1.-De las razones de la Huelga, que no debieran siquiera tener que enunciarse:
De todas las Huelgas Generales realizadas en el Estado español desde el inicio de la mal llamada transición política ninguna ha estado tan justificada como ésta, estándolo más que sobradamente todas las demás anteriores.
El escenario sociolaboral español ha cambiado de modo tan profundo y radical que no llevar a cabo esta huelga el próximo 29 de Marzo sería el mayor suicidio que tanto la clase trabajadora como el conjunto del movimiento sindical podrían realizar.
A esta Huelga General los sindicatos y los trabajadores no vamos porque creamos que debemos ir sino porque sabemos que no tenemos otro remedio que ir. No hacerlo sería afirmar y dar por buena nuestra nueva condición de esclavos reducidos a la penuria económica en beneficio de los grandes capitalistas, los plutócratas y el capital financiero.
La Reforma Laboral que justifica sobradamente la convocatoria de esta Huelga General, que debiera ser indefinida si no es porque la realidad de la clase trabajadora española y de su sindicalismo es la que es, marcará un antes y un después en nuestras vidas, hasta el punto de devolvernos a una realidad que desconocíamos y que sólo nuestros abuelos y padres, en el caso de los que somos más viejos, conocieron.
No ir a esta Huelga General significaría traicionar nuestra condición de trabajadores, dar por buenas todas las medidas que se han tomado y que están previstas contra nosotros y aceptar nuestra derrota por anticipado sin siquiera haber hecho un mínimo amago de lucha y resistencia.
Renunciar a una de las pocas armas de autodefensa que tenemos los trabajadores –la huelga-, que ya tienen previsto recortar los empresarios y su gobierno natural, significaría decirnos a nosotros mismos que no nos basta con estos cuatro años de resignación borreguil que llevamos practicando sino que deseamos, que necesitamos, que exigimos, el palo y el látigo como instrumentos de relación del poder económico con nosotros.
No secundar esta Huelga General del 29-M significaría aceptar que se despida a los padres para contratar a precio de saldo a sus hijos que deberían aceptar sin rechistar un nuevo marco de relaciones laborales en el que los derechos del trabajador ya no existen y el despido es parte del libre capricho del empleador.
Negarse a ir a esta huelga es poner nuestras cabezas bajo la cuchilla de la guillotina de un empresariado que ya no tendrá ningún límite a aplicar despidos individuales y colectivos a los que Magistratura de Trabajo considerará, de partida, siempre procedentes.
Rechazar esta huelga significará avanzar cien mil pasos hacia una individualización de las relaciones laborales, ya que predominarán los convenios de empresa, donde las negociaciones se adaptarán, como nunca lo hicieron antes al “sí señor”, por encima de los de rama o sector. En esa individualización de las relaciones laborales se hará más cierto que nunca que no existe un libre acuerdo entre iguales –nunca lo han sido patrón y trabajador- sino la conocida imposición del “esto son lentejas...”. ¿Se imaginan las posibilidades no de negociar un convenio, sino de defender condiciones de trabajo, de despido, de respeto al trabajador, en una pequeña empresa en la que no exista representación de los trabajadores y en la que ya no será posible acogerse a un convenio de sector o rama productiva? Por cierto, la Reforma Laboral permite también al empresario saltarse los acuerdos de empresa casi en cualquier situación ordinaria en cuanto se invente una causa económica, técnica o productiva. Lo dicho: las relaciones laborales seguirán más que nunca el principio de “esto son lentejas”
No participar en esta Huelga General es permitir que se institucionalice la figura del mobbing, al dar carta blanca al empresario para degradar de categoría al trabajador, obligarle a realizar tareas que no le corresponden por su categoría profesional o desplazarle geográficamente a donde aquél considere oportuno en cada momento. Y le permitirá hacerlo con la ley de la Reforma Laboral en la mano.
No estar en Huelga General el 29-M es considerar que el trabajador no tiene derecho a ponerse enfermo y aún menos derecho si es una gripe un poco complicada, cuya convalecencia llegue a los 10 días, porque será motivo de despido por causas objetivas; es decir, de forma indisutible, para que nos entendamos.
No apoyar esta Huelga General significa dar una puñalada trapera a la capacidad de representación de los intereses y derechos de los trabajadores por parte de los sindicatos. Y eso no es otra cosa que atentar el trabajador contra sí mismo, contra su derecho a protegerse de los abusos empresariales.
Podría seguir enunciando los cientos de motivos que esta Reforma Laboral del PP da para ir a la Huelga General, entre otros que no es una reforma pensada para crear empleo sino para lograr la más brutal vuelta de tuerca de los capitalistas contra los trabajadores y lograr, de este modo, que disciplinadamente acepten estos salarios de miseria, despidos casi gratuitos, explotaciones laborales odiosas y humillantes y la mayor transferencia que han conocido los tiempos de las rentas del trabajo a las del capital. Todo eso con una disciplina en la empresa de preso condenado a galeras.
Pero insistir en la Reforma Laboral como motivo para la ir a la Huelga General sería un modo de ocultar que hay infinitas más razones para hacerlo.
Vivimos tiempos en los que el capital ha decidido que los trabajadores habíamos disfrutado de demasiados derechos. A la educación gratuita (que nunca lo fue del todo), a una sanidad pública, que han arruinado para enriquecer a sus amigos de las mutuas, a una jubilación que nos proteja de los peores temores de la vejez, que ya amenazan como insostenible. A unos servicios sociales que protegieran y cuidaran de los desfavorecidos.
Acabar con todo eso que comúnmente conocemos como Estado del Bienestar es una oportunidad de negocio privado para el poder económico que siempre hipotecó nuestras vidas pero que ahora lo hace con total impunidad.
Lo que el empresariado busca es colocar a la clase trabajadora en su sitio. Ese del que, en su opinión, nunca debimos salir, el que corresponde a los subordinados que no hemos mejorado nuestra condición porque no nos esforzamos y no somos como esos chicos master de clase media emprendedores, el que corresponde a la plebe que, en su opinión, somos.
Nada para comprenderlo como leer a Salvador Sostres, en El Mundo. Las columnas de este misógino filonazi, que odia a las mujeres (1) quizá como a su propia madre, son todo un editorial ideológico de lo que la derecha –sí, la derecha del PP- y la clase capitalista a la que representa tienen pensado para nosotros los trabajadores:
“Lo que los empresarios necesitan es que los dejen en paz. Que dejen de ahorcarles con impuestos, que dejen de molestarles con absurdas regulaciones y demenciales burocracias. Que dejen de ponerles bajo sospecha y que alguien, de vez en cuando, les dé las gracias por pagarlo todo y hacer posible que el invento funcione. Y sobre todo, necesitan poder adaptar su empresa a cada momento, adelgazándola sin coste cuando la situación económica no permita excesos. Es imprescindible que las empresas puedan hoy despedir sin arruinarse, porque así podrán sobrevivir y volver a contratar cuando el susto pase. 33 días por año trabajado es una barbaridad. 20 días por año trabajado continúa siendo un disparate.
No secundar esta Huelga General del 29-M significaría aceptar que se despida a los padres para contratar a precio de saldo a sus hijos que deberían aceptar sin rechistar un nuevo marco de relaciones laborales en el que los derechos del trabajador ya no existen y el despido es parte del libre capricho del empleador.
Negarse a ir a esta huelga es poner nuestras cabezas bajo la cuchilla de la guillotina de un empresariado que ya no tendrá ningún límite a aplicar despidos individuales y colectivos a los que Magistratura de Trabajo considerará, de partida, siempre procedentes.
Rechazar esta huelga significará avanzar cien mil pasos hacia una individualización de las relaciones laborales, ya que predominarán los convenios de empresa, donde las negociaciones se adaptarán, como nunca lo hicieron antes al “sí señor”, por encima de los de rama o sector. En esa individualización de las relaciones laborales se hará más cierto que nunca que no existe un libre acuerdo entre iguales –nunca lo han sido patrón y trabajador- sino la conocida imposición del “esto son lentejas...”. ¿Se imaginan las posibilidades no de negociar un convenio, sino de defender condiciones de trabajo, de despido, de respeto al trabajador, en una pequeña empresa en la que no exista representación de los trabajadores y en la que ya no será posible acogerse a un convenio de sector o rama productiva? Por cierto, la Reforma Laboral permite también al empresario saltarse los acuerdos de empresa casi en cualquier situación ordinaria en cuanto se invente una causa económica, técnica o productiva. Lo dicho: las relaciones laborales seguirán más que nunca el principio de “esto son lentejas”
No participar en esta Huelga General es permitir que se institucionalice la figura del mobbing, al dar carta blanca al empresario para degradar de categoría al trabajador, obligarle a realizar tareas que no le corresponden por su categoría profesional o desplazarle geográficamente a donde aquél considere oportuno en cada momento. Y le permitirá hacerlo con la ley de la Reforma Laboral en la mano.
No estar en Huelga General el 29-M es considerar que el trabajador no tiene derecho a ponerse enfermo y aún menos derecho si es una gripe un poco complicada, cuya convalecencia llegue a los 10 días, porque será motivo de despido por causas objetivas; es decir, de forma indisutible, para que nos entendamos.
No apoyar esta Huelga General significa dar una puñalada trapera a la capacidad de representación de los intereses y derechos de los trabajadores por parte de los sindicatos. Y eso no es otra cosa que atentar el trabajador contra sí mismo, contra su derecho a protegerse de los abusos empresariales.
Podría seguir enunciando los cientos de motivos que esta Reforma Laboral del PP da para ir a la Huelga General, entre otros que no es una reforma pensada para crear empleo sino para lograr la más brutal vuelta de tuerca de los capitalistas contra los trabajadores y lograr, de este modo, que disciplinadamente acepten estos salarios de miseria, despidos casi gratuitos, explotaciones laborales odiosas y humillantes y la mayor transferencia que han conocido los tiempos de las rentas del trabajo a las del capital. Todo eso con una disciplina en la empresa de preso condenado a galeras.
Pero insistir en la Reforma Laboral como motivo para la ir a la Huelga General sería un modo de ocultar que hay infinitas más razones para hacerlo.
Vivimos tiempos en los que el capital ha decidido que los trabajadores habíamos disfrutado de demasiados derechos. A la educación gratuita (que nunca lo fue del todo), a una sanidad pública, que han arruinado para enriquecer a sus amigos de las mutuas, a una jubilación que nos proteja de los peores temores de la vejez, que ya amenazan como insostenible. A unos servicios sociales que protegieran y cuidaran de los desfavorecidos.
Acabar con todo eso que comúnmente conocemos como Estado del Bienestar es una oportunidad de negocio privado para el poder económico que siempre hipotecó nuestras vidas pero que ahora lo hace con total impunidad.
Lo que el empresariado busca es colocar a la clase trabajadora en su sitio. Ese del que, en su opinión, nunca debimos salir, el que corresponde a los subordinados que no hemos mejorado nuestra condición porque no nos esforzamos y no somos como esos chicos master de clase media emprendedores, el que corresponde a la plebe que, en su opinión, somos.
Nada para comprenderlo como leer a Salvador Sostres, en El Mundo. Las columnas de este misógino filonazi, que odia a las mujeres (1) quizá como a su propia madre, son todo un editorial ideológico de lo que la derecha –sí, la derecha del PP- y la clase capitalista a la que representa tienen pensado para nosotros los trabajadores:
“Lo que los empresarios necesitan es que los dejen en paz. Que dejen de ahorcarles con impuestos, que dejen de molestarles con absurdas regulaciones y demenciales burocracias. Que dejen de ponerles bajo sospecha y que alguien, de vez en cuando, les dé las gracias por pagarlo todo y hacer posible que el invento funcione. Y sobre todo, necesitan poder adaptar su empresa a cada momento, adelgazándola sin coste cuando la situación económica no permita excesos. Es imprescindible que las empresas puedan hoy despedir sin arruinarse, porque así podrán sobrevivir y volver a contratar cuando el susto pase. 33 días por año trabajado es una barbaridad. 20 días por año trabajado continúa siendo un disparate.
La gente tiene que interiorizar que va a cobrar una parte del beneficio que genere y que éste es el único trato. Ni despidos improcedentes ni días personales. Un empleado es un proveedor como otro cualquiera. Tanto aporta, tanto cobra. Y si quiere vacaciones, que se las pague. Y si quiere un seguro médico, que se lo pague. Y si quiere poder retirarse a una edad, que contrate un plan de pensiones, y que también se lo pague. Yo le pago a usted su trabajo, y basta. Yo me casé sólo con mi mujer y a usted no le debo nada”. (2)
Frente al ataque más salvaje que ha sufrido la clase trabajadora sólo nos queda la rebelión y la Huelga General no como punto y aparte sino como punto y seguido de una respuesta colectiva que diga alto y claro que no podrán imponernos la dictadura capitalista, ya sin la máscara de “capitalismo de rostro humano”, que tanto añoran algunos que se indignan hoy sin haberse indignado antes, sin encontrarnos en frente y dispuestos a pelear.
En esta España que sufre el pánico hacia lo que los cursis llaman el ataque de los mercados, y que no es otra cosa que la vieja rapacidad capitalista, llevamos demasiado tiempo sintiendo miedo de tener miedo, recitando entre dientes el “Virgencita, que me quede como estoy”, esperando inútilmente una recuperación económica que no esperan los propios capitalistas porque saben que no se recuperará el consumo a crédito y no se plantean el crecimiento sino sólo la supervivencia de los más poderosos. Cerca de cinco millones y medio de parados y Amancio Ortega, el empresario modelo, se aupa al quinto puesto de la lista Forbes de los más asquerosamente ricos del mundo.
Este capitalismo, en su etapa senil, morirá matando. Los hombres más ricos del mundo ya no piensan en la supervivencia de su estirpe, ni en el futuro de su camada. El negocio para ellos es hoy, no dentro de cinco minutos y, en esa espiral enloquecida, saben que su ganancia reside en nuestra miseria, la de los trabajadores. Dos horas más de trabajo no remunerado, un despido aún más barato, unas condiciones de trabajo más inseguras y precarias, unos salarios aún más bajos, unos impuestos que pagamos nosotros antes que las clases medias y las rentas altas,...Todo vale para lograr un poco más de beneficio empresarial. Al salchichón le fueron cortando rodaja tras rodaja, primero finas, luego más gordas. Finalmente, ya les falta poco para llegar a la cuerda.
Sólo los tontos creen todavía que esto es un asunto sólo de políticos y banqueros. Los trabajadores mileuristas, y los millones de mucho menos que tales, saben desde siempre que su peor enemigo lo tienen en su centro de trabajo, aunque si éste es grande, quizá nunca hayan llegado a verle la cara.
2.-Algunas consideraciones acerca de la naturaleza de la Huelga General:
Es contra el miedo a tener miedo, contra el estar hartos de estar hartos, contra la miseria de esperar que, si nos portamos bien, pronto vendrá la recuperación económica que haga que caigan de la mesa del opulento hacia nosotros, sus títeres, unas migajas que nos conformen contra lo que debemos levantarnos, gritar nuestra rabia, poner en marcha nuestra insumisión, expresar nuestra voluntad de pinchar el balón de la fiesta de los vampiros.
Esta Huelga General no puede ser una Huelga General más. No podemos volver al día siguiente, con las orejas gachas, al triste cubículo laboral que cada uno ocupamos, la mordiente realidad de un paro que nos desespera y nos asusta, a pensar qué pasará mañana, hasta cuándo resistiremos sin gritar basta, sin levantar nuestro puño amenazante sobre las cabezas de nuestros verdugos.
Esta Huelga General tiene que ser un levantamiento general de nuestra clase, la trabajadora, contra nuestra modorra y nuestros temores, contra nuestro conformismo y contra el fatalismo del “no se puede hacer nada”, “no hay salidas”, “no hay alternativas” contra lo que debemos presentar la batalla a muerte de la huelga.
En primer lugar siempre es posible decir NO. No hacerlo forma parte de la comodidad de quienes nunca se hacen preguntas, de los analfabetos políticos que transitan por la vida sin preguntarse si quieren ser matillo o yunque, de aquellos que prefieren ser borrego blanco por temor a ser considerados ovejas negras por sus patrones, de quienes creen que hundiendo sus cabezas hasta lo más profundo de sus hombros pasarán desapercibidos ante los ojos del poder económico y la crisis capitalista no llegará siquiera a rozarles. Ignoran que todos los trabajadores estamos llamados, unos antes, otros después, a sentir en nuestras carnes el hierro candente de la precariedad y la pobreza a la que nos condena el capitalismo depredador porque nuestras miserias son su opulencia. Decir NO es el único camino para que nuestras vidas tengan mañana un SÍ de esperanza.
En segundo lugar es mentira que las huelgas sean inútiles. Lo que es inútil es aceptar resignadamente lo que nos sucede, no poner pie en pared y no rebelarnos para que vuelvan a temernos nuestros enemigos de clase, quienes detentan los poderes económicos.
Si Rajoy ha sacado pecho, rechazando cumplir con los objetivos del déficit del 4,4% para fijarlo en el 5,8%, es porque, como el mismo ha admitido, teme “un incendio social”. Es evidente: la huelga paga pero, para que lo haga, la huelga debe adquirir un carácter de revuelta social y sus llamas tienen que iluminar los balcones de la Moncloa.
Hay mucho lumbreras que predica que los griegos, a pesar de tanta huelga no han conseguido nada. ¿Se han preguntado cuál sería su situación si no hubieran llevado a cabo esas huelgas? Falta demasiada imaginación en quienes creen que ya no se puede triturar más nuestros cuerpos, mentes y vidas.
Los griegos nos están dando un ejemplo a los europeos y a los ciudadanos –tanto ciudadanismo y tan poco sentido de clase me repatea- españoles como clase y como pueblo. Como clase expresan su voluntad de no dejarse oprimir más sin resistir a esa opresión con su lucha. Como pueblo están demostrando la tenacidad de quienes dicen no a la Europa de los mercaderes y a los dictados de sus especuladores.
Esa lección que nos dan los trabajadores griegos debe inspirar el espíritu de un 29-M del que nazca un proceso combativo, sostenido en el tiempo, de resistencia en la que forjar la recuperación de nuestra conciencia como clase oprimida.
El 29-M debe ser el momento de arrojar por la borda esa estúpida pretensión de ser clase media, que nunca fuimos, a través de la ilusión que producía la tarjeta de crédito, las compras aplazadas y los préstamos personales. Ese barco ya partió y no volverá al mismo puerto. Somos clase trabajadora y nuestra emancipación pasa, no por creernos lo que nunca seremos, sino por darnos cuenta de que el mundo se para si nosotros lo hacemos, que sin el valor que aportamos a lo que producimos el beneficio empresarial no existiría, que las empresas pueden funcionar sin empresarios pero jamás sin trabajadores.
El 29-M debe ser también una huelga contra las prácticas sindicales que hemos conocido hasta ahora. Contra el pacto social y un sindicalismo de concertación que nos ha llevado a debilitarnos como clase con capacidad de hacernos temer por nuestros explotadores. La Reforma Laboral significa el acta de defunción que la patronal y su gobierno natural le han dado al pacto social. Ya no necesitan un modelo sindical de concertación, ni unos sindicatos apagafuegos, porque ya no quieren un Estado del Bienestar que se asienta precisamente en la conciliación de clases.
Es necesario hacerles llegar a los señores Toxo y Méndez un aviso contundente de parte de los trabajadores que secundaremos esta Huelga General. NO MÁS PASTELEOS. NO HAY NADA QUE PACTAR. Entre otras cosas porque los capitalistas y su gobierno natural han dejado de temer a los sindicatos y a los trabajadores y el único medio de arrancarles algo es por la fuerza de los hechos. No se trata de pactar una reforma laboral menos mala, como pretenden CCOO y UGT, que han avisado de que desconvocarían la huelga el mismo día 28 de Marzo, si el Gobierno se atiene a razones. El único acuerdo que cabe establecer es la derogación de la Reforma Laboral y la paralización de los planes antisociales de privatizaciones, recortes sociales, desmonte de la enseñanza y la sanidad pública y planes para acabar con las pensiones públicas. No estamos dispuestos a jugar a la mentira del mal menor. El que se nos ha provocado es ya mayor. Queremos que la crisis la paguen los que la provocaron, los capitalistas.
Pero también debe significar decir NO a ese sindicalismo supuestamente más radical que, sin embargo, se ha limitado a anunciar, en un brindis al sol, durante casi un año un camino “hacia la huelga general” que sólo ha convocado gracias a la valentía previa del sindicalismo vasco y gallego, que le pusieron fecha, y ante la evidencia de que la misma era manejada por los sindicatos mayoritarios.
Los trabajadores no necesitamos unos sindicatos que utilicen su fuerza y su representación para vendernos a bajo precio ni tampoco unos sindicatos que cacareen como el desplumado gallo de Morón al grito de ¡huelga, huelga! pero que son incapaces de tomar en sus manos la combatividad que otros abandonaron hace tiempo.
Pero sí necesitamos, indiscutiblemente, sindicatos porque es el mejor tipo de organización que hemos sabido crear para defender nuestros intereses en la empresa, a menos que hayamos decidido comprar la mercancía averiada que nos vende la Brunete Mediática de la extrema derecha, dedicada a agredir inmoralmente al movimiento sindical, callando en su indecencia habitual las prácticas mafiosas de la patronal, sus cuantiosas subvenciones y sus numerosos liberados y el carácter delictivo de muchos de los dirigentes empresariales de dicha patronal.
Es importante reseñar esta cuestión porque en ciertos espacios, de mayor impacto virtual que real, y de supuesta orientación radical se han producido, justo en el proceso de calentamiento hacia la Huelga General, discursos que muy bien podrían haber sido hechos por incalificables personajes como Jiménez Losantos o alguno de los “cómicos” habituales de las tertulias de Intereconomía.
Cuando estos comportamientos, que sólo buscan debilitar el éxito de la huelga, vienen de jóvenes universitarios de clase media no debe sorprendernos. Es parte de la ideología en la que se criaron, enaltecedora del individualismo pequeñoburgués que les define, que repele todo lo que huela a clase trabajadora y a sus organizaciones porque les recuerda la tensión entre su aspiración a ocupar el estatus ahora amenazado de sus padres y el riesgo de proletarizarse, que tanto les repugna.
Es más grave cuando viene de trabajadores y de miembros de otros sindicatos que ponen por delante sus propios desahogos personales, muy justificados, pero inoportunos al momento porque es justamente éste en el que no toca.
Algunos debieran entender que, cuando ante el proceso hacia la huelga, se dedican al ataque sistemático a quienes mayor capacidad tienen de sacarla adelante lo que están haciendo en realidad es disparar contra la huelga, sin obtener sus opciones organizativas, cuando las tienen, ventaja alguna porque contribuyen a desacreditar a quienes tienen mayor capacidad de sacarla adelante.
A partir del 30 de Marzo leña al mono hasta que cante La Marsellesa. Pero ahora la huelga debe de ser de todos, dentro de que cada corriente sindical intente llevarla en la dirección que considere más correcta. Desde mi perspectiva, desbordar los objetivos de las direcciones burocráticas de CCOO y UGT para crear una conflictividad social que mande a este Gobierno de extrema derecha liberal el mensaje que continuar robándonos nuestros derechos y conquistas sociales le puede salir muy caro, a él y a la clase a la que representa.
El sindicalismo, no el reformista o el combativo, sino el sindicalismo en general, está siendo atacado por nuestros enemigos de clase porque saben que, más temprano que tarde, acabará siendo, aunque durante estos años haya sido el convidado de piedra de la lucha de clases, el valladar más poderoso contra sus desmanes.
En nuestras manos está cambiarlo en lo que sea necesario, remover burocracias, denunciar las corrupciones donde las haya, combatir a quienes defienden prácticas entreguistas o mandar al paro a los que han hecho del sindicato su “modus vivendi” y convertido su cargo en vitalicio. Pero esto no en determinados sindicatos sino en todos porque lo que en unos es más visible en otros pasa más desapercibido pero es igualmente rechazable.
Pero sin sindicatos los trabajadores somos carne de cañón de la reacción capitalista. En defender al sindicalismo como forma de organización de los trabajadores nos va en gran medida nuestro futuro; algo que quizá comprendiésemos mucho mejor si los convenios colectivos fuesen de aplicación sólo para los afiliados a los sindicatos, quienes los defienden, y no para los esquiroles y quienes los atacan pero no renuncian a las ventajas que de dicho convenio pudieran obtener. Con ello los sindicatos ganarían en independencia, al no ser ya subvencionados por el Estado, por no representar a todos los trabajadores sino sólo a los sindicados, y se eliminaría el parasitismo de quienes maldicen contra ellos pero obtienen beneficios de su acción en la empresa, lo que sería provechoso para la conciencia de clase de los trabajadores.
3.-Apéndice final: de los “argumentos” de la Brunete mediática y sus compañeros de viaje:
De entre el amplio abanico de tonterías y artilugios que la reacción capitalista y sus compinches se sacan, huelga tras huelga, para actuar como piquetes contra la misma, hay algunas perlas a las que me gustaría responder, del mismo modo en que lo hice el 29-S de 2010 (3)
Perla primera: Las encuestas revelan que los españoles están contra las medidas del gobierno pero también contra la Huelga General porque creen que no servirá de nada. Existen mentiras, embustes y estadísticas. Éstas últimas son siempre las que se hacen por encargo del poder económico, que es el que puede pagarlas.
Los medios de comunicación de la burguesía ya han puesto el titular sobre el resultado de la huelga antes de que se produzca, en una muestra más de su “democrático” proceder. La respuesta debemos dársela de modo consciente, organizado y disciplinado en la calle el 29-M.
Perla segunda: los parados no podemos ir a la huelga y los sindicatos nunca defienden nuestros intereses. Hay que decir que la autoorganización de los parados es algo complejo de lograr porque el objetivo del propio parado es dejar de estarlo y ello no suele generar una conciencia colectiva que les lleve a crear estructuras permanentes y amplias.
Pero es llamativo que las víctimas del sistema se conviertan en monedas de cambio de sus propios enemigos de clase. Así sucedió en la pasada Huelga General del 29-S en donde alguna organización de parados trabajó conscientemente para los medios de comunicación de la ultraderecha, enfrentándose a la propia huelga general. El antagonismo natural no es entre trabajadores ocupados y desempleados ya que unos no son culpables de la situación de los otros, sino ambos víctimas de un mismo sistema económico al que deben enfrentarse.
Es falso que porque un trabajador esté en paro no pueda hacer huelga porque carece de un empleo del que ausentarse. Participar en la Huelga para un parado es tan posible como para un trabajador activo. La autoorganización de los parados bien puede hacer cosas prácticas de gran interés para el éxito de la huelga como ayudar a los demás piquetes de trabajadores ocupados para bloquear las entradas a los bancos y grandes empresas, actuar como piquetes en el transporte o cerrar las entradas a los centros de distribución. Y el parado no organizado bien puede unirse a los piquetes informativos de su zona. Nada de se lo impide. Es cuestión de voluntad o de no tenerla e inventarse excusas.
Perla tercera: Los piquetes se dedican a impedir el derecho a trabajar a quienes no están con la huelga. El Madrid republicano de 1936 a 1939 sufrió los atentados fascistas de la quintacolumna. Ésta sigue actuando. Su derecho a ser un esquirol busca el fracaso de la huelga para impedir que defendamos eficazmente nuestros derechos. La mejor respuesta a estos sujetos es el piqueteo en acción directa.
Perla cuarta: La huelga sólo busca fortalecer a los burócratas sindicales de CCOO y UGT. Una variante del “argumento” tercero, frecuentemente utilizado por los esquiroles, aunque también se encuentra entre miembros de un autodenominado “bloque crítico”. No debe sorprender. Dentro de ese discurso se dan la mano los aventureros con los reaccionarios, los desclasados con los ignorantes políticos, el radicalillo de salón con el fascista mal camuflado.
Está huelga está convocada por todos los sindicatos de clase, incluyendo también a los de la mayoría sindical nacional vasca y gallega, los de corte anarcosindicalista y los alternativos. Es pues una huelga de los trabajadores, no de unos u otros sindicatos. Y si puede fortalecer algo es al sindicalismo en su conjunto.
NOTAS:
(1) http://sociedad.elpais.com/sociedad/2011/04/07/actualidad/1302127203_850215.html
(2) Salvador Sostres. “Cómo se nota”. El Mundo, 14 de febrero de 2012
(3) http://asaltarloscielos.blogspot.es/1284511418/
Frente al ataque más salvaje que ha sufrido la clase trabajadora sólo nos queda la rebelión y la Huelga General no como punto y aparte sino como punto y seguido de una respuesta colectiva que diga alto y claro que no podrán imponernos la dictadura capitalista, ya sin la máscara de “capitalismo de rostro humano”, que tanto añoran algunos que se indignan hoy sin haberse indignado antes, sin encontrarnos en frente y dispuestos a pelear.
En esta España que sufre el pánico hacia lo que los cursis llaman el ataque de los mercados, y que no es otra cosa que la vieja rapacidad capitalista, llevamos demasiado tiempo sintiendo miedo de tener miedo, recitando entre dientes el “Virgencita, que me quede como estoy”, esperando inútilmente una recuperación económica que no esperan los propios capitalistas porque saben que no se recuperará el consumo a crédito y no se plantean el crecimiento sino sólo la supervivencia de los más poderosos. Cerca de cinco millones y medio de parados y Amancio Ortega, el empresario modelo, se aupa al quinto puesto de la lista Forbes de los más asquerosamente ricos del mundo.
Este capitalismo, en su etapa senil, morirá matando. Los hombres más ricos del mundo ya no piensan en la supervivencia de su estirpe, ni en el futuro de su camada. El negocio para ellos es hoy, no dentro de cinco minutos y, en esa espiral enloquecida, saben que su ganancia reside en nuestra miseria, la de los trabajadores. Dos horas más de trabajo no remunerado, un despido aún más barato, unas condiciones de trabajo más inseguras y precarias, unos salarios aún más bajos, unos impuestos que pagamos nosotros antes que las clases medias y las rentas altas,...Todo vale para lograr un poco más de beneficio empresarial. Al salchichón le fueron cortando rodaja tras rodaja, primero finas, luego más gordas. Finalmente, ya les falta poco para llegar a la cuerda.
Sólo los tontos creen todavía que esto es un asunto sólo de políticos y banqueros. Los trabajadores mileuristas, y los millones de mucho menos que tales, saben desde siempre que su peor enemigo lo tienen en su centro de trabajo, aunque si éste es grande, quizá nunca hayan llegado a verle la cara.
2.-Algunas consideraciones acerca de la naturaleza de la Huelga General:
Es contra el miedo a tener miedo, contra el estar hartos de estar hartos, contra la miseria de esperar que, si nos portamos bien, pronto vendrá la recuperación económica que haga que caigan de la mesa del opulento hacia nosotros, sus títeres, unas migajas que nos conformen contra lo que debemos levantarnos, gritar nuestra rabia, poner en marcha nuestra insumisión, expresar nuestra voluntad de pinchar el balón de la fiesta de los vampiros.
Esta Huelga General no puede ser una Huelga General más. No podemos volver al día siguiente, con las orejas gachas, al triste cubículo laboral que cada uno ocupamos, la mordiente realidad de un paro que nos desespera y nos asusta, a pensar qué pasará mañana, hasta cuándo resistiremos sin gritar basta, sin levantar nuestro puño amenazante sobre las cabezas de nuestros verdugos.
Esta Huelga General tiene que ser un levantamiento general de nuestra clase, la trabajadora, contra nuestra modorra y nuestros temores, contra nuestro conformismo y contra el fatalismo del “no se puede hacer nada”, “no hay salidas”, “no hay alternativas” contra lo que debemos presentar la batalla a muerte de la huelga.
En primer lugar siempre es posible decir NO. No hacerlo forma parte de la comodidad de quienes nunca se hacen preguntas, de los analfabetos políticos que transitan por la vida sin preguntarse si quieren ser matillo o yunque, de aquellos que prefieren ser borrego blanco por temor a ser considerados ovejas negras por sus patrones, de quienes creen que hundiendo sus cabezas hasta lo más profundo de sus hombros pasarán desapercibidos ante los ojos del poder económico y la crisis capitalista no llegará siquiera a rozarles. Ignoran que todos los trabajadores estamos llamados, unos antes, otros después, a sentir en nuestras carnes el hierro candente de la precariedad y la pobreza a la que nos condena el capitalismo depredador porque nuestras miserias son su opulencia. Decir NO es el único camino para que nuestras vidas tengan mañana un SÍ de esperanza.
En segundo lugar es mentira que las huelgas sean inútiles. Lo que es inútil es aceptar resignadamente lo que nos sucede, no poner pie en pared y no rebelarnos para que vuelvan a temernos nuestros enemigos de clase, quienes detentan los poderes económicos.
Si Rajoy ha sacado pecho, rechazando cumplir con los objetivos del déficit del 4,4% para fijarlo en el 5,8%, es porque, como el mismo ha admitido, teme “un incendio social”. Es evidente: la huelga paga pero, para que lo haga, la huelga debe adquirir un carácter de revuelta social y sus llamas tienen que iluminar los balcones de la Moncloa.
Hay mucho lumbreras que predica que los griegos, a pesar de tanta huelga no han conseguido nada. ¿Se han preguntado cuál sería su situación si no hubieran llevado a cabo esas huelgas? Falta demasiada imaginación en quienes creen que ya no se puede triturar más nuestros cuerpos, mentes y vidas.
Los griegos nos están dando un ejemplo a los europeos y a los ciudadanos –tanto ciudadanismo y tan poco sentido de clase me repatea- españoles como clase y como pueblo. Como clase expresan su voluntad de no dejarse oprimir más sin resistir a esa opresión con su lucha. Como pueblo están demostrando la tenacidad de quienes dicen no a la Europa de los mercaderes y a los dictados de sus especuladores.
Esa lección que nos dan los trabajadores griegos debe inspirar el espíritu de un 29-M del que nazca un proceso combativo, sostenido en el tiempo, de resistencia en la que forjar la recuperación de nuestra conciencia como clase oprimida.
El 29-M debe ser el momento de arrojar por la borda esa estúpida pretensión de ser clase media, que nunca fuimos, a través de la ilusión que producía la tarjeta de crédito, las compras aplazadas y los préstamos personales. Ese barco ya partió y no volverá al mismo puerto. Somos clase trabajadora y nuestra emancipación pasa, no por creernos lo que nunca seremos, sino por darnos cuenta de que el mundo se para si nosotros lo hacemos, que sin el valor que aportamos a lo que producimos el beneficio empresarial no existiría, que las empresas pueden funcionar sin empresarios pero jamás sin trabajadores.
El 29-M debe ser también una huelga contra las prácticas sindicales que hemos conocido hasta ahora. Contra el pacto social y un sindicalismo de concertación que nos ha llevado a debilitarnos como clase con capacidad de hacernos temer por nuestros explotadores. La Reforma Laboral significa el acta de defunción que la patronal y su gobierno natural le han dado al pacto social. Ya no necesitan un modelo sindical de concertación, ni unos sindicatos apagafuegos, porque ya no quieren un Estado del Bienestar que se asienta precisamente en la conciliación de clases.
Es necesario hacerles llegar a los señores Toxo y Méndez un aviso contundente de parte de los trabajadores que secundaremos esta Huelga General. NO MÁS PASTELEOS. NO HAY NADA QUE PACTAR. Entre otras cosas porque los capitalistas y su gobierno natural han dejado de temer a los sindicatos y a los trabajadores y el único medio de arrancarles algo es por la fuerza de los hechos. No se trata de pactar una reforma laboral menos mala, como pretenden CCOO y UGT, que han avisado de que desconvocarían la huelga el mismo día 28 de Marzo, si el Gobierno se atiene a razones. El único acuerdo que cabe establecer es la derogación de la Reforma Laboral y la paralización de los planes antisociales de privatizaciones, recortes sociales, desmonte de la enseñanza y la sanidad pública y planes para acabar con las pensiones públicas. No estamos dispuestos a jugar a la mentira del mal menor. El que se nos ha provocado es ya mayor. Queremos que la crisis la paguen los que la provocaron, los capitalistas.
Pero también debe significar decir NO a ese sindicalismo supuestamente más radical que, sin embargo, se ha limitado a anunciar, en un brindis al sol, durante casi un año un camino “hacia la huelga general” que sólo ha convocado gracias a la valentía previa del sindicalismo vasco y gallego, que le pusieron fecha, y ante la evidencia de que la misma era manejada por los sindicatos mayoritarios.
Los trabajadores no necesitamos unos sindicatos que utilicen su fuerza y su representación para vendernos a bajo precio ni tampoco unos sindicatos que cacareen como el desplumado gallo de Morón al grito de ¡huelga, huelga! pero que son incapaces de tomar en sus manos la combatividad que otros abandonaron hace tiempo.
Pero sí necesitamos, indiscutiblemente, sindicatos porque es el mejor tipo de organización que hemos sabido crear para defender nuestros intereses en la empresa, a menos que hayamos decidido comprar la mercancía averiada que nos vende la Brunete Mediática de la extrema derecha, dedicada a agredir inmoralmente al movimiento sindical, callando en su indecencia habitual las prácticas mafiosas de la patronal, sus cuantiosas subvenciones y sus numerosos liberados y el carácter delictivo de muchos de los dirigentes empresariales de dicha patronal.
Es importante reseñar esta cuestión porque en ciertos espacios, de mayor impacto virtual que real, y de supuesta orientación radical se han producido, justo en el proceso de calentamiento hacia la Huelga General, discursos que muy bien podrían haber sido hechos por incalificables personajes como Jiménez Losantos o alguno de los “cómicos” habituales de las tertulias de Intereconomía.
Cuando estos comportamientos, que sólo buscan debilitar el éxito de la huelga, vienen de jóvenes universitarios de clase media no debe sorprendernos. Es parte de la ideología en la que se criaron, enaltecedora del individualismo pequeñoburgués que les define, que repele todo lo que huela a clase trabajadora y a sus organizaciones porque les recuerda la tensión entre su aspiración a ocupar el estatus ahora amenazado de sus padres y el riesgo de proletarizarse, que tanto les repugna.
Es más grave cuando viene de trabajadores y de miembros de otros sindicatos que ponen por delante sus propios desahogos personales, muy justificados, pero inoportunos al momento porque es justamente éste en el que no toca.
Algunos debieran entender que, cuando ante el proceso hacia la huelga, se dedican al ataque sistemático a quienes mayor capacidad tienen de sacarla adelante lo que están haciendo en realidad es disparar contra la huelga, sin obtener sus opciones organizativas, cuando las tienen, ventaja alguna porque contribuyen a desacreditar a quienes tienen mayor capacidad de sacarla adelante.
A partir del 30 de Marzo leña al mono hasta que cante La Marsellesa. Pero ahora la huelga debe de ser de todos, dentro de que cada corriente sindical intente llevarla en la dirección que considere más correcta. Desde mi perspectiva, desbordar los objetivos de las direcciones burocráticas de CCOO y UGT para crear una conflictividad social que mande a este Gobierno de extrema derecha liberal el mensaje que continuar robándonos nuestros derechos y conquistas sociales le puede salir muy caro, a él y a la clase a la que representa.
El sindicalismo, no el reformista o el combativo, sino el sindicalismo en general, está siendo atacado por nuestros enemigos de clase porque saben que, más temprano que tarde, acabará siendo, aunque durante estos años haya sido el convidado de piedra de la lucha de clases, el valladar más poderoso contra sus desmanes.
En nuestras manos está cambiarlo en lo que sea necesario, remover burocracias, denunciar las corrupciones donde las haya, combatir a quienes defienden prácticas entreguistas o mandar al paro a los que han hecho del sindicato su “modus vivendi” y convertido su cargo en vitalicio. Pero esto no en determinados sindicatos sino en todos porque lo que en unos es más visible en otros pasa más desapercibido pero es igualmente rechazable.
Pero sin sindicatos los trabajadores somos carne de cañón de la reacción capitalista. En defender al sindicalismo como forma de organización de los trabajadores nos va en gran medida nuestro futuro; algo que quizá comprendiésemos mucho mejor si los convenios colectivos fuesen de aplicación sólo para los afiliados a los sindicatos, quienes los defienden, y no para los esquiroles y quienes los atacan pero no renuncian a las ventajas que de dicho convenio pudieran obtener. Con ello los sindicatos ganarían en independencia, al no ser ya subvencionados por el Estado, por no representar a todos los trabajadores sino sólo a los sindicados, y se eliminaría el parasitismo de quienes maldicen contra ellos pero obtienen beneficios de su acción en la empresa, lo que sería provechoso para la conciencia de clase de los trabajadores.
3.-Apéndice final: de los “argumentos” de la Brunete mediática y sus compañeros de viaje:
De entre el amplio abanico de tonterías y artilugios que la reacción capitalista y sus compinches se sacan, huelga tras huelga, para actuar como piquetes contra la misma, hay algunas perlas a las que me gustaría responder, del mismo modo en que lo hice el 29-S de 2010 (3)
Perla primera: Las encuestas revelan que los españoles están contra las medidas del gobierno pero también contra la Huelga General porque creen que no servirá de nada. Existen mentiras, embustes y estadísticas. Éstas últimas son siempre las que se hacen por encargo del poder económico, que es el que puede pagarlas.
Los medios de comunicación de la burguesía ya han puesto el titular sobre el resultado de la huelga antes de que se produzca, en una muestra más de su “democrático” proceder. La respuesta debemos dársela de modo consciente, organizado y disciplinado en la calle el 29-M.
Perla segunda: los parados no podemos ir a la huelga y los sindicatos nunca defienden nuestros intereses. Hay que decir que la autoorganización de los parados es algo complejo de lograr porque el objetivo del propio parado es dejar de estarlo y ello no suele generar una conciencia colectiva que les lleve a crear estructuras permanentes y amplias.
Pero es llamativo que las víctimas del sistema se conviertan en monedas de cambio de sus propios enemigos de clase. Así sucedió en la pasada Huelga General del 29-S en donde alguna organización de parados trabajó conscientemente para los medios de comunicación de la ultraderecha, enfrentándose a la propia huelga general. El antagonismo natural no es entre trabajadores ocupados y desempleados ya que unos no son culpables de la situación de los otros, sino ambos víctimas de un mismo sistema económico al que deben enfrentarse.
Es falso que porque un trabajador esté en paro no pueda hacer huelga porque carece de un empleo del que ausentarse. Participar en la Huelga para un parado es tan posible como para un trabajador activo. La autoorganización de los parados bien puede hacer cosas prácticas de gran interés para el éxito de la huelga como ayudar a los demás piquetes de trabajadores ocupados para bloquear las entradas a los bancos y grandes empresas, actuar como piquetes en el transporte o cerrar las entradas a los centros de distribución. Y el parado no organizado bien puede unirse a los piquetes informativos de su zona. Nada de se lo impide. Es cuestión de voluntad o de no tenerla e inventarse excusas.
Perla tercera: Los piquetes se dedican a impedir el derecho a trabajar a quienes no están con la huelga. El Madrid republicano de 1936 a 1939 sufrió los atentados fascistas de la quintacolumna. Ésta sigue actuando. Su derecho a ser un esquirol busca el fracaso de la huelga para impedir que defendamos eficazmente nuestros derechos. La mejor respuesta a estos sujetos es el piqueteo en acción directa.
Perla cuarta: La huelga sólo busca fortalecer a los burócratas sindicales de CCOO y UGT. Una variante del “argumento” tercero, frecuentemente utilizado por los esquiroles, aunque también se encuentra entre miembros de un autodenominado “bloque crítico”. No debe sorprender. Dentro de ese discurso se dan la mano los aventureros con los reaccionarios, los desclasados con los ignorantes políticos, el radicalillo de salón con el fascista mal camuflado.
Está huelga está convocada por todos los sindicatos de clase, incluyendo también a los de la mayoría sindical nacional vasca y gallega, los de corte anarcosindicalista y los alternativos. Es pues una huelga de los trabajadores, no de unos u otros sindicatos. Y si puede fortalecer algo es al sindicalismo en su conjunto.
NOTAS:
(1) http://sociedad.elpais.com/sociedad/2011/04/07/actualidad/1302127203_850215.html
(2) Salvador Sostres. “Cómo se nota”. El Mundo, 14 de febrero de 2012
(3) http://asaltarloscielos.blogspot.es/1284511418/