30 de enero de 2017

LA PEQUEÑA BURGUESÍA Y SU EXPRESIÓN POLÍTICA EN LA HISTORIA

Elsalariado.info

Marx, La lucha de clases en Francia (1850)
El capital acosa a esta clase [la pequeña burguesía] principalmente como acreedor; por eso ella exige instituciones de crédito. La aplasta con la competencia, por eso ella exige asociaciones apoyadas por el Estado. Tiene superioridad en la lucha, a causa de la concentración de capital; por eso ella exige impuestos progresivos, restricciones a la herencia, centralización de grandes obras en manos del Estado y otras medidas que contengan por la fuerza el incremento del capital.”


Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte (1851)
El carácter peculiar de la socialdemocracia [como expresión política de la pequeña burguesía] consiste en exigir instituciones democrático-republicanas, no para abolir a la par los dos extremos, capital y trabajo asalariado, sino para atenuar su antítesis y convertirla en armonía. Por mucho que difieran las medidas propuestas para alcanzar este fin, por mucho que se adorne con concepciones más o menos revolucionarias, el contenido es siempre el mismo. Este contenido es la transformación de la sociedad por la vía democrática, pero una transformación dentro del marco de la pequeña burguesía. No vaya nadie a formarse la idea limitada de que la pequeña burguesía quiere imponer, por principio, un interés egoísta de clase. Ella cree, por el contrario, que las condiciones especiales de su emancipación son las condiciones generales fuera de las cuales no puede ser salvada la sociedad moderna y evitarse la lucha de clases. Tampoco debe creerse que los representantes democráticos son todos shopkeepers [tenderos] o gentes que se entusiasman con ellos. Pueden estar a un mundo de distancia de ellos, por su cultura y su situación individual. Lo que les hace representantes de la pequeña burguesía es que no van más allá, en cuanto a mentalidad, de donde van los pequeños burgueses en modo de vida; que, por tanto, se ven teóricamente impulsados a los mismos problemas y a las mismas soluciones que a aquéllos, en la práctica, les lleva su interés material y su situación social. Tal es, en general, la relación que existe entre los representantes políticos y literarios de una clase y la clase por ellos representada.”

[…] Pero las amenazas revolucionarias de los pequeños burgueses y de sus representantes democráticos no son más que intentos de intimidar al adversario. Y cuando se ven metidos en un atolladero, cuando se han comprometido ya lo bastante para verse obligados a ejecutar sus amenazas, lo hacen de un modo equívoco, evitando, sobre todo, los medios que llevan al fin propuesto y acechan todos los pretextos para sucumbir. Tan pronto como hay que romper el fuego, la estrepitosa obertura que anunció la lucha se pierde en un pusilánime refunfuñar, los actores dejan de tomar su papel au sérieux y la acción se derrumba lamentablemente, como un balón lleno de aire al que se le pincha con una aguja.”

[…] Ningún partido exagera más ante él mismo sus medios que el democrático, ninguno se engaña con más ligereza acerca de la situación. […] Pero el demócrata, como representa a la pequeña burguesía, es decir, a una clase de transición, en la que los intereses de dos clases se embotan el uno contra el otro, cree estar por encima del antagonismo de clases en general. Los demócratas reconocen que tienen que enfrente a una clase privilegiada, pero ellos, con todo el resto de la nación que los circunda, forman el pueblo. Lo que ellos representan es el interés del pueblo. Por eso, cuando se prepara una lucha, no necesitan examinar los intereses y las oposiciones de las distintas clases. No necesitan ponderar con demasiada escrupulosidad sus propios medios. No tienen más que dar la señal, para que el pueblo, con todos sus recursos inagotables, caiga sobre los opresores. Y si, al poner en práctica la cosa, sus intereses resultan no interesar y su poder se vuelve impotencia, la culpa la tienen los sofistas perniciosos, que escinden al pueblo indivisible en varios campos enemigos, o el ejército, demasiado embrutecido y cegado para ver en los fines puros de la democracia lo mejor para él, o bien ha fracasado por un detalle de ejecución, o ha surgido una casualidad imprevista que ha malogrado la partida por esta vez. En todo caso, el demócrata sale de la derrota más ignominiosa tan inmaculado como inocente entró en ella, con la convicción readquirida de que tiene necesariamente que vencer, no de que él mismo y su partido tienen que abandonar la vieja posición, sino de que, por el contrario, son las condiciones las que tienen que madurar para ponerse a tono con él.”


Marx y Engels, Circular del Comité Central a la Liga de los Comunistas (1850)
La pequeña burguesía democrática está muy lejos de desear la transformación de toda la sociedad; su finalidad tiende únicamente a producir los cambios en las condiciones sociales que puedan hacer su vida en la sociedad actual más confortable y provechosa. Desea, sobre todo, una reducción de los gastos nacionales por medio de una simplificación de la burocracia y la imposición de las principales cargas contributivas sobre los señores de la tierra y los capitalistas. Pide igualmente establecimientos de Bancos del Estado y leyes contra la usura; todo con el fin de librar de la presión del gran capital a los pequeños comerciantes y obtener del Estado crédito barato. Pide también la explotación de toda la tierra para terminar con todos los restos del derecho señorial. Para este objeto necesita una Constitución democrática que pueda darles la mayoría en el Parlamento, Municipalidades y Senado. Con el fin de adueñarse del Poder y de contener el desarrollo del gran capital, el partido democrático pide la reforma de las leyes de la herencia, e igualmente que se transfieran los servicios públicos y tantas empresas industriales como se pueda a las autoridades del Estado y del Municipio. Cuanto a los trabajadores, ellos deberán continuar siendo asalariados, para los cuales, no obstante, el partido democrático procurará más altos salarios, mejores condiciones de trabajo y una existencia más segura. Los demócratas tienen la esperanza de realizar este programa por medio del Estado y la Administración municipal y a través de instituciones benéficas.

En concreto: aspiran a corromper a la clase trabajadora con la tranquilidad, y así adormecer su espíritu revolucionario con concesiones y comodidades pasajeras.”

[…] En el momento presente, cuando la pequeña burguesía democrática es en todas partes oprimida, instruye al proletariado, exhortándole a la unificación y conciliación; ellos desearían poder unir las manos y formar un gran partido de oposición, abarcando dentro de sus límites todos los matices de la democracia. Esto es, ellos tratarán de convertir al proletariado en una organización de partido en el cual predominen las frases generales social-demócratas, tras del cual sus intereses particulares estén escondidos y en el que las particulares demandas proletarias no deban, en interés de la concordia y de la paz, pasar a un primer plano.

Una tal unificación sería hecha en exclusivo beneficio de la pequeña burguesía democrática y en perjuicio del proletariado. La clase trabajadora organizada perdería su a tanta costa ganada independencia y advendría de nuevo un mero apéndice de la oficial democracia burguesa. Semejante unificación debe ser resueltamente rechazada.”


NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG
Estas notas van dedicadas a los demagogos y populistas “demócratas” del 99% vs el 1%, que pretenden poner a la clase trabajadora al servicio de sus intereses de supervivencia como clase a extinguir por el propio desarrollo del capitalismo.

Su cínico embuste de que solo hay un “enemigo del pueblo” (el llamado 1%) pretende esconder que entre el otro llamado 99% hay, al menos un 10% de empresarios pequeños, medianos y grandes que tienen trabajadores en sus negocios a los que también explotan y sobreexplotan, a menudo en peores condiciones que las más grandes corporaciones, porque el ojo vigilante del patrón, siempre más próximo, combinado con su falso paternalismo, crea una mezcla de miedo a la protesta de sus empleados y de falsa percepción de ir en el mismo barco, que impide la acción social, política y reivindicativa de sus trabajadores.

A estos mercachifles del 1% frente al 99% no les cabe ni siquiera el título de reformistas sino de embusteros que buscan “alianzas” de clase sólo contra el capitalismo de las trasnacionales, las grandes corporaciones financieras mundiales y sus especuladores, apelando a una “unidad del pueblo” y de un patriotismo de opereta, y que no dudan en revolverse contra la clase trabajadora y culparla de sus males cuando las cosas no salen en beneficio de sus intereses en riesgo o cuando no ponen suficiente interés en hacerles de muleta. Hay que arrancarles la careta y combatirles como a enemigos de clase.

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