Por
Marat
¿Qué tienen en común
noticias como el llamado apocalipsis antropocénico, que nos advierte de la
extinción de la vida sobre la tierra y el de humanidad en particular, la amenaza
recurrente del fin de las pensiones públicas, la enumeración del sinfín de
males que traería la desmembración de España, el supuesto fin de la
civilización occidental a manos de una supuesta invasión de inmigrantes de
grupos étnicos “exóticos”, en el que un adolescente mena es, más o menos, un
yihadista del DAESH, el choque de civilizaciones, la interesada promoción mediática de cualquier noticia
relacionada con la extrema derecha y el fascismo nacional e internacional, la
insistencia en una previsible descomposición de la UE como antesala de un
momento previo al verano de 1914 (instantes antes de la I GM), las noticias que
insisten en la insostenibilidad del Estado del Bienestar o el creciente peso de
las secciones o páginas de sucesos en la información de los “telediarios” y la
prensa?
Antes de darles una
respuesta directa, imagínense que conducen ustedes un vehículo por una
carretera comarcal o local en medio de una noche cerrada, sin iluminación en el
arcén y con la luna oculta tras unas nubes que apenas atisba.
De repente, un
obstáculo aparece a apenas dos metros de su coche. Usted frena en seco,
sintiendo toda la presión de la desaceleración sobre su cuerpo. Es un venado
cruzado en mitad de la carretera, que le mira con los característicos ojos rojos
que provocan los faros de su vehículo incidiendo sobre los vasos sanguíneos de
su retina. Usted logra frenar a sólo unos centímetros del animal y contempla
ese momento en el que la muerte y la vida se funden en la parálisis del animal
que ha sido incapaz de reaccionar ante el peligro de morir aplastado.
Afortunadamente, el cérvido reacciona y, de un salto, salva la distancia entre
el centro de la calzada y la otra orilla de la misma ¡Ufffff!
Quisiera que usted se
detuviese en la idea de “la parálisis del animal”. Es un asunto central en la
exposición de lo que intento contarle.
Cuando a un ser
humano o a una sociedad se les aturde con más problemas de los que pueden
digerir y a los que les es posible hacerles frente, todos y a la vez, la parálisis
es la respuesta esperable ¿Va entendiendo usted de qué le hablo?
¿Acaso los problemas que
les describí en el primer párrafo son una invención? ¿No hay en ellos siquiera
un punto, por pequeño que sea, de realidad? No seré yo quien lo niegue.
La cuestión no es
siquiera el grado de verdad que haya en ellos (es sabido que la verdad es un
concepto casi teológico del que hay prácticamente tantos sacerdotes como fieles.
Otra cosa distinta es la realidad y cómo se analiza) sino para qué sirve, con
qué fines y a quién/es beneficia y, sobre todo, en contra de quiénes.
La humanidad, a lo largo de su historia, jamás se ha planteado desafíos que no pudiera afrontar. El riesgo de los problemas actuales no está tanto en su importancia real y en el cómo pueden afectar a la sociedad como en que se asuman como insuperables.
La humanidad, a lo largo de su historia, jamás se ha planteado desafíos que no pudiera afrontar. El riesgo de los problemas actuales no está tanto en su importancia real y en el cómo pueden afectar a la sociedad como en que se asuman como insuperables.
Si en todo el
alarmismo social, político, económico y civilizatorio con el que se nos condena
a las puertas del infierno tuviese una víctima sería la de los eludidos en él;
las víctimas de un sistema capitalista que no logra levantar cabeza tras el
inicio de la última fase de su crisis, la iniciada en 2007.
Las clases
subalternas, trabajadores asalariados, autónomos en lucha por su propia
supervivencia, nuevos sectores salarizados de los antiguos sectores
profesionales, empobrecidos por la recesión, mujeres de sectores en los que la
sobreexplotación es su única salida laboral, trabajadores desfasados de los
nuevos sistemas de producción, víctimas de los procesos de reestructuración de
plantillas que ya no logran prejubilaciones ni despidos ventajosos, personas
caídas en la mendicidad, serán las que paguen los conflictos identitarios entre
banderas nacionales ¿Cuándo se convirtió aquello de no dividir a los
trabajadores en patrias, desde una posición internacionalista, en España la única
nación o Cataluña, una grande y libre? ¿Por qué se enfrentan banderas dentro de
la UE del capital entre norte rico y supuestamente trabajador y sur dependiente
y supuestamente vago? ¿Durante cuánto tiempo servirá la satanización del sin
papeles a la ausencia de reivindicaciones de derechos por parte de quienes
prefieren culparles a ellos de sus desgracias que enfrentarse el sistema
económico que salva beneficios empresariales y condena a unos y a otros a la
una vida de sobreexplotación, subsidios y precariedad?
En paralelo, las
necesidades de acumulación del capital se llevarán a cabo reduciendo salarios,
pensiones o despidos, empobreciendo mediante austeridades impuestas y adaptaciones
a la vida cotidiana las renovaciones tecnológicas en beneficio del medio
ambiente y de sistemas de ahorro energético y de descarbonización , poniendo en
pie una quinta revolución industrial y de servicios en la que la emergencia
planetaria anulará la cobertura de necesidades sociales, mientras las clases subalternas sufragarán los costes de la transición ecológica hacia una renacida reproducción ampliada del capital, que vendrá del cambio de sistema tecnológico y productivo, energético y de los transportes y que será impuesta, vía fiscal,
por una “democracia” crecientemente autoritaria.
¿Reflexionamos por un
momento sobre el por qué y el para qué del mercado del miedo y de sus
mercaderes? ¿Nos preguntamos por la función de los medios de des-información,
oficiales y de las fake news, competidores por el poder del discurso finalmente
hegemónico entre las distintas facciones del capital?
¿Ustedes qué son? ¿Cervatillos
cegados por los focos del vehículo mediático, en el que su y juicio libertad se
limita a elegir la cabecera del medio que ha de intoxicarles? ¿Borrachos de la
taberna física o de las redes sociales, en las que depositan la rabia impotente
de las frustraciones que les causa tanto miedo inducido?
¿Son conscientes de
que pertenecen a la clase social perdedora y que seguir siéndolo depende de que
acepten o no su destino y se organicen en el mundo real, abandonando el llanto
tanguista de las redes sociales, que les condena a la impotencia como objetos
sin conciencia de sujetos?
¿Continuarán culpando
al político, que pinta menos ante la posibilidad de cambiar la realidad que Harry el Sucio en la Comisión de Amor y Espiritualidad del 15-M, de sus males en lugar de al poder real, el económico, que es el que dicta al político lo que tiene que hacer (nos vamos a reír con las medidas sociales del futuro gobierno de coalición, al que ya han apretado las tuercas los grandes empresarios), al que si no se enfrentan les
devolverá a las condiciones de vida de sus abuelos?
¿Seguirán creyendo
aún que las revoluciones se hacen en el Facebook o Twitter en lugar de viéndose las caras y reuniéndose con sus iguales o que ser militante de una organización de clase es lo mismo que ser un adscrito 2.0 a Podemos o al PACMA o a los defensores de la última extravagancia surgida del frikimundo paralelo de las multidivididas y enfrentadas "diversidades"?
Ustedes mismos.
Qué se puede añadir a su, como siempre , magnífico artículo, en mi caso agradecerle y reconocer su generosidad intelectual e inteligencia. Saludos
ResponderEliminar