Higinio
Polo. El Viejo Topo
No
se puede recorrer Muranów, un barrio de Varsovia, sin que el corazón
se encoja y un nudo nos atenace la garganta. Aquí estaba el ghetto,
y, a cada paso, surgen los recuerdos del horror. Nos hablan de él,
Antoni Szymanowski; y los diarios de Emmanuel Ringelblum –los
Escritos del ghetto–; y las páginas de Hersch Berlinski, y
de Aurelia Wylezynska, muerta durante el levantamiento de Varsovia. Y
las de Cyvia Lubetkin, y Jan Karski, correo de los partisanos
polacos. Emmanuel Ringelblum, que fue asesinado por la Gestapo en
1944, pudo enterrar en Muranów algunos documentos que reunió.
También los nazis hablan de ese infierno: el general de las SS,
Jürgen Stroop, conquistador del ghetto de Varsovia; y el
propio Goebbels.
Antes
de la guerra vivían en Polonia tres millones de judíos polacos, más
de la décima parte de la población. En los combates de septiembre
de 1939, murieron más de cincuenta mil personas, y, un año después,
los nazis crearon los ghettos. En Varsovia, más de cuatrocientas mil
personas fueron encerradas en él, entre el hacinamiento, el hambre,
las enfermedades. Las condiciones de vida eran inhumanas: cada mes
morían más de cinco mil personas; decenas de miles de obreros
fueron obligados a trabajar para sus verdugos en condiciones de
esclavitud, alimentados sólo con sopa. Otros eran conducidos a
fábricas fuera del ghetto: eran un excelente negocio para los
industriales alemanes. Miles de mendigos llenaban las calles, junto a
centenares de niños abandonados, porque sus padres habían muerto.
El tifus, la gripe, y otras enfermedades hicieron estragos, y los
piojos se apoderaron de todo. Casi 85.000 personas murieron por
efecto del hambre y de las enfermedades en el ghetto de Varsovia,
antes de que el resto fueran enviados al campo de exterminio de
Treblinka.
Muro del ghetto de Varsovia, con el Palacio Lubomirski bombardeado |
Al
alba, los enterradores arrojaban a la fosa común los cadáveres
recogidos cada día. Los nazis apenas entregaban alimentos, pero
mentían al mundo sobre las condiciones del ghetto: llegaron a rodar
noticieros donde forzaron a aparecer al jefe del Judenrat,
Adam Czerniaków, y otras personas, en grandes banquetes. Arnold
Mostowicz, superviviente de otro ghetto, el de Lodz, nunca pudo
arrancarse de la memoria una escena atroz: tenía que atender a una
joven enferma. Cuando llegó a la casa, ya había muerto, así como
uno de sus hijos pequeños. No pudo hacer nada, sólo estremecerse
viendo cómo se agitaba el cadáver en un mar de piojos.
Pese
a todo, las organizaciones judías resistieron: en la calle Mila, 18,
estaba el cuartel general de la Organización Judía de Combate,
y un túnel secreto en la calle Muranowska comunicaba con el exterior
del ghetto. Incluso organizaban la vida, atendían a la ciencia y la
cultura, imprimían prensa clandestina, crearon una biblioteca
infantil. Incluso investigaron, como el doctor Israel Milejkowski,
que dirigió un trabajo científico en aquellas increíbles
condiciones. En la víspera de su muerte en el ghetto, anotó: “con
la pluma en los dedos, siento la muerte deslizarse en mi habitación…”
El
22 de julio de 1942 los nazis iniciaron la operación para liquidar
el ghetto de Varsovia: engañaron a la población simulando un simple
traslado, y concentraron a miles de personas cada día en la
Umschlagplatz, para enviarlas a Treblinka, con los ucranianos
y letones nazis disparando a matar para mantener el orden. En
septiembre de 1942, los trenes de la muerte transportaban
desde Varsovia hacia Treblinka entre cinco y siete mil personas
diariamente. Allí, 265.000 prisioneros del ghetto fueron convertidos
en humo.
En
el verano de 1942, algunos judíos del ghetto entran en contacto con
la resistencia polaca, para pedir armas. Crean la OJC, Organización
Judía de Combate. Consiguen algunas pistolas y dinamita, que
introducen en el ghetto por puntos secretos, como el agujero de la
calle Bonifraterska, o a través de la fábrica situada en la calle
Okopowa, al lado del cementerio judío; y por el túnel excavado en
la calle Muranowska, y por la entrada al ghetto de la plaza
Parysowski, donde la resistencia consiguió sobornar a los guardias
polacos. Contaban además con las cloacas, utilizadas por el mercado
negro y para intentar escapar al exterior. La OJC organiza incluso
una pequeña prisión dentro del ghetto, ejecuta a judíos
colaboracionistas con los nazis y distribuye octavillas explicando
sus acciones.
El
18 de enero de 1943, los alemanes lanzan el ataque final. Siguen las
deportaciones, y fusilan en el ghetto a los enfermos impedidos. Los
grupos judíos responden, y los combates duran cuatro días. El 21 de
enero, el mando alemán evita arriesgar a sus soldados en luchas
callejeras y decide volar con explosivos los edificios donde se
concentra la resistencia, que utiliza tácticas de guerrilla urbana y
se mueve por los tejados, los sótanos, las cloacas. La OJC ha
conseguido encuadrar a setecientos combatientes, y otro grupo, la
AMJ, a cuatrocientas personas más. El 19 de abril de 1943 estalla la
insurrección del ghetto. Mordechaj Anielewicz es el principal
dirigente de la resistencia: sus integrantes saben que sólo les
espera la muerte.
Civiles polacos en armas durante el levantamiento de Varsovia |
Comienzan
los combates por diferentes calles, y decenas de alemanes mueren. Los
nazis utilizan lanzallamas para incendiar todavía más el barrio,
que arde desde los primeros días de luchas. Los informes del general
Jürgen Stroop, que manda las tropas nazis, recogen que “familias
enteras se arrojan por las ventanas de los edificios incendiados”.
Los combatientes se ocultan en sótanos, en pasadizos, y atacan
cuando pueden. Algunos grupos de la resistencia polaca intentan abrir
brechas en el muro, desde el exterior, para ayudar a los judíos,
mientras que otros atacan a los soldados, pero la diferencia de
fuerzas es demasiado grande. El 8 de mayo, después de veinte días
de combates, las calles del ghetto son una montaña de ruinas y de
edificios destripados, donde los insurrectos mueren abrasados o
tienen que refugiarse a veces en sótanos en los que se acumulan los
cadáveres, que están siendo devorados por las ratas.
Soldados alemanes de las SS durante el levantamiento |
Los
alemanes se retiran, y deciden destruirlo todo. “Nunca olvidaré
la noche que incendiaron el ghetto”, escribió después Cyvia
Lubetkin. El día 7 de mayo, muere combatiendo Mordechaj Anielewicz.
Algunas decenas de personas permanecen agazapadas en las
alcantarillas y en los sótanos, sin alimento, sin agua, con los
labios convertidos en esparto: unas pocas podrán salvarse todavía
gracias a un camión de la resistencia que espera camuflado en una
alcantarilla fuera del ghetto: entre ellos estaba Marek Edelman, uno
de los dirigentes de la insurrección. Otros optan por el suicidio,
para no caer en manos de los nazis, o se ven forzados a matarse unos
a otros, entre lágrimas. El 16 de mayo Jürgen Stroop declara que la
resistencia ha cesado: para celebrarlo vuelan con explosivos la
sinagoga de la calle Tlomacka. Después, en agosto de 1944, estalla
la insurrección general de Varsovia, y en enero de 1945 el Ejército
Rojo libera la ciudad. Los combatientes del ghetto de Varsovia
escribieron: “¡Vivir con dignidad y morir con dignidad!”
Sabían que la resistencia no sólo era posible sino imprescindible
para el futuro de la humanidad.
Nos
queda su ejemplo, y las insoportables fotografías del horror: fosas
comunes, niños muertos en las aceras del ghetto, el lento paso del
niño judío, cubierto con su gorra, con los brazos en alto, con el
miedo asomando en sus ojos, observado por los soldados nazis; y el
rostro de otro niño, que arrastra un carro con cadáveres; y la del
violinista con la piel en los huesos, que pide ayuda: va a arrancar
unas notas del violín, mientras nos mira, para que no olvidemos
nunca que ellos estaban allí, en el infierno.