Por
Marat
"Y
gritas:
“¡Taxi!
¡Sáqueme de aquí! ¡No puedo,
no, no, seguir así!
¡Lléveme por la ruta de la paz
dirección prohibida sin parar hasta el mar”!.
Y gritas:
“¡Taxi!
¡Taxi!
¡Sáqueme de aquí!”.
“¡Taxi!
¡Sáqueme de aquí! ¡No puedo,
no, no, seguir así!
¡Lléveme por la ruta de la paz
dirección prohibida sin parar hasta el mar”!.
Y gritas:
“¡Taxi!
¡Taxi!
¡Sáqueme de aquí!”.
(Hilario
Camacho)
¿Cuándo
se jodió la esperanza de un mundo más justo, humano e igualitario?
¿Cuándo los monstruos de las patrias enloquecieron a los seres
humanos? ¿Cuándo se sustituyó la denuncia de la explotación por
la reivindicación del identitarismo de la tribu? ¿Cuándo se
decidió perseguir a la razón en beneficio de la locura? Cuando
los explotadores descubrieron que era más sencillo manejar a la masa
estúpida que reprimir directamente a los subversivos.
Les echaron encima a los borregos hasta que pasaron por encima
de ellos y ahogaron su voz.
Empezaron
por envenenar a los supuestos representantes de los parias diciéndoles que había miles de matices intermedios entre el opresor y el oprimido y que faltaban muchas otras “liberaciones” por hacer antes de que
el esclavo se liberase.
Les convencieron de que su camino sería más fácil empezando por
pequeñas batallas de microopresiones, creando nuevas identidades que
importaban mucho a las clases intermedias, porque
sus demandas estaban muy lejos de la realidad del
oprimido. Del multiculturalismo al postgénero, del postmodernismo al
relativismo, de la idea de pueblo, que enmascara opresiones más
profundas, a la de nación, de la gente, que mezcla clases, al
animalismo como nuevo sujeto, del democratismo
del progre al relato, del feminismo reformista al antagonismo que
sustituye clases por odio entre mujeres y hombres.
¿Cuándo
dejamos de reconocer al compañero, al igual en humillación para
sustituirlo por el desconocido “amigo”, tantas veces intoxicador a sueldo, de redes antisociales? ¿Cuándo los nuestros se pasaron al campo del opresor,
disfrazado de rebelde? ¿A cambio de qué y, sobre todo, por cuánto
para sus mesías?
¿Cuándo
los que decían sostener el hilo de la emancipación se convirtieron
en estatua de sal, en farsa, en mueca de sí mismos, en mentira?
¿Cuándo
lo indómito se convirtió en dulce gatito obediente y en servidor
del orden de nuestros opresores? ¿Cuándo empezaron a traicionar lo
que fueron un día?
Vendrán
de nuevo los bárbaros. Ya están aquí con sus horcas y sus
uniformes de muerte, están entre nosotros, muchos los lleváis
dentro de vosotros. No sois capaces siquiera de reconocer cómo os
han transformado por dentro. No los culpéis. Os transformasteis en
los monstruos que jurasteis un día combatir.
Ahora
todo se ha vuelto micro. Dentro de cada una de esas reivindicaciones, que ha fomentado, alimentado y subvencionado el capital, han nacido
nuevos antagonismos. Gais que demandan el derecho a la paternidad mercantilizando el útero de las mujeres, defensoras de la prostitución frente al derecho de la
mujer a no ser tratadas como sexo con patas,
tribus contra tribus, ateos anticatólicos pero feroces censores de
cualquier crítica al islam, con la amenaza de anatema de que
cualquier crítica hacia lo que representa es islamofobia,
trabajadores desclasados que odian
a quienes conquistaron mejores
condiciones laborales y salariales. Todos contra todos hasta el
individualismo salvaje más guerracivilista y feroz.
Quisisteis
ser modernos y os habéis convertido en los más antiguos salvajes,
aquellos que ni siquiera disponéis del corpus social porque vuestro
intento de evitar el antagonismo básico explotador-explotado,
capital-trabajo, os ha conducido al darwinismo social más cruento, el
de que cada uno se busque la vida como pueda, contra todos pero
principalmente contra sus iguales, contra quienes soportan similar
condición de galeotes.
Ya sois unos perfectos liberales pero no en la cúspide de la pirámide social sino en el barro. El capital os tiene donde quería.
Ya sois unos perfectos liberales pero no en la cúspide de la pirámide social sino en el barro. El capital os tiene donde quería.
Como dice el poema de León Felipe, qué pena que la historia del mundo sea siempre de la misma manera. Siempre ha habido oportunistas, infiltrados, trepadores, gente calculadora que mira por su interés personal. A lo largo de la historia de la humanidad, esto siempre ha sido igual. Si el pueblo oprimido no toma conciencia por sí mismo de su papel, y cree que otros pueden cambiar su rumbo, están muy equivocados. Sólo ellos pueden ser dueños de su destino y ningún podrido régimen burgués puede cambiar su situación económica. El capitalismo impone su rodillo y siempre serán manipulados por los portavoces del dinero. Sólo desde la violencia que puede ejercer su clase social pueden modificar esta situación. Violencia completamente justificada en su caso.
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