Por
Marat
Oficialmente
hoy he vuelto al paro, tras unos 50 días de contrato de mierda, con
un salario aún más de mierda.
Eso
en una empresa que antes colaboró con la Púnica del PP, y fue implicada en tal investigación, que ahora
ha trabajado en una encuesta sobre salud para el ayuntamiento de
AhoraMadrid, en la que las 6 horas eran de suplicio al mando de una
histérica que solo sabía gritarnos mientras encuestábamos, con 15
minutos de descanso de unas pantallas que nos quemaban los ojos y
unos cascos que incrementarán nuestras deficiencias auditivas.
Eso
por 693 €, que intentaron dejar en 590 € a los entrevistadores
que nos habían ofrecido la primera cantidad, que no perdimos porque tuvimos la entereza de exigir lo que era nuestro. No me quejo. Hay mucha gente cobrando
menos y en una situación, por el momento, peor que la mía.
Cualquiera
que con más de 50 años esté trabajando en el sector que sea no
dejará de saber lo que es la sobreexplotación (explotación es lo
que sufre un asalariado por el hecho de serlo y dejar una plusvalía
al patrón).
Sé
que los que me quieren dirán con soy un imbécil por jugarme la
posibilidad de encontrar de nuevo un trabajo al denunciar esto, ya
que a estas alturas es muy fácil saber quién soy. Es fácil
identificarme, cierto, pero en mi hambre mando yo y aún me
respeto lo bastante como para callar. Al fin y al cabo tampoco daño
a mi imagen pública. No soy un progre de esos que traicionarán a la
clase trabajadora presentándose a las elecciones del Circo Estatal
Parlamentario (cargos de representación). No es que me limite a no
creer en ellos. Es que son, desde un análisis mínimamente realista,
la posibilidad de elegir entre las facciones que representarán a
nuestros explotadores. En todo caso, soy lo bastante mayor para saber
lo que hago y para no tener una moral de esclavo.
Pero
no es de mí de quien quería hablar. Según un informe del BBVA,
nada sospechoso de bolchevismo marxista, “casi
cuatro de cada diez desempleados del Estado español mayores de 50
años, en concreto el 39,2%, lleva buscando empleo cuatro años o
más” . No me verán ustedes, como pretende la noticia, enfrentar a mayores frente
a jóvenes. Unos y otros pertenecemos a la misma clase del agobio, de
los desheredados, de los que no importamos más que como cifra, de
los que no somos interesantes para el capital, de los que los
partidos naturales de éste esperan que no votemos y de los que
quieren heredar a esos representantes del poder burgués dicen que
somos gente, y no clase, e intentan convertirnos en su demagogia para
no cambiar nada de nada y pedirnos que sí votemos para ponerle cataplasmas a todo esto.
En
este trabajo he conocido a mujeres y hombres que me decían cosas
como “ya estoy en
los márgenes del mercado laboral”, “es lo que me queda”, “para
la gente de mi edad no hay mas que esto” o “tengo que pagar mi
alquiler o me echan. No tengo opción”.
Son mi gente. Y no por viejo. Los jóvenes, si no vais de
politólogos, frikis y niños rata o pijos, sois de mi banda. No hay
diferencia entre vuestro futuro y el nuestro, el de los viejunos.
Peleamos por sobrevivir.
Con
suerte, una parte de nosotros -¡qué importa los que se queden en el
camino hacia su limosna!- alcanzaremos los 400-450 € de paro para,
finalmente, los que hayan completado el tiempo suficiente de
cotización, tras haber enlazado muchos trabajos precarios, y
demasiado tiempo desempleados, lograr los 426 € de salario mínimo
de inserción.
Voy
a decirles algo a los simpáticos amigos progres del capital: esa
porquería que intentan vender como Renta
Básica Universal es una gran mentira, basada en el toma unos 400
€ y búscate la vida, ya sin coberturas sociales.
Lo
que los trabajadores de cualquier edad, jóvenes y mayores, hemos de
defender es la protección
frente al desempleo, el empleo estable, los salarios dignos y las
pensiones. Nos las hemos ganado con nuestras luchas por nuestra
dignidad,
nuestro futuro, el de nuestros hijos y, en muchos casos, el de
nuestros nietos. No es
nuestra tarea entrar al juego de la burguesía, como hacen los
vendedores de crecepelo para calvos y explicar cómo cuadraríamos
las cuentas sin expropiar al capital ni irritarle en exceso. Y dicho
esto, saber que lo que ayer conquistamos lo perdimos hoy y que nada
puede garantizar esas victorias como el gobierno de nuestra clase. Y
ese no lo obtendremos por las urnas ni la aceptación de las reglas
del juego parlamentario sino organizándonos para asaltar el Estado
burgués, destruirlo y crear uno de nuestra clase. Sin tribunos que
hablen en nuestro nombre ni representantes que pacten el nivel de
explotación que vamos a continuar consintiendo.
Y
mientras tanto, los pequeñoburgueses progres que digan que son
revolucionarios o lo que les apetezca, que adopten gatitos, besen
coles, peleen por acabar por el techo de cristal de las burguesas
profesionales que explotarán a las trabajadoras, mientras les piden
sororidad, o se dediquen a intentar justificar la prostitución como
libertad de la mujer oprimida.
Nuestro
papel como trabajadores es organizarnos, concienciarnos, formarnos y
establecer solo nuestra hoja de ruta, sin atender a cantos de sirena
como los anteriores o los de las patrias porque la lucha de los
explotados no conoce fronteras y quienes se las ponen son nuestros
opresores y sus cómplices, lleven el disfraz que lleven.