NOTA
DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Sin salirse de la ortodoxia de la visión puramente
financiera, que obvia la caída de la tasa de ganancia del capitalismo
mundializado desde al menos los últimos cuarenta años, derivada del desajuste
entre una sobreoferta productiva (crisis de producción) sobre la capacidad real
de demanda y consumo, como el origen de la megafinanciarización de la economía
y, en suma, de la razón primera y última de esta crisis, el autor muestra, sin
embargo, la cruda realidad de la economía norteamericana, atrapada entre el riego
del Caribdis de la inflación y la amenaza del Escila de la deflación.
El texto fue escrito antes de que la FED
pospusiese su subida de las tasas de interés, envuelta en la justificación de
que “aunque la economía norteamericana va bien” los “riesgos globales” (China,
países emergentes, commodities) se están incrementando. El capitalismo tanto
norteamericano como mundial está atrapado sin otras salidas que la guerra,
aspecto éste que, no obstante, se desatiende en este artículo.
Sin más, les dejo con el mismo.
Ariel Noyola Rodríguez. Global Research
“Desde
hace varios meses la Reserva Federal viene insistiendo con que la recuperación
de la economía norteamericana va viento en popa. Sin embargo, los estímulos
monetarios multimillonarios (‘Quantitative Easing’) y mantener la tasa de
interés de los fondos federales (‘federal funds rate’) cercana a cero no ha
sido suficiente para disipar por completo las tendencias recesivas. A 7 años de
la quiebra de Lehman Brothers, la actual presidenta del banco central
estadounidense, Janet Yellen, enfrenta un serio dilema: detener el auge
bursátil bajo el riesgo de convertir en realidad la peor pesadilla de Estados
Unidos, la deflación.”
La economía de Estados Unidos muestra
aparentemente señales de recuperación. Durante el segundo trimestre de 2015 el
Producto Interno Bruto (PIB) registró un aumento de 3.7% –en términos anuales–,
muy por encima de la primera estimación de 2.3% que se publicó hace 2 meses.
Esta nueva revisión del crecimiento del PIB colmó
de optimismo a los dirigentes de Washington, ya que, según ellos, logró
disolver la desconfianza que surgió durante el último trimestre de 2014, cuando
la actividad económica se desplomó 0.7 puntos porcentuales[1].
Washington se vanagloria de que el mercado laboral
se repone a paso veloz. El sector privado generó más de 13 millones de empleos
a lo largo de los últimos 5 años y medio[2]. En agosto, la nómina no agrícola
sumó 173,000 plazas, que si bien representa un monto menor comparado con el
promedio de 247,000 de los últimos 12 meses, por lo menos resultó suficiente para
disminuir la tasa de desempleo de 5.3 a 5.1%, la más baja desde abril de
2008[3].
Estados Unidos prácticamente se encuentra en un
nivel de «pleno empleo», asevera Loreta J. Mestter, la presidenta del Banco de
la Reserva Federal de Cleveland. No obstante, esa presunción contrasta con la
precariedad que padece la mayoría. El «modo
de vida americano» (‘American way of
life’) es una ficción que únicamente aparece en el cine y la televisión.
Los estadounidenses que viven en los suburbios más pobres se han convertido en
las principales víctimas de una política económica que favorece a menos de 1%
de la población.
La Reserva Federal de Estados Unidos tiene un
doble mandato, por un lado, promover la creación de empleo y, por otro lado,
garantizar la estabilidad de precios, según se lee en los estatutos del banco
central. Sin embargo, esos objetivos no se cumplen, son ‘letra muerta’.
En primer lugar, el nivel rentabilidad empresarial
no es tan alto como para producir un ciclo expansivo de largo plazo. En consecuencia,
la inflación se mantiene demasiado baja, incluso corre el peligro de
convertirse en deflación (caída de precios). En segundo lugar, el «dinamismo»
del mercado laboral estadounidense está muy sobredimensionado por la Casa
Blanca. La tasa de desempleo cercana a 5% oculta que el subempleo todavía se
mantiene muy elevado[4].
De acuerdo con una definición mucho más amplia de
desempleo (metodología U-6), que incluye a los trabajadores a tiempo parcial
(6.5 millones de estadounidenses) –pero que estarían dispuestos a ocupar plazas
de tiempo completo–, así como a las personas que abandonaron la búsqueda de
empleo durante el último año (1.8 millones de estadounidenses) –pero que
eventualmente regresarían a sumarse a la fuerza laboral–, la tasa de desempleo se
ubica en 10.3%.
El
‘estancamiento secular’
Si bien la Reserva Federal mantiene desde
diciembre de 2008 la tasa de interés de los fondos federales (‘federal funds rate’) entre 0 y 0.25%,
ello no ha logrado detonar inversiones masivas para, en esa misma proporción,
impulsar la creación de empleo en todo el país. Lo mismo sucede en el caso de
los programas de flexibilización cuantitativa (‘Quantitative Easing’), son medidas que en poco o nada han
contribuido a aliviar el deterioro económico del estadounidense ordinario.
Ben S. Bernanke, el anterior presidente de la
Reserva Federal, anunció en diciembre de 2008 la compra de activos sustentados
en hipotecas (‘asset-backed securities’),
y en noviembre de 2010 la adquisición de bonos del Tesoro (‘U.S. Treasury
bonds’), acciones que, según su propia lógica, ayudarían a incrementar el
otorgamiento de crédito de parte de los bancos, y mantener las tasas de interés
de largo plazo en niveles mínimos.
Nunca en la historia del capitalismo se había
llevado a cabo un plan de estímulo monetario de tal magnitud: inyecciones
mensuales de liquidez por un monto de 85,000 millones de dólares. Como
consecuencia de esa política, las compras multimillonarias de activos
multiplicaron por 5 el tamaño de la hoja de balance (‘balance sheet’) de la
Reserva Federal, que pasó de 870,000 millones de dólares a más de 4.5 billones
de dólares entre agosto de 2007 y noviembre de 2014.
Los mayores beneficiarios resultaron ser los
grandes bancos de inversiones: Citigroup, Goldman Sachs, J.P. Morgan Chase,
Bank of America, Morgan Stanley, etcétera. En lugar de apoyar el desarrollo de
la actividad productiva y la generación de empleos de calidad, la política
monetaria «no convencional» implementada por la Reserva Federal promovió la «exuberancia irracional» de los
inversionistas que operan en Wall Street. En cambio, en el grueso de la
economía el «proceso de recuperación» continuó siendo débil y desigual.
Larry Summers, quien estuvo a cargo del
Departamento del Tesoro de 1999 a 2001 bajo la presidencia de Bill Clinton,
tomó prestado a finales de 2013 el concepto de ‘estancamiento secular’ para analizar las condiciones de la
economía norteamericana, el mismo que el economista Alvin Hansen (1887-1975)
hilvanó en la década de 1930, en plena ‘Gran
Depresión’[5].
Según Summers, si bien es cierto que las bolsas de
valores alcanzaron ya los niveles de capitalización observados antes del
estallido de la crisis hipotecaria (‘subprime’)
–gracias a la política de estímulos de los bancos centrales–, los países que
integran el G-7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y
Reino Unido) continúan registrando tasas de crecimiento decepcionantes.
En el caso específico de Estados Unidos, no hay
duda de que desde hace varios años se viene consolidando una «nueva normalidad» económica,
caracterizada por altos niveles de endeudamiento tanto público como privado,
muy poca inversión de capital y creación de empleo marginal. El problema es que
el arsenal del Estado norteamericano se ha mostrado cada vez más incapaz de
combatir las tendencias recesivas que acechan de cerca a la economía[6].
La
Reserva Federal está dividida
Aún no hay consenso entre los integrantes de la
Reserva Federal sobre si aumentar o no la tasa de interés de los fondos
federales (‘federal funds rate’).
Antes de deliberar se reúnen hoy y mañana[7]. La mayor preocupación de las
autoridades monetarias de Estados Unidos es el surgimiento de la caída de
precios. Y es que la deflación es mucho más dañina para la economía que la
inflación elevada.
Como las empresas disminuyen los precios de sus
mercancías, los consumidores comienzan a postergar sus compras, con la
esperanza puesta en que los precios continuarán cayendo. Los capitalistas se
encuentran con un nivel de demanda en caída libre, y en consecuencia,
disminuyen sus niveles de producción y realizan despidos masivos.
Los ingresos de los consumidores se desploman,
contrayendo aún más el nivel de demanda. Entonces, los empresarios eliminan
todavía más producción y empleos, hundidos en una espiral depresiva que combina
deflación y caída del PIB. Asimismo, las deudas de las empresas se vuelven
onerosas, los impagos aumentan y la solvencia de los bancos se pone en un serio
predicamento.
El gran enigma para el Departamento del Tesoro y
la Reserva Federal es que a pesar de los estímulos fiscales y monetarios, el
nivel de precios se mantiene por debajo de 2% desde hace 3 años –a excepción de
un ligero repunte a mediados de 2014. Durante julio el Índice de Precios al
Consumidor (CPI, por sus siglas en inglés) apenas aumentó 0.2% en la
comparación interanual. Si se excluyen los precios de los alimentos y la
energía, la inflación se ubicó en 1.2%.
Para varios miembros del Comité Federal de Mercado
Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés), aunque la inflación se ha visto
presionada hacia abajo, no se trata sino de un fenómeno transitorio, que se
propicia por el alza del dólar y la deflación de las materias primas (‘commodities’). «Dada la aparente estabilidad en las expectativas de inflación, hay
buenas razones para creer que la inflación se acelerará al tiempo que las
fuerzas que la mantienen a la baja se disipen aún más», sostuvo a finales
de agosto Stanley Fischer, el vicepresidente de la Reserva Federal.
Su actual presidenta, Janet Yellen, considera que
elevar los tipos de interés es decisivo para evitar distorsiones en la
economía. Si se mantienen los tipos de interés cercanos a cero durante un largo
período, argumenta Yellen, se corre el peligro de fomentar la formación de
burbujas financieras, pues el crédito barato alimenta la apuestas especulativas
de los bancos de inversión.
Sin embargo, si se eleva el costo de crédito,
aumentarían también las probabilidades de sumergirse en la recesión. Toda vez
que los salarios permanecen estancados desde la década de 1970, su impulso
sobre la inflación es marginal. Los nuevos empleos han resultado insuficientes
para incrementar el nivel general de precios. El mes pasado las remuneraciones
salariales por hora únicamente crecieron 2.2% en comparación con 2014, mientras
que antes de la crisis aumentaban por encima de 4%.
¿Y
ahora qué sigue?
La Reserva Federal está atrapada. Es imposible que
detenga el auge bursátil sin aumentar al mismo tiempo los riesgos
deflacionarios sobre la economía. Si la tasa de interés de los fondos federales
(‘federal funds rate’) permanece
intacta, será entonces evidente que Estados Unidos es mucho más vulnerable de
lo que todo el mundo cree.
La burbuja financiera se sigue hinchando y más
temprano que tarde terminará por estallar[8]. Durante el mes de agosto se
registraron mayores turbulencias en la economía global: desplome del índice Dow
Jones en más de 1,000 puntos, caídas sucesivas en la bolsa de valores de
Shanghái, nueva recesión en Japón, estancamiento en Francia y Reino Unido,
aumento de la deflación en Grecia, drástica desaceleración en los países de
América Latina y el Caribe, etcétera.
Ahora bien, si la Reserva Federal apuesta por
aumentar los tipos de interés, los elementos «transitorios» que supuestamente
socavan la inflación –según la opinión de Stanley Fischer–, tomarían mayor
fuerza. Esto es, el alza del dólar sería más pronunciada ante las salidas
masivas de capitales de los mercados emergentes. Lo mismo sucedería con la
caída de los precios de las materias primas (‘commodities’), los inversionistas se desprenderían de inmediato de
los títulos financieros relacionados con la energía, con lo cual, Estados
Unidos pasaría de registrar una tasa de inflación muy baja a de plano ahogarse
en la deflación.
La fragilidad de la economía mundial ha saboteado
hasta ahora las pretensiones de los bancos centrales de apretar (‘tightening’) la política monetaria en
los años recientes[9]. El Banco Central Europeo (BCE), el Banco de Japón y el
Riksbank (el banco central de Suecia), dieron marcha atrás poco después de
aumentar las tasas de interés de referencia. Como la inflación volvió a caer,
la economía entró de nuevo en recesión, y el nivel de endeudamiento creció, los
bancos centrales de los países industrializados no tuvieron otra alternativa
que volver a establecer las tasas de interés cerca de cero.
La Reserva Federal por su parte, ha puesto en
claro que el aumento de los tipos de interés será muy lento. Esto decir,
después del primer incremento –que si no se concreta en septiembre, puede tener
lugar en octubre y diciembre de este año, o bien como lo sugieren el Fondo
Monetario Internacional (FMI)[10] y el Banco Mundial[11], hasta 2016– pasará
bastante tiempo antes de otra subida.
No obstante, si la medida precipita el desplome
del PIB y consolida la deflación, la Reserva Federal no únicamente quedaría
enterrada en el descrédito absoluto, sino que luego de regresar a disminuir las
tasas de interés, incluso se vería obligada a poner en marcha una cuarta etapa
de su programa de flexibilización cuantitativa (‘Quantitative Easing’)[12], mismo que concluyó en noviembre de
2014.
En suma, a 7 años de la quiebra de Lehman Brothers
la economía estadounidense se encuentra en vilo. Los miles de millones de
dólares gastados para salvar a los banqueros de Nueva York colocaron a las
finanzas públicas en la bancarrota y hundieron a centenares de familias en la
miseria. La maldición de una nueva crisis aún no desaparece. Si la Reserva
Federal se equivoca, la pesadilla de la deflación se puede convertir en una
dolorosa realidad para Estados Unidos.
NOTAS
[1] «As Economies Gasp Globally, U.S.
Growth Quickens», Nelson D. Schwartz, The New York Times, August 27, 2015.
[3] «The American economy: New jobs
numbers do little to illuminate the Fed’s path», The Economist, September 4, 2015.
[5] «Why stagnation might prove to be the
new normal», Lawrence Summers, The Financial Times, December 15, 2013.
[6] «U.S. Lacks Ammo for Next Economic
Crisis», Jon
Hilsenrath & Nick Timiraos, The Wall Street Journal, August 17,
2015.
[7] Nota del Editor: el autor se refiere a la reunión llevada
a cabo los días 16 y 17 de septiembre.
[8] «Fears grow over US stock market
bubble», John
Authers, The Financial Times, September 13, 2015.
[10] «IMF Urges Fed to Postpone Rate
Liftoff to First Half of 2016», Kasia Klimasinska & Andrew Mayeda,Bloomberg,
June 4, 2015.
[11] «World Bank chief economist warns Fed
to delay rate rise», Shawn Donnan & Sam Fleming, The Financial Times,
September 9, 2015.
[12] «Market talk suddenly turns to
specter of QE4», Jeff Cox, CNBC, August 24, 2015.
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