18 de octubre de 2015

GENTRIFICACIÓN Y CLASS WAR: ¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN NUESTRAS CIUDADES?

Clara Mallo. La izquierda diario

Hace unos días, una noticia saltó a las redes sociales. Un grupo antisistema ataca una tienda de cereales en Londres. Detrás de la noticia, un fenómeno: la gentrificación y la desigualdad de clase en las ciudades. Aquí una aproximación al fenómeno.

Más allá de la risa que provocó en algunos la noticia, tras la primera carcajada comenzamos a plantearnos: ¿Por qué unos antisistema atacan una tienda de cereales para el desayuno? ¿Puede haber algo más inocente que un lugar donde venden kellogg’s y leche? Y ¿Quién decide montarse un negocio donde solo se venden cereales?

Cereal Killer Cafe es una de esas rarezas que causan simpatía. Un negocio donde solo puedes tomar un bol de cereales con leche, eso sí, la elección es difícil. Más de cien tipos de cereales y unos treinta tipos de leches. Además, sus simpáticos propietarios son una pareja de hípsters norirlandeses, unos cariñosos barbudos expertos en cereales. Esta cafetería fue abierta en el barrio de Shoreditch, unos de los lugares más de moda en la capital británica. Junto a él, el distrito de Tower Hamlets, una zona con grandes índices de pobreza entre sus habitantes. Shoreditch es uno de los barrios londinenses que como Hackney o Dalston antes eran considerados ‘deprimidos’, donde nadie quería pasear, pero que sin saber muy bien cómo, en poco tiempo, se han convertido en espacios cool donde todo el que quiera una hacer una foto a su taza de café, ponerle el filtro slumber y colgarla en instagrm debería ir.

Así es Cereal Killer, un extraño lugar que fue hace unos días diana del grupo anarquista Class War (Guerra de Clases).

El pasado sábado 3 de octubre, Class War organizó una movilización contra la gentrificación, y uno de los puntos de su recorrido fue Cereal Killer. Uno de esos lugares extravagantes que se instalan en un barrio donde la renta de la mayoría de los vecinos les impide visitarlo. Algunas de esas tazas de cereales pueden costar 5 libras.

La marcha se convocó para protestar contra la apertura de ciertos negocios que consideran elitistas. Una lucha contra la gentrificación que se viene desarrollando en Londres desde hace unos años, y no es casual. Londres es uno de los centros del capitalismo mundial y cuna del neoliberalismo que expresa en su trama y en su ‘anatomía’ las consecuencias y límites del neoliberalismo aplicado a la ciudad como espacio.

La gran Babilonia del capital es expresión de los negocios de las grandes compañías. Obras megalómanas, sistemas de vigilancia, fragmentación por estratos sociales y proyectos propagandísticos del poder. Grandes mutaciones urbanas al servicio del capital que en pro del negocio expulsan, aíslan y despojan de servicios a ciertos sectores en favor del negocio inmobiliario.

Gentry es un término que en inglés hace referencia a la alta burguesía, y gentrificación hace alusión al aburguesamiento o elitización como fenómeno. Un término relativamente nuevo en castellano pero que en lugares donde el neoliberalismo se ha desarrollado de manera más concentrada como Londres, Nueva York o París, ya se conocía.

Más allá de esto, el fenómeno es relativamente nuevo. Es cierto que la burguesía siempre ha buscado y generado sus propios espacios en las ciudades. La ciudad en toda su amplitud siempre ha reflejado las desigualdades sociales. Desde la trama, el alzado, sus espacios y servicios han sido pensados para la fragmentación y separación de las poblaciones. Por clase, origen y generación. Pero la novedad del fenómeno reside en la reorganización, el desplazamiento y la reutilización de ciertas zonas ocupadas por sectores sociales muy concretos, especialmente sectores de la clase obrera más empobrecidos. Espacios que ahora son ‘invadidos’ por sectores sociales más privilegiados. 

Revalorizar cierto espacio, para reintroducirlos en el mercado es uno de los fines de estos procesos pero no el único.

Saca brillo a tu coche y valdrá unos cientos de euros más. Pero la gentrificación es algo un poco más complejo en realidad. La mayoría de estos proyectos de renovación o reorganización responden a operaciones inmobiliarias a gran o mediana escala que buscan revalorizar espacios perdidos para el gran capital. Una serie de operaciones en las que intervienen el sector privado con las inmobiliarias a la cabeza y los ayuntamientos, quienes regulan las políticas urbanas, otorgan licencias de locales, y dan beneficios para la implantación o no de ciertos tipos de negocios.

Es un buen negocio para los ayuntamientos ya que permite que el sector privado “regenere” la ciudad. Un “embellecimiento” de los centros urbanos hace que las operaciones inmobiliarias sean más rentables, y se atraiga mayor inversión relacionada con la relocalización como centros turísticos y de ocio de élite. Esto ha ocurrido en decenas de ciudades. Barrios que antes estaban olvidados y muy empobrecidos como Malasaña o Chueca en Madrid, Brooklyn en Nueva York, Borneo en Amsterdam, o Canary Wharf en Londres.

Los ayuntamientos tienen una gran responsabilidad en estos procesos. Eliminan restricciones burocráticas, adaptan las normativas urbanísticas a las necesidades de los inversores y otorgan beneficios a ciertos tipos de proyectos mientras restringen a otros.

Esto ocurre sobre todo en las grandes ciudades donde en el centro se concentraba una importante actividad turística, pero al mismo tiempo había quedado “abandonados” por parte de los ayuntamientos. Porque la dinámica de la burguesía desde mediados del siglo xx fue la de alejarse de los centros urbanos y crear sus propios barrios con mejores servicios, nuevos sistemas de alcantarillados e infraestructuras, calles más espaciosas y lugares más verdes. Esto hizo que los centros de la ciudad se quedaran sin muchos servicios o se degradaran al no recibir inversión por parte de los ayuntamientos para su mantenimiento y mejoras. La limpieza viaria, los controles y limpiezas en los sistemas de canalización, los centros de salud, colegios, etcétera, eran deficitarios.

Pero ahora los ayuntamientos tienen especial interés en regenerar un área degradada de la ciudad y estimulan fiscalmente a “empresas de vanguardia”, especialmente tecnológicas, audiovisuales y de comunicaciones, para que se instalen en esos barrios. Esto atrae a nuevos sectores sociales de características muy concretas. Además, todo ello se apoya con una serie de operaciones de rehabilitación y embellecimiento ligadas al fomento de las artes y la cultura que serán garantía del buen nivel adquisitivo de los nuevos inquilinos.

Este interés no solo se debe a la sed de inversión privada más rentable en las ciudades, también en ocasiones los ayuntamientos desean eliminar “elementos molestos”. Un doble beneficio, ya que además de conseguir inversión se pretende desarticular centros sociales que generalmente son considerados por los vecinos como espacios propios. Lugares donde se desarrollan actividades política, activismo y una cultura de una manera un poco más libre.

La “cultura” juega un papel fundamental en estos procesos. La instrumentalización que de esta se hace a favor de estos procesos tiene un objetivo claro, desarticular al mismo tiempo la mayoría de las propuestas críticas que se formulan desde la acción artística, o desde la acción vecinal. Se expulsa a los sectores más populares y todos “los peligros” que los rodean. Del mismo modo que desaparecen esas expresiones culturales, las asociaciones y otros tipos de ocio de un sector empobrecido de trabajadores y se les condena a las periferias, también se asumen lo propio de los nuevos sectores sociales que ocupan estos espacios gentrificados.

Quienes se instalan en los bohemios barrios responden a un sector muy concreto. Clase media, joven, con gran poder adquisitivo y sobretodo nada molesta para las instituciones.
Por ello una de las herramientas más utilizadas por parte de los ayuntamientos para abrir paso a los “nuevos inquilinos” es la persecución, la continua presencia policial, las redadas y los cierres de locales de ocio más populares, que hacen que esos espacios ya no sean cómodos para sus habitantes.

¿Qué hay detrás de todo esto?
La gentrificación no es casual. Contra la idea de que se trata de un “fenómeno natural”, cabe decir que este hecho responde a la revalorización de ciertos espacios y del mismo modo a la voluntad de expulsar a ciertos sectores de la clase obrera de los centros de las ciudades, dejándolos libres para inversores. Un negocio redondo en el que además de enriquecerse expulsan lo “molesto” del centro, invisibilizan y abren paso a sectores de clase media con inquietudes muy concretas: el consumo. Grandes consumidores de tecnología, cultura y ocio de manera elitista y que otorgan un toque bohemio a la imagen de la ciudad. Los beneficios para las instituciones que atraen nuevos inversores y empresas junto con nuevos consumidores son obvios. Pero ¿cómo justificar esto?

Estos procesos responden a teorías económicas que aplicadas a lo urbano producen el aburguesamiento, gentrificación o elitización. La teoría del trickle down, filtración o goteo es una idea neoliberal que teoriza en general sobre la necesidad de beneficiar a los sectores más privilegiados, para que de este modo el sobre enriquecimiento repercuta o ‘se filtre’ hacia los pobres.

En lo urbano, se trata de instalar espacios elitistas en los lugares empobrecidos. Espacios culturales, cafeterías yuppies, librerías bohemias, escuelas de fotografía, tiendas exclusivas, y lugares donde tomar una taza de cereales.

Pero el efecto que causan es el opuesto. Los sectores más pobres, con la llegada de los nuevos negocios elitistas a sus barrios, se empobrecen aún más, privándoles de los pocos servicios que disponían. Un modo de privatizar los espacios urbanos y sus servicios.

El caso de Cereal Killer es bastante ejemplificador. Introducir un negocio tan elitista en el que solo la clase alta podrían gastar 5 libras en un bol de cereales priva a los sectores populares de parte de su espacio urbano, ya de por sí privatizado pero ahora tremendamente elitizado.

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