue acusada de equipar sus nuevos televisores también con un micrófono oculto capaz de grabar las conversaciones de los telespectadores, sin que éstos lo supieran, y de transmitirlas a terceros (3)… Mike Gatto, que preside la Comisión de protección del consumidor y de la vida privada en el Congreso de California, presentó incluso una propuesta de ley para prohibir que los televisores pudieran espiar a la gente.

Por el contrario, Jim Dempsey, director del centro Derecho y Tecnologías, de la Universidad de California, en Berkeley, piensa que los televisores-chivatos van a proliferar: “La tecnología permitirá analizar los comportamientos de la gente. Y esto no sólo interesará a los anunciantes. También podría permitir la realización de evaluaciones psicológicas o culturales, que, por ejemplo, interesarán también a las compañías de seguros”. Sobre todo teniendo en cuenta que las empresas de recursos humanos y de trabajo temporal ya utilizan sistemas de análisis de voz para establecer un diagnóstico psicológico inmediato de las personas que les llaman por teléfono en busca de empleo…

Repartidos un poco por todas partes, los detectores de nuestros actos y gestos abundan a nuestro alrededor, incluso, como acabamos de ver, en nuestro televisor: sensores que registran la velocidad de nuestros desplazamientos o de nuestros itinerarios; tecnologías de reconocimiento facial que memorizan la impronta de nuestro rostro y crean, sin que lo sepamos, bases de datos biométricos de cada uno de nosotros… Por no hablar de los nuevos chips de identificación por radiofrecuencia (RFID) (4), que descubren automáticamente nuestro perfil de consumidor, como hacen ya las “tarjetas de fidelidad” que generosamente ofrece la mayoría de los grandes supermercados (Carrefour, Alcampo, Eroski) y las grandes marcas (FNAC, el Corte Inglés).

Ya no estamos solos frente a la pantalla de nuestro ordenador. ¿Quién ignora a estas alturas que son examinados y filtrados los mensajes electrónicos, las consultas en la Red, los intercambios en las redes sociales? Cada clic, cada uso del teléfono, cada utilización de la tarjeta de crédito y cada navegación en Internet suministra excelentes informaciones sobre cada uno de nosotros, que se apresura a analizar un imperio en la sombra al servicio de corporaciones comerciales, de empresas publicitarias, de entidades financieras, de partidos políticos o de autoridades gubernamentales.

El necesario equilibrio entre libertad y seguridad corre, por tanto, el peligro de romperse. En la película de Michael Radford, 1984, basada en la novela de George Orwell, el presidente supremo, llamado Big Brother, define así su doctrina: “La guerra no tiene por objetivo ser ganada, su objetivo es continuar”; y: “La guerra la hacen los dirigentes contra sus propios ciudadanos, y tiene por objeto mantener intacta la estructura misma de la sociedad” (5). Dos principios que, extrañamente, están hoy a la orden del día en nuestras sociedades contemporáneas. Con el pretexto de tratar de proteger al conjunto de la sociedad, las autoridades ven en cada ciudadano a un potencial delincuente. La guerra permanente (y necesaria) contra el terrorismo les proporciona una coartada moral impecable y favorece la acumulación de un impresionante arsenal de leyes para proceder al control social integral.

Y más teniendo en cuenta que la crisis económica aviva el descontento social que, aquí o allí, podría adoptar la forma de motines ciudadanos, levantamientos campesinos o revueltas en los suburbios. Más sofisticadas que las porras y las mangueras de las fuerzas del orden, las nuevas armas de vigilancia permiten identificar mejor a los líderes y ponerlos fuera de juego anticipadamente.

Habrá menos intimidad, menos respeto a la vida privada, pero más seguridad”, nos dicen las autoridades. En nombre de ese imperativo se instala así, a hurtadillas, un régimen de seguridad al que podemos calificar de “sociedad de control”. En la actualidad, el principio del “panóptico” se aplica a toda la sociedad. En su libro Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, el filósofo Michel Foucault explica cómo el “Panóptico” (“el ojo que todo lo ve”) (6) es un dispositivo arquitectónico que crea una “sensación de omnisciencia invisible” y que permite a los guardianes ver sin ser vistos dentro del recinto de una prisión. Los detenidos, expuestos permanentemente a la mirada oculta de los “vigilantes”, viven con el temor de ser pillados en falta. Lo cual les lleva a autodisciplinarse… De esto podemos deducir que el principio organizador de una sociedad disciplinaria es el siguiente: bajo la presión de una vigilancia ininterrumpida, la gente acaba por modificar su comportamiento. Como afirma Glenn Greenwald: “Las experiencias históricas demuestran que la simple existencia de un sistema de vigilancia a gran escala, sea cual sea la manera en que se utilice, es suficiente por sí misma para reprimir a los disidentes. Una sociedad consciente de estar permanentemente vigilada se vuelve enseguida dócil y timorata” (7).

Hoy en día, el sistema panóptico se ha reforzado con una particularidad nueva con relación a las anteriores sociedades de control que confinaban a las personas consideradas antisociales, marginales, rebeldes o enemigas en lugares de privación de libertad cerrados: prisiones, penales, reformatorios, manicomios, asilos, campos de concentración… Sin embargo, nuestras sociedades de control contemporáneas dejan en aparente libertad a los sospechosos (o sea, a todos los ciudadanos), aunque los mantienen bajo vigilancia electrónica permanente. La contención digital ha sucedido a la contención física.

A veces, esta vigilancia constante también se lleva a cabo con ayuda de chivatos tecnológicos que la gente adquiere libremente: ordenadores, teléfonos móviles, tabletas, abonos de transporte, tarjetas bancarias inteligentes, tarjetas comerciales de fidelidad, localizadores GPS, etc. Por ejemplo, el portal Yahoo!, que consultan regular y voluntariamente unos 800 millones de personas, captura una media de 2.500 rutinas al mes de cada uno de sus usuarios. En cuanto a Google, cuyo número de usuarios sobrepasa los mil millones, dispone de un impresionante número de sensores para espiar el comportamiento de cada usuario (8): el motor Google Search, por ejemplo, le permite saber dónde se encuentra el internauta, lo que busca y en qué momento. El navegador Google Chrome, un megachivato, envía directamente a Alphabet (la empresa matriz de Google) todo lo que hace el usuario en materia de navegación. Google Analytics elabora estadísticas muy precisas de las consultas de los internautas en la Red. Google Plus recoge información complementaria y la mezcla. Gmail analiza la correspondencia intercambiada, lo cual revela mucho sobre el emisor y sus contactos. El servicio DNS (Domain Name System, o Sistema de nombres de dominio) de Google analiza los sitios visitados. YouTube, el servicio de vídeos más visitado del mundo, que pertenece también a Google –y, por tanto, a Alphabet–, registra todo lo que hacemos en él. Google Maps identifica el lugar en el que nos encontramos, adónde vamos, cuándo y por qué itinerario… AdWords sabe lo que queremos vender o promocionar. Y desde el momento en que encendemos un smartphone con Android, Google sabe inmediatamente dónde estamos y qué estamos haciendo. Nadie nos obliga a recurrir a Google, pero cuando lo hacemos, Google lo sabe todo de nosotros. Y, según Julian Assange, inmediatamente informa de ello a las autoridades estadounidenses…

En otras ocasiones, los que espían y rastrean nuestros movimientos son sistemas disimulados o camuflados, semejantes a los radares de carretera, los drones o las cámaras de vigilancia (llamadas también de “videoprotección”). Este tipo de cámaras ha proliferado tanto que, por ejemplo, en el Reino Unido, donde hay más de cuatro millones de ellas (una por cada quince habitantes), un peatón puede ser filmado en Londres hasta 300 veces cada día. Y las cámaras de última generación, como la Gigapan, de altísima definición –más de mil millones de píxeles–, permiten obtener, con una sola fotografía y mediante un vertiginoso zoom dentro de la propia imagen, la ficha biométrica del rostro de cada una de las miles de personas presentes en un estadio, en una manifestación o en un mitin político (9).

A pesar de que hay estudios serios que han demostrado la débil eficacia de la videovigilancia (10) en materia de seguridad, esta técnica sigue siendo refrendada por los grandes medios de comunicación. Incluso una parte de la opinión pública ha terminado por aceptar la restricción de sus propias libertades: el 63% de los franceses se declara dispuesto a una “limitación de las libertades individuales en Internet en razón de la lucha contra el terrorismo” (11).

Lo cual demuestra que el margen de progreso en materia de sumisión es todavía considerable…

NOTAS
(1) Se habla de “objetos conectados” para referirse a aquellos cuya misión primordial no es, simplemente, la de ser periféricos informáticos o interfaces de acceso a la Web, sino la de aportar, provistos de una conexión a Internet, un valor adicional en términos de funcionalidad, de información, de interacción con el entorno o de uso (Fuente: Dictionnaire du Web).
(2) El País, 2015.
(3) A partir de entonces, Samsung anunció que cambiaría de política, y aseguró que, en adelante, el sistema de grabación instalado en sus televisores sólo se activaría cuando el usuario apretara el botón de grabación.
(4) Que ya forman parte de muchos de los productos habituales de consumo, así como de los documentos de identidad.
(5) Michael Radford, 1984, 1984.
(6) Inventado en 1791 por el filósofo utilitarista inglés Jeremy Bentham.
(7) Glenn Greenwald, Sin un lugar donde esconderse, Ediciones B, Madrid, 2014.
(8) Véase “Google et le comportement de l’utilisateur”, AxeNet (http://blog-axe-net-fr/google-analyse-comportement-internaute).
(9) Véase, por ejemplo, la fotografía de la ceremonia de la primera investidura del presidente Obama, el 20 de enero de 2009, en Washington (http://gigapan.org/viewGigapanFullscreen.php?auth=033ef14483ee899496648c2b4b06233c).
(10) “‘Assessing the impact of CCTV’, el más exhaustivo de los informes dedicados al tema, publicado en febrero de 2005 por el Ministerio del Interior británico (Home Office), asesta un golpe a la videovigilancia. Según este estudio, la debilidad del dispositivo se debe a tres elementos: la ejecución técnica, la desmesura de los objetivos asignados a esta tecnología y el factor humano”. Véase Noé Le Blanc, “Sous l’oeil myope des caméras”, Le Monde diplomatique, París, septiembre de 2008.
(11) Le Canard enchaîné, París, 15 de abril de 2015.