Carlos Molina, autor de este artículo |
Carlos
Molina. contrapunto.com
Un
fantasma recorre el mundo: el fantasma del nuevo moralismo apolítico
y “postideológico”. Buena parte de los llamados a la solidaridad
por los recientes ataques en París evitan analizar lo sucedido. Son
expresión de un moralismo light que no toma partido, que se resiste
a distinguir entre las víctimas o a preguntarse las razones por las
que han sido asesinadas. Piensan, quizás, que indagando en las
causas terminarán por justificar el terrorismo. Como si la ceguera
fuese una especie de escudo contra la dureza de corazón.
Es
posible que estos buenazos simplemente sean incapaces de ver la
diferencia entre “comprender” y “justificar” un hecho de ese
tipo. Hay que notificarles que podrían condenar los atentados sin
tener que negarse a entender por qué suceden, por qué ahí, por qué
ahora, quiénes son los responsables, etc. Claro, para eso se
requiere información y por información me refiero a prensa seria y
responsable, artículo escaso en estos días.
Pero
“otras razones” podrían ser distintas de la ignorancia. Me llamó
mucho la atención cierto uso del argumento “todas las víctimas
son importantes”. En lugar de emplearlo para indicar que
llevamos varios años asistiendo a la barbarie protagonizada por los
EEUU y la OTAN en el Medio Oriente ―“¿y todo ese montón de
muertos no importa también?”―, parece que cumple la función
inversa: “no me pidas que compare, porque no hay comparación
posible”. Pero no se trata de un simple conteo de muertos “en
uno y otro lado”, sino de entender que las decenas de un lado
son el resultado de los cientos de miles en el otro. La comparación
no solo es posible, sino necesaria.
Otros
se sienten más cómodos apelando a La Barbarie, con mayúsculas, y a
su rostro más publicitado por CNN: terrorista, islámico, árabe,
sirio... Piensan que en “esa parte del mundo” los niños
vienen con un AK-47 bajo el brazo. Del pasado colonial francés no
quieren saber nada. “Eso fue hace mucho”, dicen. “Y
tampoco viene a cuento que occidente haya creado, vestido y
alimentado al Estado Islámico”. Así hablan.
También
están los que arguyen que no se puede analizar un acto demencial,
que ante las masacres la razón enmudece. Es mejor que sepan que las
guerras no las hacen los locos sino la fría y calculadora
racionalidad, y el voraz apetito de las potencias que no están
dispuestas a compartir las riquezas del mundo. Hay que sospechar de
quienes hablan de locura, sobre todo si veneran ese “noble
legado occidental” llamado “modernidad” o “ilustración”.
Frente a estas, piensan, los “enemigos de occidente” (sic)
solo pueden ser locos o endemoniados.
Todas
estas simplificaciones pierden el rumbo. La distinción moral
entre quienes invaden un país ―la Francia de Sarkozy y Hollande―
y quienes luchan contra el invasor ―Libia destruida por el primero
y Siria (1) que resiste al segundo― es totalmente relevante para
nuestra solidaridad. Esta será moral y política o no será.
(1)
NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG
Estas
distinciones morales son las que los indignos “abajofirmantes”
convocantes del “No en nuestro nombre”, y los partidos que
les apoyan, entre ellos Podemos e IU, intentan que olvidemos o que
ignoremos lo que en su manifiesto, que destaca por lo que calla -que
la guerra contra la que dicen ir está provocada por el imperialismo
que ha armado al islamofascismo del ISIS y de Al Nusra,- afirman en
una frase aparentemente críptica pero muy reveladora del “ni-nismo”
postideológico, pero muy ideológico en el fondo: “mientras
unos y otros trafican con influencias, armas e intereses
geoestratégicos”.¿Quiénes
son esos “unos” y “otros”? ¿Están poniendo a quienes apoyan
al gobierno electo sirio a la misma altura de a quienes han armado y
financiado a
los terroristas que lo combaten? Uno no deja de pensar que quizá en
la guerra civil española estos abajofirmantes y las organizaciones
que les apoyan les hubieran sobrado también Las Brigadas Internacionales, lo que no
es sino un modo de apoyar a los agresores.
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