Por Marat
En dimensiones de medida
histórica las horas no existen, salvo aquellas que son decisivas. Pero éstas lo
son porque se han acumulado tal conjunto de acontecimientos, tan decisivos,
tales correlaciones de fuerzas entre contrarios que lo que se precipita en
minutos solo es consecuencia de todo lo demás.
En cualquier caso, media hora, en
términos históricos pueden ser unos días, semanas, quizá meses, desde luego muy
pocos años.
El rebrote del “bicho” campa ya
descontrolado por el territorio de España, se reinventa con nuevos bríos allá
donde los gobiernos habían pretendido dar lecciones al mundo sobre la eficacia
de sus medidas preventivas y sanitarias (Suecia, Portugal Nueva Zelanda,
Alemania, Singapur,…) y galopa enloquecido por Estados Unidos, Brasil, otros
países de América Latina y la oficialmente inexistente África.
Oficialmente han muerto ya por la
pandemia más de 600.000 personas. Dejando de lado errores “involuntarios” de
los gobiernos en las declaraciones de cifras, allá donde el sistema estadístico
de los Estados ha perfeccionado su mentira, y la imposibilidad de declarar algo
más concreto que la indeterminada expresión “miles” en ese tercer mundo en el
que la vida vale menos que el cartón con el que se confeccionan decenas de
miles de ataúdes.
Según la OMS 13 millones de personas han sido
ya afectadas por el COVID-19. Según se mire, una cifra despreciable, si tenemos
en cuenta que habitamos el Planeta 7.700 millones de personas, apenas, el 0,002%.
Nos falta aún mucho para alcanzar la inmunidad de rebaño frente a la pandemia,
de la que hablan los expertos. Para ser tan expertos no se ponen de acuerdo en
si se logra dentro de una horquilla que va del ¡10 al 40%! de la población o es
necesario alcanzar el 60%. Todo es cosa de sumar unos cuantos millones de
muertos en términos absolutos para alcanzar la ansiada inmunidad ¡Qué asépticas
son las cifras para lograr la profilaxis ideal!
Lo que ya no se viene porque ya
está aquí desde hace meses, es el incremento de la pobreza de la que amplios
sectores de la clase trabajadora no se habían recuperado en los últimos 4-5
años en los que nos decían que “habíamos” –¿quiénes, qué clase social?- salido
de la crisis. 49 millones de nuevos pobres en el mundo se sumarán a los miles de
millones ya existentes. Una cifra insignificante, si no fuera porque una parte
importante de ellos pertenecerán al primer mundo, donde los mendigos, los sin
techo y los que aún no lo son, pero malviven creando “colas del hambre”, sí son
noticia, aunque menor y siempre políticamente utilizada por los distintos
partidos del sistema para sumar votos a su causa y restarla al oponente, sin
que se haga nada para, al menos, paliar su situación, salvo prometerles un Ingreso
Mínimo Vital que un mes después de iniciarse el plazo de solicitud del mismo ha
dejado fuera a la mitad de sus peticionarios y ha convertido prestaciones
derivadas del derecho al trabajo en asistencialismo para los nuevos mendicantes
que no tendrán derecho a una pensión de contributiva sino de caridad en el futuro,
si para entonces existe.
Veremos en España a muchos miles
de personas más de las que ya veíamos limpiando parabrisas de los coches en los
semáforos, pidiendo en los metros o a la entrada de las Iglesias, niños
desnutridos, hombres mayores que no pertenecen a ninguno de los colectivos protegidos,
a los que l@s “periodistas” oficiales han convertido en únicos perfiles de la
pobreza, engrosar las filas de los “Juan Nadie”, ignorados por todos, avergonzadamente escondidos en las filas de entrada a las sedes parroquiales de Cáritas.
Veremos cómo las distintas fracciones
del capital europeo revisten de intereses y conflictos entre socios de la UE y
entre naciones lo que no es otra cosa que el reparto de los restos del
naufragio que dejará el paisaje tras cada episodio del COVID y de otras posibles devastaciones que hayan
de venir no demasiado tarde, en un planeta que se agota.
Veremos cómo las promesas que hicieron
los gobiernos progreliberales de España,
Francia, Italia y Portugal de solidaridad europea para la reconstrucción tras
la pandemia se tornan lanzas contra las clases trabajadoras de esos países, en
forma de nuevos recortes sociales y privatizaciones de servicios, y como sus
economías se convierten definitivamente en las de los criados empobrecidos y
endeudados de la UE.
Veremos, una vez más, como tantas
en la historia hasta el punto en el que la memoria ya no alcanza, que la
izquierda es la quintacolumna contra la clase trabajadora, y el fascismo da un
salto de gigante desde una plataforma ya muy sólida hacia la conquista de los
bastiones definitivos de la gobernabilidad europea. Y veremos cómo quienes dan
el golpe de gracia a la razón política hacen compatibles programas
descarnadamente capitalistas y antisociales, revestidos en ocasiones de
asistencialismo social, con la represión política más brutal contra la clase
trabajadora y las libertades políticas.
Veremos cómo las tres áreas del imperialismo capitalista –la
UE, Estados Unidos y la entente China-Rusia- tensan las relaciones
internacionales, haciendo chantaje de tambores de guerra a sus propios pueblos y
sometiendo a unas clases trabajadoras, absolutamente domesticadas a los intereses de las tres fracciones del capital internacional; las cuáles se van echando
paulatinamente en brazos del fascismo mientras la izquierda continúa
traicionándola en nombre de sus ridículas “diversidades” que dicen anticapitalistas,
sin demostrar en qué lo son. Su práctica es la de mamporreros del capital, como
lo son sus amigos “diversos”.
Media hora antes, en términos
históricos, de que todo eso suceda, disfruten de la playa, echen un polvo en
condiciones, de los que ya ni se acuerdan cómo eran, con o sin mascarilla, colgada
del codo , de una oreja, en la frente o como antifaz, celebren la subida de su
equipo a primera división a rostro descubierto y dándose abrazos –sobran en el
mundo imbéciles por millones-. Total, ni el Ministerio de Sanidad, ni las
autonomías se ha gastado un euro ni en recursos humanos, ni en equipos EPI, ni
en rastreadores, ni en unidades de UCIs, ni en PCRs porque la consigna es
consumamos y levantemos la economía hasta morir, la del capital, pero eso
importa una m.
Ustedes, mientras tanto,
descubran que para cobrar un ERTE hay que sortear las de Caín, que les mienten
cuando les dicen que las Oficinas de la Seguridad Social están abiertas para
atender sus peticiones de que no les roben la promesa de un miserable Ingreso
Mínimo Vital de 462 euros y de que los funcionarios del Sepe (las oficinas del
paro) se “olvidan” de sellarles por defecto, como anunciaron mientras estaban cerradas
por la pandemia, las demandas del desempleo o les niegan por correo electrónico
los subsidios que por derecho les corresponden sin darles explicación alguna.
Disfruten de esta media hora antes
del desastre. Total, no actúan como si les importase demasiado lo que suceda a
partir del minuto 31.