Guglielmo
Carchedi. Marxismo Crítico.
Un
argumento clave para la teoría de la historia y la revolución de
Marx es que “Ningún orden social perece antes de que se han
desarrollado todas las fuerzas productivas a las que puede dar curso”
(Crítica de la Economía Política, Prefacio). Ahora, si el marxismo
es una ciencia, debe ser verificable empíricamente. Pero esta
verificación es también importante por otra razón. Como dice
Gramsci, “La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo
viejo muere y lo nuevo no acaba de nacer” (Cuadernos de la
cárcel , “La influencia del materialismo” y “crisis
de autoridad”, Volumen I, tomo 3, pág. 311 , escrito alrededor
de 1930). El análisis empírico también nos permite comprender por
qué y sobre todo cómo lo viejo muere.
En
la fase actual de la historia – es decir, desde el final de la
Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad – el capitalismo se
encuentra con un límite cada vez más insalvables debido a la
contradicción entre el crecimiento de la productividad del trabajo
por un lado y las relaciones de producción, entre el trabajo y el
capital, por el otro. Esta contradicción es cada vez más fuerte y
el capitalismo está agotando su capacidad para desarrollarse en el
contexto de esta fase histórica. La forma concreta adoptada por esta
contradicción, su creciente incapacidad para desarrollarse, son
crisis cada vez más violentas.
El
punto clave es la tasa de ganancia, el indicador clave de la salud de
la economía capitalista. En el ámbito de una nación o grupo de
naciones, lo que cuenta es la tasa media de ganancia.
Consideremos
en primer lugar la tasa promedio de ganancia de Estados Unidos, la
nación que todavía es, con mucho, la más importante. Las
estadísticas muestran que la tasa de ganancia de los EE.UU. está en
un estado de caída irreversible. La caída es tendencial, es decir,
a través de ciclos económicos ascendientes y descendentes. Sin
embargo, la tendencia es claramente a la baja.
Gráfico
1. tasa media de ganancia, EE.UU., 1945-2010 1
La
tasa de ganancia cae debido a la naturaleza específica de las
innovaciones tecnológicas, el factor principal de su dinamismo. Las
innovaciones, por un lado aumentan la productividad del trabajo, es
decir, cada trabajador crea una cantidad cada vez mayor de mercancías
con la ayuda de medios cada vez más avanzados de producción. Por
otro, las innovaciones reemplazan a los trabajadores por medios de
producción.
Gráfico
2. La productividad del trabajo y de los trabajadores de los medios
de producción
La
productividad se incrementó de 28 de millones de dólares por
trabajador en 1947 a 231 millones en 2010, mientras que los
trabajadores por medios de producción se redujo de 75 en 1947 a 6 en
2010. Dado que sólo el trabajo produce valor, una hipótesis que
puede demostrarse empíricamente, una mayor cantidad de producto
siempre contiene una menor de valor.
Esto
también se aplica al trabajo mental. Se habla mucho estos días de
Internet como un nuevo horizonte del desarrollo del capitalismo. En
un reciente artículo[2] analizo la naturaleza del trabajo mental y
argumento que puede ser productivo de valor y plusvalía, al igual
que el trabajo objetivo, equivocadamente llamado material. Sin
embargo, incluso el trabajo mental está sujeto a las mismas reglas
que determinan el trabajo en el capitalismo. Por un lado, las nuevas
formas de trabajo mental dan lugar a nuevas y más terribles formas
de explotación y nuevas posibilidades para aumentar aún más la
tasa de explotación de los trabajadores mentales. Por otro lado, las
nuevas tecnologías reemplazan el trabajo mental con medios de
producción, al igual que sucede en el trabajo objetivo. A pesar de
sus características específicas, el trabajo mental no es el elixir
de la eterna juventud del capitalismo.
Consideremos
ahora la economía mundial. La misma tendencia de la tasa de ganancia
en los EE.UU. puede ser observada a nivel mundial.
Gráfico
3. tasa de ganancia en todo el mundo y el G7, 1963-2008 (índice 1963
= 100)
Nótese
la diferencia entre la tasa de ganancia del G-7 y el resto del mundo.
Para comenzar desde los últimos años de la década de 1980, el G-7
han sufrido una crisis de rentabilidad (tendencia negativa), mientras
que la tasa de ganancia tiene una tendencia global positiva. Esto
significa que otras naciones han desempeñado un papel cada vez mayor
para mantener la tasa de ganancia en todo el mundo.
La
siguiente tabla pone la fase actual de desarrollo capitalista en un
contexto histórico más amplio.
Gráfico
4.
Los
gráficos 1, 3 y 4 muestran que la tasa de ganancia no cae en línea
recta, sino a través de ciclos ascendentes y descendentes. Y la
tendencia a caer es frenada y revertida debido contra-tendencias de
forma temporal. Hay tres tendencias principales contrarias a la caída
de la tasa de ganancia. Los tres son capaces de frenar esta caída
sólo temporalmente.
La
primera es que las innovaciones tecnológicas disminuyen el valor de
cada unidad de producto. Esto también se aplica a los medios de
producción. El denominador de la tasa de ganancia puede caer y la
tasa de ganancia puede crecer. Esto es cierto en el corto plazo, pero
en el largo plazo existe incertidumbre. Si la tasa de ganancia cae,
el valor de los medios de producción debe crecer. Esto es lo que
pone de manifiesto el siguiente gráfico
Gráfico
5 . Valor de los medios de producción (% del PIB), EE.UU., 1947-2010
En
este gráfico se confirma lo que Marx anticipó en los Grundrisse:
una sola máquina puede costar menos, pero la totalidad del precio de
las máquinas que sustituyen a esa máquina aumenta no sólo en
términos absolutos sino también en relación con el precio de
salida. A la larga, esta contra-tendencia no ha funcionado.
La
segunda contra-tendencia es el aumento de la tasa de explotación.
Los trabajadores producen más valor y plusvalía si trabajan más
tiempo y con mayor intensidad. Y cuanto más plusvalía producen,
mayor es la tasa de explotación, mayor es la tasa de ganancia. Esto
es lo que ocurrió a partir de 1986, con el advenimiento del
neoliberalismo y el ataque salvaje a los salarios. La tasa de
explotación se elevó a los niveles más altos de la posguerra, con
la excepción de 1950.
Gráfico
6. Tasa de explotación, EE.UU., 1945-2010
El
gráfico a continuación relaciona la tasa de explotación con la
tasa de ganancia.
Gráfico
7. Tasa de explotación y la tasa de ganancia, 1947-2010
Las
dos tasas están estrechamente relacionados. Esta tabla puede ser
leída como si la tasa de ganancia estuviera determinada por la tasa
de explotación: hasta mediados del decenio de 1980 cuanto más
disminuye la tasa de explotación más baja es la tasa de ganancia.
Por el contrario, a partir de los años 1980 a 2010, cuanto mayor es
la tasa de explotación, mayor es la tasa de ganancia. La conclusión
de cualquier economista neoliberal es que, para aumentar la tasa de
ganancia debe aumentar la tasa de explotación, es decir, que tiene
que recurrir a las políticas de austeridad (para el trabajo, no para
el capital).
Ahora
bien, es cierto que la tasa de ganancia aumenta cuando lo hace la
tasa de explotación. Pero de ahí no se deduce que mejore la
economía y que se pueda salir de la crisis aumentando la tasa de
explotación. La tasa de ganancia media puede aumentar debido al
aumento de la tasa de explotación, aunque, a diferencia de un
capitalista individual, lejos de denotar una mejora de la economía,
puede ocultar un empeoramiento. Es decir, puede ocultar una
disminución de la producción de plusvalía por unidad de capital
invertido y una mayor asignación a favor del capital. Pero sólo la
producción de plusvalía (no su reparto) por unidad de capital
invertido denota el estado de salud de la economía capitalista.
La
medición de la tasa de ganancia determinada únicamente por el valor
excedente producido se obtiene calculando la tasa de ganancia con una
tasa de explotación constante.
Gráfico
8. Margen de beneficio con la tasa de explotación constante, EE.UU.,
1947-2010
Como
se muestra, la producción de plusvalía por unidad de capital
invertido tiende a decrecer a lo largo de toda la fase histórica
actual. Este gráfico se puede dividir en dos períodos, de 1947 a
1986 y en ambos la tasa de ganancia cae.
Gráfico
9.
y
desde 1987 a 2010.
Gráfico
10.
En
este período, la tasa de ganancia con una tasa de explotación
constante también cae en el período comprendido entre mediados de
la década de 1980 hasta la actualidad, y que es el del
neoliberalismo. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la
actualidad, el sistema es cada vez menos capaz de producir plusvalía
por unidad de capital invertido, un hecho oculto por una creciente
tasa de explotación, pero revelado si la tasa de explotación se
mantiene constante. El aumento de la tasa de ganancia con una tasa
variable de explotación desde mediados de la década de 1980 en
adelante no denota una mejora de la economía, sino su deterioro,
como lo demuestra la tendencia de la tasa de ganancia con una tasa de
explotación constante. La torta disminuye, mientras que aumenta la
parte que se apropia el capital.
Veamos
ahora la tercera contra-tendencia. El aumento de la tasa media de
explotación a nivel global y, por lo tanto, la compresión de los
salarios, significa, de una parte, que el poder adquisitivo de las
masas se reduce y, por otra, que el valor excedente producido no
puede ser invertido en sectores productivos debido a que la tasa de
ganancia cae en estos sectores. Por consiguiente, el capital emigra a
sectores improductivos, como el comercio, las finanzas y la
especulación. Los beneficios de estos sectores son ficticios, son
deducciones de los beneficios obtenidos en la esfera productiva.
Gráfico
11. beneficios reales y financieros, las ganancias de miles de
millones de dólares, 1950-2010, EE.UU.
Mientras
que en los años 1950 los beneficios financieros fueron del 3,1% de
los beneficios reales, en 2010 se habían convertido en el 136,5%.
Implícito
en este movimiento está el crecimiento de la deuda global. El
crecimiento de las ganancias ficticias se produce a través de la
creación de capital ficticio y la emisión de títulos de deuda (por
ejemplo, bonos) y de ulteriores y sucesivos títulos de deuda sobre
aquellos títulos de deuda. Así se ha creado una montaña de títulos
de deuda interconectados debido a un crecimiento explosivo de la
deuda global.
Gráfico
12. El dinero y la deuda como porcentaje del PIB mundial, 1989-2011
EE.UU.
La
moneda real que es la representación del valor, del trabajo
contenido en los productos.. Es llamada dinero-fuerza. Es una
fracción muy pequeña comparada con las tres formas de crédito.
Pero el crédito es deuda, no riqueza, y la deuda no es moneda,
aunque puede cumplir algunas de las funciones del dinero.
El
enorme aumento de la deuda y la crisis financiera que sigue a
continuación son una consecuencia de la crisis en los sectores
productivos, la caída de la tasa de ganancia con una tasa de
plusvalía constante, y no su causa. Este enorme aumento de la deuda
en sus diversas formas es el sustrato de las burbujas especulativas y
de las crisis financieras, incluida la que está por venir. Aunque en
este caso, el aumento de la tasa de ganancia debido a las ganancias
ficticias alcanza su límite, desencadenando las recurrentes crisis
financieras.
El
capitalismo está en un curso de colisión consigo mismo. Las
contra-tendencias siempre actúan menos y por eso:
(1)
los medios de producción son cada vez más caros, ya que requieren
una proporción creciente del PIB, en lugar de ser cada vez más
baratos;
(2)
el aumento de la tasa de explotación aumenta la tasa de ganancia,
pero este aumento es engañoso, ya que no indica un aumento del valor
excedente producido sino su declive, junto con una mayor apropiación
del mismo por el capital;
(3)
el crecimiento exponencial del capital ficticio no hace más que
inflar la burbuja especulativa hasta provocar su explosión. Este
será el catalizador de la crisis en los sectores productivos.
Las
señales de que se acerca la próxima crisis son claras: por un lado,
la tendencia a la baja en el mundo, de forma irreversible, de la tasa
de ganancia, aunque con espasmos debido a las contra-tendencias; de
otro, los factores que serán los catalizadores de la crisis de
rentabilidad, que son:
(1)
los primeros signos de guerras comerciales que, si se producen,
reducen el comercio internacional y, por lo tanto, la realización de
la producción de valor y de plusvalía.
(2)
los brotes de guerras, especialmente en las regiones ricas en
petróleo que pueden ampliarse de repente en guerras entre las
grandes potencias. El capital de las naciones productoras de armas
aumentaría sus ganancias, pero las zonas en conflicto sufrirían una
destrucción de capital y, por tanto, de su capacidad de producir
valor y plusvalía. Este último sería el caso si el conflicto se
desbordara más allá de las fronteras locales.
(3)
el crecimiento de los movimientos de derecha y ultra-nacionalistas
también alimentada por las políticas neoliberales y que constituyen
un caldo de cultivo cultural propicio para aventuras militares.
Se
podría argumentar que el capitalismo puede recuperarse si no en el
mundo occidental, si en las llamadas economías emergentes. Este es
un término ideológico para calificar a aquellas economías que, en
la arena imperialista, han sido economías dominadas y cuya función
es contribuir más que otras economías dominadas a la reproducción
del sistema capitalista mundial. La falacia de este argumento es que
las fuerzas productivas de las llamadas economías emergentes son las
de los países tecnológicamente avanzados y, por lo tanto, chocan
con los mismos límites, a saber, el aumento de la productividad del
trabajo, por una parte, y la reducción continua de la fuerza de
trabajo, por otra, provocando una caída tendencial de la tasa
ganancia. Después de un período inicial de expansión, vuelve a
surgir la tendencia a la caída de la tasa de ganancia, incluyendo el
exceso de producción que resulta de esa caída. China, la India, los
BRICS sufren la misma enfermedad que aflige al mundo occidental. Para
poner sólo un ejemplo, el grado de dependencia tecnológica de la
industria siderúrgica de China de la tecnología de los países
avanzados varía de 65% para la producción de energía, el 85% para
la fundición y procesamiento de productos semi-acabados, y el 90%
para los sistemas de control, análisis, seguridad, protección del
medio ambiente, etc.
También
se podría argumentar que el capitalismo podría tener una nueva
etapa de desarrollo gracias a políticas de redistribución
keynesianas como producto de la inversión masiva del estado. En una
situación en la que las políticas neo-liberales de carnicería
social han fallado lamentablemente, la opción keynesiana vuelve al
primer plano. Pero, ¿quién puede financiarlas? No los trabajadores,
ya que en una situación de crisis, es decir, de estancamiento o
disminución de la producción de plusvalía, unos salarios más
altos significan menores beneficios. No el capital, porque la
rentabilidad ya es tan baja, que las ganancias se reducen aún más.
¿El estado, entonces?. Pero ¿dónde puede encontrar el dinero? No
puede tomarlo ya sea del trabajo o del capital, por las razones
alegadas. Por lo tanto debe recurrir a la deuda pública. Pero esta
ya es alta y también contribuye al crecimiento de la burbuja. La
respuesta keynesiana es que el Estado debe recurrir a la deuda
pública temporalmente para financiar grandes proyectos de inversión
pública. Las inversiones iniciales podrían favorecer otras
inversiones, y estas otras más aún, en una cascada multiplicativa
de empleo y creación de riqueza. En ese momento, los mayores
ingresos del estado podrían ser utilizados para reducir la deuda
pública. Este es el multiplicador keynesiano. Pero no funciona.
Después
de las primeras inversiones realizadas por el Estado, los
capitalistas que acometen las obras públicas deben hacer pedidos a
otros capitalistas. Estos capitalistas son los que ofrecen los
precios más baratos, los capitalistas cuyos trabajadores son más
productivos y cuyo capital es más eficiente y, por tanto, los que
emplean proporcionalmente más medios de producción que trabajo. Es
decir, son los capitalistas que producen menos plusvalía por unidad
de capital invertido. En cada paso de la cadena de la inversión, el
trabajo aumenta en términos absolutos, pero disminuye en porcentaje,
por lo que la tasa media de ganancia cae. Por otra parte, el mayor
crecimiento del capital implica la desaparición de los capitalistas
más débiles, los que proporcionalmente utilizan más trabajo que
medios de producción. Cuando la cadena de inversiones se cierra, hay
menos trabajadores empleados, se produce menos plusvalía y la tasa
media de ganancia cae. El análisis empírico lo confirma: a un gasto
público creciente corresponde una disminución de la tasa de
ganancia.
Gráfico
13. El gasto público (% del PIB) y la tasa de ganancia con tasa
variable de plusvalía, EE.UU., 1947-2010
La
correlación es negativa (-0,8). Este gráfico muestra que hasta la
década de 1980 el aumento de los gastos del estado no pudo frenar la
caída de la tasa de ganancia. El argumento keynesiano falla. Desde
la década de 1980 en adelante, la tasa de ganancia aumenta junto con
el gasto público. Todavía crece, debido a que la tasa de
explotación crece y no por que lo haga el gasto público. De hecho,
si la tasa de plusvalía se mantiene constante, la correlación
negativa se aplica a todo el período secular, incluido el período
del neoliberalismo, de la década de 1980 en adelante.
Gráfico
14. El gasto público (% del PIB) y la tasa de ganancia con una tasa
constante de plusvalía, EE.UU., 1947-2010
Este
gráfico muestra que durante toda esta fase histórica el crecimiento
de los gastos del Estado no ha sido capaz de frenar y revertir la
caída de la producción de plusvalía por unidad de capital
invertido, es decir, la caída en la tasa de ganancia que mide la
salud del capital, la tasa de ganancia a una tasa constante de
plusvalía.
Este
mismo resultado tiene lugar en cada crisis concreta: aumento de los
gastos del gobierno un año antes de la crisis en todos los diez
casos. No pueden evitar las crisis.
Gráfico
15. diferencias en puntos porcentuales del gasto público a partir
del año antes de la crisis hasta el año pasada la crisis
La
falacia del razonamiento keynesiano es que no tiene en cuenta las
consecuencias de las políticas de inversión del gobierno para la
tasa de ganancia, que es la variable clave de la economía
capitalista. La razón de la correlación negativa es, como acabo de
decir, que con cada ronda de inversión, la inversión en medios de
producción es, en porcentaje, más alta que en fuerza de trabajo,
según lo predicho por la teoría marxista.
Pero
las políticas de gasto público, si no pueden frenar la crisis,
¿puede ser el medio para salir de la crisis? La teoría keynesiana
es válida sólo si el aumento del gasto público de los gobiernos el
año posterior a la crisis incrementa la tasa media de ganancia. Con
la tasa de ganancia con una tasa de explotación constante, la tesis
de que la recuperación se debe a un aumento en el gasto del gobierno
falla en los diez casos. Las políticas keynesianas no pueden
aumentar la producción de plusvalía por unidad de capital
invertido.
Gráfico
16 . diferencias en el gasto público (% del PIB) y en la tasa de
ganancia con tasa constante de plusvalía desde el último año de la
crisis hasta el primer año después de la crisis
En
resumen, el aumento del gasto público a partir del año antes de la
crisis hasta el año posterior a la crisis no puede evitar que la
crisis estalle; y el aumento del gasto del gobierno el último año
de crisis y el primer año posterior a la crisis no consigue
reactivar la rentabilidad del sistema. Ambos resultados contradicen
la teoría keynesiana.
Ante
el fracaso tanto de las políticas económicas keynesianas como las
neoliberales, no parece que haya otra salida que la que genera
espontáneamente el capital mismo: una destrucción masiva de
capital. Así salió de la crisis de 1933 sólo mediante la Segunda
Guerra Mundial. Sí salió de la crisis no fue porque el capital
físico fuese destruido. Si el capital es ante todo una relación de
producción, una relación entre el capital y el trabajo, la guerra
provocó la destrucción y la regeneración del capital como una
relación de la producción. Con la economía de guerra, se pasó de
la esfera civil, plagado de un alto desempleo, con un bajo nivel de
utilización de los medios de producción, y una tasa de ganancia
descendente, a una economía militar caracterizada por el pleno
empleo tanto de la fuerza de trabajo como de los medios de
producción, con la realización garantizada por el estado del
material militar, con altos niveles de beneficios y de rentabilidad y
altos niveles de ahorro. Después de la guerra tuvo lugar la
reconversión de la economía militar en economía civil. El gasto
del gobierno como porcentaje del PIB se redujo de alrededor del 52%
en 1945 al 20% en 1948, es decir, en la llamada edad de oro del
capitalismo. Los altos niveles de ahorro garantizaron el poder
adquisitivo necesario para absorber los nuevos medios de consumo, que
a su vez requirieron la producción de nuevos medios de producción.
Se aplicó toda una serie de invenciones originadas durante la guerra
para la producción de nuevos productos. En los EE.UU., el aparato
productivo estaba ileso. Pero en los demás países beligerantes se
produjo una inmensa destrucción de medios de producción y fuerza de
trabajo. El capitalismo fue revitalizado para un cuarto de siglo.
Pero ¿a qué precio? Un cuarto de siglo de reproducción ampliada
costó decenas de millones de muertes, sufrimientos atroces e
inmensas miserias. Así es como los trabajadores, además de
financiar la guerra, tuvieron que pagar para revitalizar el sistema.
Después
de la llamada Edad de Oro, que sin embargo no estuvo libre de la
caída de la tasa de ganancia (ver gráficos 1 y 6 arriba), el
sistema ha entrado en un largo declive que dura ya cerca de medio
siglo, sin que se vea luz al final del túnel. ¿Vamos hacia un
colapso inevitable que ponga fin al capitalismo? No creo que el
capitalismo se autodestruya. No está en la naturaleza de la bestia.
El capitalismo saldrá de la crisis, pero sólo después de una
destrucción suficiente de capital, tanto financieros como en la
esfera productiva. Pero es difícil imaginar en este punto la forma
que adoptará esa destrucción de capital. La forma en que se
destruirá el exceso de capital determinará la forma que tomará la
capital, siempre y cuando supere esta fase histórica. Desde la
crisis de 1929 solo se salió con la Segunda Guerra Mundial.
Un
principio fundamental de la teoría marxista es la contradicción
entre fuerzas productivas y relaciones de producción. La fuerza
productiva es la productividad del trabajo; las relaciones de
producción son la relación capital / trabajo. La contradicción es
la siguiente: cuanto más aumenta la productividad del trabajo, más
trabajo expulsa el capital. La caída de la tasa de ganancia es la
expresión concreta de esta contradicción. Esta contradicción es
una piedra angular del sistema capitalista y, por lo tanto, también
de su etapa actual de desarrollo. La característica específica de
la presente fase histórica es que esta contradicción se hace más
difícil de resolver y es cada vez más explosiva. La capacidad de
supervivencia de la actual fase histórica se está agotando, el
capitalismo tiende a morir. Pero no puede morir sin ser reemplazado
por un sistema superior y, por lo tanto, sin la intervención de la
subjetividad de la clase. Sin esa subjetividad, se renovará y
entrará en una nueva fase en la que su dominio sobre el trabajo será
aún mayor y más terrible. Una condición para que esto no suceda es
que las luchas sacrosantas de los trabajadores por una mayor
inversión estatal para reformas y mejores condiciones de vida y
condiciones de trabajo se lleven a cabo en la óptica de la oposición
irreconciliable entre el capital y el trabajo, y no en la perspectiva
keynesiano de la colaboración de clases.
Notas:
1)
Los datos están deflacionados y se refieren sólo a los sectores
productivos de valor.
2)
Carchedi, 2014, ‘Old wine, new bottles and the Internet’, Work
Organisation, Labour & Globalisation, Vol 8, No 1.
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