Pere
Ametller. La Izquierda Diario
Llevamos
meses viendo a gran parte la izquierda española apoyando al gobierno
de Syriza. Después de su claudicación ante el chantaje de la Troika
se hace necesario preguntarse cual es el trasfondo de este fracaso y
ver cuales son las reacciones del reformismo ibérico después de la
aprobación del tercer memorándum griego.
"Pedimos disculpas a los marxistas de todo el mundo porque Grecia haya rechazado cometer un suicidio ritual para el avance de la causa. Ustedes han sufrido desde sus sofás." Así se pronunciaba Raimundo Viejo Viñas, mano derecha de Pablo Iglesias en Catalunya y miembro destacado también de Barcelona En Comú.
El cinismo de Raimundo parece que le juega una mala pasada. Para millones de griegos las medidas acordadas con la Troika suponen un “suicidio” nada “ritual”. Obvia que el memorándum no se sufre ni se está combatiendo desde el sofá. Obvia las movilizaciones y huelgas que han habido en Grècia contra el memorándum de Tsipras y las convocatorias para dar apoyo al pueblo griego en el Estado Español. Deja en evidencia quien ha visto el proceso desde el sofá avalando la claudicación. Quien tranquilamente en nombre del “realismo” y de rechazar supuestos dogmatismos ideológicos -en este caso marxistas- pide a los griegos que se resignen al peor paquete de medidas aprobado hasta la fecha por su Parlamento.
Quien alentaba el camino de la movilización popular cuando estas medidas las aprobaban Pasok o Nueva Democracia se niega a hacerlo ahora que el ejecutor es Tsipras. Si hay alguna muestra de dogmatismo es esta: apoyar a “los nuestros” hagan lo que hagan, defender lo indefendible.
El eurodiputado de ICV -EUiA -formación con la que Podemos se ha coaligado en Catalunya- Ernest Urtasun reconocía que "el acuerdo de ayer no es lo que quiere el gobierno de griego, que se ha visto obligado a aceptarlo para evitar daños mayores".
Ningún dirigente de esta organización o su referente en el resto del estado, Izquierda Unida, han realizado la más mínima crítica a la estrategia de Syriza que ha llevado al fracaso. Sin duda ha sido la Troika quien ha impuesto la nuevas medidas. Pero ¿No hay ninguna responsabilidad en la estrategia emprendida desde Syriza que le ha llevado a no poder hacer frente a ese chantaje por otra parte previsible desde el minuto cero?
El argumento esgrimido por Urtasun es el mismo que lleva tiempo defendiendo CiU en Catalunya: no hay margen para llevar acabo mayores políticas sociales. Es la vieja cantinela expresada tanto por conservadores como socialdemócratas desde que comenzó la crisis y que se puede resumir en “la dictadura de los acreedores es invencible”. Es cuanto menos paradójico ICV-EUiA y Podemos la reproduzcan para justificar a Tsipras. Más cuando pretenden basar su campaña electoral del 27S en un frente contra los recortes de CiU. ¿Qué haría una Generalitat gobernada por “Catalunya sí que es pot” cuando se tope con la Ley de Estabilidad Presupuestaria? Su balance de los seis meses de gobierno de Syriza responde a esa pregunta.
Desde hace décadas, si hablamos de IU, y meses, si tomamos a Podemos, se viene haciendo bandera de la vuelta a la socialdemocracia. Una socialdemocracia que venden como la “original”, la que hacía reformas sociales y fue padrina del Estado del Bienestar. Pero siempre sin renunciar a la esencia del programa socialdemócrata: no cuestionar al capitalismo ni sus instituciones.
En determinados momentos históricos estos marcos le permitieron otorgar concesiones para amplios sectores de la clase obrera de los países imperialistas. La crisis capitalista ha reducido hasta la inexistencia unos límites que ya se achicaron brutalmente en las últimas décadas de ofensiva neoliberal. La socialdemocracia y su gestión humana del capitalismo es antes “gestión” que “humana”. Y “gestionarlo” acaba suponiendo aplicar las mismas medidas contra el pueblo y la clase trabajadora que la derecha. Asumir los marcos del capitalismo y sus instituciones, supone asumir que el poder real lo tiene el capital y no el gobierno.
Los nuevos reformismos de Syriza y Podemos retoman la vieja idea de de pretender hacer reformas sin un atisbo de medidas anticapitalistas en su programa. En Grecia acabamos de ver como solventar los graves problemas sociales sin tocar un pelo de los intereses de los grandes capitalistas se ha demostrado la gran utopía reformista. ¿Porque estas formaciones no realizan una autocrítica y cambia su posicionamiento después de haber presenciado el fracaso de su estrategia en primer plano? Porque descartan la única opción que queda: la de pelear por una salida revolucionaria, que rompa con los regímenes políticos de la democracia para ricos e imponga un programa anticapitalista.
Una salida así está totalmente por fuera de sus coordenadas. Sin disimulo alguno Pablo Iglesias ya señaló que para él ‘no hay alternativa a la economía de mercado’. Se ha empleado a fondo para dejar claro que lejos de cualquier atisbo izquierdista su proyecto descarta por completo la opción de socializar los medios de producción, la única vía realista para un verdadero reparto del trabajo y que la riqueza que se genera revierta en toda la sociedad. Sin pestañear desecha la única alternativa que puede acabar con el paro y la miseria de las clases trabajadoras. Por contra opone un programa de cada vez más tibias reformas pero para cuya aprobación debe contar con el permiso de los capitalistas y sus instituciones -como le ha pasado a Syriza-. Al negarse a tocarles la base real de su poder se convierte él en rehén de sus chantajes.
Los nuevos reformistas llevan tiempo desacreditando la idea de la revolución. Pero a la vez vemos que cualquier alternativa al sistema capitalista imperante que no pretenda acabar con él no consigue ni siquiera pequeñas mejoras para la clase trabajadora y sectores populares.
Pablo Iglesias ha defendido continuamente la necesidad de alejarse de los símbolos de la izquierda, escondiendo que lo que esta haciendo es alejarse de la ideas de la izquierda. Planteó que se tenía que escoger entre “ser mayoría o ser de izquierdas”, dejando claro que sus principios son el posibilismo y el pragmatismo. Lejos de ser un proyecto “realista”, en términos de dar una solución real a graves problemas reales, este pragmatismo se demuestra en el caso de Syriza un fraude de muy corto recorrido, incapaz de realizar las mas mínimas reformas sociales.
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