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30 de septiembre de 2020

ANTE EL CAOS DE LA PANDEMIA, UNA EXIGENCIA UNITARIA: VIDA Y TRABAJO

 


Por Marat

El Espacio de Encuentro Comunista (EEC) ha publicado recientemente un documento político titulado “Por la vida y el trabajo, unifiquemos las luchas” que, creo absoluta  y pertinentemente necesario en el aquí y el ahora, por lo que recomiendo encarecidamente su lectura a quienes no lo hayan hecho aún.

El pasado sábado 19 de septiembre –a veces me gusta datar los momentos que me marcan, aunque mi memoria acabe por destruir esos recuerdos- en una tienda de Puente de Vallecas, zona que iba a ser confinada dos días después, el 21, escuché a una mujer mayor decir algo muy directo y claro: “la gente trabajadora les importamos una mierda a los políticos. Lo único que quieren es que sigamos trabajando para el beneficio de los ricos”. Aquella mujer comprendía lo esencial del concepto de explotación y de la lucha de clases.

Conozco a desesperados que llevan 6 meses esperando el Ingreso Mínimo Vital, una fórmula de asistencia laica del Estado que les ha excluido de los derechos ligados al trabajo, que deben escoger entre morirse de hambre o ir al trabajo sin querer saber si están enfermos porque no pueden permitírselo.

Para el capital y sus esbirros políticos, sean la derecha extrema, los fascistas de VOX o el gobierno de progreso, la clase trabajadora es un mero dato estadístico, formado por individuos a los que tratan como carne de cañón. Todas las invocaciones  con apariencia humanitaria que hacen unos y otros respecto a los más débiles ante el tsunami de la pandemia y sus efectos económicos, así como las supuestas medidas paliativas tomadas, son mera propaganda que no se concreta en otra cosa que tirar balones hacia adelante, intentando que el sistema capitalista salga de ésta lo menos damnificado, mientras confían en nuestra capacidad de resignación y aguante ante las consecuencias de sus dos crisis, la del bicho y la acumulada, tras la anterior, y consecuencia de una economía zombie tras la eclosión de la pandemia.

La imagen de Sánchez y Ayuso en su comparecencia ante los medios, arropados por 26 banderas de “España” y de la Comunidad de Madrid, son la evidencia de la demagogia política que pretende unificar lo que está fragmentado desde siempre en clases sociales con realidades inconciliables bajo el manto de lo nacional y patriótico, lo mismo que están haciendo otros nacionalismos, incluidos los locales. Aquello empezó cuando desde los primeros días del Estado de Alarma compararon la situación de la pandemia con una guerra o cuando esgrimieron el slogan emocional de “este virus lo paramos unidos”, el clásico instrumento con el que se ataja la posibilidad de comprender la realidad mediante el obsceno trampantojo de apelar a los sentimientos inmediatos con el objetivo de cegarnos respecto a quienes serían los perdedores de esta historia.

Luego gobierno y oposición podrán jugar a enfrentarse, desdiciendo su supuesta “unidad nacional” ante el desastre, tratando de sumar fuerzas y “razones” a cada lado de sus supuestas trincheras pero lo cierto es que toman como rehenes a la clase que soporta todas sus inacciones, su ausencia de medidas que protejan nuestra salud y de actuaciones que nos protejan ante el crecimiento del desempleo, la pobreza y la desesperación individual y social: la trabajadora.

A las colas del hambre delante los locales de las asociaciones de vecinos, los bancos de alimentos o las oficinas de Cáritas les han sustituido las colas de los receptores de los ingresos de los ERTE ante los bancos, que tampoco es que cobren unos estipendios precisamente jugosos. El cambio de protagonistas en las filas se debe a que el final del Estado de Alarma permitió “respirar” a quienes deben buscarse la vida dentro de la economía sumergida, ahora con menos ingresos aún que en el pasado porque la demanda laboral de empresarios “emprendedores”, negocios variopintos, legales e ilegales, y “ciudadanos ejemplares” que aprovechan su necesidad de trabajo es menor, dada la situación económica y la situación ventajosa del empleador, que ahora puede pedir más por menos ¿Quién dijo que el capitalismo era un fracaso? No para quienes tienen los resortes para que el viento sople a su favor.

El estigma social en cualquiera de esas colas es evidente porque te señala, lo mismo que la tarjeta para familias vulnerables, creada a partir de la pandemia en Madrid, para comprar alimentos y productos de higiene, un  chivato público de la condición de pobre (ahora se dice vulnerable) cuando tengas que mostrarla en la caja del supermercado. Seguramente temían sus promotores que, de no utilizar este medio de señalamiento social, e ingresar en la cuenta bancaria del “beneficiario” la cantidad que cubre dicha tarjeta, un procedimiento mucho más discreto, el personal se lo gastara en coñac y marihuana, que ya se sabe cómo son estos menestorosos. Hay que aplaudir que tan edificante idea del Ayuntamiento de Madrid se haya hecho contando con el apoyo de los grupos progres, perdón, de izquierdas, representados en él. Otro éxito incontestable del alcalde Almeida, popularmente conocido como “carapolla”.

La selección de los barrios y pueblos del sur de Madrid como territorios para exhibir algún tipo de acción autonómica ante el persistente y dilatado descontrol por las autoridades locales  frente a la  proliferación de la COVID-19 es un insulto a las clases trabajadoras y populares de las zonas afectadas. Permitir que los trabajadores de ellas salgan a realizar sus trabajos y pedirles que se confinen a su vuelta, sin inversión en recursos sanitarios humanos, técnicos, preventivos y diagnósticos, con unos centros de salud sobresaturados y sin medios, dejando pudrirse durante meses la situación en la región y sin financiación de la protección social que favorezca el autoconfinamiento, es una declaración de guerra de clases desde los representantes políticos oficiales del capital.

Hay una cierta zombificación del estado mental individual y colectivo, una conmoción que se une con un estado de malestar y rabia que, de no expresarse socialmente en forma de protesta organizada y con unas demandas concretas, puede dar lugar bien a la resignación, bien a estallidos sociales, sin destino ni dirección concretas, que sirvan para incrementar la represión política de clase.

De hecho, la oferta del gobierno español a la Comunidad de Madrid de desplegar policía nacional y guardia civil allí donde pueda ser necesario para la “paz social” y el objetivo de “colaboración ciudadana” ante la pandemia y la intención del Ayuntamiento de Madrid de dotar de pistolas Taser a la policía municipal indica que la “democracia” burguesa ya prevé que el descontento social pueda llegar a expresarse.

A pesar de la conmoción social hay indicios, aún débiles y dispersos de la manifestación del descontento social. De los trabajadores metalúrgicos de Puerto Real, que ven amenazado su futuro laboral, a los de Alcoa, cuya amenaza de cierre cae sobre sus cabezas, de los enseñantes a los sanitarios, de los estudiantes a los trabajadores de la cultura y el espectáculo, la ira social va tomando lentamente forma, en unos casos reivindicando la protección de la salud, en otros del trabajo y de medidas del desempleo.

Separar la exigencia de protección de nuestras vidas y de nuestra salud, mediante los medios que el Estado capitalista debe poner en marcha, de las demandas de empleo y de protección al desempleo es condenarnos a que debamos jugarnos la vida para salir a trabajar y ganarnos el sustento, ya sea en el transporte público, en los centros de trabajo, públicos o privados, en las escuelas o en los centros sanitarios.

Las luchas parciales, sectoriales, de categorías profesionales dentro un sector (médicos dentro de la sanidad), de sectores concretos (enseñantes), de empresas, etc., en el contexto de una crisis sistémica y sanitaria de estas dimensiones están destinadas a fracasar. Si se pertenece a un colectivo laboral o sector, antaño con gran capacidad de presión, como el de enseñantes o sanitarios, en las circunstancias actuales, basta con que se les apliquen servicios mínimos del 90 ó100% para que sus huelgas no existan. Si las movilizaciones afectan a empresas concretas o sectores no esenciales, en el contexto de la cuestión social, política y económica que lo domina todo, carecen de capacidad de presión. Si las peleas de un barrio o pueblo estigmatizado socialmente se quedan en su localidad, sin vincularse mucho más allá a otros territorios o a lo que pasa en el centro de salud, la escuela o las empresas próximas, solo serán anécdotas de 3 tuits y un día. 

Pero exigir la protección de nuestras vidas y vincularlas a la exigencia de que no estamos dispuestos a jugárnoslas para mantener su maquinaria productiva de beneficios y unir el conjunto de las reivindicaciones laborales y de los barrios, de la enseñanza y la sanidad, eso es mucho más difícil de ignorar porque ellos, derecha e izquierda al servicio del capital, han apostado porque, con o sin pandemia, la inversión en proteger nuestras vidas, nuestros empleos y las coberturas de nuestro paro no cuestionen la ganancia empresarial.

Ahí está nuestra fuerza, nuestra capacidad de parar los próximos golpes contra nuestra clase y de revertir la correlación de fuerzas en la que ellos están ganando por goleada.

Que no les entretengan con que si los Borbones tal o cuál, con la unidad de la patria, con bolivarianos o fachas o con delirios que ciertos extraterrestres expresan cuando hablan de nacionalizar la banca -las necesidades inmediatas de la clase trabajadora hoy pasan por tener ingresos mensuales, llenar la nevera, pagar los libros del colegio de sus hijos, la hipoteca o el alquiler mensual. No están para milongas- o la autodeterminación de los pueblos. Lo que el capital y su trupe circense de 350 parlamentarios no podrán soportar es que exijamos gasto social en proteger nuestras vidas y nuestros empleos y que unamos todas las luchas que afectan a nuestra clase en ese mismo objetivo común. Para ellos es gasto sin beneficio. Se les quiebra el negocio. Y si no, pregúntense porqué han dejado pudrirse la situación sanitaria del país y la económico-social de nuestra clase.

Si les queda alguna duda de hasta qué punto defender las necesidades inmediatas de la clase trabajadora es hoy incompatible con los intereses de acumulación del capital, les sugiero que lean las reivindicaciones del Espacio de Encuentro Comunista (EEC) –van en la parte final del documento- en el enlace que les señale al principio del texto.

29 de julio de 2020

DIARIO DEL AÑO 1 DE LA PANDEMIA (1)


Por Marat

¿Se han fijado ustedes que ya no decimos coronavirus, que el término COVID-19 está en retirada y que ahora todos hablamos de “pandemia”?

El ser humano destaca por muchas cosas. Una de ellas es la estupidez gregaria de repetir los términos que se emiten desde el poder. El mediático, que es un poder eco del empresarial (los medios de comunicación y los emisores de bulos son empresas), ha fijado ya el término, al que los políticos del sistema capitalista (todos los que tienen representación electoral porque no la alcanzarían de otro modo) se han unido en Santa Alianza.  

Decir pandemia es ir normalizando la excepción que nace del nombre concreto y específico de un tipo de epidemia concreto: el coronavirus SARS-CoV-2 (COVID-19). Cuando la anomalía emerge hay una necesidad de nombrarla. Es la manera de acercarse a lo que es, a su naturaleza, de indagar en su etiología, buscando el modo de combatirla.

Cuando esto no es posible porque no se disponen de los recursos económicos, aunque hayan miles de millones dispuestos para salvar, pongamos por caso al sector del automóvil (3.750 millones), ni de los técnicos, como la Comunidad de Madrid para incorporar rastreadores de la COVID-19, cuando bastaría no más de 800 encuestadores, como siempre mal pagados, pero bien formados mediante un correcto briefing técnico para hacer el seguimiento de los contactos de un infectado pero se duda durante más de un mes si se debe imponer la obligación de llevar mascarilla, que no palía lo que no se haga en inversión preventiva en equipos y medios técnicos, para no afectar negativamente al sector de la hostelería y el ocio madrileños, es mejor hablar de pandemia que de coronavirus o de COVID-19. Son fieles seguidores de lo que se ocultaba bajo la expresión “nueva normalidad” que inventó el gobierno de la nación, sugiriendo lo que éste acabaría haciendo después: la doctrina Sinatra del “My way”  (a mi manera) para cada autonomía, sabiendo que cada una de ellas buscaría el beneficio economico de su clase empresarial (no importa quién gobierne. Todo gobierno bajo el capitalismo responde a la máxima de servir a la ganancia del capital) antes que la protección de la vida.

Hay quien pretende que la inacción del gobierno español, que tan bien respondió durante el Estado de Alarma, protegiendo antes la vida que el beneficio empresarial, es un modo de demostrar que la dirección del Estado contra “el bicho” era eficaz y que los que tanto le criticaron desde la oposición política en sus gobiernos autónomos iba a mostrarse ineficaz. Seguro que hay algo de eso pero no deja de ser un comportamiento criminal por pasividad.

Sin embargo, no es esa la razón profunda de la “nueva normalidad”, consistente en mezclar preocupación en los nuevos datos de rebrote de la COVID-19 con esta especie de “laissez faire” de la descoordinación. La real es que estamos ante la peor crisis económica, que pronto será social (ya aparecen signos de protesta de sectores de trabajadores afectados por los despidos y la nueva miseria que se les viene encima), del capitalismo que hayamos conocido desde el final la II Guerra Mundial. Y hay que levantar la economía, mueran los que mueran.

Hay que agradecer al Presidente Trump su sinceridad cuando afirmó que “hay que tomar una decisión. Perdemos miles y miles de personas todos los años por la gripe, pero no apagamos el país por eso. [Hoy, 29 de Julio de 2020, Estados Unidos suma ya 148.066 muertos por el coronavirus COVID-19]. En promedio mueren 37.000 personas al año. ¿Pueden creerlo? Perdemos muchas más personas por accidentes de tránsito, pero no llamamos a las compañías a decirles que dejen de hacer autos por eso. Tenemos que volver a trabajar”.

La derecha capitalista es siempre más cruda pero más sincera sobre los intereses que defiende que la izquierda, que siempre es capitalista desde su origen en la Revolución Francesa, cuando su marca su diferencial fue cuestionar el poder del rey de vetar las decisiones de la Asamblea Nacional, no rechazar el régimen de propiedad burgués que entonces emergía. Pero explicar que comunismo e izquierda son antagónicos es como intentar destruir un acorazado con un tenedor. Los conceptos pueden contener tal nivel de ceguera emocional que impiden cualquier reflexión histórica.

La izquierda europea se inclinará por Biden, como antes lo hizo con Obama, dejando de lado lo que ya sabe: que en el circo político del capital todos responden a su mismo credo, se llamen Trump, Biden, Obama, Casado, Abascal, Sánchez o Iglesias, que se traga una trirreme romana con los galeotes en pie y los remos en alto, con tal de seguir manteniendo su estatus de representante público del capital.

Nos están vendiendo una mentira indecente de “ayudas”, que no defensa de las necesidades vitales de la clase trabajadora ni de sus derechos, con la basura de 462 € (come, paga tu hipoteca o tu alquiler y el agua, luz y gas de tu hogar, sin hablar del resto de necesidades, con eso) del Ingreso Mínimo Vital y resulta que de los 600.000 que dice el Ministro de la Seguridad Social (SS), el que decía que había que separar las prestaciones no contributivas de las contributivas de la SS para asegurar su futuro, que lo han pedido se han quitado a la mitad de candidatos a cobrarlo de encima. Rechazos, personas que desisten por dificultad de comprender o llevar a cabo el proceso de petición de la ayuda, imposibilidad de ser atendido por el teléfono de contacto, negativa al anunciado derecho a cita previa,…. que ha dejado de ser un derecho ligado al trabajo y a las conquistas de la clase trabajadora. Sugiero, para entender lo que significa esta mentira que sustituye derechos por asistencialismo el siguiente enlace: https://encuentrocomunista.org/articles/comprender-el-ingreso-minimo-vital/

¿Les atienden en el SEPE? La oficina del paro, para entendernos. En Madrid ya están negando las citas previas para cualquier demanda, incluida la Renta Activa de Inserción (RAI) de la Comunidad de Madrid, como estará sucediendo en otras Comunidades Autónomas. Eso sí, si vuelves a pedir cita porque la negativa a tus derechos no aparece justificada en el correo electrónico que los funcionarios del SEPE te envían, te dejan claro que el medio para reclamar es pedir la cita que te impiden tener con ellos. Y son muy amables: acaban el correo con “un saludo”.

Quizá haya que seguir hablando de ello y seguramente este post no lo lea casi nadie y, si lo lee, se conforme con decir ¡qué cabrones!, en lugar de organizarse en defensa de los derechos que son pisoteados a muchos de nosotros que no queremos saber que somos parte de la clase que se traga lo que haga falta con tal de no tener problemas, la clase trabajadora.

De los trabajos que no están asegurados, no de los que son fundamentales para la continuidad de la actividad de las grandes empresas y de la administración, los que aparezcan como nuevas oportunidades, serán aún más crueles con tu necesidad de supervivencia y de respeto a tu dignidad. Entiendo por lo que pasas. Sé de ello. Pero no podría entender tu resignación.

No voy a hablar de los desgraciados, con o sin papeles, sobre los que hace una semana se cargaba la prueba de los nuevos infectados. Es gente que solo quiere sobrevivir. Lo indecente es que, atribuyendo al hacinamiento en su pernoctación, tras sus horas de sobreexplotados (sin contrato legal, mal pagados, con horas excesivas de trabajo, sin protección en sus condiciones de trabajo,…), esa gente que ha asegurado que tendríamos alimentos durante el confinamiento, sean ahora la oportunidad de abaratamiento de sus condiciones de vida para el empresario que los sobreexplota cuando se propone que ayuntamientos, comunidades autónomas , Estado y empresarios se repartan el coste de sus habitáculos. En Francia, incluso con Franco, nos trataban mejor a los españoles durante la vendimia.   

Ningún organismo les va a dar una cifra real de parados. Ya se han encargado desde el SEPE en impedir la cita para apuntarse al desempleo pero sospecho que estamos entre 4 y 5 millones parados reales, no de adscrit@s por aburrimiento. Entre ellos, muchos desesperados que tienen sus cuentas a cero.

Vivimos en un tiempo de propaganda. Quizá sea necesario que usted mire sobre su propia realidad y deje aparte sus simpatías políticas electorales, hoy tan pobres. Tal vez deba empezar a pensar por sí mismo sobre lo que se nos viene encima y sobre si ello tiene algo que ver con el sistema económico en el que vive.

Elige si prefieres ser un esclavo que llora y se queja en el bar o alguien que se da cuenta de que comparte con muchos su rabia social y cree, con ellos, que ya basta. Es hora de organizarse.

14 de julio de 2020

MEDIA HORA ANTES DEL DESASTRE


Por Marat

En dimensiones de medida histórica las horas no existen, salvo aquellas que son decisivas. Pero éstas lo son porque se han acumulado tal conjunto de acontecimientos, tan decisivos, tales correlaciones de fuerzas entre contrarios que lo que se precipita en minutos solo es consecuencia de todo lo demás.

En cualquier caso, media hora, en términos históricos pueden ser unos días, semanas, quizá meses, desde luego muy pocos años.

El rebrote del “bicho” campa ya descontrolado por el territorio de España, se reinventa con nuevos bríos allá donde los gobiernos habían pretendido dar lecciones al mundo sobre la eficacia de sus medidas preventivas y sanitarias (Suecia, Portugal Nueva Zelanda, Alemania, Singapur,…) y galopa enloquecido por Estados Unidos, Brasil, otros países de América Latina y la oficialmente inexistente África.

Oficialmente han muerto ya por la pandemia más de 600.000 personas. Dejando de lado errores “involuntarios” de los gobiernos en las declaraciones de cifras, allá donde el sistema estadístico de los Estados ha perfeccionado su mentira, y la imposibilidad de declarar algo más concreto que la indeterminada expresión “miles” en ese tercer mundo en el que la vida vale menos que el cartón con el que se confeccionan decenas de miles de ataúdes.

 Según la OMS 13 millones de personas han sido ya afectadas por el COVID-19. Según se mire, una cifra despreciable, si tenemos en cuenta que habitamos el Planeta 7.700 millones de personas, apenas, el 0,002%. Nos falta aún mucho para alcanzar la inmunidad de rebaño frente a la pandemia, de la que hablan los expertos. Para ser tan expertos no se ponen de acuerdo en si se logra dentro de una horquilla que va del ¡10 al 40%! de la población o es necesario alcanzar el 60%. Todo es cosa de sumar unos cuantos millones de muertos en términos absolutos para alcanzar la ansiada inmunidad ¡Qué asépticas son las cifras para lograr la profilaxis ideal!

Lo que ya no se viene porque ya está aquí desde hace meses, es el incremento de la pobreza de la que amplios sectores de la clase trabajadora no se habían recuperado en los últimos 4-5 años en los que nos decían que “habíamos” –¿quiénes, qué clase social?- salido de la crisis. 49 millones de nuevos pobres en el mundo se sumarán a los miles de millones ya existentes. Una cifra insignificante, si no fuera porque una parte importante de ellos pertenecerán al primer mundo, donde los mendigos, los sin techo y los que aún no lo son, pero malviven creando “colas del hambre”, sí son noticia, aunque menor y siempre políticamente utilizada por los distintos partidos del sistema para sumar votos a su causa y restarla al oponente, sin que se haga nada para, al menos, paliar su situación, salvo prometerles un Ingreso Mínimo Vital que un mes después de iniciarse el plazo de solicitud del mismo ha dejado fuera a la mitad de sus peticionarios y ha convertido prestaciones derivadas del derecho al trabajo en asistencialismo para los nuevos mendicantes que no tendrán derecho a una pensión de contributiva sino de caridad en el futuro, si para entonces existe.

Veremos en España a muchos miles de personas más de las que ya veíamos limpiando parabrisas de los coches en los semáforos, pidiendo en los metros o a la entrada de las Iglesias, niños desnutridos, hombres mayores que no pertenecen a ninguno de los colectivos protegidos, a los que l@s “periodistas” oficiales han convertido en únicos perfiles de la pobreza, engrosar las filas de los “Juan Nadie”, ignorados por todos, avergonzadamente escondidos en las filas de entrada a las sedes parroquiales de Cáritas.

Veremos cómo las distintas fracciones del capital europeo revisten de intereses y conflictos entre socios de la UE y entre naciones lo que no es otra cosa que el reparto de los restos del naufragio que dejará el paisaje tras cada episodio del COVID  y de otras posibles devastaciones que hayan de venir no demasiado tarde, en un planeta que se agota.

Veremos cómo las promesas que hicieron  los gobiernos progreliberales de España, Francia, Italia y Portugal de solidaridad europea para la reconstrucción tras la pandemia se tornan lanzas contra las clases trabajadoras de esos países, en forma de nuevos recortes sociales y privatizaciones de servicios, y como sus economías se convierten definitivamente en las de los criados empobrecidos y endeudados de la UE.

Veremos, una vez más, como tantas en la historia hasta el punto en el que la memoria ya no alcanza, que la izquierda es la quintacolumna contra la clase trabajadora, y el fascismo da un salto de gigante desde una plataforma ya muy sólida hacia la conquista de los bastiones definitivos de la gobernabilidad europea. Y veremos cómo quienes dan el golpe de gracia a la razón política hacen compatibles programas descarnadamente capitalistas y antisociales, revestidos en ocasiones de asistencialismo social, con la represión política más brutal contra la clase trabajadora y las libertades políticas.

Veremos cómo  las tres áreas del imperialismo capitalista –la UE, Estados Unidos y la entente China-Rusia- tensan las relaciones internacionales, haciendo chantaje de tambores de guerra a sus propios pueblos y sometiendo a unas clases trabajadoras, absolutamente domesticadas a los intereses de las tres fracciones del capital internacional; las cuáles se van echando paulatinamente en brazos del fascismo mientras la izquierda continúa traicionándola en nombre de sus ridículas “diversidades” que dicen anticapitalistas, sin demostrar en qué lo son. Su práctica es la de mamporreros del capital, como lo son sus amigos “diversos”.  

Media hora antes, en términos históricos, de que todo eso suceda, disfruten de la playa, echen un polvo en condiciones, de los que ya ni se acuerdan cómo eran, con o sin mascarilla, colgada del codo , de una oreja, en la frente o como antifaz, celebren la subida de su equipo a primera división a rostro descubierto y dándose abrazos –sobran en el mundo imbéciles por millones-. Total, ni el Ministerio de Sanidad, ni las autonomías se ha gastado un euro ni en recursos humanos, ni en equipos EPI, ni en rastreadores, ni en unidades de UCIs, ni en PCRs porque la consigna es consumamos y levantemos la economía hasta morir, la del capital, pero eso importa una m.   

Ustedes, mientras tanto, descubran que para cobrar un ERTE hay que sortear las de Caín, que les mienten cuando les dicen que las Oficinas de la Seguridad Social están abiertas para atender sus peticiones de que no les roben la promesa de un miserable Ingreso Mínimo Vital de 462 euros y de que los funcionarios del Sepe (las oficinas del paro) se “olvidan” de sellarles por defecto, como anunciaron mientras estaban cerradas por la pandemia, las demandas del desempleo o les niegan por correo electrónico los subsidios que por derecho les corresponden sin darles explicación alguna.

Disfruten de esta media hora antes del desastre. Total, no actúan como si les importase demasiado lo que suceda a partir del minuto 31.

21 de junio de 2020

FERNANDO SIMÓN, SERVIDOR PÚBLICO


Por Marat
Son pocas las expresiones que hoy en día no están contaminadas por el desgaste o por el envilecimiento de todo cuanto las connota. Las sociedades fragmentadas carecen de consenso en los términos que conllevan alguna carga moral y no hacen prisioneros.

La de “servidor público” no es una excepción. Y sin embargo, quiero reivindicarla, al menos en tres de sus concreciones: la sanitaria, la científica y la de la enseñanza. Pido disculpas por adelantado porque, seguramente, me olvido de alguna otra que debiera ser incuestionable, pero ahora mismo no soy capaz de precisarla.

Sin la sanitaria estaríamos expuestos a cada hora cada ser humano a la ruleta de la muerte por las que hoy consideramos las más nimias enfermedades, que aún asolan al Tercer Mundo, sencillamente porque allí el capital farmacéutico no encuentra mercado lo bastante interesante para su beneficio económico.

Sin la investigación científica, con todos los intereses del capital que están detrás, aún andaríamos con el taparrabos de la ignorancia, ese que nos quieren inocular los terraplanistas, las pseudociencias de la naturopatía y de la homeopatía en la que se ha ido convirtiendo el mundo de las farmacias.

Sin la enseñanza estaríamos ante la más completa indefensión de los explotados y los oprimidos, imposibilitados de llegar comprender las causas de lo que les sucede cuando la lógica del beneficio empresarial y del matonismo del poder les convierte hoy también en esclavos. Y esto sin olvidar que la enseñanza bajo el capitalismo es uno de sus aparatos ideológicos de dominación de clase. Pero, a pesar de ello, la enseñanza es un medio útil para dudar y comprender la realidad que nos rodea.

Esa es mi concepción del “servidor público”. No la de la persona que sirve al gobierno de turno sino la que ayuda a salir del dolor y la oscuridad a sus semejantes.

Ese es el atributo que creo que le corresponde a Fernando Simón,  director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, el de “servidor público”, en el sentido que le he dado y no en otro que cualquiera, con mayor o menor razón, pudiera considerar.

Fernando Simón hoy es, para muchos,  un “héroe del pueblo”, un matador de la COVID-19. No creo que lo sea ni que él se considere tal cosa.

Más bien lo considero como el especialista en epidemiología en un país sin tradiciones en este tipo de especialidad, entre otras cosas porque no las ha padecido apenas hasta ahora desde que se erradicó la poliomelitis en 1955.

Por mucho que haya trabajado en Mozambique y en Burundi o en América Latina, por mucho que se haya  especializado en malaria, sida y tuberculosis, no deja de ser un español, formado en España, con uno de los mejores curriculums en su especialidad pero que no vive habitualmente en los países pandémicos por naturaleza de Asia, África o América Latina. Era, seguramente, la mejor opción especialista para esta pandemia que hemos sufrido en nuestro país (lo fue también para el PP cuando la crisis del ébola y entonces nadie, tampoco, el PP en aquella ocasión se lo reprochó pero, casualmente, hoy sí, junto con los fascistas de VOX) pero no era infalible. Solo dios lo es pero, como nos enseñó Camus en “La peste”, dios no existe y, en tales circunstancias, aún menos.  

Se le reprocha desde la ignorancia de determinados ámbitos ciudadanos, potenciada por el cálculo del voto posible entre la derecha reaccionaria y la extrema derecha, haber considerado que no existían apenas riesgos de la epidemia unos días antes de la declaración del Estado de Alarma en España y que el número posible de diagnosticados iba a ser algo anecdótico. Es cierto que dijo eso pero se suele “olvidar” que China mantenía por entonces un control sobre la información de lo que allí estaba sucediendo casi absoluto y que apenas la compartía con otros Estados y que en Italia la declaración del Estado de Emergencia se producía con solo dos casos el 31 de Enero de este año. Incomprensiblemente, en medio del Estado de Emergencia en Italia se jugó el partido entre el Atlanta y el Valencia el 19 de febrero: 40.000 asistentes entre italianos y españoles. Si en Italia no se veía mayor peligro en realizar eventos multitudinarios como ese, ¿debía considerarse lo contrario en España? Bastante más tarde supimos que el virus se propagaba con mayor nivel de riesgo en espacios cerrados que en abiertos y que la densidad de población era más determinante que el número de habitantes. No le competía al doctor Simón tomar tal decisión sino al Ejecutivo español pero ¿se imaginan qué hubiera sucedido si a primeros de Febrero, cuando apenas había noticias de afectados en España, se hubiera adelantado el Estado de Alarma? ¿Creen de verdad que una sociedad acepta medidas tan drásticas como las tomadas posteriormente sin verle las orejas al lobo? Hoy Italia, a pesar de la anticipación en sus medidas sanitarias, arroja la cifras de 6.000 muertos más que España. Y no sirve el cuento de la ocultación de datos porque ese supuesto comportamiento vale para cualquier Estado de cualquier país.

Pero, por encima de lo que hasta ahora les estoy contando, creo necesario señalar que el papel del doctor Fernando Simón es especialmente inapreciable en cuestiones que van más allá de las recomendaciones que haya hecho al gobierno en cuanto a las medidas a tomar para aplanar lo que era su obsesión: la curva del coronavirus.

La primera de esas cuestiones me la señaló un amigo y militante de mi organización, el Espacio de Encuentro Comunista, cuando me dijo aquello de “Simón es alguien balsámico. Cuando aparece da tranquilidad”. Frente al miedo que atenazaba a una sociedad confinada en sus casas y en sus propias angustias, Simón, cada día ofrecía serenidad y un rayo de esperanza, justo la que necesitábamos entonces los españoles y aquellos que habían venido de lejos a buscarse la vida, como cualquier ser humano, y a convivir con nosotros, muchos en espaciales circunstancias de sobreexplotación hasta que todo se paró.

Su voz templada, la humildad con la que reconocía lo que sabía y lo que no cuando los periodistas le preguntaban en las ruedas de prensa diarias, nos transmitía paz y un deje de empatía con quienes vivíamos nuestras cotidianas paranoias, aislados de la calle y solo conectados, los que teníamos la posibilidad, con otros (familia, amigos de siempre y nuevos,…) mediante la tecnología. Esa misma tecnología que nos iba reconduciendo hacia el nuevo confinamiento del teletrabajo, pero esa realidad laboral con pérdida de derechos hay que achacársela primero al capital y luego a su gobierno de turno, el que ahora ejerce.

La segunda pista me la dio, también mi amigo y camarada, cuando me habló de cómo le recordaba la situación que estábamos viviendo a “La peste”, de Camus. Hacía muchos años que había dejado de leer a uno de mis autores preferidos, el de “Calígula”, el de “El estado de sitio”, el de “El malentendido”, el de “Los justos”, el de “El exilio y el reino”, el de “La caída”; para muchos el de “El extranjero”.    

Caí entonces en la memoria del doctor Rieux, el héroe de “La peste”. Imaginé a Simón dando un paseo por el Madrid semidesértico y pensando en sus propias angustias, nacidas de una tarea que agota a cualquier ser humano  frente a una devastación que a él y a cualquier ser humano le había de superar. Y, como a Bernard Rieux le vi entonces en mi imaginación: “Fuera le pareció a Rieux que la noche estaba llena de gemidos. En alguna parte, en el cielo negro, por encima de las farolas, un silbido sordo le hacía pensar en el invisible azote que abrasaba incansablemente el aire encendido.”.

Era eso, la empatía humana del servidor público con el dolor que no era posible que fuera ajeno para él.

Toda sociedad humana necesita de servidores públicos en el sentido que he definido, de personas que entreguen a la colectividad lo mejor de sí mismas. Al hacerlo se elevan sobre su condición de individUos y dan sentido a las mejores estrófas del poema de John Donne:

"Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.

Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo"

Defender a los Fernando Simón de cada circunstancia es proteger a quienes creen que lo colectivo es superior moralmente a lo individual y que hay una razón para hacerlo: el somos frente al salvajismo que defienden algunos de que el ser humano es un lobo para otros seres humanos. 

No le voy a juzgar a futuro. Ya lo han hecho la reacción y el fascismo y ciertos izquierdistas que le acusan de blanquear decisiones del gobierno. Solo espero de él que siga siendo el servidor público para quienes lo necesitan que ha sido hasta ahora, libre de tentaciones políticas y fiel a la idea de servicio a los demás que un día se prometió a sí mismo.

24 de mayo de 2020

EL FASCISMO AMENAZA LA VIDA PARA RECUPERAR EL BENEFICIO DEL CAPITAL. LA ÚNICA RESPUESTA POSIBLE ES DE CLASE


Por Marat

Las caceroladas y las manifestaciones en los barrios burgueses contra el Estado de Alarma son un síntoma de descontento social entre los sectores de las clases medias reales (pequeños y medianos propietarios) y autopercibidas (de segmentos minoritarios de la aristocracia asalariada) que señalan el efecto del largo período de confinamiento en la economía nacional, que se ha deteriorado, tanto en sectores básicos y de grandes empresas de la producción como en los pequeños negocios (fundamentalmente de servicios) y, con ello, las de los hogares y, en consecuencia, en el consumo, que se ha limitado a fundamentalmente a las necesidades básicas y a otras secundarias, ligadas fundamentalmente al entretenimiento en casa.

El acierto de los fascistas y de la derecha reaccionaria del PP ha sido la de haber sabido conectar con el miedo al futuro de esos sectores de las clases medias reales y autopercibida, como consecuencia de la destrucción del tejido productivo que ha traído la combinación del agotamiento del período de recuperación tras la última crisis del capitalismo y de la paralización de gran parte de la actividad económica como consecuencia de las medidas sanitarias para parar la COVID-19.

No es un fenómeno español. En mayor o menor medida que en nuestro país ha sucedido en la práctica totalidad del mundo, por lo que la nueva fase de la crisis capitalista es, de nuevo, también global. Éste es un factor que debe esgrimirse desde una posición de clase: el capitalismo acelera su crisis general y no hay salidas nacionales a la misma.   

Tampoco es un fenómeno local la respuesta fascista contra el confinamiento. En Italia, en Alemania, en los estados USA no controlados por Trump en los que se da alguna forma de este tipo de medidas, las protestas organizadas por la extrema derecha se suceden, siempre en nombre de la libertad y con banderas patrias. La libertad es la del mantener abiertos los negocios por encima de los riesgos de los trabajadores que hay en ellos. Y la bandera patria es siempre el manto de la mentira protectora con el que el capital quiere cubrir lo que antes era contradicción de intereses trabajo-capital bajo la forma nueva de “más mata el hambre”, planteado por quien no lo padece y está lejos de padecerlo. La burguesía siempre ha  vendido desde la revolución francesa lo que son sus intereses de clase como interés general de todas las clases.   

Conviene entender la relación subalterna de las clases medias, justo las que auparon el fascismo en el pasado y lo están elevando en el presente, con la clase rectora del sistema capitalista, la gran burguesía. La clase media propietaria de medios de producción, e incluso los segmentos sociales de la aristocracia asalariada, están ligadas al capitalismo como sistema y a las grandes corporaciones de las que son empresas proveedoras y subcontratadas y de las que obtienen sus elevados salarios un sector de los directivos no claves en la toma de decisiones empresariales.

Establecida esta cuestión hay una relación compleja entre pequeña y mediana burguesías y gran capital.

La pequeña y mediana burguesías han comprendido que su futuro está comprometido y que necesitan de la recuperación del consumo, por lo que es imprescindible para ellos la vuelta a las terrazas y al negocio de las tiendas.

El gran capital, el que mueve el porcentaje del PIB que, de verdad, será afectado por la crisis, turismo, automoción, construcción y banca, crea a través de sus medios de “comunicación” económicos y generalistas el estado de opinión social, el llamado “estado del malestar” que, curiosamente, remite a ciertas anticipaciones del 15-M. De ahí que en la prensa más conservadora se haga un paralelismo entre los objetivos de VOX de creación de “ambiente de protesta social” con la aparición de los indignados y la posterior eclosión de Podemos. Para la clase media se proyectó en su día una articulación política progre y ahora otra fascista. En cualquier caso, ambas tuvieron un discurso explícito no de clase, sino de “gente” y nacionalista.

Afortunadamente los fascistas están llegando tarde varios países. En Italia y en España es más que evidente. Las curvas de la pandemia acabarán por aplanarse

En Estados Unidos no hay sanidad pública, porque el Obacamare nunca fue público, que absorba el brutal número de contagiados, vemos como el fascismo exige violentamiente  el fin de las cuarentenas. En  Brasil,  con un Presidente tan eloqucido como las cifras de la enfermedad, se produce un tipo de respuesta desde el Estado muy similar al que se da en Estados Unidos. La elección de recuperación de la tasa de beneficio empresarial en lugar de vida puede que se convierta en caos económico.

El acuerdo de Alemania y Francia para intentar que la UE apruebe un superbazooka financiero de ayudas más “generosas” que en la anterior fase de la crisis capitalista para los países afectados por la pandemia (fundamentalmente pensando en el sur) tiene mucho que ver con la necesidad de Francia de salir adelante porque está agotada económicamente y con la situacion de Alemania porque, si se hunde el sur, es el fin de la UE y, con ello, Alemania tendría que comerse su producción al no poder colocarla fuera de sus fronteras.   

Si esa opción falla, muy posiblemente lo hará, dado que las inversiones se acabarán destinando mucho más a las necesidades de financiación de las grandes empresas capitalistas de la UE que a supervivencia de las clases trabajadoras que mantengan el consumo, lo que queda es el odio organizado políticamente. Es decir, la salida fascista.

Con todo, el verdadero riesgo del fascismo es que, el deterioro de la situación económica favorezca la captación por la ultraderecha de una parte de los sectores menos conscientes de la clase trabajaddora que, ante la desesperación por su depauperación económica, vean en el fascismo una forma de expresar su rabia social. 

En las situaciones de desesperación social en las que brota el fascismo el antifascismo no puede ser la clásica respuesta antifacha del enfrentamiento físico. Hay que desnudar sus argumentos, visibles si se quiere ver de qué hemos estado hablando, dejar claro a la pequeña burguesía que puede condenarse a desaparecer, deglutida por el gran capital, o sumarse a la cola, y sin pretensiones de dirigir lo que no le corresponde, y ser parte de la solución.   

Es necesario impulsar un tipo de lucha que conecte con las necesidades inmediatas, vitales y sentidas de nuestra clase porque, de no ir por ahí la respuesta, la que dará el fascismo será la que canalice la frustración y le malestar sociales hacia el odio y la demanda de un caudillismo que el capital acabará por emplear, cuando se le acaben todas las demás opciones para imponer por la fuerza la recuperación de sus ganancia a costa de nuestra miseria. No hay muchas vueltas que dar a los argumentos. Basta con hacer memoria de ellos y señalarlos.

Es necesario romper con el sectarismo propio del cuanto peor mejor y de que el peor enemigo es siempre aquel del que intentamos diferenciarnos para ser nosotros mismos y es necesario también asumir que el actual gobierno de los progres en España ha defendido la protección de la vida antes que el beneficio del capital, frente a todo el capital organizado, el fascismo evidente y el “conservador” y su Brunete mediática sin carta de navegación, que ningún país tenía ante una pandemia desconocida. Nada más y nada menos. Y hasta ahí porque luego de ciertas medidas sociales de choque y de una austeridad y unos recortes más atenuados, vendrán otros más brutales y, si no han conseguido sacarles del gobierno las fuerzas de la reacción, harán la misma política contra los trabajadores que haría la derecha más ultraliberal porque, al igual que a Zapatero no le tembló el pulso a la hora de aplicar nuevas legislaciones laborales y de pensiones absolutamente antisociales, tampoco les pasará a ellos.

Hay que decirles a los trabajadores que si no se organizan para defender lo conquistado ayer y para exigir lo que corresponde a las nuevas necesidades con las que se van encontrar, lo que les queda es a qué capataz del sistema elegir y cuánta represión de clase van a estar dispuestos a asumir.

Es el momento de explicarle a los trabajadores que frente a los intereses del capital para recuperar sus beneficios amenazos por el confinamiento, en una sociedad socialista la opción determinante sería siempre la de proteger la vida de la gente de nuestra clase, que es la más expuesta ante cualquier pandemia:
  • En el socialismo la vida no estaría amenazada por la demanda de beneficio
  • En el socialismo, la protección de la vida sería el más sagrado principio a defender.
  • En el socialismo el ser humano no se enfrentaría a la necesidad de trabajar durante una pandemia, jugándose la vida para poder comer.  
  • En el socialismo, el principal problema al que se enfrentaría la humanidad sería cómo acabar con una enfermedad extendida.
  • En el socialismo, los trabajadores que hubieran de trabajar, para satisfacer las necesidades básicas de la población en caso de pandemia, estarían adecuadamente protegidos y el coste de protegerlos no sería el problema sino el de la capacidad científica para responder ante la amenaza.

17 de mayo de 2020

CORONAVIRUS, QUIMERA, DISTOPÍA Y UTOPÍA


Por Marat

Cuando a uno no le pagan por escribir, a tanto la pieza o por palabras y tampoco escribe al dictado de la “línea editorial”, lo hace cuando puede o cuando cree que tiene algo que decir y es capaz de ponerse ante el ordenador y decir lo que quiere expresar. Éste es el caso, como siempre.

Antes de que la estampida del desconfinamiento produzca la amnesia colectiva, quienes se hayan detenido en los contenidos que las formas de entretenimiento del vacío mental que se han difundido para rellenar el tiempo de reclusión –en mi opinión necesaria frente a la pandemia- en cantidades y calidades obscenas, quizá hayan reparado en que hay tiempos de mentira, tiempos que nos educan en terrores futuros y tiempos del deseo necesario.

En el mismo orden en que acabo de señalarlos los nombro como quimera, distopía y utopía.

1.-Quimera
En la segunda acepción, que es la que me interesa, del diccionario de la real academia de la lengua española se define a este término como  “aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo”. En plata, mentira.

Hablemos de quimera en tiempos de coronavirus durante el desconfinamiento.

Quimera es que necesites pedir una ayuda al SEPE (Servicio Público de Ayuda Estatal) y no dispongas de ninguno de los sistemas de certificación electrónica -certificado digital, DNI electrónico, CL@VEPIN (para un solo uso, por lo que hay que pedir una nueva clave para cada uso nuevo) y CL@VE permanente-. La odisea que te espera para conseguirlo está a la altura de la de Ulises. Tanto que acabas teniendo que recurrir a tutoriales en vídeo para ver cómo conseguir ese sistema de certificación electrónica. Todo ello para descubrir que no puedes pedir cita online con el SEPE o encuentres que tu situación para solicitar un subsidio no está  dentro de los supuestos de los que te informa la web de este servicio.

No soy un conspiranoico, lo primero porque aún me funciona la cabeza moderadamente bien, lo segundo porque no entiendo los procesos históricos como explicados por una sucesión de conspiraciones sino marcados por la lucha de clases dentro de un formación económica y social dada y lo tercero, y no menos importante, porque no soy un reaccionario, pues se es un reaccionario cuando se recurre a la conspiración para “explicar” cómo funciona la economía bajo el capitalismo y está claro que para un capitalista, que se rige por la máxima de la rentabilidad, el gasto social no es rentable. Conviene no olvidar que los Estados son Estados capitalistas gobierne quien gobierne. Y en el caso español actual también.

Cuando no hay modo posible de hacer gestiones personales por razones higiénico-sanitarias justificadas, tampoco telefónicas “por saturación” del servicio y la posibilidad de llevarlas a cabo mediante el medio online, es harto dificultosa, por las trabas laberínticas ya descritas, no hace falta ser muy inteligente para saber que se está jugando a ganar tiempo (para disponer de la liquidez necesaria para los distintos tipos de parados  afectados o no por el COVID-19) y a generar desestimiento entre una parte de los candidatos a demandantes. Esperar que el servicio del SEPE piense en las necesidades y angustias personales de quienes se ven sin un euro para pagar su alquiler, la comida o las necesidades más elementales es pura quimera. Es decir que, al menos de momento, aquello de no dejar a nade en el camino es una mentira bastante indecente. Las colas de las bolsas vacías ante las asociaciones civiles laicas o religiosas no tienen otra explicación.

Quimera es que aparezcan nuevas compañías eléctricas en televisión comparándose con Luther King, Gandhi o quien se supone que se plantó delante de un tanque en Tiananmén, diciendo que “por algo se empieza”.  Cuando uno se preocupa en saber quién está detrás de esta operadora energética de la “tarifa justa” y de la “energía 100% verde” se entera de que la gestora de fondos de capital riesgo española Axon controla el 27% de sus acciones y de que sus principales impulsores y caras públicas son gente sin aparente gran procedencia empresarial, aunque bien conectados con Forbes España, el IESE, el Deutsche Bank o inversores en energías renovables como  Special Credit Situations Group o han estado presentes en la dirección financiera de Novacaixagalicia, la consultoría de McKinsey & Co. o el Boston Consulting Group.

Esta compañía energética que se propone absorber otras menores para hacerse un sitio en la minipecera de los depredadores energéticos tiene un estilo 15M de “capitalismo colaborativo” interesante por su capacidad de absorber un discurso buenrollista, pensamiento Alicia, delicioso.

Si algo debe agradecerse a tiburones tipo Endesa o Iberdrola es que les importe entre cero y nada parecer éticos, “colaborativos” partidarios del “bien común” (el de sus grandes accionistas sí), justos y ecológicamente sostenibles. Se la pela y uno no deja de saberlo, si quiere.

Que Holaluz se vista de ONG, mucho más tarde de que hubiéramos empezado a sospechar de las ONGs, tiene delito. Comprarles el relato no tiene justificación salvo que se sea gilipollas profundo. En todo caso, conviene mirar qué tiburón les cobrará menos por encender la luz del fluorescente de sus cocinas.

Quimera es que haya partidos, medios de comunicación y grupos de presión empresariales (de estos a cascoporro) que intenten torcer el brazo al gobierno, lo están logrando, para que las medidas más eficaces de contención social del coronavirus –el confinamiento es la principal- sean anuladas antes de que estemos seguros de que no habrá un rebrote en los hospitales ni los medios de control sean capaces otra vez de hacerles frente, una vez demostrado su casi agotamiento ahora.

Quimera es que los pijoburgueses del barrio Salamanca, de Pozuelo Aravaca o Chamartín vendan como defensa de la libertad lo que es su deseo de reapertura de sus negocios poniendo en riesgo la vida de sus trabajadores o que señalen como estado de emergencia solapado lo que es un intento de viajar a sus chalets con piscina propagando el virus allá donde vayan.

Quimera es que haya “personajes” que, con la coartada del COVID-19  intentan que confundamos ese invento llamado por los progres postcapitalismo (¿Qué pretenden hablando de un sistema inexistente si no es alternativo al capitalismo? Yo lo tengo claro) con el fin de la etapa neoliberal o del predominio del capitalismo financiero, sin el que no puede sobrevivir el productivo, cuando no hay postcapitalismo sin acabar con las relaciones sociales de producción capitalista basadas en una plusvalía nacida del trabajo excedente sin el que el sistema no puede reproducirse porque carecería de beneficio. Podría explayarme con la admiración que el personaje al que me refiero profesa a una vedette esotérica, que dice que es comunista, como  Žižek, para el que la explotación laboral es algo así como la existencia de gamusinos o con su apoyo al peronismo argentino pero tampoco me apetece hacer sangre cuando toca hablar de cuestiones mucho más importantes que alguien como Atilio Borón.

Quienes juegan esta partida no son radicalmente opuestos a los fascistas criminales de VOX ni  los prefascistas del PP que acusan de comunistas a los de Unidas Podemos, ofendiendo con tal acusación a los comunistas que nada tenemos que ver con quienes emplean bálsamos por vitales que sean, para quienes están en el nivel de la supervivencia, cuando sabemos que tras la pandemia aplicarán nuevas recetas de dolor y recortes sociales a los trabajadores para favorecer la recuperación del beneficio empresarial, en lugar de organizar a la clase trabajadora para lo que se nos viene encima. Ambos mienten. Unos para defender la democracia burguesa, cumpliendo su viejo papel de justificadores, aparentemente críticos, del capital. Otros para actuar como criminales a sueldo del capital, poniendo por delante el trapo de una bandera patria que jamás protegerá a las clases subalternas de los intereses de clase de los patriotas sean estos españoles, catalanes o vascos.   

2.-Distopía
Según la Real Academia de la Lengua Española distopía es la “representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”.

Distopia es  que haya millones de españoles e inmigrantes cuyos hijos dependan de la caridad para comer, distopía son las enormes colas de nuevos pobres, distopía es que haya seres humanos que tienen que jugarse cada día una gran multa para continuar con sus actividades en una economía sumergida de la que no pudieron salir porque, de otro modo, no pueden sobrevivir.

Distopía es la ingente cantidad de trabajadores que están descubriendo las maravillas del teletrabajo. Basta ya de limitar las críticas al mismo al tener hijos en casa. No es lo peor la conciliación trabajo-familia cuando ésta es imposible. Lo peor del teletrabajo viene de horas que superan a lo establecido, de la invasión de la privacidad por parte de la empresa cuando, supuestamente, no es horario de trabajo, del control de la producción en remoto, de los efectos físicos y psicológicos del trabajo en el hogar, de la imposibilidad de separar espacios/tiempos de trabajo y vitales, de la alienación que viene de la soledad y, por supuesto, de la próxima pérdida de derechos laborales y contractuales que significara el paso de ser un trabajador a un autónomo del búscate la vida, págate tú la cotización y te llamaré a ti o a la plataforma que te subcontrate, cuando lo necesite.  

¿Han estado ustedes viendo películas en las televisiones no de pago últimamente? De las de pago no les pregunto porque probablemente, el contenido distópico sea el principal de su programación.

¿Se han preguntado alguna vez qué función cumplen estos contenidos, sea en formato de film o de series? Yo sí y más aún también me he preguntado por el porqué de que se hayan multiplicado en estos meses de pandemia.

Los contenidos audiovisuales que  hablan de sociedades totalitarias y policiacas, de destrucciones de la tierra, de pandemia, de apocalipsis,  de animales extraños que nos heredarán, luego de acabar con el género humano, del día después de…, más allá del mero entretenimiento, tienen el objetivo de ir generando la aceptación ante cualquier decisión del poder económico y político que nos conduzca a la sumisión de la voluntad o a la acatar la pérdida de libertades ante peligros inminentes.

Esos son los contenidos que ayudan a justificar a los chivatos policías de los balcones, que explican las comparecencias de militares, guardias civiles y policías durante las primeras semanas en ruedas de prensa que nos explicaban el día a día del coronavirus, que han intentado colocarnos, y en parte lo han logrado, aplicaciones en los móviles dedicados a nuestro seguimiento.

En una pandemia como la que hemos vivido no se pueden mantener todas las libertades. Hay liberales que son criminales si no son conscientes de la necesidad de su limitación pero no vale todo. No vale mantener la Ley Mordaza, cuando quien la aplica se manifestó en su contra ni vale tampoco que se permita la total liberalidad de la policía para actuar. Es evidente que no es lo mismo impedir un botellón o una manifestación que no contempla la distancia social que el que una madre salga a pasear con su hijo autista en los peores momentos de la pandemia. No había carta de navegación pero a una policía que no es democrática (JUSAPOL es un claro ejemplo de ello) hay que leerle la cartilla antes de dejarla salir a la calle. A ver si es que es preferible que se pasen por exceso antes que por defecto. Sería bueno saberlo.

3.-Utopía
La RAE da dos definiciones de utopía:
1. f. Plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización.
2. f. Representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano.

No suenan mal, al menos a mí, salvo en lo de “que parecen de muy difícil realización”
Decían Marx y Engels
“Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o , dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante son también las que confieren el papel dominante a sus ideas.” (“La ideología alemana”. Marx y Engels)

Para algunos una especie de catecismo comunista, justamente lo que los dos revolucionaros se negaron a aceptar como título en lugar del “Manifiesto Comunista”, que tiende a simplificar en exceso un pensamiento mucho más sutil, más rico, más lleno de matices. Casi todos los comunistas reducimos a un párrafo un pensamiento mucho más profundo, limitándonos a aquello de “La ideología dominante es la de la clase dominante”.

Hay quienes entendieron el funcionamiento del capitalismo como un acto de fe. Quizá algún día sean capaces de explicarnos el porqué y el cómo de las crisis capitalistas.

Quienes nos consideramos comunistas vemos necesario dar la batalla de las ideas para desnudar la naturaleza de un sistema que no conspira contra sí mismo (sería estúpido no comprender hasta qué punto la crisis económica derivada del COVID-19 exige recuperar el beneficio empresarial) pero que es incapaz de dar respuestas  a la humanidad, ahora más que nunca.

La utopía es la esperanza para los cristianos que buscan un mundo mejor también aquí. A su lado, no más lejos, los comunistas podemos compartir la fraternidad y la denuncia ante la desigualdad que sufren los desheredados de nuestra clase.

Un comunista mira la utopía como una posibilidad. El marxismo nunca fue determinista. Nunca planteó el derrumbe como el cómodo atajo que evitaría a los explotados luchar por emanciparse.

El ser humano puede llegar a liberarse de su necesidad o encaminarse a la barbarie. Es necesario explicar el riesgo de la locura y el porqué. El capitalismo mata pero no basta decirlo. Toca desnudarlo.

La crisis del capitalismo viene de lejos. Desde la mal llamada crisis del petróleo no ha hecho más que sucederse por etapas, cada vez más rápidas, encaminándose hacia su senilidad.

La COVID-19 no ha creado una nueva crisis. La ha acentuado. Pero creer que el paro actual, la ausencia de recursos económicos, es lo peor que le ha ocurrido a la clase trabajadora es no entender casi nada. Lo que viene ahora es la salida del capital a esta nueva fase de la crisis que ahora le ahoga. Su recuperación, nuestra miseria. En unos meses veremos su actuación.

Utopía es entender que el comunismo no es solo una sociedad futura sino un movimiento que lo acerca.
“Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual" (“La ideología alemana”. Marx y Engels)

Ésta es la esencia de la utopía comunista. Avanzar, pegados a las necesidades inmediatas y cotidianas de nuestra clase hacia la sociedad a la que aspiramos. Defender cada milímetro a conquistar sin engañarla, dejándola claro que mañana puede perderlo dentro del capitalismo, intentar elevar su conciencia como clase antagónica y plantear con claridad que de ésta salimos más fuertes solo si comprendemos que dentro del capital no hay esperanza. Y que  solo la podemos construir de forma colectiva, solidaria y organizada.