Por Marat
Las manifestaciones sindicales de este domingo 19 de Febrero, convocadas por CCCOO y UGT en 57 ciudades del Estado español, han sido un éxito clamoroso. La clase trabajadora salió a la calle, desbordando las previsiones de los propios sindicatos que unos días antes anunciaron que sólo convocarían Huelga General contra la salvaje contrarreforma laboral del Gobierno del PP si los trabajadores se lo pedían, renunciando de este modo a su deber de liderarla y dirigirla.
La manifestación de Madrid fue la mayor que se recuerda desde las movilizaciones por el NO A LA GUERRA de 2003, haciendo palidecer a todas las anteriores de tipo interclasista y ciudadanista de 2011 que, significativamente, recibieron el beneplácito y fueron jaleadas por los medios de comunicación de la burguesía. No se trata periodísticamente de igual modo las movilizaciones de la clase trabajadora por parte de quienes están tan preocupados de que las clases medias se empobrezcan pero no les ha importado en absoluto que los trabajadores llevemos padeciendo una pérdida de derechos y de capacidad adquisitiva desde mucho antes del estallido de la crisis capitalista de 2007.
Pero lo que importa en relación con el inapelable éxito de la movilización sindical de este domingo es qué harán CCOO y UGT con él, si lo que pretenden es parar el golpe más brutal que se ha ejecutado contra la clase trabajadora y contra el sindicalismo en su conjunto desde la transición política española.
En este sentido, las declaraciones de Cándido Méndez, secretario general de UGT, durante el transcurso de la manifestación de Madrid, no anuncian nada bueno respecto a la necesidad de una respuesta contundente y sostenida en el tiempo contra las brutales medidas antisociales del Gobierno Rajoy, por mucho que así lo hayan destacado los líderes sindicales días atrás. Según la agencia de noticias Servimedia “Méndez subrayó que el objetivo de las manifestaciones "no es el de confrontar", sino el de "corregir en profundidad" la "más que reforma laboral" aprobada por el Gobierno. "Ese es nuestro objetivo", insistió el secretario general de UGT, quien agregó que las movilizaciones son "un cauce para tratar de corregir ese extravío" (1)
Las declaraciones de Fernández Toxo, secretario general de CCOO, se ajustaron al mismo esquema pactista, siempre según la misma agencia de noticias: “el líder de CCOO defendió que hay "un cauce" para evitar mayores movilizaciones, como una huelga general, que es "la negociación"”.
Esa retórica sindical del pacto social durante la actual crisis capitalista es la que nos ha conducido a los anteriores recortes de derechos laborales practicados durante el Gobierno PSOE y a la más despiadada aplicación de las medidas antisociales y de la reforma laboral, que ha dejado en pellizco de monja al aprobado en la etapa final del Gobierno Zapatero.
No denuncio el efecto del sindicalismo pactista porque sea contrario al pacto social “per se”. Lenin y Rosa Luxemburgo eran muy conscientes del carácter reformista del sindicalismo, de sus limitaciones a la defensa de los salarios y las condiciones laborales y de vida de los trabajadores y sin embargo apoyaron al sindicalismo por su capacidad para organizar a los trabajadores y contribuir a desarrollar su conciencia de clase. La utilidad o no del pacto social depende de en qué circunstancias, en qué momentos económicos, frente a qué posiciones y de qué instrumentos se sirven los sindicatos para llegar a ese pacto en unas posiciones ventajosas para sus reivindicaciones.
Pero lo cierto es que tras la Huelga General del 29-S, a la que fueron obligados por las circunstancias, para no verse desacreditados por su pasividad ante las políticas antisociales del anterior gobierno, CCOO y UGT tomaron la vía de la desmovilización y la paz social, se limitaron después a amagar con una segunda Huelga General, de la que rápidamente desistieron, volvieron a las meses de negociación y escenificaron sucesivos “desencuentros sindicales” con el Gobierno del PSOE y con una patronal apasionadamente antiobrera pero sin ninguna intención de agitar la calle. Con estos antecedentes, ¿qué motivos tenemos los trabajadores para esperar de CCOO y UGT un giro hacia una lucha sostenida en el tiempo contra los desmanes del nuevo Gobierno del PP y de la CEOE? Ninguno.
Pero con este comportamiento desmovilizador ante el pacto social no sería más que una crítica parcial, insuficiente y errónea, al perder la perspectiva de lo que significa “pacto social” en el momento actual de la dinámica capital-trabajo.
La realidad es que el modelo de sindicalismo de concertación o de pacto social, como quieran llamarlo, ha muerto.
El sindicalismo de concertación sólo adquiere sentido dentro del marco de Estado capitalista del Bienestar. El pacto social era el instrumento de regulación del capitalismo dentro de una estructura de Estado corporativo destinado a hacer de “árbitro” entre los intereses contrapuestos de trabajadores y empresarios. Y en ese contexto las formas de salario indirecto, marcos de relaciones laborales, despido, protección al desempleo, leyes de fomento del empleo y otros muchos contenidos, eran la forma establecida para negociaciones y acuerdos entre empresarios y trabajadores, con los gobiernos en el papel de maestros de ceremonias, nunca neutrales, por supuesto.
Pero el Estado capitalista del Bienestar ha sido barrido definitivamente por la vuelta al Estado mínimo liberal decimonónico. Y créanme cuando les insisto, artículo tras artículo, que la desaparición del Estado capitalista del Bienestar es algo ya irreversible. Cuando ya no hay nada que negociar, ni deseo de hacerlo, dada la correlación de fuerzas entre los trabajadores y los capitalistas, absolutamente desventajosa para los primeros, lo que el reeditado Estado liberal puede ofrecerlos es sólo policía, pelotas de goma y gases lacrimógenos. El ejemplo más avanzado del despertar del sueño de “capitalismo de rostro humano” es Grecia y su sindicalismo combativo.
Este modelo sindical ya periclitado es el que explica la profesionalización del papel de dirigente sindical, el perfil gerencial de los principales líderes de ambos sindicatos, la concepción del sindicato como empresa de servicios, el burocratismo de las estructuras sindicales, el distanciamiento de los intereses de casta de las direcciones sindicales, que acaban asumiendo un rol empresarial, frente a los intereses de los trabajadores...Explica con muchísima más claridad la degradación del sindicalismo mayoritario en España, que posibilitó que un personaje execrable y derechista como José María Fidalgo llegase a ser secretario general de CCOO en su día, que los frecuentes recursos a la calificación de traición por parte de las cúpulas sindicales de CCOO y UGT. Como desahogo, llamar traidor a un político, dirigente sindical u organización de trabajadores, es muy eficaz – yo he utilizado esa expresión en relación a las dos centrales sindicales en más de una ocasión y me he quedado muy a gusto- pero los desahogos tienden a cerrar la reflexión y a comprender la realidad más bien poco.
Desde esa visión que diluye el papel del sindicato en la lucha de clases a mero cogestor de las relaciones empresariales se comprende la psicología de esos dirigentes sindicales que, aupados a la cúpula de sus organizaciones durante 18, 20, 30 años y más, acaban asumiendo una ideología de clases medias. No de otro modo se entiende la preocupación de Cándido Méndez por el achatamiento de la clase media, su clase de pertenencia y de referencia: “esto es mucho más que una reforma laboral. Tiene elementos de continuidad, pero es más grave. Las consecuencias prácticas son las de alterar nuestro modelo de convivencia actual y sus consecuencias serán las de provocar un retroceso en la sociedad, que se verá en la reducción del porcentaje de la clase media -que yo prefiero hablar de clase trabajadora- en nuestro país. Supondrá un retroceso a cuando la clase media era del 15%, iremos hacia atrás en el tiempo hasta 1975” (2)
Pero volvamos sobre la cuestión de la muerte del modelo de sindicalismo de concertación. La nueva reforma laboral consagra el fin de la primacía de los convenios laborales de rama o sector sobre los de empresa, lo que debilita la posición de los trabajadores ante sus reivindicaciones, al no permitir que una fuerza sindical de escala compense las debilidades de los sindicatos en empresas de menor dimensión y tradición sindical y a obligar a un conflicto a cara de perro, si se desea arrancar conquistas en una situación de crisis especialmente difícil, frente al poder de la empresa que ahora tendrá mayor capacidad de chantaje e intimidación sobre trabajadores y sindicatos.
En el nuevo contexto de más que despido libre, la afiliación sindical con la nueva normativa que impone la reforma laboral corre el peligro de descender vertiginosamente porque la capacidad de represalias contra el trabajador díscolo será brutal y la posibilidad de acción sindical desde las secciones sindicales y los comités de empresa se verá muy mermada, entre otras cosas porque los empresarios, con la nueva reforma laboral en la mano, podrán hacer exactamente lo que les dé la gana, sin siquiera consultar a los sindicatos.
Esto es lo que explica que el presidente de CEOE, Rosell, y el de CEPYME, Terciado celebrasen alborozados y entre risas hasta que el primero reclama al segundo “Serios, muy serios, que si no...” (3) y lo que explica también que, logrado el primer objetivo neoesclavista de la reforma laboral, vayan ahora por el segundo: el recorte a la ley de huelga.
En este nuevo escenario, la apuesta de CCOO y UGT a seguir aferrándose a un modelo sindical de concertación, cuando los empresarios y su gobierno natural ya no desean mantener el pacto social ni van a ofrecer nada a cambio del mismo que no sea más precaridad en el empleo, pobreza y desigualdad, es suicida. Supondría la desaparición del sindicalismo a medio plazo. Y digo del sindicalismo en general y no del sindicalismo mayoritario porque, salvo para la CNT, que no participa del esquema de representación, el espacio de acción sindical se reduciría de forma absolutamente drástica y dramática.
Ignoro cuál es la alternativa frente a esta situación pero recuerdo aún aquella vieja frase de Marcelino Camacho, “la democracia se ha quedado a la puerta de las empresas”. Nunca fue más terriblemente cierta que ahora.
Cuanto mas insistan Toxo y Méndez en amagar sin dar –“una escalada del deterioro del clima social” (4)-, cuanto más insistan en retrasar la huelga general, mayor será su debilitamiento progresivo en el ámbito de las empresas, mayor será el grado de represión empresarial y gubernamental sobre los trabajadores, menor el respeto de quienes sólo conocen y respetan el lenguaje de la fuerza: la derecha y los capitalistas.
Y no valdrá tampoco una huelga general sin proyección política. En las actuales circunstancias de vuelta al capitalismo sin careta toda huelga general requiere, para tener alguna posibilidad de efecto sobre la realidad, ser una huelga general política. Y no valdrá tampoco una huelga sin solución de continuidad. Los griegos han comprendido muy bien la necesidad de una lucha sostenida en el tiempo. No hay ya posibilidad de componendas. Son ellos, los capitalistas, o nosotros, los trabajadores.
Pero nadie se engañe. En estos momentos, hoy por hoy, como ha demostrado aplastantemente la impresionante afluencia de trabajadores a las manifestaciones del 19 de Febrero, CCOO y UGT aún representan a los trabajadores (no sabemos por cuanto tiempo) y son los únicos con capacidad de plantear una Huelga General a la que se llegue tras un proceso de creciente movilización social, en las empresas y en la calle y de sostener una movilización permanente, si no nos vuelven a dejar en la estacada como tantas veces han hecho antes. Quienes no representan a los trabajadores son los tanta dificultad tienen para definirse desde una opción de clase, que tanto empeño tienen en llamarse a sí mismos “ciudadanos indignados” y que gritan “no nos representan”. Esos sí que no nos representan a la clase trabajadora.
Ahora que la Brunete mediática de Intereconomía, La Razón, ABC, El Mundo, los Pedro Jota Ramírez, los Luis María Ansón o los Jiménez Losantos se aprestan a preparar pierna de sindicalista a la brasa, para cubrirle el flanco propagandístico a la derecha política y a los empresarios más fascistas de Europa, que sean otros “indignados” los que confluyen en la unidad de destino del acoso y derribo a los sindicatos mayoritarios. Yo no. Los asuntos pendientes que tenga con ellos los resolveré cuando toque.
NOTAS:
(1) http://www.servimedia.es/Noticias/DetalleNoticia.aspx?seccion=22&id=205395
(2) http://www.20minutos.es/entrevistas/candido-mendez/360/
(3) http://www.publico.es/dinero/422461/serios-muy-serios-que-si-no
(4) Ver anterior enlace
Completamente de acuerdo. Suscribo hasta las comas de todo el artículo. El último párrafo me parece una exhibición de sentido común, tan extinto en nuestros días.
ResponderEliminarEstando de acuerdo con lo que dices, lo único con lo que no estoy de acuerdo es con la parte final del artículo. No hace falta que la derecha cocine "sindicalistas a la brasa" el sistema ya se encarga de que esto sea asi, con subvenciones y dádivas. Soy de izquierdas, obrero, y me considero indignado, mi opcion de clase la tengo muy clara, por cierto caigamos en las redes del sindicalismo pactista tan solo por que es "mayoritario" y "moviliza" vamos eso no conduce al fonformismo?.
ResponderEliminarNo Unknown, no lo considero reformismo.
EliminarPiensa simplemente en una cuestión. ¿Qué organizaciones tienen capacidad de lanzar una huelga general con cierta capacidad de éxito? ¿Recuerdas como el 27-E de 2011 CGT, por su cuenta y manera, lanzó una huelga que luego convirtió en manifestaciones sin haberla desconvocado oficialmente? ¿Qué credibilidad puede tener un sindicato que se pretende alternativo al actuar así? ¿En el Estado español sólo el sindicalismo nacional de Ego Euskal Herría tiene capacidsad para lanzar una huelga general por su cuenta, cosa que yo no haría, porque en este caso me parece prioritario la unidad de acción, incluso con los pactistas de CCOO y UGT. En el resto del Estado la debilidad del resto de los sindicatos alternativos, su falta de unidad de acción y su sectarismo impide la creación de una tercera alternativa sindical por la izquierda a CCOO y UGT, algo que sería relativamente factible, si no existiera esa mentalidad de capillitas que tienen cada uno de los grupos allí (empresa, zona) donde tienen alguna fuerza.
Hay que trabajar por crear ese tercer polo sindical pero, mientras llega y se configura, qué hace la clase trabajadora, joderse y esperarlos? No puede ser. Hay que actuar en los dos niveles: el reformista porque yo discuto que tenga sólo cantidad, también hay calidad en un número importante de trabajadores que militan en ese espectro, y el alternativo y combativo. Eso o no sacamos la huelga general adelante. Pero además hay que hacer una labor de base agitadora y paciente, formadora y unitaria con sus militancias, que sea capaz de desbordar a las dos organizaciones en la apertura de un proceso de luchas duras y combativas. Y, a la vez, medir las fuerzas y los tiempos porque no nos olvidemos que la mayoría de los trabajadores que irían a la huelga no son funcionarios a los que sólo les restarían el día de salario. Habría mucha represión sindical. Duro y a la cabeza pero con inteligencia pero con un control de los tempos de relojero, que la lucha es larga y tenemos que ganarla o, al menos, joderles tanto como ellos nos joden.
Yo pensaba de antes como tú pero los hechos del domingo y la ausencia de aparición de un bloque por la izquierda de los reformistas me ha demostrado que hay que contar con ellos. Sin que sea un argumento de autoridad siempre es bueno una relectura de "El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo", de Vladimir Illich
Perdón, luego he comprobado que querías decir no reformismo, sino conformismo. Pero creo que ello en esencia no cambia el contenido de mi respuesta. Abrazo y salud
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo, pero las tibias declaraciones de los sindicatos (CCOO UGT)de que lo que pretenden es "CORREGIR" la reforma laboral, deja bastante que desear. Esta Reforma echa por tierra derechos y salarios conseguidos con sangre sudor y lágrimas tras siglos de lucha sindical. ¿Y lo único que se les ocurre decir es que hay que "CORREGIRLA"?.
ResponderEliminar¡Hay que echarla abajo tan pronto como sea posible!
No sólo las cúpulas están vendidas, hay Comités de Empresa donde los cargos más altos los están ocupando Jefes y Directores que colocó la patronal, y son notorios represores de los trabajadores en los centros de trabajo.
Sin movilización y sin lucha es imposible, por lo que
creo que hay que buscar la Unidad en torno a un Proyecto Común de Otro Modelo de País que nuclee las fuerzas de la Izquierda real y otras fuerzas progresistas, que sea un motor dinámico para un cambio real, e incluir en ese proyecto a los sindicatos mayoritarios o no, como forma de que se sumen también (No les va a quedar otra). Habrá que hacer un llamamiento, buscar un consenso sobre los puntos fundamentales y coordinar medidas de acción.
Hoy se hace más que indispensable los siguientes 4 puntos:
UNIDAD-CONSENSO-PROGRAMA-MOVILIZACIÓN
Salud
Tengo algunas dudas sobre las opiniones de Marat su artículo (por cierto me gustaría conocer quien está detrás del seudónimo) pero es bueno conocer análisis hecho desde la misma barricada.
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