Juan
Chingo. La izquierda diario
Como
habíamos anticipado a comienzo de año y predijimos luego del enorme
golpe que significó la filtración del Wall Street Journal (WSJ) de
que el Departamento de Justicia norteamericano se aprestaba a
aplicarle una multa record al gigante bancario alemán, las acciones
del Deutsche Bank (DB) han caído en picada la semana pasada.
El
pánico en el mercado está motorizado —la acción cayó a su nivel
más bajo en más de 20 años— por temor a que el banco no pueda
pagar esa multa masiva. El viernes, las acciones cayeron aún más a
medida que rondaban los informes de que fondos de cobertura habían
dejado de hacer negocios con el banco. Posteriormente subieron debido
a trascendidos de que EEUU estaba preparado a disminuir 5.400
millones de dólares la multa, posiblemente una tregua de corta
duración en la guerra financiera y económica en curso a los dos
lados del Atlántico.
El
Deutsche Bank: el Lehman de la burbuja mundial de deuda pública
El
Deutsche Bank es a la burbuja global de la deuda pública mundial lo
que Lehman fue a la burbuja de financiación de hipotecas en EE.UU.
Dicho de otra manera, Lehman fue el catalizador, pero la raíz del
problema eran los billones de valores depreciados, la existencia de
precios de la vivienda insostenibles y un deterioro estructural
profundo tanto a nivel financiero como económico del mercado
hipotecario norteamericano.
El
DB es mucho mayor hoy que lo que Lehman fue en 2008, y sus tentáculos
están en todas partes. El alcance de la financiación de la burbuja
de la deuda pública es varios múltiplos de la burbuja de la
financiación de hipotecas.
Esta
burbuja fue creciendo exponencialmente como resultado de un triple
proceso: por un lado, los programas de expansión cuantitativa de los
bancos centrales (principalmente en los últimos años del Banco
Central Europeo y el Banco de Japón) que realizan compras masivas de
estos valores de renta fija con el objetivo de estimular sus
economías.
A
ello se une la fuerte demanda de la banca internacional de bonos de
deuda pública con el objetivo de cumplir los requisitos de capital.
Por
último, como la situación de las bolsas de valores en el mundo se
ha vuelto muy volátil, los inversores siguen viendo a la deuda
pública como el único refugio en el que salvaguardarse de la fuerte
tormenta que podría venir en un futuro más o menos cercano en la
renta variable.
Esta
fuerte demanda alimentó el círculo vicioso de falta de oferta de
bonos de deuda pública, subidas de precios y bajada de
rentabilidades nominales. Ello ha generado una enorme burbuja en el
mercado de bonos de deuda pública en la cual los inversores se
enfrentan a enormes pérdidas en su cartera si las condiciones
excepcionales de liquidez cambian bruscamente.
Por
eso, la crisis del DB no es el “capítulo más reciente de la
interminable crisis bancaria de Europa”, sino “de la
crisis más amplia de la globalización, que ha golpeado de forma
particularmente dura a los bancos internacionales”.
Como
explica un analista del WSJ: “Mucho antes de que la
antiglobalización se volviera una causa política de moda, las
autoridades financieras habían prometido “recuperar el control”
y obligar a los bancos a resguardarse contra futuras crisis al
mantener niveles de capital mucho más altos y proteger sus
operaciones de los riesgos de otros activos. La resultante
fragmentación de la industria financiera ha incrementado los costos
de los bancos, incluido Deutsche, que ha sido obligado a colocar sus
gigantescas operaciones estadounidenses en una subsidiaria
segregada”.
El
Brexit probablemente generará una mayor fragmentación.
Al
mismo tiempo, los bancos han sufrido un derrumbe de sus ingresos como
consecuencia del doble golpe asestado por el estancamiento del
comercio global y la menor cantidad de fusiones y adquisiciones, lo
que ha reducido los honorarios de la banca de inversión, así como
un nuevo mundo de tasas de interés negativas y curvas de rendimiento
planas. Ambas tendencias también reflejan los desafíos de la
globalización” (“Crisis of Globalization Lies Behind Deutsche
Bank’s Troubles”, Simon Nixon WSJ 3/10/2016).
Los
conflictos geopolíticos intensifican la crisis financiera
No
cabe la menor duda que tanto el contenido de la decisión
norteamericana como las circunstancias que la rodearon indican un
movimiento calculado para golpear al
único
gran banco internacional alemán.
Las
respuestas políticas en Alemania no se hicieron esperar. Así, Peter
Ramsauer, presidente del comité de economía del parlamento alemán,
en declaraciones al diario alemán Welt am Sonntag, dijo que el
movimiento del Departamento de Justicia norteamericano contra el
Deutsche "tiene las características de una guerra
económica".
Y
agregó que los EE.UU. tenían una "larga tradición"
de utilizar todas las oportunidades disponibles para librar lo que
equivalía a una guerra comercial "si beneficia a su propia
economía", y que las "exorbitantes reclamaciones"
que se realizan en el caso de Deutsche Bank son un ejemplo de eso.
En
el mismo sentido se pronunció Markus Ferber , miembro del Parlamento
Europeo por la CSU, el partido hermano bávaro de los democristianos
de Angela Merkel. Le dijo a Welt que el momento y el tamaño de la
solicitud inicial del Departamento de Justicia contra Deutsche
sugirieron que era una "respuesta de ojo por ojo"
por las autoridades de Estados Unidos a la reciente decisión de la
UE en contra de Apple. Recordemos que el mes pasado, la UE ordenó a
Irlanda de recuperar 13 mil millones de euros en impuestos de la
empresa de tecnología de Estados Unidos, afirmando que constituía
una ayuda estatal ilegal a la compañía.
Por
su parte, mientras el gobierno alemán está en una encrucijada por
sus posturas duras en relación a la crisis bancaria europea que
puede volverse un boomerang político en caso de un eventual rescate
(aunque todavía no estamos ahí), los principales líderes
empresarios salieron sin ambigüedades a apoyar al gigante bancario.
"Los
bancos alemanes fuertes son importantes para la fortaleza de la
economía alemana", Dieter Zetsche, jefe del fabricante de
automóviles Daimler Benz, dijo al diario Frankfurter Allgemeine. "Se
trata de una estrecha relación, y lo seguirá siendo".
Johannes Teyssen, jefe de la compañía eléctrica Eon, dijo al mismo
diario que Alemania como un gran exportador sufriría "si solo
podemos tener acceso seguro a los mercados internacionales de capital
a través de bancos en otros países".
Por
su parte, Peter Terium, la cabeza de la otra gran compañía
eléctrica alemana, RWE, dijo que era "importante para
nosotros tener un jugador global como el Deutsche Bank a nuestro
lado" en el mercado internacional, mientras que Joe Kaeser,
jefe de Siemens, dijo que el manejo de Deutsche "tiene toda
nuestra confianza”.
La
razón de fondo del agudizamiento de estos enfrentamientos es que en
condiciones donde una inmensa masa de capital ficticio supera
ampliamente (o no tiene contrapartida en) la riqueza ni en el capital
real, cada sección del capital financiero debe enfrentarse cada vez
más violentamente contra sus rivales en un intento de eliminarlos.
Así,
a fines de la década de 1980, el DB trató de usar el espacio de
maniobra abierto por la unificación de Alemania para ir mas allá de
su pequeño mercado doméstico, expandiendo su negocio minorista
alrededor de una Europa integrada a la vez que simultáneamente se
transformaba a sí mismo en un banco mundial de inversión,
rivalizando agresivamente a sus rivales, en especial los bancos
norteamericanos.
Nada
sintetiza mejor sus nuevas ambiciones que los dichos en noviembre de
1989, justo después de la caída del muro, y 10 días antes de su
asesinato, de Alfred Herrhausen, director ejecutivo carismático del
banco, que prevé que impulsado por la "gran fuerza
económica" de Alemania reunificada, Deutsche estaba
"destinado a jugar un papel importante en la banca global".
Pero
esta financiarización del que el DB fue un ejemplo rivalizando e
imitando, incluso en sus prácticas criminales, a los gigantes
norteamericanos como Goldman Sachs, recibió un fuerte golpe con la
crisis de 2007/8. Desde ese entonces, mientras que los bancos
estadounidenses fueron reforzadas por los rescates organizados por el
gobierno de Estados Unidos, la solidez financiera del Deutsche Bank
se ha ido erosionando y desde entonces está abierta una batalla
política por las nuevas reglas bancarias, de la que DB es uno de los
primeros heridos.
Pero
el Deutsche Bank no es el único objetivo. Las dimensiones más
amplias del conflicto fueron dadas por el vicepresidente de la
Comisión Europea (CE) para el Euro y encargado de servicios
financieros, Valdis Dombrovskis, quien la semana pasada se opuso a
elevar los requisitos de capital que se aplican a los bancos.
Este
funcionario de la CE rechaza la idea de "igualar la
ponderación media de riesgos a nivel mundial" como plantean
los EEUU. "Una solución que no podemos respaldar es aquella
que pesaría exageradamente sobre la financiación de la economía
europea. Queremos evitar cambios que podrían llevar a un aumento
significativo de los requisitos generales de capital asumidos por el
sector bancario europeo", aseveró. Sin nombrar directamente
a los EEUU, dijo: "Queremos una solución que funcione para
Europa y no ponga a nuestros bancos en desventaja en comparación con
nuestros competidores a nivel mundial".
La
crisis del Deutsche Bank y la guerra financiera en curso entre EEUU y
Alemania muestra cómo la exacerbación de las contradicciones
insolubles de la economía capitalista agudizadas desde la crisis de
2007/8 están alimentando las tensiones geopolíticas, y viceversa,
actualizando una vez más el carácter de la época de crisis,
guerras y revoluciones como fue el caso a lo largo del siglo XX.
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