El Presidente de EE.UU., Barack Obama, da la bievenida a la canciller alemana Ängela Merkel en Camp David, AFP/ Brendan Smialowsky |
Rafael Poch. La Vanguardia
El principal diario alemán publica un informe que pone la
guinda a las denuncias de Eduard Snowden, y sugiere una complicidad y
cooperación total del gobierno de Berlín con el espionaje y la acción militar
encubierta de Washington en el mundo.
Alemania es cómplice y fiel cooperante de la
guerra sucia y el espionaje que Estados Unidos practica
en el mundo. Una “masiva violación de la ley internacional”, denuncia en su
edición de hoy el mayor periódico alemán. Con la ciudadanía ya muy irritada por
la generalizada vigilancia que practica la Agencia de Seguridad Nacional (NSA)
de Estados Unidos, incluido el móvil de la canciller, lo que explica hoy el Südddeutsche
Zeitung podría colmar el vaso.
Una “investigación de
meses” en unión con el consorcio de radiotelevisión pública NDR. Su
contenido es devastador: Alemania es la sirvienta de la guerra sucia de Estados
Unidos; desde su territorio se manejan los aviones no tripulados que practican
ejecuciones extrajudiciales en Somalia en el marco de una “guerra secreta que supone una violación masiva de la ley internacional”.
En ningún país del mundo, excepto Afganistán, Estados Unidos se gasta tanto en
guerra como en Alemania: 3000 millones de dólares en 2012.
“Alemania actúa como
el cuartel general de la guerra secreta en África, responsable de la muerte de
civiles inocentes”. Sin Alemania, “la maquinaria de la guerra contra el terror
no estaría tan bien engrasada”: 43.000 soldados en 40 bases militares.
Desde Ramstein y Stuttgart, sede del Africom -el estado mayor para operaciones
en África, que más de una docena de países africanos rechazaron acoger en su
territorio- se dirige la guerra de los aviones no tripulados. En la zona de los
ríos Rin y Meno, alrededor de Francfort, se concentra el “hub”, el nudo gordiano del espionaje; CIA, NSA, servicios
secretos, seguridad interior, enumera el diario.
A todos ellos se añaden “nuevos
actores aún más siniestros que los de antes”, explica: “el ejército de matemáticos, expertos en juegos y teorías de guerra,
estadísticos, administradores de información y especialistas de todo tipo”,
dice. “Esa gente ya no se dedica a
pinchar teléfonos o a esconder micrófonos en despachos como antes, simplemente
se dedican a escuchar, a escucharlo todo”, continúa. Y ni siquiera son
funcionarios, sino personal privado contratado a, “compañías que reciben órdenes secretas para hacer el trabajo sucio:
espiar, analizar, secuestrar e incluso torturar”.
Este “ejército en la
sombra se incrementa cada año, especialmente en Alemania”, explica el
informe. “Alemania ha dado permisos
especiales a 207 compañías americanas para realizar tareas sensibles para el
gobierno de Estados Unidos en suelo alemán”. Al mismo tiempo, “centenares de esos espías contratados ni
siquiera están registrados ante las autoridades alemanas”. “¿Quién puede asombrarse de que nadie los
controle si ni siquiera los espías registrados por el gobierno lo son?”, se
pregunta.
El brazo de las agencias de espionaje de Estados Unidos en
Alemania es largo. Una de ellas, el Secret Service, que forma parte del
Homeland Security, la seguridad interior, “se
arroga cada vez más el derecho de dictar quien puede embarcar y quien no en un
avión en aeropuertos alemanes, a veces hasta detienen ellos mismos a
sospechosos”, explica ilustrando un cuadro de república bananera que
nuestro diario ha presenciado en el aeropuerto de Francfort en diversas
ocasiones a lo largo de los últimos quince años. “¿Podría un funcionario alemán hacer algo así en Estados Unidos?,
impensable”, dice.
La comedia de la sorpresa, del “no sabíamos”, que el gobierno federal, su ministro del interior,
su canciller y las agencias de seguridad alemanas han representado al conocerse
los informes del ex agente Eduard Snowden, queda en evidencia en este informe:
“Las autoridades
alemanas han suministrado sistemáticamente información a Estados Unidos sobre
solicitantes de asilo en Alemania y esa información ha sido utilizada por
Estados Unidos para planificar sus ataques con aviones no tripulados”,
explica. “Las compañías privadas, algunas
de ellas implicadas en graves violaciones de derechos humanos, tienen acceso a
la información en los niveles más altos de las autoridades alemanas”,
señala.
Un historiador residente en Munich, Josef Foschepoth, ha
explicado documentalmente el carácter histórico de esta labor de servidumbre en
materia de seguridad y espionaje. Foschepoth, que ha publicado un libro, basado
en investigaciones de archivo, hace remontar esa labor al derecho de ocupación
de posguerra, aún vigente a efectos prácticos. El libro de Foschepoth, que una
de las principales comentaristas del Süddeutsche Zeitung calificó de “libro del año”, ha sido objeto de un
sintomático silencio en los medios alemanes, pese a la rabiosa actualidad que
el caso Snowden le ha dado.
En un gesto sin apenas precedentes, la embajada de Estados
Unidos en Berlín ha reaccionado al informe publicado por el diario de Munich
calificándolo de “indignante”. “Mezcla medias verdades con especulaciones e
insinuaciones”, dice. “Daña las
relaciones germano-americanas y su compartida agenda global”, considera,
negando que Estados Unidos secuestre y torture, pero sin entrar en ninguno de
los aspectos concretos denunciados.
“Si lo que se dice en
el informe es correcto, entonces el gobierno nos ha mentido en la comisión de
servicios secretos del Bundestag”, dice el diputado Hans-Christian
Ströbele, miembro de dicha comisión y autor de diversas preguntas
parlamentarias sobre algunos de los puntos contenidos en el material publicado
por el diario.
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