Si creyésemos a conspiranoicos, cenizos que insisten en que sólo nos espera una nueva forma de esclavitud, sectarios que anuncian el Apocalipsis, agonistas a los que imaginar un mundo distópico se la pone dura, convencidos de que el colapso de la humanidad es la expectativa imaginable y segura, debiéramos rezar para que la destrucción nuclear fuese un acto misericordioso y rápido.
Pero esto es algo propio, en unos casos, de seres con conflictos personales no resueltos, cuyas angustias personales, proyectan en forma de odio sobre la humanidad. Se ve mucho en redes sociales y foros más privados. El fascismo tiene sus canales.
Hay incluso quienes desde posiciones humanistas y hasta progresivas sólo nos han pintado un negro horizonte.
Es cierto que pintan bastos ahora mismo para quienes deseamos un mundo de igualdad, de emancipación de los seres humanos respecto al dolor, la pobreza y la explotación laboral, y de que civilización y naturaleza sean a la vez posibles.
También lo es que las resistencias frente a la desaparición de lo público (la sanidad, la enseñanza, las pensiones, las coberturas sociales ante el paro,…) abren cuestionamientos respecto al sistema económico y de dominación que acabarán por negar al capitalismo y quizá, si hubiesen comunistas abiertos de mente, a plantear de nuevo el socialismo.
El miedo al futuro hace posible que muchos trabajadores busquen en inmigrantes con y sin papeles sus enemigos inmediatos. Sus enemigos son los empresarios que calculan los salarios según necesidad de supervivencia del trabajador.
Seguirán viniendo los sin papeles, cada vez más, (ningún gobierno fascista, liberal o progre podrá impedirlo) porque la razón ya no es sólo la guerra o el hambre sino la desertificación de zonas cada vez más amplias del planeta
¿Seguimos deseando su muerte en el mar o, abandonando la pose de beatos de ONG, consideramos que unos y otros somos clases subalternas hermanadas por la necesidad de pan y trabajo que exigen al capitalismo que se quite la careta del bien común?
En cuanto al terrible fin de la humanidad que se nos anuncia y a las políticas supuestamente ecológicas, destinadas a evitarlo, puedo asegurarles que van a conocer una rebelión de la clase trabajadora, contraria a pagar el negocio capitalista de la descarbonización, como no han conocido a lo largo de la historia del capitalismo. No porque el planeta no necesite desahogarse sino porque la transformación industrial del proceso implica costes que debe pagar el capital que generó el problema y nunca los obligados a consumirlo.
Y, sí, hay razones para la esperanza porque nunca la desesperanza tuvo tantas razones para el rechazo de lo sufrido en el pasado, atacado en el presente y amenazado ante el futuro.
Frente a ello el “comunismo (como) movimiento real que supera y anula al estado de cosas actual” (Karl Marx, Friedrich Engels. “La ideología alemana”)
Muy bien Compañero!!
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