Por Marat
Si algo me gusta del capitalismo moderno es su capacidad de convertir la iniciativa privada del emprendedor criminal por cuenta ajena de internet en gran corporación empresarial, legal o permitida, como la prostitución o la marihuana según los casos, en el país que le dé cobijo o la ilegalidad a la que el terrorismo de Estado o empresarial recurre a conveniencia.
Vivimos tiempos gaseosos del capitalismo. Éste ya no se sujeta sobre la producción del valor a partir del trabajo que transforma la mercancía en producto.
Desde que pasamos a una sociedad de servicios algo se convirtió en la posibilidad del beneficio capitalista mediante lo inmaterial.
Operamos bancariamente por la red, compramos por internet, descubrimos las nuevas sensaciones que nos permite la digitalización.
Desde que tenemos internet descubrimos que podían jodernos con virus y ser espiados. Salvo a empresas, personalidades y particularidades a las que pudieran pillar en un renuncio o nos fastidiaran alguna función del ordenador todo iba bien. Al fin y al cabo, le habíamos dado a la red las páginas porno visitadas.
En realidad eso nos importa una mierda. El número de anormales que cuentan su vida en twitter, facebook o instagram es infinito. La privacidad carece de valor. Lo que hoy marca la pauta dominante es el exhibicionismo público. El más obsceno en mostrarse se convierte en influencer.
La diferencia está ahora en que si espían a tu gobierno o a los partidos de tu país, lo que tú creas sobre la importancia de tu voto es sólo tu fantasía.
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