Alejandro Inurrieta. Cuarto Poder
La economía española podría haber terminado el año
2013 con un descenso del PIB de entre el 1,3% y el 1,5% –sexto año consecutivo,
salvo 2011, de descenso– y una inflación que apenas supera el 0,2% anual, lo
que nos sitúa en el umbral de deflación en precios y salarios.
La senda o el perfil de la última parte del año es
ligeramente más positiva que la primera parte, mejora que debe atribuirse a la
evolución del turismo en el tercer trimestre, que marcó cifras récord de
visitantes, aunque no en gasto o pernoctaciones.
Por componentes, el consumo privado, a falta de la
estadística más importante que es la Encuesta de Presupuestos Familiares, revela
señales mixtas a final de año, con una ligera mejora en la confianza, pero
siempre en valores que denotan una situación de recesión. Lo mismo ocurre con
la inversión empresarial que, falta de financiación, languidece y,
especialmente en construcción, sigue anclada en cifras negativas. Con todo, el
grado de utilización de la capacidad de consumo e inversión muestran que no se
puede hablar de recuperación cuando existe más de un 30% de capacidad sin
utilizar.
Por sectores, es
la construcción, y la industria en general, donde se aprecia una peor coyuntura
y solo los servicios han mejorado algo la actividad, aunque en ninguno de ellos
se crea empleo neto a finales de 2013.
Con todo, la demanda interna sigue deprimida, y
solo la demanda externa permite mitigar el mal año, aunque las exportaciones ya
dan señales de agotamiento a finales de 2013, máxime cuando no han habido
mejoras de competitividad-precio como podría esperarse tras la enorme deflación
interna.
El resultado práctico de esta situación es que se
han concatenado dos trimestres consecutivos con superávit corriente, fruto del
desplome de la tasa de inversión, que apenas alcanza el 17% del PIB y de la
estabilización del ahorro nacional en el 19% debido a que las empresas y
familias han dejado de gastar.
Las finanzas públicas, a pesar de los recortes en
gasto público productivo y social, no han logrado equilibrar el presupuesto, y
debido a la enorme carga de intereses, más del 4% del PIB, el déficit público
terminará el año por encima del 7%, como preveíamos a principio del año.
Sí es significativa la mejoría de la prima de
riesgo y de los tipos a largo plazo, aunque podrían volver las turbulencias a
los mercados cuando se concreten las medidas de retirada de estímulos en EEUU.
Las previsiones para 2014 siguen siendo peores que
las que maneja el Gobierno, ya que las premisas de partida son muy diferentes
al cuadro macroeconómico del Ejecutivo. Las claves para entender el escenario
que planteo hay que buscarlas fundamentalmente en el interior y en el exterior,
especialmente en la evolución del tipo de cambio del euro, y el posible fin del
impulso monetario de EEUU. El escenario europeo mantendrá el tono de
estancamiento, e incluso recesión en algunos países importantes, y el mundial
vendrá marcado por la probabilidad de una ralentización en EEUU, lo que
arrastraría a Alemania y a China.
En cifras, España podría decrecer en 2014 un 1,3%,
con una inflación ligeramente por encima de cero. El consumo privado mantendría
una caída del 1,2%, el consumo público un 4,5% y la inversión empresarial se
situaría en tasas cercanas a cero. La evolución del empleo, con una caída al
2%, mantendrá las variables retrasadas muy deprimidas y las adelantadas bajo
mínimos, fundamentalmente la confianza del consumidor. Todas las variables que
explican la evolución del consumo privado podrían estabilizarse, dentro de un
tono todavía negativo. Las condiciones laborales, en materia de jornada
laboral, salarios y convenios seguirán la senda con la que terminan el año, es
decir empeorando.
En materia de inversión empresarial, las
principales variables –confianza, producción industrial, financiación, ventas y
beneficios esperados, e importaciones de bienes intermedios– apuntan a una
cierta estabilización, aunque empeorará la demanda externa, así como la compra
de automóviles, tras el fin de las ayudas públicas.
El sector exterior apenas aportaría crecimiento, al
moderar significativamente su crecimiento las exportaciones, mientras que las
importaciones también lo harían, aunque en menor grado. Con todo, la demanda
nacional mantendría tasas negativas, un 1,4%. El resultado de todo ello, sería
que el empleo retrocedería otro 2,0% y la tasa de paro se situaría en el 26%.
En materia fiscal, el déficit público, tras terminar el 2013 por encima del 7%,
mejoraría tímidamente hasta el 6,7%. Todo ello, en un contexto de
problemas de financiación interna, a pesar de la mejora de la prima de riesgo y
la posición financiera del país, que mejora por la brusca caída de la inversión
interna.
En resumen, no hay señales objetivas para pensar en
la recuperación del consumo y del empleo, por lo que difícilmente el PIB podría
mejorar. Sólo hay síntomas de estabilización de algunas variables tras bruscas
caídas. Pero el clima nacional no invita a ser optimista.
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