La
mendicidad, los despidos masivos,
la pérdida del poder adquisitivo
de los
trabajadores: todo confluye en la
actual crisis griega.
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Eduardo
Febbro. Página/12
Gracias
a la complicidad del organismo financiero estadounidense y de varias
instancias y personalidades europeas, el país heleno pudo disimular
durante varios años el “paquete” escondido de su deuda. Hoy se
puede ver su peor desenlace.
Hay
empresas que roban en nombre de la corona imperial para la cual
trabajan sin que nunca les pase nada. Goldman Sachs es una de ellas.
El banco de negocios norteamericano llenó sus arcas con un botín de
600 millones de euros (800 millones de dólares) cuando ayudó a
Grecia a maquillar sus cuentas a fin de que este país llenara los
requisitos para ingresar en el euro, la moneda única europea. La
información no es nueva pero hasta ahora, se desconocían los
detalles más truculentos del mecanismo con el cual Goldman Sachs
engañó a todos los gobiernos europeos que participaban en la
creación de la moneda única y cómo evitó luego responder ante la
ley. El abanderado de la oligarquía financiera operó protegido por
sólidas complicidades en el seno de las instituciones bancarias
europeas y dentro del poder político, que hizo todo cuanto estuvo a
su alcance para impedir las investigaciones.
Dos
de los protagonistas de esta megaestafa hablaron por primera vez
sobre las transacciones encubiertas mediante las cuales Atenas
escondió la enormidad de su deuda. Se trata de Christoforos
Sardelis, jefe de la oficina de gestión de la deuda griega entre
1999 y 2004, y de Spyros Papanicolaou, el hombre que lo reemplazó
hasta 2010. El resultado de la operación es una gigantesca estafa
que hizo del presunto salvador, en este caso Goldman Sachs, el
operador del hundimiento de Grecia y de buena parte de Europa. Si se
cuentan sólo los bancos franceses, la aventura griega les costó
7000 millones de euros: BNP Paribas perdió 3,2 mil millones, el
Crédit Agricole 1,3 mil millones, la Société Générale 892
millones, BPCE 921 millones y el Crédit Mutuel 359 millones. Esto
únicamente es lo que le costó al sistema bancario francés: los
pueblos pagaron y pagarán en sacrificios y privaciones mucho más
que esto.
El
montaje financiero fue astuto. El Tratado de Maastricht de la Unión
Europea fijaba requisitos rígidos para integrar el euro: ningún
miembro de la Zona Euro podía tener una deuda superior al 60 por
ciento del PIB y los déficit públicos no podían superar tres por
ciento. En junio de 2000, para ocultar el peso gigantesco de la deuda
griega que ascendía al 103 por ciento de su PIB y obtener así la
calificación de Grecia para entrar en el euro, Goldman Sachs ideó
un plan: trasladó la deuda griega de una moneda a otra. La
transacción consistió en cambiar la deuda que estaba cotizada en
dólares y en yenes por euros, pero en base a una tasa de cambio
ficticia. Así se redujo de dos por ciento del endeudamiento griego
y, con ello, Grecia respetó los criterios fijados por el Tratado de
Maastricht para ingresar al euro. Un detalle vino a complicar el
maquillaje: Goldman Sachs estableció un contrato con Grecia mediante
el cual disimuló el arreglo bajo la forma de lo que se conoce como
un SWAP, un contrato de cambio para los flujos financieros que viene
a equivaler a una suerte de crédito. Ese esquema fraudulento llevó
a que, a raíz de los llamados “productos derivados” implicados
en la operación, en apenas cuatro años la deuda que Grecia contrajo
con Goldman Sachs pasara de 2,8 mil millones de euros a 5,1 mil
millones.
Dos
periodistas de la agencia Bloomberg, Nick Dunbar y Elisa Martinuzzi,
llevaron a cabo una paciente investigación al cabo de la cual
pusieron al desnudo este oscuro mecanismo. Según explicó a los
periodistas el jefe de la oficina de gestión de la deuda griega
entre 1999 y 2004, Christoforos Sardelis, en ese momento la
arquitectura de la propuesta de Goldman Sachs se le escapó de las
manos. Luego, dice Sardelis, los atentados del 11 de septiembre y una
mala decisión de los bancos sembraron la semilla del desastre
actual. La conclusión de la investigación es contundente: Grecia y
Goldman Sachs hipotecaron el porvenir del pueblo griego y pusieron
una bomba de tiempo que, 10 años más tarde, explotaría en las
manos de la sociedad.
En
materia de grandes estafas organizadas por los bancos de inversión
la impunidad es la regla. Nadie fue ni será condenado. Christoforos
Sardelis afirmó que “el acuerdo con Goldman Sachs es una historia
muy sexy entre dos pecadores”. Goldman Sachs sacó jugosos
beneficios de esa truculenta organización. Sin embargo, el banco de
negocios norteamericano afirma en su defensa que nada hizo de ilegal,
que todo lo realizado respetaba al pie de la letra las directivas de
Eurostat, el organismo europeo de estadísticas. Eurostat alega que
recién tomó conciencia en 2010 de los niveles de endeudamiento
griego. La defensa parece pobre porque las primeras denuncias sobre
el maquillaje de las cuentas griegas y el papel que en él jugo
Goldman Sachs datan de 2003. En un informe de 2004, Eurostat
escribió: “falsificación generalizada de los datos sobre el
déficit y la deuda por parte de las autoridades griegas”.
Gracias
a la complicidad del organismo financiero norteamericano y de varias
instancias y personalidades europeas, Grecia pudo disimular durante
varios años el “paquete” escondido de su deuda. En 2010, Jean
Claude Trichet, entonces presidente del Banco Central Europeo (BCE),
se negó a entregar los documentos requeridos para conocer la
amplitud de la verdad. Ocurre que en el medio de esta gran mentira
hay un personaje que hoy es central: se trata de Mario Draghi, el
actual presidente del Banco Central Europeo y gran partidario de
terminar de una buena vez por todas con el modelo social europeo.
Draghi es un hombre de Goldman Sachs. Entre 2002 y 2005 fue
vicepresidente de Goldman Sachs para Europa y, por consiguiente,
estaba al corriente de la falsificación de los datos sobre las
finanzas públicas de Grecia. Fue su mismo banco quien estructuró la
falsificación. El liberalismo premia muy bien a sus soldados.
Durante dos años, el Banco Central Europeo y los lobbies políticos
usaron cuanto truco fuera posible para proteger a Draghi y no
permitir que se llevaran a cabo auditorías en torno de las
irregularidades cometidas en Grecia. Las comisiones del Parlamento
europeo designadas para investigar esta megaestafa chocaron
sistemáticamente contra las redes que protegían el secreto.
El
desenlace final de esta complicidad entre las oligarquías
financieras es conocido por todos: casi un continente sumido en la
crisis de la deuda, un país, Grecia, expoliado y de rodillas,
recesión, despidos masivos, pérdida de poder adquisitivo para los
trabajadores, reestructuraciones, sacrificios de los beneficios
sociales, planes de ajuste y miseria. Mientras tanto, los 600
millones que Goldman Sachs ganó con esta estafa han seguido
fructificándose en la apuesta suicida que el capital hace en
beneficio propio contra la humanidad.
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