Alejandro
Nadal. La Jornada
En
su evolución, las economías capitalistas siempre han mostrado que
su necesidad de crecer es acompañada por periodos de crisis y
estancamiento. Esta es la historia del capital: que las mismas
fuerzas que impulsan su desarrollo son las que conllevan un
ingrediente de inestabilidad y crisis. Y la era moderna no es ninguna
excepción.
El
surgimiento del neoliberalismo no es el resultado del triunfo del
capitalismo, como siempre se le ha presentado, sobre todo a partir
del colapso de la Unión Soviética. En realidad la historia es muy
diferente. El neoliberalismo es la respuesta a un gran fracaso de
dimensiones históricas, a saber la incapacidad del capital para
mantener tasas de ganancia “adecuadas”.
La
economía estadounidense proporciona un excelente caso de estudio de
laboratorio. Otras economías capitalistas siguen trayectorias
similares. Los tiempos y magnitudes varían, pero en esencia estamos
hablando de un proceso general. En Estados Unidos el capital comenzó
a percatarse a finales de la década de 1960 que la tasa de ganancia
ya no era lo que había sido en las dos décadas anteriores. Al tomar
conciencia de este hecho el primer reflejo del capital fue el que
siempre le acompaña: buscó por todos los medios a su alcance
aumentar la tasa de explotación de la fuerza de trabajo. El pacto
social que había mantenido mejores prestaciones salariales y
sociales para la clase trabajadora y que había nacido a raíz de la
Gran Depresión comenzó a ser percibido como un estorbo por la clase
capitalista.
En
la década de 1970 la clase capitalista comienza a desplegar una
vigorosa campaña para desmantelar poco a poco ese paquete social que
perduró durante la primera fase de la posguerra. El primer paso fue
desencadenar una ofensiva en contra de todo lo que fuera sindicatos y
oliera a organizaciones relacionadas con negociaciones salariales. El
resultado es que a partir de 1973 comienza en Estados Unidos un
periodo de estancamiento del salario real. Pero no tardó muchos años
la clase capitalista en darse cuenta que se requería algo más.
El
capital necesita expandirse constantemente. Es por así decirlo, su
esencia y para lograrlo utiliza dos caminos importantes (no son los
únicos). El primero consiste en eliminar las restricciones
institucionales que frenan su expansión. La desregulación en todos
los ámbitos, pero sobre todo en lo que concierne a la circulación
del capital, fue una de las primeras prioridades en los años de
1970. El colapso del sistema de Bretton Woods abría nuevas esferas
de rentabilidad, pero para aprovecharlas era necesario eliminar los
obstáculos a la circulación del capital. Entre 1973 y 1995 se
desencadena un gigantesco proceso para desregular la cuenta de
capital de la balanza de pagos en casi todos los países del mundo.
El
segundo camino consiste en ocupar los espacios de rentabilidad que
anteriormente habían sido ocupados por otro tipo de arreglos
institucionales. Con la privatización el capital privado irrumpió
en el ámbito de todo tipo de actividades que anteriormente habían
sido responsabilidad de instituciones públicas. Privatizar y
desregular fueron los dos grandes arietes con los cuales el capital
emprendió la ofensiva contra el antiguo pacto social heredado de la
Gran Depresión.
El
neoliberalismo pudo restablecer niveles más aceptables (desde la
perspectiva del capital) de la tasa de ganancia. Esto es claro en las
diversas mediciones sobre tasas de remuneración al capital: la caída
que se registra desde 1966 se mantiene hasta los años 1980, pero se
recupera entre 1984-1997. La tasa de ganancia crece 19 por ciento
entre 1982 y 1997 y alcanza su punto más alto en varias décadas
hacia finales del milenio. Diversos factores explican esta evolución
en la tasa de ganancia, pero destacan tres: la mayor explotación de
la fuerza de trabajo en Estados Unidos, la ampliación de las
relaciones de explotación de otros componentes de la fuerza de
trabajo a escala mundial mediante la “globalización” y, por
supuesto, la canalización de las inversiones hacia sectores
improductivos (especulación y desarrollo de bienes raíces).
Pero
las fiestas no duran para siempre. A partir de 1998 la tasa de
ganancia comienza a erosionarse nuevamente: en los diez años que van
de 1998 a 2008 se reduce 6 por ciento. La canalización de
inversiones hacia la especulación inmobiliaria y en el sector
financiero puede maquillar la caída en la tasa de ganancia, pero no
la puede detener. Los episodios de inflación en el precio de las
acciones de las empresas de “alta tecnología” y después en la
esfera inmobiliaria acabaron por llevar a los estallidos (y
recesiones) de 2000 y ahora de 2007. La súper crisis que sufre la
economía mundial el día de hoy es resultado directo de esta serie
de mutaciones en las formas de acumulación de capital bajo el
neoliberalismo en su afán por contrarrestar la caída en la tasa de
ganancia. Desde esta perspectiva, las explicaciones de la crisis en
términos de deficiencia de la demanda agregada se quedan en la
superficie.
No hay comentarios :
Publicar un comentario