El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, abraza a su
homólogo portugués, Antonio Costa, tras su reunión en la
sede del partido socialista en Lisboa.
Foto: EFE/Tiago Petinga
|
Josefina
L. Martínez. La Izquierda Diario
El
PSOE y su llamamiento a un “gobierno progresista” en el
Estado español siguiendo el ejemplo de Portugal. Syriza y la
experiencia de Grecia. Podemos y el diálogo con los socialistas
“sensatos”. Lecciones sobre los “gobiernos
antiausteridad” y las demandas democráticas pendientes.
El
llamamiento del líder del PSOE, Pedro Sánchez, a formar un
“gobierno progresista”, realizado desde Lisboa, reabre un
necesario debate en la izquierda sobre la experiencia los llamados
“gobiernos antiausteridad” (o para algunos sectores
“gobiernos de izquierda”) en Europa.
Las
experiencias de Grecia y Portugal en 2015 evidencian que los
“gobiernos antiausteridad” no solo no han abierto un
camino hacia medidas anticapitalistas, lo que ya sería mucho pedir,
sino que ni siquiera se han propuesto resolver demandas democráticas
elementales pendientes y tampoco han revertido las brutales medidas
de ajuste impuestas por la Troika. En el caso griego, al contrario,
el gobierno de Tsipras se ha transformado en su aplicador directo.
Grecia
y la experiencia fallida del gobierno de “izquierda”
En
2012, cuando Syriza era una fuerza ascendente y ganaba cada vez más
apoyo popular, la propuesta de “gobierno de izquierda” sin
el PASOK que lanzó Alexis Tsipras sedujo a gran parte de la
izquierda mundial. La mayoría de la izquierda europea colocó a
Syriza como ejemplo de una “nueva izquierda” y muchos
incluso le adjudicaron incluso un carácter “anticapitalista”,
como sostuvo Stathis Kouvelakis.
En
2015, cuando Syriza llega al poder, el tan esperado “gobierno de
izquierda” toma forma en una versión mucho más edulcorada de
“gobierno antiausteridad” contra la Troika, en alianza con
los nacionalistas de ANEL. Seis meses después, ya ni siquiera
quedaban rastros de ese experimento: el gobierno liderado por Tsipras
claudicaba sin lucha ante la Troika y se convertía en el gobierno
que aplicaba el tercer memorándum redactado en Bruselas: recortes a
las pensiones, privatizaciones y represión a la movilización
popular.
Esta
veloz experiencia mostró que Syriza no era nada parecido a una
“coalición anticapitalista”. Pero no sólo aceptó las
medidas de “austeridad”, sino que tampoco intentó
resolver demandas democráticas elementales a las que aspira el
pueblo griego.
La
separación de la Iglesia del Estado, por ejemplo, en un país donde
la Iglesia ortodoxa tiene gran influencia en la educación publica,
es una cuestión democrática elemental. Pero esta tarea democrática
básica fue aparcada por Syriza desde el primer momento, para poder
lograr un gobierno común con los nacionalistas de ANEL y mantener
buenas relaciones con el clero.
Otra
cuestión democrática elemental, como la desarticulación de todo el
aparato policial y represivo, con fuertes lazos orgánicos con los
fascistas de Aurora Dorada, fue algo que ni siquiera se propuso. Y
por decir algo más básico aún, ni siquiera anuló el
antidemocrático sistema electoral que le otorga un “plus”
de 50 diputados al partido más votado, un mecanismo que siempre
criticó cuando era oposición, pero que dejó intacto una vez en el
gobierno.
Respecto
a las medidas de “austeridad”, como es sabido, se
transformó en aplicador de los planes de la Troika, con un plan de
privatizaciones que entrega gran parte del patrimonio nacional a
empresas extranjeras mientras recorta pensiones.
Portugal
y el regreso de los socialistas al poder
Los
socialistas portugueses, al igual que gran parte de la
socialdemocracia europea, gestionó la crisis capitalista, aplicando
recortes y ajustes a los trabajadores y los servicios sociales.
Además de esto, el Partido Socialista Portugués se destacó por
estar implicado en resonados casos de corrupción, como el que
involucró a José Socrates, anterior secretario general del PSP y
primer ministro de Portugal entre 2005 y 2011.
A
fines del 2015, ante el fracaso de los conservadores para obtener
apoyo parlamentario a su gobierno, el socialista Antonio Costa asumió
como primer ministro, con el apoyo del PC portugués, el Bloco de
Izquierda y los Verdes. Rápidamente la prensa lo bautizó un
“gobierno progresista” a la portuguesa.
A
diferencia del caso de Grecia, donde el PASOK tuvo una debacle, los
socialistas lusos se mantuvieron como segunda fuerza electoral detrás
de los conservadores, y lograron sumar al carro de su gobierno a la
izquierda comunista y del Bloco. Pero para sellar esta alianza, los
últimos se comprometieron a abandonar todo vestigio “radical” de
su programa, como la exigencia de ruptura con la OTAN o la ruptura
con el Euro. Aún más, antes de asumir Costas aceptó el “pacto
de estabilidad” que el conservador Passos Coelho le impuso para
preservar la “disciplina presupuestaria”.
El
“gobierno progresista” luso nació así mucho más
condicionado por el régimen y los capitalistas que lo que ya estaba
el gobierno de Syriza a sus inicios, con el compromiso de mantener el
statu quo y, por ende, que la crisis la sigan pagando los
trabajadores. El compromiso político del PC portugués y el Bloco
con este gobierno, tan reivindicado desde entonces por sectores de la
izquierda europea, expresa un conformismo completo, cuya principal
consecuencia es el abandono de cualquier aspiración de cambio
democrático y social profundo.
El
“gobierno progresista” del PSOE, otro cuento de reyes
La
propuesta de Pedro Sánchez de que el PSOE encabece un “gobierno
progresista” junto con Podemos parece otro cuento de los Reyes
Magos. Y de reyes se trata, justamente, porque si algo no cuestiona
el socialismo español es el Régimen monárquico del ‘78 y sus
instituciones reaccionarias, como la corona y el senado, que van de
la mano con su españolismo centralizador y su negación del derecho
de autodeterminación. Es decir, con el PSOE no solo no es posible un
“gobierno de izquierda” sino ni siquiera un gobierno
mínimamente “democrático”.
Cuando
Pablo Iglesias hace llamados a los “sectores sensatos” del
PSOE para “abrir un diálogo que permita formar un gobierno
alternativo” a Rajoy, siguiendo los pasos de los comunistas y
el Bloco en Portugal, lo que terminará haciendo será hipotecar las
demandas democráticas y sociales fundamentales a las que aspiran
millones de trabajadores, trabajadoras, jóvenes y sectores populares
en el Estado español que le dieron su voto.
El
derecho a la autodeterminación, la abolición de la monarquía y del
senado, la instauración de una cámara única elegida por sufragio
universal, la anulación de leyes antidemocráticas como la Ley
mordaza y la reforma laboral, junto al aumento del salario mínimo,
el no pago de la deuda, la nacionalización de banca y otras demandas
básicas para crear empleo genuino, así como una asamblea
constituyente libre y cuyas decisiones sean soberanas, donde puedan
debatirse y resolverse todas estas cuestiones urgentes, solo pueden
conquistarse con la más completa independencia de todos los partidos
del régimen y los capitalistas e impulsando una profunda
movilización obrera y popular. Un camino que Podemos, como antes
Syriza y el Bloco, no parecen dispuestos a seguir.