Por
Marat
1.-Nosotros:
En la Plataforma en Defensa de las Libertades
Democráticas (PDLD) hemos sostenido desde el principio de nuestro origen que “recortes sociales y recortes de las
libertades son dos caras de la misma moneda”
En la PDLD hemos defendido desde el primer momento
la necesidad de un decantamiento ideológico en la lucha que supere la indignación
para pronunciarse en términos de clase trabajadora, de lucha de clases y de
elevación del horizonte de las protestas más allá de la defensa de lo público,
porque creemos que cuando el Estado del Bienestar haya desaparecido será
necesario elevar el objetivo de la reivindicación: la lucha por la construcción
del socialismo.
A los de la PDLD no nos busquéis en el
ciudadanismo que oculta la existencia de clases sociales, disuelve sus
contradicciones y busca sólo una pelea contra los políticos sin distinción de
partidos o ideologías (éstas siguen existiendo y su negación es una ideología,
la del poder del capital), sin pretender otra cosa que “reiniciar el sistema”,
es decir, hacerlo de nuevo apetecible para quienes antes de indignarse hoy no
lo hicieron antes.
Allá donde participamos, en espacios más amplios
que el nuestro, defendemos esas posiciones y en alguno de ellos hemos abierto
camino con un lenguaje de clase que vincula la resistencia de la clase
trabajadora a los dictados del capital con la necesidad de proteger las
libertades para nuestra clase. Algunos de nuestros socios son ahora
especialmente débiles como para impedir ese discurso y otros ya no encuentran
en el ámbito antipartido posibles socios con los que entenderse desde el
respeto mutuo.
Tenemos aliados que nos ayudan a mantener esa posición y hemos hecho lo posible para contar con otros que hubieran podido reforzarla pero no siempre quienes son llamados a cambiar correlaciones de fuerzas están a la altura de las circunstancias que les permitan asumir el riesgo de perder cierto grado de “virginidad”.
Tenemos aliados que nos ayudan a mantener esa posición y hemos hecho lo posible para contar con otros que hubieran podido reforzarla pero no siempre quienes son llamados a cambiar correlaciones de fuerzas están a la altura de las circunstancias que les permitan asumir el riesgo de perder cierto grado de “virginidad”.
2.-El
momento:
La rabia social está siendo canalizada en España
por el populismo, que en gran medida refuerza los objetivos del neoliberalismo
(baste ver el discurso de gran parte de los “economistas críticos” con el
estado de las cosas que mejor penetran en amplias mayorías, los Gay de Liébana
o los Niño Becerra, entre otros), y por partidarios de cualquier formulación
anti-partidos/sindicatos de clase que den una salida positiva para las
aspiraciones de la clase trabajadora. Y las izquierdas se han convertido en
comparsas de ese despropósito que sólo puede acabar con ellas. El fascismo ya
se perfila como oferta política y se envalentona en las calles.
En Europa ese fascismo capitaliza la ira, se
presenta como alternativa, cuando no gobierna en coalición en algunos países, y
sustituye en capacidad de conectar con las masas de desheredados, precarios,
infraclases, lumpemproletariado, parados y clases medas que ven amenazada la
comodidad de la que en la pasado habían gozado, que tuvieron en el pasado los
partidos comunistas.
Este tiempo no está siendo, pese a las esperanzas
que teníamos los revolucionarios en un asalto al poder del capital, el de los
trabajadores como clase social ascendente que da un sentido progresivo a la
historia. Los partidos revolucionarios, llamados a ser la vanguardia del
proceso transformador no aparecen en el horizonte. Muchos han dejado de
llamarse comunistas, si el nombre no es sólo un residuo del pasado. Algunos
prefieren el indeterminado anticapitalista, que no es nada sin objetivo, o se
limitan a una vida zombi.
La socialdemocracia está representada hoy, y desde antes de la crisis, por muchos PCs. La que lo fue en origen pasó a ser social-liberal hace tiempo y hoy es derecha democrática, mientras no se vea en la obligación de dejar de serlo. En la Alemania de 1919, durante la revolución espartaquista, ya demostró hasta dónde podía llegar.
Tanto en los países centrales del capitalismo
(Europa, USA, Japón,…) como en buena parte de los periféricos (algunos países
de Latinoamérica) la tentación más recurrente de los Estados es el avance hacia
modelos totalitarios de “derecho”;
es decir, hacia sistemas que cambien su marco jurídico democrático por vías parlamentarias y legales
y lo sustituyan por dictaduras legales. Es lo que defino como golpe de Estado silencioso.
El Código Penal que pretende reformar en España el
Partido Popular va a ser el mayor golpe recibido en todo el tiempo transcurrido
desde el inicio de la transición contra los derechos de manifestación, reunión,
expresión y opinión. Hasta donde tenemos memoria los que rozamos por arriba o
por abajo los 50 años no habíamos vivido antes tal agresión al derecho a la
protesta social.
La clase trabajadora necesita de esos derechos
para expresar su protesta y movilizarse con el fin de defender los derechos que
nos están siendo arrebatados. No olvidemos que estos tiempos de combate lo son
de resistencia y que bastante sacrificio es resistir como para exigir el
heroísmo de la lucha clandestina.
3.-Las
alianzas:
En ese objetivo de defender el derecho a la
protesta social de nuestra clase, la Plataforma en Defensa de las Libertades
Democráticas llamó a la socialdemocracia real actual, no a la que se reclama
tal (aunque haya venido y nos alegremos de que esté formalmente de este lado y
no del contrario) y a las organizaciones revolucionarias, a los sindicatos
mayoritarios y domesticados y a los alternativos.
No encontramos respuesta alguna por parte de
quienes se reclaman auténticos. Para muchos de ellos, en el fondo, defender las
libertades es un asunto burgués porque conciben a éstas como meramente formales
y despreciables frente a los derechos que consideran más sustantivos y porque
ven en la defensa de los primeros una trampa que puede dar al traste con su
pureza revolucionaria. Es como si temieran convertirse en liberales por
defender derechos como los de manifestación, reunión, expresión y opinión.
Ser antirrepresivos les parece más auténtico. No estaría de más que dieran un repaso a los textos sobre libertad de expresión y de opinión escritos por el periodista y jurista, además de filósofo, sociológico y economista, Karl Marx. Quizá, cuando derechos tan “burgueses” y reformistas como estos desaparezcan, puedan explicarnos cómo ejercer la protesta contra la represión. Algunas posturas no se entienden si no es desde el principio del cuanto peor mejor. Así nos ha ido durante tanto tiempo de la noche oscura con estos planteamientos.
En ese marco de respuestas la PDLD no ha podido elegir la mejor opción ni la ideal.
Ha actuado a partir del principio del mal el menor. Y el gobierno del PP hoy es
el mayor para la clase trabajadora -sencillamente porque es el que está
gobernando-, y para su libertad de desenvolvimiento en la protesta social.
Aunque algunos siempre encontrarán otro destino distinto al de la ultraderecha
para sus odios.
En ocasiones la mejor opción es enemiga de la
posible y la decisión se establece entre lo disponible y lo ideal.
A los comunistas fetén convendría recordarles que
Lenin llegó a establecer, en su momento, alianzas ya no con los mencheviques
sino con los propios liberales, del mismo modo que Stalin, después de sostener
la lamentable teoría del socialfascismo, estableció los Frentes Populares, no ya
con aquellos a los que antes había denominado así sino con lo que definió la Komintern como las burguesías democráticas
susceptibles de incorporarse a la lucha antifascista. Y el fascismo hoy asoma
las orejas con fuerza imperiosa.
A los anticapitalistas y trotskistas tampoco
estará de más recordarles que fue Trotsky quien planteó la necesidad de la
alianza entre socialdemócratas y comunistas en la lucha contra el nazismo en auge en Alemania.
En unos casos, esas alianzas se plantearon en
procesos de avance de las fuerzas revolucionarias y en otros en situaciones de
riesgo frente a los fascismos ¿porqué lo que entonces fue
correcto hoy sería una “traición”?. Y sobre todo, ¿cuándo sería el preciso momento para parar el avance hacia un golpe de Estado silencioso y
legal que se está consumando en la mayoría de los países?
4.-Línea
política:
La PDLD no se ha visto obligada a
hacer concesiones en su posición de clase dentro de la Coordinadora Paremos la
Criminalización de la Protesta Social sino que ha impuesto en ella lo que
otros, pretendidamente más revolucionarios, han cedido en otros marcos: el
discurso de clase, la vinculación entre una protesta social, que es ante todo
de la clase trabajadora, y el atentado contra los derechos de manifestación,
reunión, expresión y opinión. Ni nos han colado un discurso ciudadanista ni
hemos permitido que los “reiniciadores del sistema” y los sólo indignados con
los políticos y mucho menos con el capital nos vendan su mercancía caducada.
Como tampoco hemos admitido que ningún juez ni partido nos impidiera hablar con
cualquier fuerza parlamentaria con la que considerásemos que debíamos hacerlo,
entre otras Amaiur, por muy incómodo que a ellos les resultase.
Somos muy conscientes, y no nos engañamos sobre el
hecho de que si hoy la Plataforma en Defensa de las Libertades Democráticas
lidera la lucha contra la criminalización de la protesta social, y se admite
ese liderazgo dentro de los ámbitos en los que participamos, es debido no sólo
a nuestra capacidad de iniciativa sino también a debilidades ajenas y a
dificultades de establecer alianzas por algunos de nuestros socios con otros
colectivos desclasados y antipartidos. No negamos que de ello nos aprovechamos
para intentar que nuestras posiciones sean hegemónicas. Ello es parte de la
lucha de clases y por la hegemonía, un concepto gramsciano del que tanto abusan
los antimarxistas últimamente. El día en que consideremos que nuestras
posiciones como organización de la clase trabajadora son rechazadas por
nuestros aliados nos replantearemos nuestra política de alianzas, pero no
antes, porque de lo que se trata es de hacer avanzar una concepción de la lucha
social y de los derechos humanos distinta a la neutra y aséptica que desde
diferentes ámbitos reproductores del poder del capital se intenta imponer.
Nadie, y entre ese nadie, ninguna organización
“antirrepresiva” puede darnos lecciones sobre nuestra coherencia ni admitimos
que nos cuente que no le basta con que vayamos contra este nuevo Código Penal
sin ir contra el anterior porque el que se discute ahora y el que en este
preciso momento toca parar es el que se nos viene encima, salvo que la
respuesta sea siempre la del órdago a la grande y el “y dos huevos duros” de
los hermanos Marx. Cada cosa a su tiempo y por su orden. Hay quienes no
reclamarán eliminar ni uno ni otro porque les parece reformista todo lo que no
sea el no a todo.
Nosotros estamos en el pragmatismo de que no nos
repriman aún más de lo que ya lo hacen. Paso a paso se va dando vuelta a la
tortilla y contribuyendo a hacer que el miedo cambie de bando.