Miguel
Fernández Martínez.
Prensa Latina
La supuesta presencia de grupos opositores armados
en Siria, al margen de las bandas terroristas, se está convirtiendo en una
cortina de humo que Occidente emplea para desvirtuar la realidad de lo que aquí
acontece.
Salir en defensa de estos supuestos grupos -de los
que muchos dudan que existan-, fue la mejor manera de ocultar el fracaso de una
política liderada por Estados Unidos, de crear ante los ojos del mundo, la
imagen de rebeldes antigubernamentales que luchaban por derrocar un gobierno.
Hasta que los militares rusos decidieran el pasado
30 de septiembre intervenir en el conflicto armado que sufre este país árabe
desde hace más de cuatro años, nadie hablaba del tema, a pesar de que el
ejército sirio mantenía 400 frentes de batalla en distintos puntos de la
geografía nacional.
Con su persistente apoyo financiero, logístico y
con armamento de punta, las potencias occidentales y sus acólitos en el área,
subestimaron la capacidad combativa de las fuerzas armadas sirias, que luchaba
-y lucha- contra terroristas o contra "opositores",
que no es lo mismo, pero es casi igual.
Sería interesante entonces, hacer un repaso de
esos supuestos grupos armados, que ahora Estados Unidos, algunas potencias
europeas y países de la región que siguen los dictados de Washington, pretenden
defender como "paladines de la
libertad".
El más emblemático, aunque sea el más
desprestigiado entre estas agrupaciones, es el autoproclamado Ejército Libre
Sirio (ELS), una organización militar que desde el principio contó con el
beneplácito de la Casa Blanca y el Pentágono.
Creado por la Agencia Central de Inteligencia
(CIA) norteamericana y por los servicios secretos franceses, este "ejército" estuvo integrado
originalmente por desertores de las fuerzas armadas sirias, con la asesoría de
miembros de la Legión extranjera gala.
Su bandera, algo significativo, es el estandarte
neocolonial del mandato francés sobre estas tierras del Levante (1923-1946) y
su integración, algo dudosa, formada por muchos extranjeros, entre ellos los
conocidos Mujahidines del Cáucaso.
El ELS, como otras bandas manipuladas por
Occidente, Turquía, Qatar y Arabia Saudita, sucumbió prácticamente ante dos
fuegos: de una parte, el ejército sirio que no les dio cuartel en las zonas
donde operaban, y por otra, los grupos abiertamente terroristas Estado Islámico
y Frente al-Nusra, que no aceptaron rivalidades.
En este caso están, además, el Ejército de los
Hombres Libres del Levante (Ahrar al-Sham), con patrocinio de los gobiernos de
Turquía y Qatar, y otras bandas que se han ido desmembrando -por no decir
desmoralizando- y que terminaron engrosando las filas del EI y de al-Qaeda,
representada aquí por el Frente al-Nusra.
Ninguna de estas agrupaciones tuvieron
representatividad entre el pueblo sirio, aun entre los que no comulgan con el
presidente al-Assad, sobre todo por sus prácticas extremistas y crueles, que en
poco se diferencian de las rutinas criminales del EI.
Ahora, Washington, París y Londres, desamarran sus
maquinarias propagandísticas, y pretenden presentarlos como
"revolucionarios al servicio del pueblo", buscando desacreditar el
efecto de los ataques aéreos rusos, que van dirigidos sobre los peores asesinos
que ha conocido el pueblo sirio.
Recientemente, el presidente ruso Vladimir Putin
comentó, que a propuesta de homólogo francés, Francois Hollande, "intentaría unir los esfuerzos de las
tropas de Damasco y las del llamado Ejército Libre Sirio".
"El
problema es que no se sabe dónde está el ESL ni quién lo encabeza",
dijo, casi irónicamente, el mandatario ruso.
En cambio, los sirios si lo saben. O cruzando
despavoridos las fronteras con Turquía, Israel o Jordania, o pasándose a las
filas del Estado Islámico, o deponiendo las armas ante el ejército nacional.
Lo demás, es puro humo de Occidente, que no sabe
cómo enfrentar el fracaso de sus políticas hegemónicas en este país que aceptó
el reto de defenderse.
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