Télam
El Banco Central Europeo (BCE) anunció el pasado jueves su largamente esperado plan de "facilitación cuantitativa" (quantitative easing, QE según sus siglas en inglés) que supondrá la compra de 1,1 billón de euros en títulos públicos emitidos por los Estados de la Eurozona en el período comprendido entre marzo próximo y septiembre de 2016, en lo que constituye una iniciativa muy superior a la esperada por los mercados.
No por casualidad las Bolsas subieron de manera generalizada en toda Europa, mientras el euro se desplomaba hasta 1,11 dólares, su cotización más baja desde 2004 y con una franca tendencia a seguir descendiendo en las próximas semanas y meses hasta romper la barrera de la paridad con el dólar, según todos los expertos que opinaron sobre el tema cambiario en estos días.
De esta manera, el presidente del BCE, el italiano Mario Draghi, cumplió con creces lo prometido en los últimos meses y logró una mayoría en el seno del Consejo del BCE para imponer su punto de vista favorable, desde hace tiempo, a una intervención masiva para inyectar una masa de liquidez capaz de frenar las tendencias deflacionarias y para coadyuvar a una recuperación del camino de crecimiento económico en Europa.
Sin embargo, banqueros, analistas y políticos han recibido con suspicacias, temores y cierta decepción la noticias del QE europeo, a pesar de haber elogiado la decisión de Draghi, a quien reconocen sus méritos y su férrea voluntad por avanzar por este sendero a pesar de la oposición franca de Alemania a dar este paso.
De hecho, la falta de entusiasmo de la élite dirigente europea ante la puesta en marcha de estos grandes estímulos monetarios proviene de la creencia que quizá éstos estén llegando demasiado tarde debido, justamente, a la larga y obstinada negativa de la canciller alemana, Angela Merkel, a dar su aprobación a la puesta en marcha de este programa.
La falta de apoyo de Berlín se volvió a sentir ayer, apenas un día después del anuncio de Draghi, cuando el titular del Bundesbank (banco central alemán) Jens Weidmann, objetó la decisión del BCE al considerar que "la compra (de bonos) reducirá la presión sobre países como Italia y Francia" para que pongan en marcha planes de reformas económicas estructurales.
Weidmann expresó así el punto de vista mayoritario en el gobierno alemán de Merkel que insiste, más allá de las evidencias de hartazgo social en los países más débiles de la Eurozona, en la necesidad de proceder a recortar las prestaciones sociales, jubilaciones y pensiones, salarios y el gasto público en general, al tiempo que preconiza el aumento de la carga impositiva esas naciones.
A pesar de esto, los mercados de acciones recibieron con subidas generales la noticia del QE europeo ya que éste garantiza una inyección mensual de 60.000 millones de euros por un período de 18 meses y con la puerta abierta para extenderlo por más tiempo si los objetivos no se alcanzan ese lapso.
En este sentido, Draghi dijo que se busca que la tasa de inflación, que hoy se ubica por debajo del 1%, suba hasta colocarse apenas por debajo del 2%, guarismo que expresa el objetivo fijado por las autoridades monetarias y económicas de la Eurozona para el incremento de los precios minoristas en el año.
Que este problema preocupa, incluso a los alemanes, pudo verse ayer cuando el ortodoxo ministro de Finanzas germano, Wolfgang Schaüble, un campeón de los planes de austeridad para el resto de Europa, reconoció que "la política monetaria le corresponde al BCE, que está haciendo muy bien su trabajo", ya que, agregó, "ellos están luchando contra el riesgo de deflación, lo que está bien".
Entre los expertos que se han expresado en estas horas, entre los que se cuentan Stephen King, economista jefe del HSBC, y Mohamed El-Erian, ex presidente de Pimco, el mayor fondo de inversiones del planeta, no hay dudas de que el euro se depreciará más aún en los próximos meses y que esto ayudará a mejorar el intercambio comercial de la Eurozona.
Sin embargo, estos y otros dirigentes y analistas de la región temen que el QE haya llegado tarde, con una economía ya paralizada desde hace tiempo y una tendencia deflacionaria avanzada, como para re-encauzar a la Eurozona en el corto plazo, máxime cuando no existe unidad de ideas macroeconómicas entre los socios del bloque.
A lo sumo, "el BCE sólo puede comprar tiempo para los políticos de Europa", opinó El-Erian en un artículo de opinión publicado ayer en el Financial Times, de Londres, en tanto que King destaca, en el mismo sentido, que "el mayor problema es que un Draghi no puede hacer nada más" ya que lo que Europa necesita es unión política.
De manera general, los expertos financieros miran hacia la QE implementada por el primer ministro Shinzo Abe desde 2013 cuyos efectos han sido limitados ya que el crecimiento de Japón ha sido menor incluso al previsto antes de la puesta en marcha la flexibilización monetaria por parte del Banco de Japón.
En cualquier caso, el consenso también es unánime a la hora de valorar que Draghi ha seguido el único camino posible, aunque la intervención del BCE no alcance y se haga imperativa la coordinación fiscal y macroeconómica entre todos los Estados miembros para superar la crisis actual, en especial cuando el cambio político que mañana puede alumbrar en Grecia planteará desafíos aún mayores.
NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Estoy convencido de que esos desafíos para la UE, derivados del cambio político en Grecia, que sugiere la Agencia Télam no se van a producir, entre otras cosas porque, si Syriza y el señor Tsipras gobiernan en Grecia, lo harán de la mano de la Troika y marcando, como buenos reformistas con mal disfraz izquierdista, los pasos que ésta les señale.
Si yo fuera griego, hoy tendría la papeleta del KKE en la mano, no porque crea en el sistema parlamentario burgués, que no creo, sino por marcar la diferencia que aclare qué posiciones políticas debe sostener la izquierda hoy. Todo lo que no sea comunista, no eurocomunista, está hoy, con más o menos matices, del otro lado, el que oprime, desahucia de sus conquistas sociales y hace padecer miserias a las clases trabajadoras de Europa. Esto es algo que comprobarán en sus propias carnes en Grecia y, más tarde, en España los amantes de la "ilusión" y del ilusionismo.
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